I Domingo de Adviento, Ciclo C
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

 Nos alargaríamos mucho, si tuviéramos que exponer la importancia del Adviento; esto ya lo tenemos dicho en otras ocasiones, aunque iremos repitiendo algo a lo largo de lo que vamos  enseñando.  

            Creo que es muy conveniente señalar las peculiaridades del Ciclo C, pues es el que este año nos toca. Empezando por las primeras lecturas de Adviento de este ciclo, indicamos que tienen en común con las de los otros ciclos  su carácter de profecía mesiánica. Este aspecto no se debe olvidar, no comprenderíamos  la importancia de estas lecturas. La diferencia  está, sin embargo, en la ausencia total  del profeta  Isaías, que ocupa  prácticamente  la totalidad de las lecturas en los ciclos A y B.  

            La teología del evangelista San Lucas influye decididamente  en  este ciclo. Vamos a intentar profundizar un poco en este aspecto. Porque San Lucas es el evangelista de este ciclo, se puede decir  que es precisamente en este ciclo en que el Adviento  adquiere  su relieve más completo. Y ello por diversos motivos. Es el Adviento más “mariano; san Lucas  nos habla  de la Virgen más que los otros evangelistas. Tiene  una teología  muy precisa sobre el Precursor (gran protagonista del adviento). La ambientación de san Lucas es la alegría y la confianza en la espera del Señor en el tiempo presente. No es el adviento preferentemente tiempo penitencial, cosa que hemos defendido consciente e inconscientemente, sino un tiempo privilegiado  para potenciar el Misterio de Dios y  las actitudes, que esto exige.

 Finalmente, otro rasgo característico  del Adviento de Lucas es la “teología de las ciudades”: Jerusalén  y Belén. El Evangelio de Lucas  tiene  una auténtica  teología de la ciudad de Jerusalén, que se nota en sus dos Obras, y tiene también una  referencia a Belén. Ambas  ciudades son  imagen, en la tradición, de la iglesia. La historia de Jesús empezará  para Lucas en el Templo de Jerusalén, con la visita de Zacarías y el anuncio del nacimiento de Juan; y terminará  con el regreso de los apóstoles  a Jerusalén, después de la Ascensión, y su permanencia  en el Templo. 

            No debemos olvidar la estructura del tiempo de Adviento. Los temas evangélicos  de los domingos de Adviento están bien definidos en los  leccionarios dominicales: el primer domingo acentúa la espera del Señor en la vigilancia; los domingos  segundo  y tercero  están centrados  en la persona  y el misterio del Precursor; en el cuarto domingo, finalmente, pertenece al ciclo de los evangelios de la infancia, antes del nacimiento de Jesús. La organización  de las lecturas de los domingos de Adviento da un marcado relieve a las lecturas  veterotestamentarias, siempre proféticas, y también a los salmos.

            Examinando la liturgia de la Palabra y los textos eucológicos de la Eucaristía, podemos distinguir como tres bloques: una mirada al pasado, en donde se anuncian  grandes oráculos, que ya se han realizado; vivencia del presente, potenciado por un pasado rico;  y una actitud de esperanza, motivada y fundamentada  también por el pasado.

            Vamos a presentar con cierta profundidad y largueza la riqueza  de la Liturgia de la Palabra para sí darnos cuenta e imbuirnos  del contenido del Adviento.  

            Primera lectura: Del libro de Jeremías 33, 14-16: Salvación duradera 

El capítulo 33 del profeta Jeremías  es muy consolador, se  habla de Promesas  de  restauración  y de una Salvación duradera. Los vv.  14-18   presentan  la restauración de la dinastía davídica.

La función principal de la monarquía es practicar la justicia. Dios ejerce esta función por medio del rey. En  dicha   función   se fundamenta  la promesa  a la dinastía  de David

            Es necesario  tener presente los vv. 1-8 del Capítulo  23 de Jeremías: El rey futuro.

            Me voy a limitar  a comentar los seis últimos  versículos  de este capítulo sin necesidad  de un comentario posterior  de los vv. 14-16 del capítulo  33, texto de la Primera Lectura de la Eucaristía.

 La representación  de los jefes   en figuras   de pastores   es imagen   tradicional, que en Israel  cobró  especial  vigor  por el antecedente  real  de David, el  pastor  convertido  en rey. 

            3 Yo recogeré el Resto de mis ovejas de todas las tierras a donde las empujé, las haré tornar a sus estancias, criarán y se multiplicarán.

4 Y pondré al frente de ellas pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas ni asustadas, ni faltará  ninguna - oráculo de Yahveh -.

            5 Mirad que días vienen - oráculo de Yahveh - en que suscitaré a David un Germen justo: reinará un rey prudente,  practicará el derecho y la justicia en la tierra.

            6 En sus días estará a salvo Judá,    e Israel vivirá en seguro.      Y este es el nombre con que te llamarán: «Yahveh, justicia nuestra.» 

            La intervención  del Señor se justifica  por tratarse  de su “rebaño”; se desarrolla   en tres tiempos. El primero  es  la repatriación  de los deportados, o sea, el devolver   las ovejas   a sus praderas.

            El segundo tiempo   consiste  en nombrar  pastores  ejemplares, que cumplan su oficio.

            El tercer tiempo   es una mirada hacia el futuro, no solo un futuro histórico, sino teológico.  Pasamos  de los pastores  al Pastor –jefe, al  davídico, en quien  los judíos   ponen   su esperanza.

            El versículo  5 de este capítulo 23 corresponde a los vv. 14-15 del capítulo 33, proclamados en la Liturgia de la Palabra.

            Es interesante exponer la figura del “vástago  legítimo”:  como Dios  se había  comprometido  con David, toca a  Dios  garantizar  la continuidad  dinástica, por vía  de generación

Más que  la generación  física, y supuesta   ella, ha de legitimar  o justificar   la función  real la administración  de la justicia. 

El versículo  16  de la  Primera lectura de este domingo: “En aquellos   días, se salvará   Judá, Jerusalén vivirá  en paz, y  le llamarán  así: ‘El Señor  nuestra   salvación’ Se entiende  recordando el nombre del futuro rey. Isaías  había dado  un nombre  simbólico  al sucesor  de Acaz, ‘immanû ’el Dios   con nosotros. Durante  la actividad  de  Jeremías, el último  rey se llamaba el Señor  mi justicia. El sucesor   legítimo  de David  se llamará  con pleno  sentido “Señor justicia nuestra”, porque  es el Señor  quien  lo legitima  y porque  su tarea  será  administrar la justicia  que el Señor quiere.

Los  vv. 7-8  de este capítulo 23: “Mirad que llegan   días- oráculo  del Señor- en que  ya no  se dirá: Vive  el Señor, que sacó  a la estirpe  de Israel  del país  del norte y de todos  los países  adonde  los expulsó, y los  trajo a sus tierras” 

Se introduce otra promesa, que no mira ya  pasado, sino al futuro no solo histórico, como decíamos, y que es  el principio  teológico  del nuevo  éxodo. “ El  que sacó  de Egipto” es título  que el Señor  recibe  en himnos y confesiones  de fe ; pues bien, ese título  se  enriquece  con otro  de mayor   actualidad  y quizá  importancia. Toda  la profecía  del Isaías II es el canto  de un segundo  éxodo.  

Muy acertado  el estribillo del salmo responsorial: “A ti, Señor, levanto  mi alma” del salmo 24, salmo de confianza y de súplica  en tono sapiencial. Confiamos en este Señor, que va a venir. 

La segunda Lectura: De la Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 3, 12-4, 2                                   

La Liturgia  toma solo dos vv. del capítulo 3 y dos del capítulo 4.

Los vv. 12-13 son los dos últimos  de la Primera parte de la Carta, que podríamos titular: Bajo el signo de la acción de Gracias; los vv. 1-2 son los primeros versículos  de la segunda parte: Exhortaciones con la parusía al fondo.  

            Concluye  Pablo  la primera  parte  de la Carta  con  una  reiterada  acción de gracias ( la Liturgia  no se hace eco de ella)  y con un  deseo  y una súplica. Aquí  quiere dejar  bien claro  san Pablo cuál  es lo más importante  en la vida  cristiana: no otra  cosa  sino crecer  y sobreabundar  en el amor. Ni que decir  tiene  que Pablo  habla   del amor  que contempla  a Cristo  como supremo  punto de referencia. Un amor  desinteresado, comprometido  y práctico  que no suponga en ningún  caso una  huida  de los problemas  concretos  del mundo presente, sino  que los asuma  plenamente.  

12.  Hermanos: que el Señor  os colme  y os haga  rebosar de amor mutuo  y de amor  a todos, lo mismo  que nosotros  os amamos.  

Cristo, como Señor resucitado  y escatológico, y pide  sobreabundancia  de amor orientado  al interior  y al exterior  de la comunidad. Como  el que nosotros   sentimos: Los apóstoles  sirven  de ejemplo  a este respecto.

 13. Y que así  os fortalezca internamente;  para que,  cuando  Jesús  nuestro Señor vuelva acompañado  de todos  sus santos, os presentéis  santos e  irreprensibles ante Dios  nuestro Padre. 

Fortalezca: La petición   se centra  en la parusía  de Jesús   como Señor. Vuelva (parusía). Con  todos   sus santos. 

Se trata de una fórmula   estereotipada, y Pablo  está pensando  probablemente  en la escena  completa  de la parusía, tal como  la describe  en el 4, 13-18. En este caso, estaría  refiriéndose  a  todos  los cristianos, vivos  y muertos, que estarán  con el Señor  en aquel día: “Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro  del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor.”  (4, 17).

En la segunda  parte  de la Carta  la atención  de Pablo  se centra  no tanto en el pasado, cuando  en el presente  y el futuro. Pablo   ruega y exhorta  a los suyos , recordándoles  su  consagración  a Dios y teniendo  como telón  de fondo  el acontecimiento  decisivo de la venida  gloriosa  del Señor. Los abundantes  imperativos  de la sección  expresan  el profundo  convencimiento  que tiene  Pablo  de que no se pueden  separar  doctrina  y comportamiento. Y es  también  significativa  la constante  apelación  a Dios  y a Jesucristo  como puntos  de obligada  referencia 

1 Para terminar, hermanos, por Cristo Jesús  os rogamos y exhortamos: habéis  aprendido   de nosotros cómo  proceder  para agradar a Dios: pues proceded  así  y seguid  adelante 2 Ya conocéis  las instrucciones que os dimos  en nombre  del Señor  Jesús.

  4, 1-2 Son una introducción a la exhortación de san Pablo. Esta  instrucción  se viene  transmitiendo  desde el mismo  Cristo   a través  de los apóstoles. Cristo es  la norma  y la autoridad  de todas las exhortaciones  y enseñanzas de Pablo. Pablo evoca  el proceso  de transmisión  del mensaje  cristiano  que se remonta  siempre  a Jesús  de Nazaret.              

Después de los vv. 1-2  del capítulo 4, San Pablo habla del comportamiento  sexual, del amor mutuo y del trabajo. La liturgia da orientaciones, que están exigiendo seguir leyendo los textos  no proclamados  para así darnos cuenta del verdadero y amplio significado.  

Lectura del Evangelio: Lc 21, 25-28.34-36: Discurso escatológico  

            Como los otros  evangelios  sinópticos  (Mc 13; Mt 24-25), Lucas   concluye  la predicación de Jesús en Jerusalén  con un discurso  acerca  de los acontecimientos  del fin. Al evocarlos, el evangelista  transmite  su visión  de la historia  de la salvación , en tres momentos : destrucción de Jerusalén, tiempo de la misión  de la Iglesia, y por último, la venida  del Hijo  del hombre, que traerá  la plenitud  del reino de Dios.

 En su conjunto   este discurso  es una   invitación  a vivir  el presente  de la Iglesia   como  una ocasión  para dar  testimonio  de Jesús y para  poner  en práctica  sus enseñanzas.  

A pesar    del lenguaje  apocalíptico y catastrófico, la venida  del Hijo  del hombre  ( descrita  según la   terminología  de Dn 7, 13s)  es un   gran acontecimiento  de  liberación. Por eso  la actitud  del cristiano  ante  el fin es la esperanza  y no el temor.

Lucas introduce  aquí  cambios  importantes  con respecto  a los textos  de Marcos  y Mateo. Lo que en ellos  era el anuncio  del fin del mundo, en Lucas se refiere  a la proximidad  del reino  y se relaciona  con la predicación  de Jesús; pero eso no impide  que Jesús  exhorte  a los cristianos  a que  estén  vigilantes. Han  de comportarse  como el servidor  que espera  a cualquier  hora  la vuelta  de su dueño. Así podremos  presentarnos  el día  del juicio  sin temor  ante el Señor.  

25 “Habrá  señales  en el sol, en la luna  y en las estrellas; y en la  tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo  del mar y  de las olas 

26 Muriéndose   los hombres   de terror y de ansiedad  por las cosas   que vendrán sobre el mundo; porque  las fuerzas  de los cielos serán  sacudidas. 

27 Y entonces  verán  venir  al Hijo  del hombre en una nube  con gran  poder  y gloria.

28 Cuando empiecen  a suceder  estas cosas, cobrad  ánimo y levantad  la cabeza, porque  se acerca  vuestra liberación” 

Las señales  cósmicas  aparecen  con frecuencia  en las   descripciones  proféticas y apocalípticas de  las  intervenciones   de Dios, sobre todo para el juicio. Son  fórmulas  estereotipadas, casi como  clichés, que no hay que tomar al pie de la letra. Estos   trastornos    cósmicos   tienden   a mostrar  que cuando  Dios cesa de sostenerlo, el orden  de la creación  se ve amenazado  y corre el riesgo  de derrumbamiento.

De aquí que no podemos hacer una lectura literal de estos hechos, sino sacar  la enseñanza respectiva. Una lectura demasiado literal nos puede hacer daño y  no llegar a comprender lo que Lucas nos quiere decir.

Solamente   Lucas   menciona   los efectos   de las señales   cósmicas sobre la humanidad; por lo tanto debemos eliminar estos efectos. Quizá se ha insistido demasiado  en la relación causa-efecto. Los evangelistas  no son profesores de Física, sino profetas del Señor.

Vamos a analizar este lenguaje  apocalíptico; primeramente intentaremos averiguar de dónde ha sacado  esta terminología el evangelista San Lucas y su posible significado  real y simbólico.

El fragor  del mar  y de las olas  son expresiones, que se encuentran en el AT: “¡Ay!, bramar de muchos pueblos,  como bramar de mares braman.  Retumbar de naciones que retumban   como retumbo de crecidas aguas” (Is 17, 12); “    Tú domeñas el orgullo del mar,  cuando sus olas se encrespan las reprimes”  (Sal 89.10). 

“Las fuerzas   de los cielos serán  sacudidas”: en Mc es un desastre   adicional- Lucas, como hemos indicado, intenta explicar   el origen  de las señales, dándoles  una interpretación  racional-simbólica , en vez  de apelar  simplemente  a una interpretación  milagrosa  de Dios 

            Las  fuerzas  de los cielos” equivale  a la  “milicia celeste”, expresión  bastante  frecuente en el Antiguo  Testamento   para referirse  a los  astros: “Se  esfuma todo el ejército de los cielos.  Se enrollan como un libro los cielos,  y todo su ejército palidece          como palidece el sarmiento de la cepa,  como una hoja mustia de higuera”  (Is  34, 4).

            La sacudida  de los cielos   es un tema profético: “Pues así dice Yahveh Sebaot: Dentro de muy poco tiempo sacudiré yo los cielos y la tierra, el mar y el suelo firme” (Ag 2, 6)  Se  cita  apropiadamente  como preludio  de la aparición   del Hijo del hombre.  

“Con  gran poder y gloria”  se refiere  a la venida   triunfal  de Cristo  como  Hijo  del hombre: “El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar.” (1 Ts 4, 16).             

            El v.  28 es propio  de Lc. El mensaje   es claro: cuando las señales  cósmicas difundan  el terror  y la angustia  en la humanidad en general, será   para los discípulos  el anuncio  de que su   redención  está próxima. Cuanto   es juicio  para la mayor   parte, es salvación para algunos, para el resto: “No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino” (12, 32)  

            La última   perícopa del discurso  escatológico  comprende   tres partes: la primera  ( vv. 29-33) contiene   la parábola   de la higuera, que ilustra  la certeza  con que  ocurrirán  las cosas anunciadas; en la segunda  Jesús   exhorta  a los discípulos  a permanecer  siempre  vigilantes  y atentos ( 34-36); en la tercera  parte ( 37-38) el  evangelista  presenta   un nuevo  epílogo  de la actividad  de Jesús  en el templo  y de la  respuesta favorable  del pueblo.  

            La Liturgia solamente hace uso de la segunda parte, la cual queremos comentar de una forma breve y concisa, puesto que su significado  es evidente y ya conocido.

             También  en otro discurso  apocalíptico  se encuentran  advertencias  contra  la falta  de preparación ( 17, 26-37)  y una exhortación  a la oración: “Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer” ( 18, 1)

            Es bastante  evidente  que en esta  sección  Lc  no hace  más que  desarrollar pasajes  como  Mc 13, 33-37. Ya en la parábola   del sembrador, Jesús  advertía  contra  los peligros  de la disipación: “O  que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez  (18, 14)  

            Una  advertencia   contra la embriaguez en sentido  literal  no se excluye  en 21, 34. Pero la  intención  principal  es metafórica, una advertencia   a los discípulos  para que no  sucumban a las  atracciones  intoxicantes  del mundo  pecador.  

“Aquel día” aparecía  en 10, 12 y 17, 31: “Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad”  en relación  con la aparición  del Hijo  del hombre.

            Como  un lazo” puede  haberse utilizado  bajo la influencia  de pasajes  del Antiguo  Testamento, como el salmo  69, 23: “¡Que su mesa ante ellos se convierta en un lazo,  y su abundancia en una trampa”, citado  en Rm 11, 9: “David también dice: Conviértase su mesa en trampa  y lazo,  en piedra de tropiezo y justo pago”, el lazo  del diablo”.  

            La necesidad   de una oración  vigilante  es un  rasgo  típicamente  lucano (Lc 6, 12 y 18, 1)

“Escapar a todo  lo que está  por venir”. En 1 Ts 5,3: “Cuando digan: «Paz y seguridad», entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta; y no escaparán”

            El sentido  de Lc  21, 36  debe parecerse  al de 21, 18: “Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza.” 

            Textos  como Mt 25, 32; 27, 11 etc. sugieren  una interpretación  según la cual  los discípulos  permanecerán ante  el Hijo  del hombre  como ante un  juez, pero  a diferencia  de los malvados  no serán  condenados, sino  que se verán  restituidos  en sus derechos.  

            En la conclusión del discurso, Jesús   inculca  a sus oyentes y a sus    seguidores  que estén  atentos a que  su modo  de vida  no se vea  embotado o entorpecido  por la   disipación, los excesos, o el agobio por las cosas  materiales.  

            El Adviento nos invita a vivir el presente de una forma plena y peculiar. El cristiano está anclado entre un pasado, lleno de mensaje y contenido y un futuro, que se presenta muy esperanzador. La exhortación  a la vigilancia  recibe una dimensión propia  en el evangelio de Lucas: los signos anunciadores  de la llegada del Hijo del hombre  no provocan el miedo en los creyentes, sino que se convierten en una invitación a  levantarse  y a levantar la cabeza  muy alta, porque se acerca su liberación.  

            La Oración después de la Comunión  de una forma clara y concisa  nos invita a tomar la postura, propia del  Adviento, contemplado desde el presente:” Señor... tú nos  enseñas, ya en nuestra vida  mortal, a descubrir  el valor de los bienes eternos  y a poner en ellos nuestro corazón”. El futuro condiciona fuerte y positivamente la vivencia del presente.  

             La exhortación a la vigilancia  ante la venida  del Señor es la característica  del evangelio de todos los primeros domingos de Adviento. Al comenzar la Eucaristía de este primer domingo de Adviento, le decimos al Señor.” Dios todopoderoso, aviva  en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, acompañados  por las buenas obras...”.

            Las tres dimensiones: pasado, presente y futuro, se dan la mano en el alma del cristiano. Así lo cantamos  en el III Prefacio  de Adviento:” El mismo Señor que se nos mostrará   entonces  lleno de gloria  viene ahora a nuestro  encuentro  en cada hombre  y en cada  acontecimiento, para que lo recibamos  en la fe  y por el amor  demos  testimonio de la espera  dichosa de su reino”. El cristiano mira con intensidad desde el presente el pasado para vivir plenamente el futuro.