Fiesta: Sagrada Familia de Jesús, María y José
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

 Los pastores fueron  corriendo  y encontraron a María y a José  y al Niño  acostado en el pesebre” ( Lc 2,16). Este texto sirve de Antífona de entrada para esta Fiesta.

 La Iglesia quiere que el domingo, dentro de la Octava de Navidad, sea dedicado a la contemplación e imitación de la Familia de Nazaret.

            Los textos eucológicos  son los mismos para los tres ciclos; pero las lecturas bíblicas no; cada ciclo tiene sus propios textos bíblicos.  

            La primera lectura  es del 1S l, 20-22.24-28.  

Creo que ha sido acertada la elección de esta lectura como alternativa a la lectura del libro del Eclesiástico, leído en el ciclo A.

Las similitudes  con el Evangelio de Lucas, proclamado en la Eucaristía, son evidentes, como también las desemejanzas.

Una clara está clara: en una familia hay una identidad humana, laudable y respetable y otra  identidad trascendente, que hace relación directa a Dios. 

Vamos a presentar  sin mayores profundidades este texto tierno y  religioso del libro del Primer libro de Samuel.  

Podemos como presentar una síntesis  de la figura  de Samuel  y así ver  por qué esta elección. 

Samuel  presenta  unos perfiles  que se repiten  a modo de paradigma  teológico  en muchos  de los grandes protagonistas  de la historia sagrada. Detrás  del paradigma  se descubre  siempre la misma  convicción  teológica: no  son las fuerzas de la naturaleza ni los efectivos humanos  los que  llevan  adelante la historia de la salvación, sino la gracia de Dios , que es capaz de fecundar los senos  estériles y dar vigor  a los cuerpos viejos y  gastados: “No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor - tenía unos cien años - y el seno de Sara, igualmente  estéril.” (Rom 4, 19).  

En la historia  del nacimiento  de Samuel  se distinguen  tres momentos: Peregrinación  anual   de los padres   de Samuel al santuario de Siló ( 1 Sm 1, 1-8); oración de Ana ( 1 Sm 1, 9-18); Nacimiento    y consagración   de Samuel  ( 1 Sm  1, 19-28).  

La Liturgia  solamente hace uso del Nacimiento  y Consagración de Samuel, es decir la tercera parte.

Creo que podemos corregir un poco  la elección, que hace la Liturgia  de este texto; es decir que es iluminador presentar también el v. 19: Se levantaron de mañana y, después de haberse postrado ante Yahveh, regresaron, volviendo a su casa, en Ramá. Elcaná se unió a su mujer Ana y Yahveh se acordó de ella. 

            Teniendo presente este versículo  podemos comprender mejor el  resto

 Los padres de Jesús van a Jerusalén, los padres de Samuel irán al santuario de Siló.

            Silo  era  el santuario  central  de las tribus  en la época de los jueces: allí  estaba el arca de la alianza y allí se  celebraba  anualmente  una fiesta religiosa, tal vez la de las Tiendas, al finalizar  la recolección  de las cosechas.

            Es en Siló  donde   empieza  a invocarse  a Dios como  Yahveh  Sebaot, expresión que traducimos  por Señor  todopoderoso, y que literalmente   significaría   algo  así como  Señor de los  ejércitos (  1 Sm  1, 11), un título  originalmente relacionado  con el arca, que puede    referirse  tanto al ejército  de Israel como a los  ejércitos  celestes, ángeles o estrellas. En ambos casos  el título   expresa   el poder  y majestad  de Dios.

20. Ana concibió  y dio a luz  un hijo, al que puso  por nombre Samuel, pues dijo: -¡Al Señor  se lo pedí!

Morir  sin  descendencia  era  para la mujer  israelita una desgracia  y una frustración.

            Desde  ese dolor  vital  valido  de lo más hondo de su ser,  Ana de dirige al Señor a través  de una oración  amasada  en lágrimas  y aflicción.  

            Para hacer   más apremiante  su plegaria, Ana  promete  al Señor  que si le otorga  un hijo  varón se lo consagrará  a él  por todos   los días de su vida

      Ana   no pide   simplemente  un hijo, sino  un hijo  varón. Esta era  la máxima  aspiración  de  toda  familia  israelita 

Ana, evidentemente, no ha  recurrido  en vano al Señor. El niño  es llamado  Samuel

(lit., “nombre de Dios”; más exactamente, “aquel  sobre quien  se ha pronunciado  el nombre de Dios 

21. Cuando  su marido  Elcaná subió con toda su familia para ofrecer al  Señor el sacrificio  anual  y cumplir  sus promesas, 

El voto  que pronuncia  Elcaná  en el v. 21, según   creen muchos, corresponde  en realidad a Ana: e hizo este voto: « ¡Oh Yahveh Sebaot! Si te dignas mirar la aflicción de tu sierva y acordarte de mí, no olvidarte de tu sierva y darle un hijo varón, yo lo entregaré a Yahveh por todos los días de su vida y la navaja no tocará su cabeza.»   (11. 

22.  Ana no quiso  subir, sino   que dijo  a su  marido: Cuando   el niño  haya sido  destetado, yo lo llevaré  para presentárselo al Señor  y que se quede  allí para siempre. 

Ana   pudo  abstenerse  de tomar  parte  en la peregrinación por esta vez  seguramente  para retener  al niño  más tiempo consigo. Sin embargo , también   es cierto  que en  el Próximo Oriente es costumbre amamantar  a los niños  durante  un período  de tiempo  bastante   prolongado:   tres años  según  2 Mc 7, 27: “Se inclinó sobre él y burlándose del cruel tirano, le dijo en su lengua patria: Hijo, ten compasión de mí que te llevé en el seno por nueve meses, te amamanté por tres años, te crié y te eduqué hasta la edad que tienes (y te alimenté)” 

24. Después  subió  con el niño  al templo  del Señor  en Siló, llevando  un novillo  de tres años, una  medida  de harina y un odre de vino 

Cuando el niño  fue   destetado, fue   conducido al templo, donde se hizo  su presentación  acompañada   de una espléndida  ofrenda.  

25. Cuando  inmolaron  el novillo  y presentaron  el niño  a Elí, 

26. Ana le dijo: Señor  mío, te ruego que me escuches; yo soy  la mujer  que  estuvo  aquí, junto a ti, rezando  al Señor  

27. Este niño  es lo que yo  pedía, y el Señor  me ha concedido  lo que le pedí 

28. Ahora  yo se lo cedo  al Señor; por todos los días  de su vida queda   cedido  para el Señor. Y se  postraron  ante el Señor 

También  Ana se autobendijo: ( Ana  significa  favor”), por eso  cuando Ana   dice:  Que tu sierva  alcance  tu favor, lo que está  pidiendo  es que se realice  lo que  significa    su nombre, es decir, que sea Ana  no sólo  de nombre sino  también en la realidad. 

La  plegaria   fue escuchada  y Ana  concibió   y dio  a luz un  hijo, a quien puso  por nombre  Samuel, nombre  que es  interpretado  como hijo  pedido

El día  que lo destetaban  lo  celebraban   con una fiesta   familiar: “Creció el niño y fue destetado, y Abraham hizo un gran banquete el día que destetaron a Isaac.”  (Gn 21, 8).

Podemos indicar lo siguiente: si es fuerte el clamor  de la sangre, de la naturaleza (huella de Dios), mucho más es el reclamo, el proyecto de Dios. En María de Nazaret  y en Ana, la madre de Samuel, las exigencias de la naturaleza  alcanzan  su máxima  expresión; pero las de Dios  trascienden  todo orden natural, no para destruirlo, sino para elevarlo.  

            Muy expresivo el estribillo del salmo Responsorial: Dichosos los que viven en tu casa, Señor del salmo 83, salmo de peregrinación  y canto de Sión. Se  expresan en este salmo  con brillantes   trazos  poéticos la emoción  y ansiedad  del peregrino que se acerca a Jerusalén  y al templo, morada de Dios. Se canta   la felicidad  de sus moradores  y de los peregrinos   que van  derramando bendiciones  a su paso, gracias   a la extraordinaria   fuerza  de atracción de Dios  desde su  morada.  

            Este salmo lo ponemos  en boca de María y de Ana; en boca de Samuel y de Jesús.  

            Segunda Lectura: De la Primera Carta de San Juan, 3, 1-2.21-24 

Perícopa  acertada  en su elección para la celebración de la Fiesta de la Sagrada Familia.

Podemos decir que es un texto  que habla de dos familias: la humana  y la familia  cristiana, la que de una forma consciente acepta a Jesucristo.  

            Texto que pertenece  a la segunda parte de la Carta. Esta segunda parte   está

Centrada  en la experiencia  de la  filiación  divina  y en sus  consecuencias  prácticas. En esta parte se invita   a los cristianos  a vivir   como hijos   de Dios. Ello supone  una esperanza  ilimitada  en Dios, tanto  en el presente  como en el futuro  ( 1 Jn 2, 20-3, 2)  y  confianza   plena   ante el juicio  divino (  1 Jn  3, 18-24)  

            Hacemos  una presentación de los  textos, que la Liturgia de la Eucaristía proclama.

1. Considerad   el amor  tan grande  que nos   ha demostrado  el Padre, hasta  el punto  de llamarnos  hijos de Dios ; y  en verdad  lo somos . El mundo  no nos  conoce, porque no  lo ha conocido  a él.  

El Padre   colma  las distancias   que separan  al Creador  de la criatura. El amor  especial  del Padre, que se hace  patente en la colación  del nombre  y de la realidad  de hijos , hay que diferenciarlo  del amor  compasivo  y redentor  de Dios  a la humanidad  en general. 

            Este amor  completo, que otorga  la filiación divina, supone  la fe  en el  Hijo  y exige  demostrar  la pertenencia  a Dios mediante  la práctica  de la justicia.  

            En nombre  de hijos  no expresa todavía, en el sentir  del autor, toda  la realidad  de las relaciones  filiales  para  con Dios Padre. 

 En un  inciso  independiente  y enfático  añade. “¡Y lo  somos!” El Espíritu  es una realidad  sobrenatural  que eleva  la filiación  divina  por  encima  de cualesquiera  relaciones  meramente jurídicas  o morales.  

            El amor   de Dios   manifestado  en Jesucristo  es la fuente  inagotable  de nuestra esperanza. Esta esperanza   nos permite  superar   la actitud  hostil  de un mundo  incrédulo  y  enfrentado  con Dios. 

 El verbo  conocer  tiene  todo  su profundo  sentido  bíblico: en este pasaje  indica  que el mundo  desprecia  a los que son de Dios y no   quiere  tener  ninguna relación con ellos.  

            Afirmar  la realidad   operante  del amor de Dios  que convierte  a los cristianos  en sus hijos  tiene  tres consecuencias. Los cristianos  no pertenecen  al mundo, puesto   que éste   ha rechazado  a Jesús. Los cristianos  deben llevar  una vida  santa como  la de Cristo.  Los cristianos  tienen  puesta  la esperanza   en una salvación  futura  aún   mayor.  

2. Queridos, ahora somos  ya hijos  de Dios, y aún  no se  ha manifestado  lo que seremos. Sabemos  que, cuando se manifieste, seremos  semejantes a él, porque  lo veremos  tal cual  es.  

El tiempo   de consumación  que se abre  con la parusía  descubre algo  que todavía  no ha salido  a la luz.  

            De acuerdo con eso,  culminación  del proceso  escatológico  y la consumación  de la filiación divina  consistirán  en la semejanza con Dios.  

            El hombre que conoce a Dios  es divinizado.

El objetivo  último  de nuestra esperanza  es ver a Dios  o ver a  Jesucristo  en cuanto Hijo eterno de Dios; las dos   interpretaciones   son posibles  en 1Jn  3, 2, pero  el resultado   final  es el mismo: la participación  de la  vida divina  en plenitud: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él” (Col.  3, 3-4).  

            Estos dos versículos hablan de la  esperanza  de los hijos                         

 Del mandamiento   sobre el amor  mutuo, considerado   como el principio  básico  de la vida  cristiana, desciende   el autor   al terreno  de la praxis: este  amor  debe ser  concreto; obliga  a repartir  los bienes  propios  con el necesitado;  no puede   quedarse  en bella  teoría. Dicho  amor operante  debe ser  el criterio de la autenticidad  del cristianismo. Es el criterio adecuado  para  la tranquilización  de la conciencia. Algo   sumamente   necesario, ya que  la conciencia  del hombre  nuevo  también  puede   verse  atormentada  desde el pecado, que  es inseparable  de la vida

            El hecho  de actuar  movidos  por el dicho  criterio es signo  evidente de que somos  de la verdad. Un segundo  principio  tranquilizador  de la conciencia  lo busca   el autor  en la  instancia  superior a nosotros, en Dios. El lo conoce todo. No  es el  Señor  temible  que se  halla  al acecho  de las imperfecciones  humanas. El se halla  muy  por encima  de nuestras  pequeñeces  y se deleita  en la renovación  fundamental  del hombre que , gracias  a su Hijo, se halla  en paz él: “Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo” ( Rom 5, 1).  

El es  infinitamente  comprensivo  con las dificultades  que debe superar  el individuo, sobre  el que pesa  todo el plomo  de las  apetencias  naturales. De ahí  que la subjetividad   de la conciencia  atormentada  encuentra  en Dios la atmósfera  tranquilizadora, la valoración  misericordiosa  de nuestro Dios  

Estos cuatro últimos versículos  hablan de la confianza que debemos tener en Dios. Los dos primeros, como hemos dicho, hablan de nuestra esperanza; estos últimos de la confianza, pues toda esperanza cristiana  se fundamenta en la confianza, en la seguridad, no es una esperanza intelectual o desiderativa, sino real.           

21. Queridos   míos, si nuestra conciencia  no nos condena, podemos  acercarnos  a Dios  con confianza. 

Versículo  difícil  de explicar; no se trata de una conciencia moral. Por la Moral sabemos que la conciencia  debe ser el móvil de nuestro  comportamiento. El hombre de conciencia  recta, de  conciencia   tranquila, está  en condiciones de actuar. El concepto de conciencia (otros traducen corazón)  abarca  mucho más. 

Esta  pertenencia  a Cristo  contribuye  de manera decisiva a dar  paz   a nuestra  conciencia  siempre amenazada  por la presencia   perturbadora  del pecado.

            Superado  el problema  de la conciencia  - bien  porque  esté tranquila  o bien  porque  haya  sido tranquilizada  por Dios, nos sabemos cercanos  a Dios, aceptados  por él;  con la suficiente  confianza  para dirigirnos  a él  en la oración, con la garantía  de ser oídos,  ya que el  cumplimiento  de su voluntad   es el mejor  argumento  para abrir  sus oídos: “Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha”  ( Jn 9, 31)

22. Y lo que  pidamos  lo recibiremos  de él, porque   guardamos  sus mandamientos  y hacemos  lo que le agrada. 

            Dios  atiende   la oración  de aquel  que cumple  sus mandamientos.  

23. Y éste  es su mandamiento:  que creamos  en el nombre  de su Hijo  Jesucristo  y que  nos amemos  los unos a los otros  según el mandamiento  que él nos  dio. 

            En esta ocasión  el mandamiento  único  se desdobla  en dos: fe  y amor: que creamos  en el nombre  de su Hijo  Jesucristo  y que nos amemos  los unos  a los  otros. Se nos manda   creer  y amar.  

Al parecer, es la versión  joánica  del doble  mandamiento  del amor de  Mc 12, 28-31, puesto   que para  la tradición  joánica “creer” en su Hijo  enviado  equivale a amar  a Dios.  

24. El que  guarda sus mandamientos  permanece  en Dios, y Dios   en él. Por eso  sabemos  que él permanece  en nosotros: por el Espíritu  que nos ha dado.  

            El  párrafo  termina   con la síntesis  siguiente: el guardar  su o sus   mandamientos  tiene como consecuencia  la comunión  mutua   y permanente  entre Dios  y el creyente. El argumento  decisivo  de dicha   comunión  para el creyente  es la posesión  del Espíritu  Santo. La confesión   auténtica  de la fe   cristiana  y el amor  mutuo  son argumento  definitivo  de la presencia  del Espíritu.  

            El libro Primero de Samuel habla de una familia; el Evangelio de Lucas de otra familia: la familia de Nazaret; esta perícopa de la  Primera Carta de San Juan  trata, como dijimos, de una gran familia  humana  y especialmente de la familia cristiana.            

Lectura del Santo Evangelio: Lucas, 2, 41-52 

Debemos advertir, aunque es de suponer, que los Evangelios de la Infancia  son una biografía, por lo tanto no es conveniente acentuar  en la literalidad  de la narración, sino qué es lo que el autor quiso decirnos.  

Qué mensaje  desea comunicarnos Lucas con esta perícopa. Vamos a intentar  exponerlo  y al mismo tiempo ver cómo ilumina la condición de la familia humana  y divina, pues no dudemos que ha sido elegido este texto por la Liturgia para la celebración de la Sagrada Familia de Nazaret.  

Lucas ha querido  mostrarnos   que Jesús   proviene  de Dios y debe  ocuparse   fundamentalmente en las cosas  de su Padre.

            Su  sabiduría   no procede  de los maestros  de la tierra; su  mensaje  no es efecto  del pensar  del mundo.  

             Desde   un plano  sentimental  el texto  de Lucas ofrece  la posibilidad  de una lectura   romántica de la escena: la peregrinación  a Jerusalén, la búsqueda  angustiosa  de los  padres,  la discusión con los doctores, la respuesta   de Jesús... todo parece  perfectamente  ajustado   en esta forma  de entender  el texto. Sin  negar  la validez   de esta lectura, pensamos    que el relato ofrece  una  verdad más honda.  

            Aunque   la madre  es la que  toma la palabra  (2, 49), José  y María   aparecen simplemente   como padres (2, 43, 48). Como   padres,   muestran cuidado  por el niño  y le buscan  angustiosamente.

            Sin embargo, Jesús   les trasciende; debe ocuparse  de las cosas  de su Padre (2, 49)  y ellos no lo comprenden  (2, 50). 

Entre  Jesús  y María  ( sus padres) y él  se ha producido  una ruptura  que ha sido  también  atestiguada  por los otros evangelios ( Mc 3, 20-21. 31-35; Jn  2, 4) . El sentido  fundamental  de esa escisión  es cristológico:  la presencia  de Dios  en Jesús  desborda  todas las posibilidades  de comprensión  de los hombres.

            Evidentemente, la escena  constituye  una especie   de “parábola”  que indica   el contenido  de toda  la existencia de Jesús  

            Antes   de que  se inicie  la predicación  del precursor, Jesús  pronuncia  sus primeras  palabras  en el momento  en que entra  en su juventud, y lo hace  durante  la fiesta  de la pascua y en el templo. Estas palabras, como  las del final  del evangelio: «Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que  seáis revestidos de poder desde lo alto.» (Lc  24,  49), hablan  del Padre  y del misterio  de filiación  que sobrepasa toda  inteligencia  humana. Lo mismo  que ocurre  aquí en su juventud, ocurrirá  en su madurez, al final  de su misión,  en un contexto  que nos anunciará  ya el comienzo  de su pasión (Lc 19, 45-48).            

            Teniendo esto presente, hacemos un pequeña análisis de los versículos; quizás no de todos, sino de aquellos que pueden significar algo  digno de tenerse en cuenta. 

41. Sus  padres  iban todos  los años  a Jerusalén a la fiesta  de la Pascua. 

            En  tiempo  del Nuevo Testamento, la Pascua  seguía  siendo  una de las grandes  fiestas  de peregrinación  en las que  todos  los varones    judíos  debían   subir a  Jerusalén  desde  los diversos  puntos  de Palestina, o la diáspora, para  tomar parte   en la celebración  litúrgica.  

            No queremos explicitar más este versículo, pues no es el más fundamental.  

Percibimos   una alusión  a las peregrinaciones  anuales  de Elcaná  y Ana:  “Este hombre subía de año en año desde su ciudad para adorar y ofrecer sacrificios a Yahveh Sebaot en Silo, donde estaban Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí, sacerdotes de Yahveh” ( 1Sm 1, 3); “Subió el marido Elcaná con toda su familia, para ofrecer a Yahveh el sacrificio anual y cumplir su voto” ( 1, 21); “Le hacía su madre un vestido pequeño que le llevaba de año en año, cuando subía con su marido para ofrecer el sacrificio anual” ( 2, 19)  

 42. Cuando tuvo  doce años, subieron  ellos  como de costumbre a la fiesta  

Si los evangelios no son una biografía  de Jesús, sino una cristología, expuesta a veces en un marco histórico-cuasi-biográfico, mucho menos lo son los Evangelios de la Infancia, escritos desde  una experiencia de Cristo Resucitado 

Este  relato  anticipa   el “posterior viaje  de Jesús  a Jerusalén “con  sus discípulos, revelando   con palabras  y obras  la relación  con su Padre 

46. Al cabo  de tres días, lo encontraron  en el Templo sentado  en medio  de los  maestros, escuchándoles  y preguntándoles; 

En el templo: Lucas comenzó su  obertura  en el templo de Jerusalén (1, 5-25), y,  de igual  modo,  la concluye en el templo.  

48. Cuando le vieron, quedaron  sorprendidos, y su  madre le dijo: “Hijo, ¿por qué  nos   hecho  esto? Mira, tu padre  y yo, angustiados, te andábamos  buscando” 

49.  El les dijo: “Y ¿por qué  me buscabais? ¿No  sabíais que yo debía  estar  en las cosas  de mi Padre?” 

Todo   el relato  ha ido  preparando  el terreno  para esta  “ frase clave”  en la que  Lucas recoge  las primeras palabras  de Jesús.  

El verbo  debo( Dei) en griego connota la  idea  de necesidad, que aparece  frecuentemente  en el evangelio ( 18 veces)  y en Hechos ( 22 veces)    expresa un sentido  de obligación  divina, considerada   como obediencia  a un mandato o profecía de la Escritura , o  como conformidad de los acontecimientos a la voluntad de Dios.  

 50.  Pero ellos   no comprendieron  sus palabras.  

            Es decir, ni María  ni José. María y José hablan un lenguaje  humano, familiar, según una familia normal; pero religiosa; Jesús habla otro lenguaje: el lenguaje de Dios, sus derechos y exigencias. 

            51.  Bajó  con ellos   y vino a Nazaret,  y vivía  sujeto a ellos. Su madre conservaba    cuidadosamente  todas  las cosas  en su corazón. 

            Lucas es el evangelista de María, de aquí esta pincelada mariológica, rica en contenido  y en expresiones  y actitudes.

            Una madre en la familia muchas veces no comprenderá muchas cosas, ¿qué hacer?, ¿desanimarse?, ¿gritar? Quizá callar para dar acogida al plan de Dios.

            La figura de San José  desaparece, es la última  alusión en los evangelios. Sabe retirarse a tiempo. Este texto bíblico  supone un hermoso homenaje a su persona.

            Obediente a su  dirección, Jesús  llega a  alcanzar  la perfecta  madurez humana. 

52.   Jesús  progresaba   en sabiduría, en estatura y en gracia  ante  Dios  y ante los  hombres.  

            Lc  subraya  la  naturalidad  de su condición; crecía  como  cualquier  otro

Muchacho. En  estatura. Y en  gracia: amable  a los ojos  de Dios  y de los hombres, lo que implica  no sólo la santidad espiritual, sino  también la gracia, el tacto, el encanto y el atractivo. Jesús   crecía  en todos los aspectos: físico, intelectual, emocional, espiritual, con  vistas  a la tarea  que le  aguardaba.  

            Se puede   considerar  que la primera  versión  de las narraciones  de la infancia  se detuviera  en 2, 40: “El niño  crecía   y se hacía  fuerte, lleno de  sabiduría, y la gracia  de Dios  estaba sobre él”

            Después Lucas nos narra este hecho, no del niño Jesús, sino de Jesús adolescente. Es como un adelanto de lo que Jesús será; así lo debemos entender, pues de otro modo no llegamos a comprenderlo y nos perdemos en las explicaciones de la literalidad del hecho.  

            No solo festejamos la realidad, la existencia de la Familia de Nazaret, sino que en ella nos contemplamos: “ Concede a cuantos  has renovado con estos divinos  sacramento, imitar fielmente los ejemplos de la Sagrada Familia...”  ( Oración después de la Comunión). La Familia de Nazaret debe ser punto de referencia, no solo  para admirar, para aprender, sino también para imitar. “ Dios, Padre nuestro, que has  propuesto  a la Sagrada Familia como  maravilloso  ejemplo a los ojos de tu pueblo.” ( Oración Colecta). Los ojos de los cristianos deben mirar continuamente a la casa de Nazaret, donde vive una familia. Es  importante, necesario, estudiar a muchos niveles qué es una familia humana; pero nos quedaríamos sin la luz más luminosa, sino nos dejamos iluminar por las enseñanzas de esta Familia.  

            ¿ Qué virtudes, qué debemos aprender de esta Familia?. Es un regalo del cielo el que queramos ser enseñados por esta Familia. “Concédenos, te rogamos, que, imitando sus virtudes domésticas y su unión en el amor...” ( ib., segunda parte de la Oración ).  

            El Papa  Pablo VI en la basílica de Nazaret, el día  5 de Enero de 1964  señalaba  y acentuaba  tres lecciones: la lección del silencio; la vida familiar  y la lección del trabajo.

            Nuestras  familias necesitan urgentemente  recuperar el silencio, lleno de contenido y mensaje. Sin silencio no podemos vivir, nos sentimos  vendidos, alineados. Hemos perdido el regalo de la convivencia, de estar juntos; si no queremos morir agotados  y faltos de rumbo, debemos dialogar, hablar, amarnos, sabernos escuchar. Tener  trabajo es un derecho; pero esto no es todo. El trabajo, como fuente de ingresos económicos, no lleva a ninguna parte. Hay que trabajar para hacer un mundo más digno, más humano. 

             Familia de Nazaret, al contemplarte, te pedimos:” ..., que guardes  a nuestras familias  en tu gracia y en tu paz verdadera”  ( Oración sobre las Ofrendas).