II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

             Este domingo II todavía tiene un matiz epifánico: “Hoy la Iglesia  se ha unido a su celestial  Esposo, porque, en el Jordán, Cristo  la purifica de sus pecados; los magos acuden  con regalos  a las bodas del Rey, y los  invitados  se alegran  por el agua  convertida  en vino, aleluya”  ( Antífona de Laudes de la Solemnidad de la Epifanía). 

            En Belén; Jesús se manifiesta, ante los magos, como Rey  y Salvador de todos los pueblos ( Mt 2,1-12). En el Jordán, en el bautismo, Jesús se manifiesta  a Israel como Mesías ( Jn 1, 29-34). Y en Caná, Jesús manifiesta su gloria, su divinidad, ante sus discípulos  ( Jn 2, 1-12). No debemos olvidar esto, pues no llegaremos a comprender el significado de las Lecturas proclamadas. Toda la Liturgia de la Palabra está en función de este mensaje: la Manifestación del Señor.  

            El signo de Caná tiene una lectura biográfica-histórica ( no podemos ignorar esto); pero también tiene una lectura teológica, simbológica. Esta lectura teológica queda limitada o restringida  según el servicio que hace de ella la Liturgia: que sirva de revelación de la gloria del Señor. No podemos desarrollar todos los significados posibles, pues nos perderíamos. Es lamentable que no haya una traducción idéntica en puntos fundamentales: “Mujer, déjame, todavía  no ha llegado mi hora” ( Lectura del Misal); “¿ Qué tengo  yo contigo, mujer?” ( Biblia de Jerusalén).

            Creo que es muy conveniente recordar, máxime en esta ocasión, cómo las lecturas bíblicas  deben ser escuchadas  y “leídas” de acuerdo con el contexto litúrgico  en el que se encuentran.  

            Primera Lectura: Is  62, 1-5 

Lectura  acertada y bien elegida. 

El ambiente   de la manifestación  del Señor  invade  todavía  estos primeros  domingos  durante  el año. El texto de esta lectura  es un canto  de amor  de Dios para  con su pueblo; El  es el esposo, y el pueblo  la esposa.

Es un  texto   que nos recuerda  el misterio  de  Navidad-alianza   entre Dios  y el hombre  en Jesucristo-, la manifestación  del Señor- la gloria   de Dios sobre  su pueblo, y nos  ayuda  a comprender  la escena  evangélica   de Caná. 

Los vv. 1-5 presentan a la ciudad  como una novia. Tenemos   ante nosotros   la conocida  imagen   de la ciudad  como esposa  del Señor. Lo original  es que no  se trata  aquí  de una  reconciliación  tras la ruptura, sino  de algo  inaugural, del día de bodas.  

Es difícil  determinar   quién   entona  este cántico. Los  versículos  iniciales   presentan   un tono nervioso que se prolonga   excitadamente  a lo largo  de todo el poema.

 ¿Es  acaso  Dios, que rompe  el silencio  que venía  guardando  desde hacía  muchos años? Cuando Dios calla, cuando Dios no actúa, las cosas le van mal a Israel; ahora  parece que le  va  a hablar el Señor.

 Mientras  Dios estuvo  en silencio, Sión  se sentía desolada, pero ahora, cuando  Dios  está a punto  de hablar: “No temas, gusano de Jacob, gente de Israel: yo te ayudo - oráculo de Yahveh -  y tu redentor es el Santo de Israel.”  ( 41,14). 

Presentamos   estos versículos; el primero lo ponemos en boca del profeta; los cuatro restantes  los ponemos mejor en boca de Yahvé. 

1. Por amor  de Sión no callaré, por amor  de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa  la aurora de su justicia y su salvación  llamee como antorcha.  

            Nuestro  profeta, como otro  Jeremías o Pablo, siente dentro  de sí  una fuerza exigitiva  que le lleva  a evangelizar, a anunciar  a su pueblo de brazos caídos  la grandeza  de la futura  Sión, el entrañable   afecto  de Yahvé  por ella.  Por amor  a Sión no callará  y no  cesará  en su empeño  de convicción  hasta  conseguir  que resplandezca  en ella  la justicia  como flameante luminaria        

2. Los pueblos  verán  tu justicia, y los reyes, tu gloria; te pondrán  un nombre  nuevo impuesto por la  boca  del Señor. 

El verdadero   espectáculo  luminoso  es el que proviene  de la justicia. Dios   le tendrá que cambiar el Nombre  a Sión. Intenta   buscar  uno que  le cuadre   con su nueva  misión  medianera  universal, que  exprese   de algún  modo  las nuevas  relaciones  entre Sión  y Yahvé. Había   sido  llamada  la “desamparada”, la “desolada”. Pues bien, ahora  la llamarían   “mi  complacencia en ella”, la “desposada”

3. Serás corona fúlgida en la mano  del Señor  y diadema  real  en la palma   de tu Dios.   

Existía  una antigua  costumbre  de que un  dios  llevase  una corona  modelada según  los muros  de la ciudad. Yahvé tiene  en sus manos una de estas coronas. No es  que Jerusalén  sea una corona  de gloria  para Yahvé, sino que Yahvé  es la gloria  y la seguridad   de Sión.  

4. Ya no te llamarán “la Abandonada” ni  a tu tierra “la Devastada”, a ti te  llamarán “ Mi preferida” y a tu tierra  “La Desposada”; porque  el Señor  te prefiere  a ti, y tu  tierra  tendrá  marido. 

Verso sublime, encantador, bello. En él descubrimos la revelación de Dios a Israel, a Jerusalén. Dios se revela como el esposo, como su salvador. La lectura del Evangelio  de las bodas de Caná nos ayuda  a comprender mejor esta lectura  y a su vez nos anima  a contemplar el evangelio de Caná de Galilea  en su contexto adecuado.

5. Como un joven  se casa  con una doncella, así  te desposa el que te   construyó; la  alegría  que encuentra  el marido  con su esposa la encontrará  tu Dios contigo.

            No se  repite  aquí  el tema  de Yahvé  como esposo, sino  que el Israel  pecador, que se había  comportado  como una adúltera, es elevado  de nuevo  a la condición  gozosa de aquella  edad antigua  en que era la virgen   desposada   por Dios 

La imagen  de Jerusalén  como esposa  del Señor  aparece  frecuentemente  en el Segundo  Isaías. La novedad  reside  en que no  se trata  de un mero reencuentro, sino  de unos nuevos  esponsales del Señor  con la ciudad.  

            “ Como goza el esposo con la esposa, así gozará  contigo tu Dios”. Sería provechoso comentar este bello versículo; pero nos alargaríamos demasiado. Solo insinuar  que  este gozo abarca muchas  dimensiones, ignoradas por las personas que no entiendan el matrimonio como plenitud, compenetración, fidelidad, caminar juntos. Lo que Dios experimenta en las almas, cuando éstas se entregan a El totalmente, es indecible, no hay conceptos  ni palabras adecuadas, solo alguna imagen se puede acercar. Este versículo  es la mejor  apología del matrimonio  y la más sugerente  invitación  a vivir la virginidad consagrada en un clima esponsalicio.  

            El estribillo  del salmo  es muy expresivo  y aclarador: “Contad a todos los pueblos las maravillas del Señor” El salmo 95  es un himno a la realeza de Dios  

El salmo se sitúa  en perspectiva  universalista  y ecuménica. Los destinatarios  de la invitación  son, sucesivamente, el pueblo de Israel, que ha de   desempeñar   una tarea  misionera, las naciones  de la tierra, que han de reconocer  el poder de Dios  y adorarlo en su santuario, y la creación entera, que ha de  alegrarse. Los motivos  de la alabanza  son las obras  y acciones de Dios: salvación, majestad, poder creador, señorío sobre los  dioses, realeza y el  gobierno   justo y fiel.  

Segunda Lectura: 1 Cor  12, 4-11 

Cada año, en estos primeros domingos después de la Navidad, el leccionario  propone  unos fragmentos  de la primera carta a los Corintios. El fragmento  que leemos  hoy  es fundamental  para comprender  la Iglesia: todo   lo bueno  que en ella  existe   es don del Espíritu , que es el creador   de la unidad y se manifiesta  en diversidad  enriquecedora.

            Los   carismas   o dones  especiales  del  Espíritu   concedidos  por Dios al pueblo  cristiano  debieron  ser muy  abundantes  en la comunidad  de Corinto. Pero  pronto  los  carismáticos   crearon  problemas, al  juzgarse  un tanto desligados  de la Iglesia-institución  y con facultad  para moverse  a sus anchas, libres   de toda  norma, en el seno  de la comunidad.

Pablo debe intervenir  y establecer los siguientes principios: 

 Los carismas   son signo  de vitalidad  y dinamismo  dentro  del pueblo  cristiano: son, pues,  de suyo    algo bueno, positivo, son expresión de vida.  

 El auténtico   carisma  ha de contribuir a la unidad  y no a la discordia. Unidad  no es lo mismo que uniformidad; unidad  que exige un ahondar y profundizar en el mensaje  de Salvación. 

 El bien  común  es la norma  suprema  para el recto  uso  de los carismas. Una Iglesia es carismática, cuando su riqueza  abarca a  todos. Es cierto que no todos responderán bien; pero la Iglesia debe preocuparse  por el bien de todos. 

 El apostolado  es enumerado  como el primero  de los carismas, dando a entender  que la autoridad eclesial  es también  de orden carismático, y que  a ella está  encomendada  la vigilancia  del recto uso  de los carismas.  Siempre resultará  difícil  el diálogo entre jerarquía y carisma; pero en el fondo  esto debería ser fácil, pues la autoridad  es un carisma, que procede principalmente    no de la ley, sino de Dios.  Existe  un poder legal y un poder moral, carismático, teologal.  

            Vamos a analizar, aunque de una forma rápida  estos versículos, que la Liturgia nos presenta.  

4.  Hay  diversidad   de carismas, pero  el Espíritu  es el mismo.  

5. Hay  diversidad   de ministerios, pero  el Señor  es el mismo. 

6.  Hay  diversidad  de actividades, pero   uno  mismo   es el Dios que activa  todas las cosas  en todos.  

            Hay  muchas  clases  de dones  espirituales, pero  todos   provienen  de la única  y misma   fuente divina, el Espíritu, el Señor  y el Padre. Los términos  dones”,ministerios”  y “operaciones”  sirven   para designar los dones espirituales, que Dios concede  a su Iglesia;   cuando queremos apropiar  a cada Persona de la Trinidad  un don especial, tenemos necesidad  de hablar de: “dones”, de “ministerios” y de “ operaciones”  

Los “dones”  se atribuyen  por  apropiación  al Espíritu  Santo, que es el Don  enviado  por Jesús  y por el Padre. En cuanto  ministerios” o “servicios”, se  atribuyen  al Señor Jesús, que fue enviado como  Hijo  en la encarnación  para “ministrar  y servir. En cuanto  “ actividades “  u “operaciones”, se atribuyen  a Dios Padre, fuente  de todo  ser  y de toda  actividad.  

7. A cada cual  se le  da  una manifestación  del Espíritu  para el bien  común 

            Siendo única la fuente de los dones, y siendo  manifestaciones  de la presencia  del Espíritu, tienen  una finalidad  común: el bien  de todos.            

            No debemos ignorar  que todo carisma debe tener una repercusión inmediata  en el poseedor; quizá se olvida  este aspecto; repercusión, que atañe a la santidad del individuo. El carisma  toca de lleno mi personalidad, de tal manera que ésta acoge ese don, ese regalo, ese carisma   para  hacer que fecunde  y después lo comunica  a los demás, no ya como simple  oficio, sino como una exigencia. El bien tiende, exige, ser comunicado.

            Teniendo presente esto, hay que acentuar  la dimensión comunitaria  de los carismas, por lo tanto hay que ponerlos a disposición de los demás.  

8. Uno  por el Espíritu   tiene  el don de hablar  con sabiduría, otro según  el mismo Espíritu  el hablar  con penetración. 

9. Otro  por el mismo  Espíritu  la fe, otro por el mismo Espíritu  carismas  de curaciones  

10.  Otro realizar  milagros, otra profecía, otra discreción de espíritus, otro  hablar lenguas arcanas. 

La gran riqueza  de una Iglesia  son sus miembros. No se trata de la cantidad numérica, sino de una riqueza, que incluye la individualidad  con sus connotaciones  y propiedades, puestas a disposición de los demás. Cada uno aporta  lo que tiene y recibe  lo que necesita. La manifestación de Dios está aquí. Dios es eterno, verdadero, único etc., no son atributos  para adorar, sino para dejarse impactar  por estos atributos  

11.  Pero  todo  lo ejecuta  el mismo  y único  Espíritu  repartiendo  a cada  uno  como quiere 

Puesto  que  el Espíritu  da y también “obra” el don, nadie  debe hincharse  de orgullo. Debemos dejar a Dios que sea Dios en cada uno de nosotros. 

Lectura  muy densa y rica en contenido  que nos habla de de la  gran riqueza y generosidad de nuestro Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.     

            Evangelio: Jn 2, 1-11 

El signo  de Caná, junto  con el Bautismo  y la Adoración  de los Magos, forman  la trilogía  de la manifestación  del Señor. La  interpretación  del milagro  de Caná, tal como   viene indicada  por la primera lectura (Is.  62, 1-5), sitúa  a Cristo  como esposo  en las nupcias  entre Dios y los hombres.

No se trata de ver en el “signo” de Caná un milagro, que demuestre el poder de Jesús (valor apologético), sino como una Manifestación, de aquí la oportunidad de este “signo” en este domingo II del tiempo Ordinario.  

El cuarto evangelio  se refiere  sistemáticamente  a los hechos  prodigiosos  realizados  por Jesús  con la palabra  “signos” o “señales”. Como estos   “signos”  siete  en total  han sido   reunidos   por Juan  en la primera  parte  de su obra ( Jn 2-12), estos capítulos  han recibido  la denominación  de “Libro de los signos”. 

Pero   no  todo es  material narrativo  en la sección. Junto al relato de los signos  el evangelista  ha colocado  una serie  de discursos, diálogos  y debates que constituyen  el nervio  teológico del evangelio. Incluso   puede afirmarse   que en la intención  del autor, los signos  y los demás  hechos  narrados  en esta sección  ilustran  las enseñanzas  de Jesús. Por lo  mismo  es difícil  precisar  dónde  termina  lo que  podríamos   llamar “historia” y dónde  comienza  la elaboración  teológica del evangelista. 

2, 1-12: Este  pasaje   contiene   el primero  de los siete  signos  narrados   en el cuarto evangelio: la transformación  del agua  en vino. A través  de este primer  signo  Dios  se manifiesta   definitivamente  en Jesús.  

El Milagro de Caná  carece  de paralelo  en la tradición  sinóptica. Nuestro  problema   en este punto  no se debe  a la pobreza de detalles sino a una abrumadora  riqueza. Como  muchas   veces descubrimos  en el uso  joánico  de los símbolos, el evangelista  muestra  numerosos   facetas  de su teología a lo largo  de un mismo relato.  

Afortunadamente, el  alcance  principal  de la historia  queda  expuesto  en el v. 11. Se nos dice  allí que Caná   fue el comienzo  de los signos  de Jesús.  

Luego   nos explica  Juan  qué es lo que se ha conseguido  con este signo, es decir, que Jesús   ha revelado   su gloria  y que los  discípulos  creen en él. Resulta, pues, que el primer  signo  tiene  la misma finalidad que todos  los que le  seguirán: concretamente, realizar  una revelación  de la persona  de Jesús.  

            En contra   de las interpretaciones  de algunos  críticos, Juan  no insiste   primariamente  en que se cambia  el agua  en vino. Tampoco   insiste   Juan   primariamente  en María  o en su  intercesión, ni en los motivos   que tuvo  para insistir en su petición, ni en la  reacción  del maestresala  o del novio. Su atención  se fija ante todo, como ocurre en cualquier  relato  joánico, en  Jesús como enviado  del Padre  para traer  la salvación al mundo.             

            ¿Cómo se reveló  en Caná  la gloria  de Jesús?  Aquí  aparecen  los  temas  de la sustitución  y de la abundancia  mesiánicas. Han llegado los tiempos nuevos, los antiguos  han pasado: la nueva “hora”. “Hora” abundante, no limitada o tacaña.  

A la vista   de este tema constante  de la sustitución  parece  obvio  que, presentando  el milagro  de Caná  como el primero  de una serie de  signos, el evangelista  trata  de llamar  la atención  sobre el agua  prescrita   para las purificaciones  de los judíos, que es sustituida  por el mejor   de los vinos. Esta  sustitución  es un signo  de quién  es Jesús: el enviado  del Padre , que a partir  de este momento  es también el único  camino  hacia el Padre. En su presencia  pierden  toda razón de ser las instituciones, costumbres y fiestas  religiosas (el templo, la ley, etc.)  

            La abundancia de vino  resulta  comprensible. Una  de las  imágenes  con que  más frecuentemente  expresa el AT  el gozo  de los últimos  tiempos es  la abundancia  de vino: “He aquí que vienen días - oráculo de Yahveh -en que el arador empalmará con el segador  y el pisador de la uva con el sembrador;   destilarán vino los montes   y todas las colinas se derretirán.

Entonces haré volver a los deportados de mi pueblo Israel;   reconstruirán las ciudades devastadas, y habitarán en   ellas,  plantarán viñas y beberán su vino,  harán huertas y comerán sus frutos.”  (Am 9, 13-14). 

            La boda, el banquete, sin símbolos  muy elocuentes y expresivos por si mismos. Se utilizan estos símbolos para aludir  a los tiempos  mesiánicos, y tanto  la boda como  el banquete  son símbolos   que Jesús  utiliza  con frecuencia : “Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino  de los Cielos” ( Mt  8, 11).  

La boda  aparece  como símbolo  de la plenitud  mesiánica  en otra obra  de Juan: “Luego me dice: «Escribe: Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero.» Me dijo además: Estas son palabras verdaderas de Dios.”  (Ap 19, 9).                                     

            Hacemos ahora  un pequeño análisis exegético de algunos  versículos. Ya hemos presentado el contenido; vemos ahora la simbología, el medio, del cual Juan se ha servido para comunicarnos lo que quería decirnos. No sería acertado en esta perícopa  quedarnos con una parte o con un versículo, sino con todos, haciendo una síntesis.  

 1. Tres días después,  hubo  una boda  en Caná de Galilea. La madre  de Jesús  estaba  invitada. 

            Aquí se  trata  de una   cronología simbólica más que  histórica. Un “tercer día”, evoca  el recuerdo  de la resurrección  del Señor. 

La madre de Jesús. Nunca es presentada  por su nombre. En la actualidad, entre los árabes la “madre de X”  es un título  honorífico  para designar  a una mujer  que ha tenido  la fortuna  de dar a luz un hijo  

2. También   lo estaban   Jesús   y sus  discípulos. 

            Hasta   este momento, en Jn  sólo  han sido  mencionados   cinco discípulos ;  en 6, 67 a los discípulos  de Jesús  se les aplica  la asignación  de “los doce”; no  está claro  si  en esta ocasión  se hallaban  presentes   ya los doce.  

3. Se les acabó  el vino,  y entonces  la madre  de Jesús  le dijo: No les queda vino.

            La mayor   parte   de los comentaristas, incluidos   algunos católicos, no ven  en las palabras  de María  expectativa  alguna  de un milagro. Esto no está tan claro, pues el contexto parece  que dice lo contrario. Da la impresión de que María, la Madre, conoce a su hijo y sabe que El puede hacer un milagro.            

            La simbología, que usa san Juan  no es unívoca, sino polivalente, de aquí que resulte  difícil definirla   y encauzarla en una sola dirección. Creo que es mejor  no quedarnos en una  sola  acepción, sino abrirnos  a posibles  orientaciones.                                  

4. Jesús   le respondió: Mujer, no  intervengas  en mi vida; mi  hora  aún  no ha llegado. 

Jesús  dirá  en alguna ocasión: “Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer.” (Mc 8, 2). 

            Jesús  sentiría  la situación de los  esposos  al ver que les falta el vino. San Juan no es  un cronista, un periodista que nos cuenta cómo y qué sucedió, sino  que debemos tener presente qué es lo que nos quiere decir, aunque sea mediante  expresiones equívocas o desconcertantes.

La hora  que todavía  no ha llegado  no es  la  de hacer  milagros,  sino de la  cruz , pues  la “hora  indica   el momento  supremo  en el que  Jesús  se halla  cumpliendo   de forma plena  su misión  específica.  

            Esta  forma  de  dirigirse a su madre no implica  falta  de respeto; se  empleaba  comúnmente  para dirigirse  a las mujeres. Su uso  se parece  a nuestro “señora” 

 Jesús, al dirigirse   a su madre, le llama  “mujer”. Lo mismo ocurre  en el momento  supremo  de la cruz.  Se nota  un progreso  que va  en la dirección  siguiente: de María, persona  privada y privilegiada, la madre de Jesús, a la “mujer”, que tiene   un quehacer  importantísimo  en la historia  de la salvación.                        

            Quizá  el título de “mujer”  tiene aquí  un alcance simbólico, cargado de teología, que San Juan no  expresa  de una forma clara, pero lo da a entender.                                                       

7. Jesús  dijo a los que servían: Llenad  las tinajas  de agua. Y las  llenaron  hasta arriba. 

El vino   abundante  es a menudo  imagen  de restauración  o del eschaton:

Sucederá aquel día  que los montes destilarán vino y las colinas fluirán leche;          por todas las torrenteras de Judá  fluirán las aguas; y una fuente manará de la Casa de Yahveh  que regará el valle de las Acacias” (Jl 4,18)   

Aquí se da una sustitución: el agua en vino y una abundancia; ante la escasez se produce  la plenitud, lo que sobra  y nunca faltará.  

11. Esto sucedió en Caná  de Galilea. Fue  el primer  signo  realizado  por Jesús. Así  manifestó  su gloria  y sus discípulos   creyeron  en él.

El primer signo  ya contiene  en germen todo lo que los seis restantes  expresarán  después; pero también éstos añadirán algo, que solamente  está insinuado en este primer signo.

Jesús les respondió: «Ha llegado la hora          de que sea glorificado el Hijo de hombre.”  (12, 23);

            Para Juan, la verdadera  gloria  de Jesús  no se revelará  hasta que  llegue “la hora”. Aquí se  trata de una manifestación parcial de su gloria

            En el signo, los discípulos  reconocen  la  gloria   de Jesús  que les  conduce  a creer  en él.  

            Este II domingo del tiempo Ordinario, que a primera vista puede resultar sin identidad propia, tiene un sentido especial: en él todavía resuena  el eco de la Solemnidad de la Epifanía y de la Fiesta del Bautismo de Jesús: Su manifestación