XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

Quizá sea conveniente para comprender la liturgia de este domingo,  no olvidar que el texto evangélico proclamado, sigue al tercer anuncio de la pasión y resurrección. “Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo  del hombre  va a ser entregado  a los jefes  de los sacerdotes  y a los maestros  de la ley; lo condenarán  a muerte  y lo entregarán a los paganos; se burlarán  de él, le escupirán, lo azotarán  y lo matarán, pero a los tres días resucitará”  ( Mc 10,33-34). De las  predicciones  de la pasión, efectuadas  en el camino hacia Jerusalén, la más  detallada es esta última.  

            Jesús corrige primeramente la ambición de dos de sus discípulos y después les hace una catequesis  juntamente con  los diez restantes acerca de la disponibilidad, del servicio, de querer  permanecer en el  anonimato. La perícopa  evangélica  se divide en dos partes: la conversación  con los hijos de Zebedeo ( 35-40)  y el siguiente  adoctrinamiento de los doce ( 41-45). “En aquel  tiempo se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago  y Juan,  y le dijeron: Maestro, queremos  que hagas lo que te vamos a pedir... Concédenos  sentarnos en tu gloria  uno a tu derecha  y otro a tu izquierda” ( Mc 10, 35-37)  

            Al igual  que en la discusión  en 9,33 ss acerca de quién  es el mayor, se elige

como momento  la conexión  con un anuncio de la pasión. La intención es clara: manifestar la interpretación equivocada de los discípulos y ésta se agranda a medida que se aproximan a Jerusalén, el lugar de la revelación.

            Jesús  responde a los hermanos  ambiciosos, haciéndoles  ver que no perciben  todo el alcance de su petición. El cumplimiento de ésta exige  que ellos beban previamente la misma copa  que él  y ser bautizados  con el mismo bautismo  que él. “Jesús replicó: No sabéis  lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?. Lo somos... 

            En el antiguo testamento, la copa  que Dios alarga a un individuo, al pueblo o a los  pueblos y que éste o éstos  tienen  que apurar es  una imagen  para significar  el destino, tanto  bueno como malo. Aquí sólo puede tratarse de este último. La copa, que se llama  también la copa de su ira  ( Is 5,17), llena de vino de cólera ( Jerem. 25,15), significa desgracia  y desdicha.

            Describe al mismo  tiempo el juicio  divino  que cae sobre los impíos.” El Señor  tiene en la mano una copa, un vaso de vino drogado, que los malvados  de la tierra   beben y apuran  hasta el fondo”  ( Salmo 75,9; Jeremías 51,7; Lam 4,21; Ez 23,31s.)

            Más tarde se utilizará  la imagen para referirse  a los padecimientos  y  muerte del mártir.

            Con la imagen de la copa, Jesús  alude no sólo a su pasión  y muerte, sino  que interpreta  ambos acontecimientos  como juicio divino  que él acepta  a favor de los impíos.  

            También el bautismo debe entenderse metafóricamente. La metáfora  ha sido construida  sobre aquellas  expresiones veterotestamentarias que comparan los padecimientos, la persecución  y el infortunio  con una corriente  de agua en la que el hombre  está a punto de caer: “ Las olas  de la muerte  me envolvían, me espantaban  las trombas  de la corrupción” ( 2 Sam 22,5;Sal. 42,8).

            Los discípulos  aceptan copa y bautismo  cuando están dispuestos a soportar tribulación  y muerte en el seguimiento de Cristo.No olvidar que los destinatarios  del escrito de Marcos  han vivido  el despotismo  de Nerón.  

            Jesús, después de corregir a los dos hermanos, instruye debidamente a los doce.” Los otros diez  al oír aquello, se indignaron contra  Santiago y Juan.Sabéis  que los que son reconocidos  como jefes de los pueblos los tiranizan, y que  los grandes  los oprimen. Vosotros  nada  de eso... Nada parece haber conseguido  Jesús con sus precedentes  instrucciones  y copiosas  enseñanzas. Los discípulos ignoran  que el seguimiento de Jesús  no puede ser interpretado como medio para obtener  una recompensa prefijada.  

            Jesús en esta corrección presenta una motivación especial; que  hasta ahora no había manifestado claramente. “ Porque el Hijo del hombre no ha  venido para que le sirvan, sino para servir  y dar su vida en rescate por todos” ( Mc.10, 45). En el capítulo 9,35 Jesús les dirá:” El que quiera  ser el primero, que sea el último de todos  y el servidor  de todos”. Les indica la forma de comportarse, no el motivo del comportamiento. En Marcos 10,45 aduce un fundamento especial: su forma de ser. La razón de esta exigencia es el servicio  y la muerte expiatoria del Hijo del hombre. Jesús no pide nada  que él no haya hecho primero; él es el modelo para el seguidor, que no tiene que hacer más que imitar y reproducir las actitudes del maestro.

            Las palabras de Jesús en Mc 10,45 han desempeñado  un papel  principal en el entendimiento  del discipulado  cristiano como imitación de Cristo. Y, más específicamente, la segunda mitad del versículo:” dar  su vida en rescate por todos ha influido  sobremanera  en la visión  eclesial de la muerte de Jesús  como expiación  vicaria por el pecado en el sentido de Isaías  52, 13-53,l2. “ El Señor quiso  triturarlo  con el sufrimiento. Cuando entregue  su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años” ( Isaías 53,10). Este texto forma parte de la primera lectura de la Eucaristía. Se da la presencia del Servidor  en la expiación  de la culpa  y en la reconciliación  entre el Señor  y su pueblo (nosotros). Jesucristo no es el servidor moral, ascético, sino un Servidor necesario, sin el cual el hombre no se reconcilia con Dios.

            “Con lo sufrido mi siervo  justificará a muchos, porque cargó  con los crímenes de ellos” ( Is. 53,ll).

            La función  del Servidor  en este caso no es declarar justo a alguien que no lo es, ni es olvidar o borrar el pecado. Pero él puede  asumir la culpa de los demás como argumento para que el Señor pueda olvidar y borrar el pasado aceptando como justo lo que ante él  no podría serlo.

            El texto de Isaías 53,10 parece afirmar que es Dios mismo quien ha querido este sufrimiento del Siervo, ha querido quebrantarlo  con sufrimiento, éste es el plan de Dios  que se cumple en él.

            La Teología actual desea matizar estas afirmaciones, pues parecen un poco escandalosas. Simplemente indicamos esto, pues no tenemos tiempo para profundizar más. Aunque  todavía no encontramos aquí el vocabulario  técnico de la resurrección  ( que aparecerá  en los textos posteriores),  este versículo  sugiere una rehabilitación del Siervo más allá  de la muerte.

            Isaías 53,10-11 pertenece al cuarto Canto del Siervo del Señor, unos textos  peculiares  del libro de Isaías que hablan de un personaje  escogido  por Dios y enviado a cumplir una misión salvadora.

            Una de las características más sorprendentes  de la historia del Siervo ( imagen de Jesucristo)  es el rechazo  y el sufrimiento que debe  padecer. Aparentemente, según la visión tradicional, eso es signo del castigo de Dios, pero en realidad  el sufrimiento  que recibe es consecuencia  de los pecados  de los demás y, además, tiene un valor  positivo, porque trae la paz y la salvación.  

            Este Siervo no debe ser para nosotros motivo de escándalo, de dejarle estar como si no quisiéramos nada de él y con él. La segunda lectura de la Eucaristía, tomada de la Carta a los Hebreos 4,l4-l6, nos exhorta a tener confianza en este Siervo. “ Hermanos, mantengamos la confesión de la fe, ya que  tenemos  un sumo sacerdote  grande  que ha atravesado  el cielo, Jesús, Hijo de Dios”. Teniendo en el cielo  a nuestro sumo sacerdote magnífico, digno de todo crédito, a Jesús, el Hijo de Dios, hemos de aferrarnos  sin desfallecer a esa fe que, por ser adhesión  plena a él, nos lleva con él hasta los mismos cielos, hasta Dios mismo. Jesús es punto de referencia a la hora de obrar y también a la hora de esperar. Jesús es modelo, no solo porque siempre ha actuado bien, sino porque es el Salvador. Jesús rompe los moldes ascéticos, para abrirnos a unas actitudes teologales.            

            Otro motivo que nos incita a la confianza en este Siervo es su semejanza con nosotros. “No tenemos  un sumo sacerdote incapaz  de compadecerse en nuestras debilidades, sino  que ha sido  probado en todo exactamente  como nosotros, menos en el pecado”. ( Hebreos 4,15). Es necesario  acentuar  este aspecto, porque la imagen del sacerdocio del Antiguo  Testamento  no parecía  exigir  ni la cercanía  ni la semejanza con los pecadores, sino  más bien  suponía  distancia, alejamiento, separación, como muestran las prescripciones  referentes a la purificación de los sacerdotes ( Ex 29,29-30; Lv 8-9).

            La presentación  de Jesús, tentado  en todo a semejanza  nuestra, señala  un aspecto  que en los evangelios  casi se pasa por alto. Aquí, en la carta, se pone  de relieve por igual la tentabilidad  y tentación de Cristo- por razón de su proximidad a nosotros- y su impecabilidad- por razón de su proximidad con Dios ante quien ejerce la función de sumo Sacerdote.

            Uno de los temas  centrales de la Carta a los Hebreos es la presentación de Jesucristo  como gran sacerdote y, por tanto, como mediador perfecto entre Dios y los hombres.

            Como es frecuente  en la carta a los Hebreos, las reflexiones  teológicas desembocan  en exhortaciones  prácticas; en este caso, anima a los creyentes  a la confianza en Dios. “Por eso, acerquémonos  con seguridad  al trono de la gracia, para alcanzar  misericordia  y encontrar  gracia  que nos auxilie oportunamente”  ( Hebreos 4,16).  

            Terminando ya, indico nuevamente que es necesario tener presente el tercer anuncio de la Pasión del Señor, camino hacia Jerusalén, para poder comprender la corrección que Jesús hace a los dos discípulos ambiciosos y la catequesis posterior a los doce. Esta instrucción es profundamente teológica, pues se apoya, no en un principio moral-ascético de humildad, sino en la actitud del Maestro, que aquí, no solo aparece como modelo de perfección, sino como Servidor en una acción salvífica, expiatoria.  

            Sólo nos queda una invitación a la coherencia por parte nuestra:” Te pedimos entregarnos a ti con fidelidad y servirte con sinceros corazón”   ( Oración Colecta)

            “ Nosotros  aguardamos al Señor: El  es nuestro auxilio  y nuestro  escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos  de ti”  ( Salmo responsorial)