II Domingo de Adviento, Ciclo C
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

 Para poder comprender bien el mensaje de este segundo Domingo de Adviento del ciclo C, es muy útil ahondar en las peculiaridades del evangelio de Lucas, que presenta la figura de Juan el Bautista. La persona  y el mensaje  del Precursor ocupan, todos los años, las perícopas evangélicas del segundo y  el tercer  domingo de Adviento. Es sabido  que Lucas  subraya  más  ampliamente  que los restantes  evangelios la personalidad  del Bautista, desde las escenas de la infancia,  Jesús  y Juan son presentados  como en vidas paralelas. 

            Primera Lectura: Lectura  del  Libro de  Baruc, 5, 1-9: Oráculo de  restauración. 

Si siempre en la Liturgia de la Palabra de los Domingos la lectura Primera está en función del Evangelio; también en los Tiempos Fuertes; pero no sólo como lectura introductoria, sino  como ampliación del mismo mensaje evangélico.

La lectura primera, tomada del profeta  Baruc, profundiza en otra línea, la riqueza del mensaje salvífico. Lo importante no es el acto de convertirte, sino a quién  y a qué te conviertes. Baruc nos lo explica.

El libro de Baruc es una colección de textos de estilo diverso, escrito hacia el siglo II aC en el ambiente del judaísmo  de la diáspora, y atribuido de forma seudónima  a Baruc, el secretario del profeta Jeremías. 

En el Adviento  acentuamos el aspecto peregrinante del pueblo de Dios, que se encuentra en la “Diáspora”, pues su meta, no es la tierra, sino el cielo. De aquí la importancia de la lectura de este Profeta, especialmente el texto elegido.  

Baruc 5, 1-9  es una llamada a la esperanza. El autor se sitúa idealmente en uno de los momentos más dramáticos de la historia de Israel, el de la destrucción de Jerusalén por parte de los babilonios (siglo VI aC), y proclama que Dios intervendrá  para invertir la situación. Creo que es conveniente tener esto presente para poder percibir la riqueza  y la peculiaridad de esta perícopa, que hemos   proclamado.  

El oráculo  de salvación  y consuelo es un poema  inspirado  de cerca  en modelos  de Isaías II y III, sobre todo por la imagen   maternal  y el estilo  del apóstrofe lírico. Si  en la  súplica  penitencial  Dios y el pueblo  eran partes unidas en la alianza, aquí la relación  está vista   en imagen familiar. Dios  es el padre  que ha criado  al pueblo, como enseñan  Dt 8, 5: “Date cuenta, pues, de que Yahveh tu Dios te corregía como un hombre corrige a su hijo”.

  Jerusalén  es la madre  del pueblo, pues representa  a la comunidad  en su valor  fecundo  y acogedor. Dios  es el esposo  de Jerusalén.

            El  padre  exige  respeto: “El hijo honra a su padre, el siervo a su señor. Pues si yo soy padre, ¿dónde está mi honra? Y si señor, ¿dónde  mi temor?, dice Yahveh Sebaot a vosotros sacerdotes que menospreciáis mi Nombre. - Decís: ¿En qué hemos  menospreciado tu Nombre?” (Mal 1, 6) y castiga a sus propios  hijos  para transformarlos.

 La madre   no puede contenerse: “¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho,  sin compadecerse del hijo de sus entrañas?  Pues aunque ésas llegasen a olvidar,   yo no te olvido”  (Is  49, 15), se deja   llevar  de la  compasión, aunque  sus hijos  sean   la causa  de su pesar.  

Abandonada   del marido, la ciudad  se encuentra  en la posición  social  de una   viuda  sin medios. A pesar   de todo,  sigue confiando  y esperando. Ya  siente  la inminencia  de la salvación, toda  obra de Dios , repetición  del antiguo  éxodo: opresión   del enemigo  cruel, clamor del  pueblo, victoria  de Dios sobre los  opresores, salida  del pueblo , el desierto transfigurado, llegada a Jerusalén 

Analizamos  y oramos esta bella  perícopa del profeta Baruc. 

1. Jerusalén, despójate  de tu vestido  de luto  y aflicción y vístete las galas perpetuas  de la gloria  que Dios  te da.  

En el capítulo 4,20 de este profeta leemos:” Me he  quitado el vestido de fiesta, me he puesto el sayal de suplicante y clamaré al Dios  eterno mientras viva”.  Ante esta situación de dolor y de tristeza; la invitación siguiente se comprende mejor:”Jerusalén,  despójate de tu vestido de luto y de aflicción  y viste las galas perpetuas de la gloria que Dios te da”. (ib. 5,1-2).

            Cambiar  el vestido   simboliza   en el libro de  Judit el comienzo  de la liberación: “se quitó el sayal que vestía, se desnudó de sus vestidos de viudez, se baño toda, se ungió con perfumes exquisitos, se compuso la cabellera poniéndose una cinta, y se vistió los vestidos que vestía cuando era feliz, en vida de su marido Manasés” (Jdt10, 3)  

2. Envuélvete  en el manto  de la justicia de Dios  y ponte   en la cabeza  la diadema  de la gloria  del Eterno 

Dios confiere  la justicia  a Jerusalén: se puede   entender  como su  rehabilitación, su triunfo  en un juicio  frente al enemigo, su  restablecimiento  en los derechos  anteriores: “Tal será nuestra justicia: cuidar de poner en práctica todos estos mandamientos ante Yahveh nuestro Dios, como él nos ha prescrito” ( Dt 6, 25)  

 3. Porque  Dios  mostrará  tu esplendor a cuantos  viven  bajo el cielo  

            Esa  nueva justicia, no  el  poderío  militar  o político, será  su esplendor  y fama  ante otras  naciones, como anunciaba: “Guardadlos y practicadlos, porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos estos preceptos, dirán: Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente” ( Dt 4, 6).

4. Dios te dará  un nombre  para siempre: “Paz en la Justicia, Gloria en la piedad”

            Ya Isaías  hablaba   de un cambio  de nombre  de la ciudad: “ entonces  te llamarán  Ciudad Justa, Villafiel  ( Is  1, 26) Uno de sus discípulos  amplía  el tema: “Te llamarán  Ciudad  del Señor, Sión  del Santo de Israel... tu muralla se llamará  Salvación  y tus puertas  alabanza” ( 60, 14.18) ; “Te pondrán  un nombre  nuevo, pronunciado  por la boca  del Señor... te llamarán  Mi Favorita... a ti  te llamarán  Buscada, Ciudad no abandonada” ( 64, 4.12). 

  El  nombre del presente  oráculo  es el resultado  de una síntesis   de valores: la ciudad  respetará  a Dios, y esta será su gloria; promoverá   la justicia  entre los hombres, y de ahí  brotará  la paz. También el salmo 122, compuesto  a gloria  de la capital , menciona  el centro  del culto  y los tribunales  de justicia , y saluda  a la ciudad  con la paz. 

 Israel recibe  un nuevo nombre de parte de Dios, será la ciudad  donde  rebosa la paz  como fruto de la justicia  y la  gloria divina por su relación especial con Dios. Jerusalén, como novia radiante, es nuevamente desposada por su marido.” Dios  te dará  un nombre  para siempre:” Paz en la justicia, gloria  en la piedad” (ib. 5,4).

  El nombre  no solamente designa a la persona, sino que indica lo que es; hasta cierto punto la constituye, la transforma. Jerusalén, acostumbrada a ser siempre dominada por los demás, recibe un oráculo de felicidad, de paz y de gozo. 

5. Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, mira  hacia oriente y contempla  a tus hijos, reunidos  de oriente  y occidente  a la voz  del Santo, gozosos  invocando  a Dios

La que  se lamenta  está  sentada  en tierra o tendida  en el polvo, abatida con su dolor y sin  mirar  en torno. Se ha  de levantar para dejar  la posición  de duelo, para salir  de su ensimismamiento, para mirar  desde la altura: “Sacúdete el polvo, levántate,          cautiva Jerusalén,  Líbrate de las ligaduras de tu cerviz,  cautiva hija de Sión.” (Is  52, 2)

            Los judíos que vivían en la diáspora en el siglo II aC tenían necesidad de escuchar estas palabras para animarse y para seguir esperando. Lo mismo que hizo el Señor con su pueblo, cuando estaba en el destierro, esto mismo hará ahora.    ” Sube a la altura, mira  hacia oriente y contempla a tus hijos, reunidos  de oriente a occidente, a la voz del Espíritu, gozosos, porque Dios se acuerda de ti” (ib. 5,5).             

6. A pie  se marcharon, conducidos  por el enemigo, pero Dios  se los traerá  con gloria como llevados  en carroza  real. 

El texto de Baruc  es una de las perícopas  más líricas del leccionario. Es el anuncio  de la obra salvadora de Dios, que  retornará a los desterrados a Jerusalén. Dios concede el regreso  y El mismo lo dirige con presura:” Salieron  de ti a pie, conducidos  por el enemigo, pero Dios te los devuelve  con honor, transportados  con en el trono real”  (ib. 5, 6). Realmente se ha producido un gran cambio y todo esto, gracias al Señor. La desgracia  se cambia en manifestación de la gloria, el luto en fiesta, el gozo de los enemigos  en lamento. Con el anuncio  del retorno  de los desterrados el discurso  adquiere un cierto sabor de restauración nacionalista  (siempre puede darse este peligro), pero es innegable  la resonancia  escatológica  de todo el oráculo.  

Comienza   el nuevo  éxodo  glorioso, en el cual, a imitación  de Isaías  II, el camino  ya no es  penoso ni duro, sino  que la caravana  de los rescatados  transforma  el desierto  en paraíso  y anticipa  los bienes   de la tierra  prometida 

Y traerán a todos vuestros hermanos de todas las naciones como oblación a Yahveh - en caballos, carros, literas, mulos y dromedarios - a mi monte santo de Jerusalén - dice Yahveh - como traen los hijos de Israel la oblación en recipiente limpio a la Casa de Yahveh.” (Is 66, 20).  

7. Dios ha  mandado abajarse  a los montes  elevados y a las  colinas  encumbradas, ha mandado   llenarse   a los barrancos  hasta  allanar  el suelo, para que  Israel  camine  con seguridad guiado  por la gloria  de Dios;

 

Dios  allana  la calzada   que va   hacia  Jerusalén para hacer  más fácil  el regreso

 

Una voz clama: «En el desierto abrid camino a Yahveh,   trazad en la estepa una calzada recta  a nuestro Dios.

Que todo valle sea elevado,   y todo monte y cerro rebajado;  vuélvase lo escabroso llano,  y las breñas planicie.”  (Is 40, 3-4) La gloria  de Dios  sustituye  a la nube  y la hoguera  del Exodo.

 

8. Ha mandado  al boscaje  y a los  árboles aromáticos  hacer sombra  a Israel. 

Pondré en el desierto cedros,  acacias, arrayanes y olivares. Pondré en la estepa el enebro,  el olmo y el ciprés a una”  (Is  41, 19)  

Para que el viaje  resulte  lo más  cómodo  posible, Dios  hará  que crezcan  árboles  umbrosos  que defiendan   a los viajeros del sol. 

9. Porque Dios  guiará  a Israel  con alegría  a la luz  de su gloria, con justicia  y su misericordia.

La luz  de su presencia   gloriosa: “¡Arriba, resplandece, que ha llegado tu luz,  y la gloria de Yahveh sobre ti ha amanecido!

Pues mira cómo la oscuridad cubre la tierra,  y espesa nube a los pueblos,  mas sobre ti amanece Yahveh   y su gloria sobre ti aparece.”  (Is 60, 1-2). La   “misericordia” y la “justicia”  personificadas  acompañan  a Dios  y a los exiliados  en su viaje.  

Baruc  concluye   su obra  volviendo  a confesar  la misericordia   de Dios y la salvación  otorgada  a Israel. Dios concede  el regreso  y él mismo  lo dirige con premura. 

            Muy acertado  el estribillo del salmo  responsorial: “El Señor  ha estado  grande   con nosotros  y estamos   alegres”. Salmo de peregrinación,  súplica  de acción  de gracias. Se abre  este salmo con el reconocimiento   gozoso   y agradecido  de las  maravillas   que Dios   ha hecho  por su  pueblo, especialmente  la vuelta  del destierro.  

            Segunda lectura: De la carta  del apóstol  S. Pablo a los Filipenses: 1, 4-6.8-11: Acción de  gracias y plegaria.  

Bien elegida esta lectura,  es como recordar el correcto comportamiento ante el mensaje evangélico, de aquí la acción de gracias, la aprobación  y el suplicar cómo deben seguir ante el futuro.  El adviento es una mirada al pasado  en el presente hacia el futuro.

No está mal que hagamos una pequeña presentación de esta Carta a los Filipenses, no como erudición, sino como algo necesario para poder comprender su enseñanza  en este segundo domingo de Adviento.   

 La carta a los Filipenses  es uno de los escritos de Pablo que tiene  un tono más típicamente  epistolar. Se advierte una relación próxima  y afectuosa  entre el autor  y los destinatarios.

 Abundan las informaciones  históricas  y biográficas. En sus  oraciones Pablo hace continua  mención de los  filipenses: “Siempre  que me acuerdo de vosotros, doy gracias a  mi Dios. Cuando  ruego por  vosotros  lo hago  siempre con alegría “(1, 3-4). Pablo sabe  que en esta comunidad la Palabra de Dios ha sido escuchada y está dando mucho fruto.  Da gracias a Dios porque esta comunidad ha colaborado y seguirá colaborando:” Porque  habéis  cooperado en el anuncio  del evangelio desde el primer día hasta hoy”. Pablo confía y espera mucho de esta comunidad. “Esta es nuestra confianza: que el que ha  inaugurado  entre vosotros  una empresa  buena, la llevará adelante hasta el  Día de Cristo Jesús”. Una comunidad cristiana no debe contentarse con lo conseguido, sino que debe aspirar a más, a profundizar en el mensaje de salvación. La conversión no termina en la primera determinación, sino que sigue un camino de maduración.” Y  ésta  es mi oración que vuestra comunidad  de amor siga creciendo  más y más  en penetración  y en sensibilidad  para apreciar los valores. Así llegaréis  al Día de Cristo  limpios  e irreprochables...” (ib. 1, 9-10).  

Presentamos  y oramos esta acertada perícopa. Aunque la Liturgia no hace uso del versículo 3, creo que es conveniente recordarlo, pues  completa al versículo 4.  

 3. Siempre   que me acuerdo  de vosotros, doy gracias a  mi Dios. 

            Utilizando   una fórmula  muy conocida, Pablo  da gracias a Dios a favor  de los cristianos  de Filipos. Pablo sabe lo que supone esta comunidad, es un regalo del Señor, una dádiva suya, por esto mismo le da  gracias a Dios y desea el apóstol de los gentiles que lo sepan los filipenses para que así se sientan  valorados.  

 4. Cuando  ruego  por vosotros  lo hago  siempre  con alegría 

            Es una  explosión    de gozo, nota  que corre  a todo lo largo de la carta. El Domingo III de Adviento es el domingo del gozo, de la alegría. Dirigirse a Dios a la hora de orar por los Filipenses una tarea gozosa, alegre, no sólo por una exigencia apostólica 

5. porque habéis  colaborado  en el anuncio  del evangelio  desde  el primer  día  hasta hoy. 

La participación  de los filipenses  quedó  patente  por las ayudas  que enviaron  a Pablo y  por los  sufrimientos   que soportaron  por el evangelio.  Los filipenses   no sólo aceptaron  el evangelio, sino que  colaboraron  con Pablo  en su propagación.

Es un digno comportamiento, que deben seguir realizando. 

6. Estoy seguro  de que  Dios  que ha comenzado  en vosotros   una obra  tan buena, la llevará  a feliz  término  para el día  en que  Cristo Jesús  se manifieste. 

No  abandones  la obra  de tus  manos”  es la conclusión  de un salmo  ( 138,8): la   petición  se enriquece  aquí con la proyección  escatológica al  “día” de Cristo Jesús. Será un día de plenitud  y de gozo; no  como el que  anuncian  Amós  y Sofonías: “¡Ay de los que ansían el Día de Yahveh!  ¿Qué creéis que es ese Día de Yahveh?  ¡Es tinieblas, que no luz!”  (Amós  5, 18);  más   bien  como lo que  anuncia  el discurso  escatológico: “Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.” (Lc 21, 28)              

Dios   es el autor  preveniente  de todo lo bueno que hacen  los filipenses. Hasta el día  de Cristo  Jesús: La parusía. Entonces   la “ buena  obra” comenzada  así  y continuada  será recompensada  con el destino  glorioso  que tiene  el cristiano : estar “ con el Señor”. Pablo  propone  con frecuencia  la parusía  como motivo  de la conducta  ética del cristiano.  

8. Dios  es testigo  de lo que entrañablemente   os  quiero  a todos vosotros  en Cristo Jesús o con el mismo  amor de Cristo  Jesús. 

 Este  anhelo afectuoso   hacia los filipenses  ha motivado su acción de gracias. Pablo siente lo que dice, es veraz, Dios lo sabe; pero no se trata de cualquier amor, sino del amor según el querer de Cristo. Este versículo es de una gran densidad por doble motivo, porque Dios aprueba y  ratifica  lo que dice Pablo y porque su amor es de una calidad especial: según Cristo, no según el criterio de los hombres.  

Hasta aquí  ha sido un mirar hacia el pasado, bien escrito, bien realizado  y por lo tanto digno de una buena nota; ahora toca  mirar hacia el futuro, pues somos peregrinos, vamos de camino.  

9. Y le pido  que vuestro amor crezca  más  y  más  en conocimiento  y sensibilidad  para todo. 

El progreso  y desarrollo  de los filipenses  debe comportar  un conocimiento  personal  creciente  de la realidad  cristiana   que se  caracterice  por una  profunda  comprensión  de su significado.

            Se dice  que el amor  ciega: ¿también  la caridad cristiana? El impulso  radical  puede  descaminar  o extralimitar  su dinamismo. Hace  falta  colocar  la caridad  a la luz  del “conocimiento y percepción” para poder “discernir”. Discernir: no  entre el bien  y el mal, sino  entre lo bueno  y  lo mejor. La misma  caridad  empuja  a afinar  la percepción. 

10. Así sabréis  discernir  lo que  más  convenga, y el día  en que  Cristo   se manifieste  os hallará  limpios  e irreprensibles . 

La súplica   alarga  de nuevo  la mirada  hacia la parusía: “El os fortalecerá hasta el fin para que seáis irreprensibles en el Día de nuestro Señor Jesucristo” (1 Cor 1,8). El día del Señor, de Cristo, debe ser un punto referencial en el pasado, en el presente y en el futuro.  No una mirada estática, contemplativa, sino dinámica, coherente  y comprometedora.             

11Cargados  del fruto  de la salvación que se logra  por Jesucristo, para gloria  y alabanza  de Dios.  

            Concluye  con una breve  doxología. “El fruto  de la honradez” o justicia o salvación es una metáfora  corriente: “comerán del fruto de su conducta,  de sus propios consejos se hartarán” (Prov 1, 31). Las obras son “fruto”, no condición, y que  la fertilidad  la procura  Jesucristo: “Efraím... ¿qué tiene aún con los ídolos? Yo le atiendo y le miro.  Yo soy como un ciprés siempre verde,  y gracias a mí se te halla fruto” (Os 14,9); “No me habéis elegido vosotros a mí,  sino que yo os he elegido a vosotros,          y os he destinado  para que vayáis y deis fruto,   y que vuestro fruto permanezca;          de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre   os lo conceda” (Jn 15, 16)  

            Digna actitud  del hombre, que desea vivir el Adviento; no se trata de alguna pequeña  mortificación, sino de un talante  de conversión, de metanoia. 

            Lectura del Evangelio: Lc 3, 1-6: Describe  la llamada  de Juan  a preparar  el camino  del Señor. 

Los versículos  1-6  presentan la llamada de Juan a preparar el camino del Señor; en  7-14  cómo la gente sencilla y los marginados se preparan para el advenimiento del Señor; en  15-18 Lucas subraya la diferencia entre aquél que prepara el camino del Señor y el Mesías; por ultimo  en 3, 19-20 se concluye  la presentación de Juan, el Bautista.  

Lc.  compuesto  después  que Mc y Mt, muestra  cierta  prevención ante  un intento  manifestado  en el cristianismo primitivo  de presentar  a Juan  como un rival  e incluso  como un abierto  oponente  de Jesús. Jn., el  último  evangelio, será  más explícito  al señalar  que el Bautista  no es el Mesías (1, 18.19-34).  

            En la declaración  de que “viene en pos de mí uno más poderoso que yo” ( Mc, 1,7; Mt  3, 11),  Lc suprime  las palabras “ en pos de mí”, para evitar que se considere  a  Jesús  como  discípulo  de Juan.  Lc considera  a Juan  el último  y más  grande  profeta de  Israel, pero lo separa claramente  del momento  mesiánico  glorioso que  se inicia  con Jesús: “«La Ley y los profetas llegan hasta Juan; desde ahí comienza a anunciarse la Buena Nueva del Reino de Dios, y todos se esfuerzan con violencia por entrar en él) ( Lc 16,16), donde se  afirma  que Juan  llegó “antes de su [ de Jesús] llegada)  

            Jesús  siempre es presentado por Lucas  como superior a Juan. Por eso, la predicación  del Bautista no es- como en Mateo y Marcos- el “reino de Dios”, reservado a Jesús, sino el “bautismo  de conversión  para el perdón de los pecados” 

La adaptación  lucana  de las tradiciones  sobre Juan  está controlada o dirigida  por su cristología  y contiene  los siguientes elementos.

El ministerio  de Juan, como  el de Jesús, se ubica en la matriz de la historia  mundial  y religiosa, con  todos   sus aspectos  positivos   y negativos (Lc 3, 1-2)

Juan  es el profeta  de Dios  ( 3, 2), pero  no pertenece  al período  de la promesa, sino  que inaugura  el período  del cumplimiento cuya   figura  central  es Jesús. Juan termina  su preparación: “El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel” ( Lc 1, 80) y se convierte  en un predicador  itinerante  que prepara  el camino  de Jesús, cumpliendo  así  la profecía  anunciada por Dios.

En esta  perspectiva, Dios  es quien  dirige  el ministerio  de Juan  (como también  el de Jesús). Como  en el caso  de Jesús, también  el ministerio  de Juan se dirige  a todos (3, 7-14). Juan  no es Jesús, no es el Mesías (3, 15-17).  Su bautismo, que prepara  para el camino  de Jesús, debe  completarse, lógicamente, con el camino  de Jesús.

Juan sufrirá  una muerte  violenta (3, 19-20; 9, 7-9) por causa de su predicación; una suerte  similar aguarda a aquel  cuyos  senderos  prepara.  

Lucas presenta a Juan  como  un modelo   para sus Iglesias. Al igual  que él,  también  ellas  preparan  a la gente  para recibir   a Jesús, pero no son el Mesías.  

Dicho esto, expongamos  este texto evangélico acerca de la figura de Juan Bautista.

1. En el año  quince  del imperio  de Tiberio César, siendo  Poncio Pilato procurador  de Judea, y Herodes  tetrarca  de Galilea, Filipo, su hermano, tetrarca  de Iturea y de  Traconítida, y Lisanias   tetrarca de Abilene 

Lucas, pues,  inicia   su narración  de la actividad  de Juan  colocándolo  históricamente  en relación  con el mundo  romano  y hebreo.

            El acento de la historicidad es importante en la teología lucana: es en la historia  presente donde se realiza el misterio de Cristo, y en la historia presente  vive la Iglesia  esperando  el retorno  del Señor 

2. En el  pontificado  de Anás  y Caifás, fue dirigida  la palabra  de Dios  a Juan, hijo  de Zacarías, en el desierto. 

A este desolador  escenario  de reacciones  de la humanidad a los mensajeros de Dios, Dios envía  a Juan, hijo de  Zacarías, para inaugurar  el nuevo  tiempo  de gracia del evangelio.  

Muchos  libros  proféticos: “Palabra de Yahveh que fue dirigida a Oseas, hijo de Beerí, en tiempo de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá, y en tiempo de Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel”  ( Os 1, 1) empiezan  con fórmulas  similares  a la de Lc 1, 2b. Este  modo  de presentar la vocación  de Juan Bautista es coherente  con la idea  de Lucas, según  la cual, Juan  fue el último  profeta  del AT ( 16,16) 

Marcos y Mateo  describen  además  a Juan  como el bautizador  o el bautista; Lucas  por su parte, es el único  que lo identifica  como “el hijo  de Zacarías”. 

Lucas  quiere  resaltar  el hecho  de que Juan  aparece  como continuador  del papel  de Jeremías: consagrado  antes de su  nacimiento ( Jr 1,5; Lc 1,13), anuncia  el juicio   escatológico ( Jr 1,10;  Lc 3,9.16s), la gloria  mesiánica ( Jr  31; Lc 1, 14; 3,   15s)  y la nueva  y última   alianza en la que  serán  admitidos  hasta  los más sencillos  (Jr 31, 31-34; Lc  7,  18-23)  

El AT contiene  una  tradición  de espiritualidad  del desierto; éste significa  el lugar  al que Dios  condujo  a Israel, y en el que, a solas  con su pueblo, estableció una alianza  o vínculo  matrimonial  con él. El texto  de Dt-Is, que  Lc  citará  en seguida, continúa  el mismo  tema  del desierto.  

3. Y se fue  por toda  la región  del Jordán  proclamando  un bautismo  de conversión  para  perdón  de los pecados.           

Antes de centrar definitivamente  su atención en la actividad de Jesús, san Lucas presenta a Juan Bautista en su misión de precursor del Mesías.

 Juan, efectivamente, comienza  su actuación  hacia el pueblo de Israel, cuando recibe la  palabra de Dios. Juan  es descrito  como un profeta itinerante. Sin embargo, no es uno más en la larga  serie de los profetas de Israel

            Toda la región: El Juan  de este evangelio  es un  predicador   itinerante. 

Arrepentimiento: apartarse  del pecado  y cambiar  de conducta moral. Perdón de los pecados: La imagen  procede  de la cancelación  de las deudas  económicas  y de la liberación  de la esclavitud o de la cárcel.   

Mientras en Mateo  Juan  predica “en el desierto  de Judea”, que puede   indicar un territorio  extenso, Lucas limita su  actividad a la región  “del Jordán”

Predicando o “proclamando”  un bautismo  de conversión  para el perdón  de los pecados”.

            A diferencia  de Mt  3, 2, Lucas  no dice, que Juan  proclamaba la venida   del reino. Reservará   esta tarea a Cristo: “Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce”  (8, 1) a quien  corresponde  “proclamar”  de forma absoluta: “E iba predicando por las sinagogas de Judea.” (4, 44)  

            Mateo   por su parte  no  atribuye  al bautismo de Juan  el poder  de perdonar  los pecados, que  sólo   lo obtiene   la muerte  sacrificial   de Jesús: “porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados” (26,28).

 Se puede notar   algún rasgo  distintivo  del bautismo  de Juan  comparándolo  con otros   bautismos  practicados   en la época, en particular   el bautismo  de los prosélitos. Este  último  rito  de destinaba  a los paganos  que deseaban  adherirse al judaísmo ; el bautismo  de Juan  en cambio  era  para los judíos  que deseaban  obtener una purificación  superior  a la que  podían ofrecer  los sacrificios  de animales, una purificación  capaz  de hacer  entrar  en una nueva  vida  de comunión  con Dios.  

Bautismo: Purificación  ritual  mediante el agua, que  tiene   sus antecedentes  en la tradición  bíblica: “Se congregaron, pues, en Mispá, sacaron agua, que derramaron ante Yahveh, ayunaron aquel día y dijeron: «Hemos pecado contra Yahveh.» Samuel juzgó a los israelitas en Mispá” (1 Sm 7, 6).  

4. Como está  escrito  en el libro  de los oráculos del profeta  Isaías: “Voz  que clama   en el desierto: Preparad  el camino  del Señor, rectificad  sus  sendas;  

            Las palabras   de Isaías   se recogen  exactamente  igual  en los tres sinópticos ,  pero  donde los Setenta leen “enderezad los senderos  de nuestro Dios”, los sinópticos  escriben “enderezad  sus senderos”, lo que significa  una interpretación  mesiánica 

Está escrito: Juan está   cumpliendo  la promesa  de Dios de un nuevo éxodo, un  nuevo exilio  de la muerte  y del pecado, que será consumado   por Jesús  cuyo  camino  prepara.

            El  Deutero-Isaías había hablado  del regreso  del exilio  de Babilonia  en términos  que sugerían  un nuevo  éxodo, en el que Dios mismo  habría conducido  a su pueblo a una nueva  tierra prometida: “Abriré sobre los calveros arroyos   y en medio de las barrancas manantiales. Convertiré el desierto en lagunas   y la tierra árida en hontanar de aguas.” (Is  41, 18s).

            La  tradición  cristiana   primitiva   se ha servido  de este motivo  para hablar  de un tercer  éxodo,  el proclamado  por Juan Bautista en el desierto. Pero este nuevo  éxodo  tomará  una nueva dimensión, una dimensión espiritual, condensada  en la noción  y en la  concretización  del Reino  de Dios 

5. todo  barranco  será  rellenado, todo  monte y colina será  rebajado, lo tortuoso  se hará  recto y las  asperezas  serán  caminos  llanos. 

6. Y todos  verán  la salvación  de Dios” 

            Lucas   continúa  la cita  de Isaías, incluyendo de esta forma: “todo   hombre  verá  la salvación  de Dios” en línea  con su concepción  de una salvación  ofrecida  a todos,  hebreos y paganos. Omite, sin embargo, las palabras  de Isaías: “ se revelará  la gloria   del Señor”  ( Is 40,5)  quizá  porque  según Lucas la verdadera   gloria del Señor  aparecerá  en Cristo  en el momento  de su exaltación: “¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?” (Lc 24, 26)  

            Hemos intentado exponer la figura del Juan  Bautista, presentada por el evangelista Lucas; pero sería bueno quedarnos solamente en la exégesis, sino en el Mensaje del Bautista, siempre proyectado hacia el Mesías.  

            Resumiendo, anotamos el mensaje de Juan, el precursor; tenemos presente el canto de esperanza del profeta Baruc y la confesión del salmo responsorial, y la alegría de Pablo ante el comportamiento pasado-presente y futuro de su comunidad de Filipos.

            Ahora nos queda indicar qué actitud debemos tomar nosotros. “..., cuando salimos  animosos  al encuentro de tu Hijo, no permitas  que lo impidan  los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría...” (Oración Colecta). Debe existir en nosotros un deseo  gozoso de ir al encuentro del Señor e intentar que nadie nos aparte del verdadero camino. La Oración después de la Comunión es una petición al Señor para que sepamos valorar los bienes de este mundo y los bienes del cielo: “... nos des sabiduría para sopesar los bienes de la tierra amando intensamente  los del cielo