XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

Nos viene bien  que nos hagan dirigir la mirada hacia los acontecimientos últimos. Estos domingos finales del Año Litúrgico están marcados fuertemente por la dimensión escatológica;  el lenguaje  empleado es un tanto misterioso, difícil de comprender en su totalidad.            

Primera Lectura: Del profeta Daniel, 12, 1-3 

Lectura  muy acertada  para acompañar  al evangelio que proclamaremos: El Discurso  escatológico 

Todo lo que  tiene  de breve  la presente lectura  lo tiene  de importante en la historia  de la revelación. Por su lenguaje, repetido  en algunos pasos  al pie de la letra  por Jesús  refiriéndose  a los últimos  tiempos. 

Por vez  primera  en todo el Antiguo  Testamento  se nos asegura,  con inspirada garantía, la resurrección  de los muertos.

La chispa  fue provocada  por la  persecución de Antíoco. Existía un  rescoldo donde había  ido  incubándose  el problema   de la retribución  durante  varios siglos sin respuesta definitiva. Ahí quedaba  Job, revolviéndose  en su inocencia  y de abandono  en manos  de Dios, incluso   cuando todo  parece  humanamente  perdido. Tal era  la situación  de sus   contemporáneos.  

Vamos a  presentar, dentro de lo posible, el contenido de estos  tres versículos, aunque la idea general ya está expresada.

Diremos que como  en las escatologías  clásicas, la derrota  del enemigo no es más  que el acto  penúltimo  que precede  a la  instauración  definitiva  del reinado  de Dios.

Sólo  que introduce    un nuevo elemento, una resurrección   de muertos  para el juicio   final. Sus antecedentes  pueden  ser la gran  imagen de Ez 37 (los huesos  resucitados), la magnífica  promesa  de Is 26, 14-19. El autor sobrepasa  esos antecedentes  y establece  una nueva  doctrina, que se  impondrá  entre gran parte  de los judíos: su resurrección todavía no es universal, pero  es personal   y diferenciada.  

1. En aquel tiempo  surgirá  Miguel, el gran príncipe, protector de tu pueblo. Será  un tiempo  de angustia  como no hubo  otro desde  que existen  las naciones. Cuando  llegue  ese momento, todos  los hijos de tu pueblo que estén  escritos en el libro  se salvarán 

Miguel, jefe del ejército  celestial y ángel  protector  de Israel, preside   los últimos   acontecimientos: la derrota  del enemigo  ha sido  el  penúltimo  acto  de la historia, antes  del momento  final.

En los   escritos apocalípticos, la liberación  final viene precedida  de una  gran conmoción  histórica  y cósmica que acarrea  angustias  y sufrimientos. En este   contexto  se afirma   explícitamente  la resurrección  de los muertos  al final  de los tiempos, en la misma línea  de 2 Mac 7, 9: Al llegar a su último suspiro dijo: «Tú, criminal, nos privas de la vida presente, pero el Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna.»   

2 Y muchos   de los que  duermen  en el polvo   de la tierra se despertarán, unos   para la vida  eterna, otros  para la  vergüenza, para el castigo  eterno.

Duermen: Eufemismo  por “han  muerto”. Despertarán: regresarán  a la vida. Este pasaje  es importante porque constituye  el más primitivo  y claro  enunciado  de la fe  en la resurrección de los muertos. Unos  vivirán  para siempre Unos  para la vida   eterna”.  Es la  primera   vez que aparece  esta expresión   en la Biblia.   

3 Los sabios  brillarán  como el esplendor  del  firmamento; y los otros  que guiaron a muchos  por el  buen camino, como las estrellas   por toda  la eternidad  

También  es aportación  del autor  la distinción  de un grupo privilegiado entre los salvados: no son los guerreros, ni siquiera   los mártires, sino  un grupo  de maestros  que predican  con éxito  la conversión.  

Es  bastante  claro  el sentido  de una vida  eterna. Puede apoyarse en Isaías 25, 8” Consumirá  a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahveh  las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Yahveh ha hablado  

Podemos decir como síntesis  que es una lectura muy bien traída, por su significado escatológico y porque presenta de una forma luminosa el problema de la resurrección de los muertos, tema  muy importante en todo discurso escatológico.  

Oportuno es Salmo  responsorial, el salmo 15  con su  estribillo: “Protégeme,  Dios  mío, que me refugio  en ti”

El grito del salmo responsorial: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”  nos invita a una actitud  de energía  y de confianza:” tengo siempre presente al Señor, con él  a mi derecha no vacilaré, no me entregará a la muerte ni dejará a tu fiel  conocer la corrupción”. Dios no dejará  desprotegido a su pueblo durante la persecución. En el fragmento,  leído hoy del libro de Daniel, se habla del arcángel Miguel, presentado  en este libro  y en algunas  obras judías de la misma época, como protector de Israel, que lucha  a favor del pueblo de Dios contra  sus enemigos.  

La Segunda Lectura: de la Carta a los Hebreos: 10, 11-14.18: El nuevo  sacerdocio  y la nueva  alianza.   

Hoy finalizamos  la lectura de la Carta a los Hebreos; no resulta  fácil hacer una exégesis  de los versículos, aunque en síntesis sabemos lo que nos quiere decir.  

Esta perícopa  concluye  remachando  la misma  afirmación   de la  del domingo anterior. A partir  de Cristo, la historia  se vive “en El”. La purificación  del pecado está realizada, pero  el tiempo  intermedio se vive  en la sacramentalidad eucarística y eclesial, como tiempo de apropiación y actualización  de lo definitivo  y perfecto. 

El capítulo 10, 1-18 es la última   sección  de la tercera  parte  que es la central. El tema   es la eficacia   del sacrificio  de Cristo. El autor   utiliza   el procedimiento  de citar  la Escritura  y exponer   el contraste  entre  las instituciones   del Antiguo   Testamento  y la obra  de Cristo, subrayando  la novedad   y superioridad  de su sacrificio  el cual  ha anulado  los antiguos  sacrificios  y se ha convertido  en causa  de salvación  para los que creen  

Los  vv. 11-14.18 forman parte de la perícopa, que estamos presentando. En este   pasaje  se alude  al salmo 110, 1 “De David. Salmo. Oráculo de Yahveh a mi Señor: Siéntate a mi diestra,    hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus   pies” para dejar  claro que  Cristo  está  ya junto  al Padre y no va a repetir  su sacrificio.

 Se alude también  al profeta  Jeremías  para   reafirmar  la eficacia  definitiva  de ese  único  sacrificio: “Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días - oráculo de Yahveh -: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

            Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: «Conoced a Yahveh», pues  todos ellos me conocerán del más chico al más grande - - oráculo de Yahveh - cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme.” (Jr 31, 33-34)  

            No debemos olvidar el empleo peculiar que hace San Pablo y su escuela de la Sagrada Escritura, recurre a ella, no  para probar  lo que está enseñando; sino viendo en el AT  un adelanto de lo que va a suceder en el NT. No hace una exégesis, sino una confesión de fe, que ya conoce; pero que la manifiesta, usando la Escritura.   

            Es un pasaje  que ha suscitado  polémica  entre  católicos   y protestantes. Mientras  los  protestantes  se apoyan  en él  para negar  que la celebración  de la Eucaristía  tenga   carácter  sacrificial ( creo que se debería entender bien lo que significa  carácter  sacrificial), los católicos  responden  que  la Eucaristía  no constituye  un sacrificio  distinto  del de la  cruz, sino  que es un  sacramento-  es decir, un signo  eficaz  de gracia-  que hace  presente  de nuevo  ese único  sacrificio  de la cruz.  

            Teniendo esto presente, vamos a presentar  el significado  de estos versículos:             

11Y, ciertamente, todo sacerdote está en pie, día tras día, oficiando y ofreciendo reiteradamente los mismos sacrificios, que nunca pueden borrar pecados. 

            El hecho de que  el autor  hable  en este  momento  de “todo sacerdote”, y no  del sumo  sacerdote sólo, y de que se refiera  a  unas funciones  sacerdotales desempeñadas  cada día, indica  que ya  no está  pensando  en el día  de la expiación, sino  en todos  los ritos  sacrificiales del AT.  

            12 El, por el contrario, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio,  se sentó a la diestra de Dios para  siempre,  

            El contraste entre  los sacerdote  judíos, que permanecen  en pie, y Cristo, que está  sentado, ha sido  invocado  frecuentemente  contra la idea  de que el sacrificio  de Cristo  perdura  en los cielos. Aquí no cabe hacer ninguna comparación, pues el estar sentado  se refiere a una entronización, no a una  postura  a la hora del sacrificio.13 esperando desde entonces hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies.  

El tiempo  entre la entronización de Jesús  y su parusía  se describe  mediante una cita  del salmo 110, 1b”,    hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus             pies”. A diferencia  de  Pablo, el autor  no indica  quiénes  son a su juicio  los enemigos  que todavía  han de ser  sometidos a Cristo. 

            14 En efecto, mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados. 

            Purificando  sus conciencias, de forma  que puedan  adorar  al Dios  vivo: “¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a Dios vivo!” (9, 14). Jesús   ha dado  a sus discípulos  acceso  al Padre; éstos  participan  de su propia  consagración  sacerdotal.  

18 Ahora bien, donde hay remisión de estas cosas, ya no hay más oblación por el pecado. 

Dice  el profeta: “cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme.” (Jr 31, 34)   

La   conclusión  que se  saca  de las últimas  palabras   de la profecía: que Dios  ya no  recordará  los pecados. Ya  no serán   recordados   porque  habrán  sido  perdonados. Esto se ha cumplido a  través  del sacrificio  de Jesús; ya no  hay más  sacrificios   por el pecado.  

Evangelio: Mc  13, 24-32: La venida  del Hijo del hombre.  

Finalmente, como  todos  los años, la última  perícopa  antes de concluir  el ciclo litúrgico  nos  trae un  fragmento  relacionado  con la escatología .  

El discurso   escatológico  (13, 1-37). Este  es el segundo  de los dos  discursos   extensos   que aparecen  en Mc; el primero  es   (4, 1-34). Escrito  en el  género y en  el  estilo  apocalíptico, trata  de explicar  lo que Jesús, en su  condición  del Hijo  del hombre, significa   para Jerusalén, para los discípulos  cristianos y para los hombres en general, al mismo  tiempo  que exhorta  a todos  a estar  vigilantes.  

La Liturgia  solamente  usa los versículos  24-32; los vv. 24-27 hablan de la venida  del Hijo del hombre; los vv. 28-37 de la cercanía de esta venida; pero incierta.

 

El anuncio   sobre la venida  del Hijo del hombre ocupa  el centro  del discurso, impregnándolo   de una  fuerte  tonalidad  cristológica. Las imágenes  empleadas  son las características  de la  tradición  profética  y apocalíptica  para describir  las grandes intervenciones  de Dios: “Cuando las estrellas del cielo y la constelación de Orión          no alumbren ya, esté oscurecido el sol en su salida  y no brille la luz de la luna” ( Is 13,10).

La idea  que aparece  subrayada  es la del triunfo  definitivo  del Hijo  del hombre, que  implica  a su vez  el triunfo  de todos  los que han  permanecido  fieles   en el período  de la gran  tribulación: “ A él se le dio imperio,   honor y reino,  y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron.  Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás” (Dn  7, 14)  

            A la pregunta   inicial  de los discípulos   acerca del cuándo responde   la parte   conclusiva   del discurso, aunque   no en la forma   que ellos   y nosotros    hubiéramos  deseado. La respuesta   comienza   y termina, en evidente   paralelismo, recurriendo a dos  comparaciones: la de la   higuera (Mc  13, 28-29)  y la  del hombre  que se ausenta  (Mc 13, 33-36).  

            El discurso   escatológico, que, como puede   verse, no todo  él  está dedicado  al ésjaton, termina   con una serie  de sentencias  y parábolas  exhortatorias  referentes  a la vigilancia. Su validez  es perenne, y en ello   consiste  el valor   del discurso  como un todo.

            Vamos a presentar lo más importante, lo más peculiar e iluminador de estos versículos, que proclamamos en la Liturgia de la Palabra.  

            24. después de aquella tribulación. Quizá sea bueno recordar el v. 19: “Porque aquellos días habrá  una tribulación cual no la hubo  desde el principio de la creación, que hizo Dios,  hasta el presente, ni la volverá a haber.” Este versículo 19 es  una alusión  a Dn 12, 1: “«En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran Príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo. Será aquél un tiempo de  angustia como no habrá habido hasta entonces otro desde que existen las naciones. En aquel tiempo se salvará tu pueblo: todos los que se encuentren inscritos en el Libro  

            La  gran  tribulación” más que una realidad concreta  es una idea, un concepto, que expresa  un acontecimiento, descrito en la apocalíptica   y en al literatura  veterotestamentaria.            

El sol se oscurecerá: se incorporan  aquí motivos  del AT. Son  imágenes  que simbolizan  el juicio  divino  cayendo  sobre quienes  sufren   esta aflicción. 

26 Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria;

            Esta es la afirmación  crucial  de toda  esta sección: la  visión  del Hijo  de hombre. No cabe apenas  duda  de que  este versículo  es un reflejo de Dn  7, 13 “Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y  he aquí que en las nubes del cielo venía  como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia”;  va implícita  la idea   de que el Hijo   de hombre  viene   para heredar  su reino. Mientras  en Dn  el Hijo  de hombre  se mueve  hacia el anciano;  aquí  podemos preguntarnos  hacia dónde  se dirige  esta “venida” El v. 27  sugiere  que es  en dirección  a la tierra.

 El “Hijo de hombre”ha de  entenderse  con toda  probabilidad  como una persona  individual  y sobrehumana  que posee  “poder  y gloria”  celestes 

            28 “De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca” 

            El proceso   del crecimiento  de la higuera  en primavera  y verano  se compara con la secuencia  de los acontecimientos  que conducen  a la llegada  del Hijo  del hombre. Cuando  veáis  que ocurren  estos hechos, sabed  que el Hijo  del Hombre  llegará  pronto.     

29 Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que El está cerca, a las puertas

En el contexto  de Marcos   debe  referirse a todo  lo que se ha dicho  anteriormente; si se restringe  a la última  sección ( 24-27), la misma  venida  del Hijo  del hombre  sería un “ signo”  no  el mismo fin.  

            30 Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. 

El evangelista   piensa  no simplemente  en una posible  destrucción de Jerusalén, sino  en la venida  del Hijo de hombre  en poder y gloria, de la que  será testigo  su generación. En cierto  sentido, este versículo es la  respuesta  a 13, 4 «Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de que todas estas cosas están para cumplirse.»

                        32 “Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre           

            Esta  afirmación   es esencial  para la llamada  a la vigilancia. Subyace  la imagen   veterotestamentaria   del día  de Yahvé.  El que sólo  Dios  lo sepa   es también  una convicción  del AT.

Ni  siquiera  el Hijo: La razón  es que en la cristología   de Marcos, que no  es la de  Calcedonia, Jesús  es únicamente  el Hijo; no  es el Padre, que ciertamente   lo sabe.

            Los signos  son suficientes, pero  no a nivel  de conocimiento  inmediato y lógico; el misterio  está en las manos  de Dios. Al hombre le toca  la fidelidad  al Evangelio    

            La liturgia de este domingo  XXXIII, en cierto sentido,  el último del año litúrgico  nos invita a tomar conciencia de que somos peregrinos, que vamos de camino, que nuestro mirar es hacia delante con talante de futuro. Encontraremos  dificultades, contemplaremos hechos, que nos atemoricen; pero debemos continuar sin desanimarnos. El final no es la derrota, sino el triunfo, la victoria.              

            El versículo, que sigue al Aleluya, tomado de Lc 21,36, nos exhorta: “Estad  siempre  despiertos, pidiendo  fuerza para manteneros  en pie  ante el Hijo del Hombre”. El cristiano ante la venida del Hijo del Hombre toma una actitud anhelante. No tiene miedo, su deseo es que El venga. Su vigilancia  no es  impuesta por las circunstancias, sino desea.  

            La Oración Colecta de la Misa  nos confirma en lo que estamos exponiendo. “Señor, Dios  nuestro, concédenos  vivir siempre alegres en tu servicio, porque en servirte a ti, creador de todo bien, consiste el gozo  pleno y verdadero”.  

            El cristiano no es para la tristeza, sino para la alegría, el gozo. Su vivir no es dejar que el tiempo pase, sino gastarlo en hacer el bien, en servir causas nobles y buenas; en gastarnos por las cosas del Señor, en Su servicio. Vivir para el Señor es gozar de verdad  y plenamente.  

            Desde que creemos que el Señor ha venido, somos conscientes que viene de una forma nueva en cada momento, en cada instante, en las múltiples circunstancias de la vida. Estamos preparados para cuando venga por segunda vez al final de nuestra vida  y  al final de los tiempos. No nos preocupa el cuándo y el cómo; ahora queremos vivir  alegres en su servicio.

            Creo que esta oración  Colecta es una buena enseñanza  para el último domingo del año litúrgico.

            Es de sabios  examinar nuestro caminar, saber a dónde vamos. La vida es dura, complicada. Cada época tiene sus dificultades. Ante el sufrimiento de la vida, tomada ésta en sus múltiples acepciones, nuestro ánimo no decae, sino que se hace fuerte, pues la victoria es de nuestro Dios.