V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

Podemos  designar los domingos III-V como domingos de la presentación del Señor ante los demás.  

            Primera lectura: Isaías, 6, 1-2a. 3-8: Vocación de Isaías  

La  espléndida   narración  de la vocación  de Isaías  es una introducción  muy a propósito  para la liturgia  de la Palabra  de este domingo,  en la que  ocupa   un lugar central  la misión  apostólica.

La disponibilidad   de Isaías   para la misión  profética  sólo se manifiesta   después  de haber experimentado  fuertemente  la trascendencia  divina, la propia  indignidad  y la purificación  otorgada  por Dios. Lo mismo   sucederá   cuando  Jesús  llame  a Pedro   y a sus   compañeros  para ser  pescadores  de hombres.  

Presentando  ya  esta perícopa, señalamos  que lo   normal   sería   encontrarnos   con este capítulo  al comienzo  de la profecía. Actualmente   sirve   como  un  majestuoso  prólogo  al Libro  del Emmanuel  (7, 1-12,6).

 Lo que aquí  nos relata  Isaías    acerca  de su  impresionante  encuentro  con el Santo  es esencial  para comprender   toda su vida  y su mensaje 

            Una de las importantes  funciones  que tiene un relato  de vocación  es justificar  ante sus  contemporáneos  las  enseñanzas  del profeta, por muy  impopulares  que éstas  pudieran  ser  o por  irreverentes  que pudieran  parecer.

            El profeta  nos habla  en este capítulo  de una experiencia  trascendental.  Trascendental   en su vida  y en la historia   de la profecía.

            Isaías   estiliza  con sus palabras la tremenda  experiencia, de tal  modo   que el lector  corre  el peligro  de no apreciar  ni sospechar  siquiera la hondura  del misterio.

Los exégetas  dividen  el capítulo en tres  partes: 1-5 ( teofanía); 6-7 ( consagración) y 8-12 ( misión); de estos cinco  últimos  versículos la Liturgia de la Palabra  solamente  toma uno, el ocho.                          

1. El año de la muerte   del rey Ozías vi  al Señor  sentado   en un trono  alto   y excelso. La orla   de su manto  llenaba  el templo.

            Año 739. Isaías   se encuentra  en el templo  o una visión  lo transporta  al templo. Allí  ve a Dios  como un rey, sentado  en un trono  levantado  quizá  sobre gradas  y estrado. Isaías  desea enmarcar  esta vocación  en un suceso  histórico, aunque no debemos acentuar  este suceso a la hora de exponer la teología de la vocación de Isaías.

2. De pie, junto   a él, había  serafines. 

            Su corte  inmediata  la forman  serafines, seres celestes en figura  de dragones, cuyo  nombre  dice   relación  con el fuego  o el rayo.

Los hebreos   concebían  a  Yahvé  entronizado  sobre el firmamento  y rodeado  de una corte formada por sus   consejeros  celestes. Estos últimos    ya no son  dioses, sino ángeles o “hijos de Dios”. En esta escena, los serafines  forman   parte   de la asamblea  que es consultada  acerca   de los decretos   concernientes  al gobierno  del mundo. Pero su  función  no es  intervenir  en las decisiones, sino adorar. Es  Yahvé  quien toma  la determinación  última  y decisiva. 

3. Y se gritaban  el uno al otro: “Santo, santo, santo es el Señor   todopoderoso, toda la tierra  está llena   de su gloria”

Entonan  un canto  alternante o clamor  dialogado. El  título  de Dios es  Señor  de los Ejércitos, es decir, de las  estrellas y constelaciones. El atributo “santo”  dice  la  trascendencia  absoluta  de Dios, fascinadora  y terrible  para el hombre, atrayente   y abrasadora.

 La santidad de Dios es tema  central  en Isaías, quien muchas   veces  se refiere   a él  llamándole  “el Santo de Israel”; la triple  repetición   expresa  el superlativo: Dios es  el absolutamente  santo. La santidad   es la cualidad  esencial  de Dios.

En la santidad  de Dios  nosotros distinguimos   dos aspectos: primero, la trascendencia  total de Dios, por la que  está más  allá de todo; segundo, el aspecto  ético de una rectitud   absoluta.

La santidad   del Señor  en el AT  no se  define  como el carácter  consagrado  de un objeto  o persona, de un lugar  o tiempo, como en las leyes  sacerdotales  del  Levítico ;  ni  por la bondad , humildad  o paciencia , como  en la espiritualidad  cristiana, sino como  una verdadera   fuerza, como una energía  que proviene de Dios  y lo hace  infinitamente  atractivo, digno de   respeto  y peligroso al mismo tiempo.

La “gloria”  de Dios  es la irradiación  de su  santidad  sobre el mundo. Su  gloria  es la manifestación  de su majestad, como  esplendor  sin figura  abarcable, patente   en la tierra, que es  morada  del hombre. El canto  de los serafines  desborda  las dimensiones  del templo 

4. Los quicios   y dinteles   temblaban  a su voz, y el  templo  estaba  lleno de humo. 

            Es frecuente   en la teofanía  que la tierra se estremezca;  en vez   del esperado  terremoto, el profeta  asiste  al estremecimiento  del templo, conmovido  por el canto  celeste. Sin necesidad  de incienso, el templo  se llena  espontáneamente   de humo. El humo   equivale   a la nube   de gloria  que llenaba  el tabernáculo  durante   la estancia  en el desierto  (Ex 40, 34). Velaba  a la vez que revelaba  aquella   presencia.  

            5. Yo  dije: “Ay  de mí, estoy perdido. Yo  hombre  de labios  impuros, que habito  en un pueblo  de labios impuros, he visto al Rey  y Señor   todopoderoso”.  

            El  profeta   siente  su pequeñez y limitación, incapaz  de abarcar  en vida  la grandeza  de Dios;  de donde  su temor  de morir. Pero siente  más su  limitación  ética, su mancha  y pecado, por el cual  es solidario de todo el pueblo

            Isaías   pudo  haber sentido  su impureza y pecado  en la mente o corazón, en lo más hondo del alma; la siente  en los labios, ¿por qué? Porque  se ha de preparar  a la vocación profética, que es carisma de lenguaje.  

            Estos primeros  versículos  narran la  teofanía, que experimentó  Isaías. La   teofanía   se ofrece   en una visión y está  regida  por la sensación  de plenitud. Isaías   no era capaz  de abarcar  en visión  toda la plenitud, aunque  se le abrieron  los sentidos  a la contemplación. Los seres   misteriosos   se la hacen   comprender  en un canto   litúrgico. En ese   canto  destacan  dos palabras: gloria  y santidad.

            ¿Está  también  el hombre lleno  de esa gloria y santidad?, ¿la refleja   de algún modo? Iluminado   por la luz oscura de la nube e ilustrado  por el canto  de los serafines, Isaías descubre  exactamente  lo contrario, su impureza  radical; y tiembla  con el templo.  

            Los  dos  versículos  siguientes  expresan la consagración-purificación de Isaías.  

            6. Uno de los serafines  voló   hacia mí, trayendo  un ascua que había  tomado   del altar  con las tenazas.

7. Me  lo aplicó   en la boca, y me dijo: “Al tocar   esto tus  labios,  desaparece  tu culpa  y se perdona  tu pecado”

Es algo  más que  un simple   rito  de purificación, ya que  Dios  perdona  y borra totalmente  el pecado  del hombre, que radica   en lo interior. Es el pecado  lo que se  interpone  entre el hombre y Dios: “Sino  que vuestras faltas os separaron a vosotros de vuestro Dios, y vuestros pecados le hicieron esconder su rostro de vosotros  para no oír” (Is  59, 2). Toca a Dios  mismo destruir  la  barrera  y acortar  las distancias. Por los labios  llega  el fuego   sagrado  al corazón, y éste  comienza a sintonizar  con la vibración  divina. El fuego  que no destruye, acrisola  y acendra: “Si separas  lo precioso  de la escoria, serás mi boca”  (Jr  15, 19)  

8. Entonces oí   la voz  del Señor, que decía: “¿A quién   enviaré?, ¿quién irá  por nosotros?” Respondí: “Aquí  estoy yo, envíame” 

De nuevo contempla   la corte divina, escucha una deliberación. En vez  de asustarse  y estremecerse, como en la primera escena, se considera  aludido   y se adelanta  como voluntario. Este punto  es muy importante: Isaías  toma  la visión  como una interpelación, no se contenta con el  espectáculo o la información. Si se ofrece  es porque comprende   que la pregunta  es desafío  e invitación. Y lo comprende ahora, porque otro   lo ha capacitado: nadie  es capaz   por sí mismo.

La vocación  profética   es misión  o envío  para actuar  en  nombre  de Dios; con su palabra  debe  salvar  la distancia  entre Dios  y el hombre. El   hombre  sólo  puede   presentarse  y ofrecerse, toca  a Dios  enviarlo.

La misión  de Isaías  es paradójica, y esto  no debe comprender el profeta desde que recibe  el encargo. También  esto es  parte  de la santidad  de Dios, justa  e inabarcable.

Su  misión  es volver a los  suyos, como  mensajero  de Dios.  La palabra  profética  de Isaías no será  un dato  neutral, que discurra  al margen  de la historia; al no  ser recibida, provocará  un endurecimiento, determinando  un proceso  histórico  hacia  la catástrofe 

Expresivo  el estribillo  del salmo: “Delante de los  ángeles  tañeré  para ti, Señor”. Se trata del salmo  137, que subraya la visión del profeta: en la presencia  de los ángeles, es decir, en el santuario  celestial,  es donde   el salmista, al igual  que Isaías, experimenta   que Dios  ama   y es fiel, que conforta  su alma... La liturgia  de la Iglesia, especialmente  la Eucaristía, ¿no es  precisamente   una alabanza  en la presencia  de los ángeles, con quienes  cantamos: Santo, Santo, Santo es el Señor...? 

Segunda Lectura: 1Cor  15, 1-11: Jesucristo  ha resucitado 

Del capítulo 15 la Liturgia de la Palabra  toma dos perícopas: 1-11: Jesucristo   ha resucitado, correspondiente  al domingo V  de este ciclo C y   15, 12.16-20: También nosotros   resucitaremos, del domingo VI, último antes de la Cuaresma.  

Creo conveniente  hacer una presentación de este  importante capítulo 15.

Cuando Pablo escribe sus Cartas, tiene presente la problemática  tanto teológica como moral de la comunidad. Sus enseñanzas  ahora  nos son necesarias; pero  las entenderemos  mejor, sabiendo las dudas, las dificultades  de las Comunidades, a las cuales  escribe.            

            ¿Qué sucede  en Corinto  acerca de la fe en la Resurrección?   

La  “teología   de la cruz” como fuente   de salvación  es una afirmación  fundamental: “nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles” (1 Cor  1, 23); “pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado” (1 Cor  2,2).  

 Pero  esto,  que era  verdad, no  era toda la verdad. La verdad  total  y definitiva  es que  este  Cristo  muerto  en la cruz, ha resucitado  y ahora  arrastra  tras de sí a toda  la humanidad solidaria  con El.

            Por otra parte existe en la comunidad de Corinto  cristianos  que ponen   en duda  la resurrección  de los muertos “¿cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos?”  (1 Cor  15,2). Quizá sea debido esto a que algunos cristianos  valoraban   excesivamente  la dimensión   espiritual  y actual  de la salvación  cristiana en detrimento  de una futura  resurrección  corporal  que no se  consideraba  en modo alguno necesaria.  Pablo  se hace eco  de la importancia  del tema  y le dedica  este amplio  y denso  capítulo  15 de la primera carta  a los Corintios                       

            La  argumentación   de Pablo   es simple   y contundente: los cristianos  resucitaremos  un día  porque  Cristo ya ha  resucitado. Este  principio  de  solidaridad  es tan  evidente  para Pablo  que apenas  se detiene a demostrarlo. Lo da  por supuesto  como  postulado  esencial   del anuncio  evangélico.

            Partiendo, pues, de la verdad  incuestionable  de la resurrección  personal  de Cristo  ( 1 Cor 15, 1-11), concluye  como algo  absolutamente  evidente  que también  nosotros   resucitaremos  ( 1 Cor 15, 12-34), que lo haremos  con un cuerpo  espiritual, incorruptible  e inmortal  (  1 Cor  15, 35-54)  

 Comienza   Pablo    poniendo sobre el tapete  lo que  comparten  apóstol   y comunidad, a saber, “que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras”  (1 Cor 15, 4) 

 Claro  que esta noticia  no puede  ser manipulada ni interpretada  al arbitrio  de cualquiera. Ha sido formulada  con palabras  precisas, y tanto  creyentes   como evangelizadores  deben  atenerse  fielmente  no sólo  al contenido  sino incluso  a la forma. Pablo, pues, hace   la afirmación  de la  resurrección  de Cristo  en el marco  de una forma acuñada  por la tradición.  

1. Os   recuerdo, hermanos, el evangelio  que os  anuncié, que recibisteis  y en el que habéis   perseverado.

Pablo anuncia   el evangelio, que les predicó  durante su permanencia    en Corinto, evangelio  al cual  la comunidad de Corinto   debe su existencia y acepta en principio.

            2. Es el  evangelio   que os está   salvando, si lo  retenéis  tal  y como  os lo anuncié; de no ser  así  habríais creído  en vano. 

El evangelio  es una potencia  de Dios  para la salvación de todos los que  creen: “Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego” (Rom  1, 16).

Los corintios   han acogido   el evangelio  con fe  y en ella permanecen; su comportamiento actual corre el peligro  de alejarse. Siempre este peligro ha existido, ya en el campo de la ortodoxia, ya en el ámbito de la  ortopraxis. 

3. Porque  yo os   transmití,  en primer lugar, lo que  a mi vez recibí: que Cristo   murió  por nuestros pecados  según  las Escrituras;

Los dos  versículos  primeros  han servido como de introducción, de una llamada de atención. Los  versículos  3-4 son  fundamentales, son como una síntesis, una fórmula  de fe.

 La resurrección  de Jesús, juntamente  con su  muerte  en la cruz, constituye el corazón  del anuncio cristiano  y es el fundamento de la fe.

La  gran  noticia  de la resurrección  de Cristo  ha sido  formulada  con palabras  precisas  por la tradición, y Pablo  quiere  mantenerse  absolutamente  fiel  a esa  tradición.

Estamos,  por tanto, ante  una especie   de profesión  de fe  con la que  quiere, sin duda,  poner  de relieve  que en un  tema  tan importante  como éste, su testimonio  personal  concuerda  con la tradición apostólica. No está Pablo inventando, está  transmitiendo  lo recibido  con absoluta   fidelidad.

En tiempo  de Pablo  circulaban  más fórmulas  de fe  que testimoniaban  el significado salvífico  de la muerte  y de la resurrección  de Jesucristo.  

            Los versículos  3-4 contienen una  fórmula fe ( ya lo hemos dicho) que se estructura  en tres tiempos: afirmación  del hecho  ( muerte/ resurrección ), comprobación  experimental  del mismo  ( sepultura-apariciones), testimonio    de la Sagrada Escritura.

Pablo ha  trasmitido a los corintios   una tradición  sobre Jesús , que él había recibido,  como  en  11, 23: “Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan” , cita aquí un patrimonio  oral   de la tradición  ya organizado , que ha recibido de la comunidad de Antioquía.

Tanto Pablo  como los  evangelios  interpretan  la muerte  en cruz  de Jesús  como muerte   expiatoria  y vicaria   por los pecados  de los hombres, y la  resurrección   como una especie  de acción  salvífica  de Dios inmediata  al hecho  de  la cruz, con la cual  Dios  ha librado   de la muerte  al Jesús  crucificado. De tal manera   Dios ha declarado  válida  la muerte  expiatoria    y vicaria  de Jesús, ha  instaurado  el nuevo orden   escatológico de la salvación, prometido  por los profetas   del Antiguo Testamento. 

Según   las Escrituras: Explícitamente  no se cita  ningún pasaje  del Antiguo  Testamento, pero podemos  pensar  que Pablo  está  evocando  Is  53, 8-9 – cuarto   poema  del siervo  del Señor –. Aunque  en realidad, más   que referirse  a textos  concretos, lo que  Pablo pretende  es afirmar  que no estamos  ante sucesos triviales y fruto de la   casualidad, sino  ante  acontecimientos   salvíficos previstos  por los   anuncios proféticos  del AT.  

4. Que fue  sepultado y resucitó  al tercer  día  según  las Escrituras;  

Cada una   de estas dos afirmaciones  está acompañada  de una proposición  declarativa, que la apoya y confirma: la muerte  por la sepultura; la resurrección  con la aparición  de Cristo a Pedro  y a los doce.

Lo importante es la resurrección del Señor, que el apóstol no tiene necesidad de demostrarlo, puesto que los corintios  no la rechazan.

La resurrección  de Jesús  es el “sí”  de Dios  a la muerte vicaria   de Jesús en la cruz, muerte que no es  fruto del pecado, sino la victoria sobre el pecado.

La resurrección de Jesús al tercer día:

El cómputo judaico  incluye  el viernes por la tarde  y la noche  que precede  al día de la resurrección. El tercer día ha sido designado por los cristianos  como el día del Señor. Teológicamente  la expresión  “al tercer día” hace   referencia al texto del   AT  de Oseas  6, 2 “Dentro de dos días nos dará la vida,  al tercer día nos hará resurgir          y en su presencia viviremos 

5. Que se apareció  a  Pedro  y luego a los doce.

La primera aparición  correspondió a Pedro y fundamenta  la base  de su posición  como guía   de la   primitiva comunidad.  La aparición a Pedro viene  narrada  por Juan: “El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: Es el Señor, se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar.”  (Jn.21, 7)

Además forma parte de una antigua  fórmula de fe: “que decían: ¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!” (Lc  24, 34)  

En el orden cronológico  después de Pedro  también  gozan de la aparición de Cristo  los doce. La mención de los doce y no los once se explica  porque  los doce”  era la denominación  del grupo  de los discípulos ya consolidada  con la llamada  prepascual. En los primeros  tiempos de la Iglesia, los doce  discípulos  de Jesús  representaban  el  escatológico  pueblo de Dios  por analogía  con las doce   tribus de Israel.

Con la aparición  de Jesús  a los doce se  quedaba completa  la llamada de los  principales  testimonios  de Cristo.  

6. Después   se  apareció   a más  de  quinientos   hermanos  a la vez, de los  que  la mayor  parte  viven todavía, si bien algunos   han  muerto.

La  aparición   a más  de quinientos hermanos  a la vez  difícilmente   se puede  identificar  con el hecho de Pentecostés, donde se habla de la venida del Espíritu Santo, no de una aparición de Cristo.

De los  que la mayor   parte viven todavía, éstos pueden  testimoniar  la resurrección.  

7. Luego se apareció  a Santiago,  y más tarde a todos los apóstoles.

Santiago, el hermano  del Señor. Santiago fue  una  gran autoridad  en la primitiva  comunidad  de Jerusalén: “Y no vi a ningún otro apóstol, y sí a Santiago, el hermano del Señor” (Gal 1, 19). Esta aparición   no viene contada   en el NT

Y más  tarde a todos los apóstoles, lo más seguro no se refiere al grupo de los doce, sino designa  un amplio número   de judeocristianos  que habían sido  testigos  de una aparición   de Cristo  y estaban llamados  a predicar  al Señor ensalzado.   

8. Y después de todos  se me apareció  a mí, como  si de un hijo nacido  a destiempo  se tratara.

Pablo se pone así mismo  como el último  de la serie de los  destinatarios   de una aparición del Seño resucitado,  y funda  sobre esto su pretensión  de ser  un legítimo  apóstol  que ha visto  al Señor y ha recibido   de él  el mandato  de predicar el evangelio a los gentiles: “pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”  ( Gal.  1, 12).

La aparición   de Cristo  cerca de Damasco hace de él  un testimonio independiente  de   Cristo resucitado y  un  apóstol   de la misma dignidad  de los primeros  apóstoles   de Jerusalén 

9. Yo,  que soy  el menor   de los apóstoles, indigno  de llamarme  apóstol  por haber  perseguido  a la Iglesia  de Dios.

Pablo mismo  aclara y  justifica   el sentido del término “aborto”El es el menor   de los apóstoles  y no merece   ser llamado apóstol,  pues ha perseguido  a la comunidad de Dios. Esto   no suprime su autoridad, puesto  que el oficio   de apóstol  no es obra suya, sino que se debe  a la intervención   de Dios. Quien  pone en duda  el mandato  conferido   a Pablo  del Señor, ofende   al mismo Señor.  El apóstol   es testimonio  de la resurrección  y ministro  de Dios  y de la comunidad 

10. Pero por la gracia   de Dios  soy lo que soy, y la gracia  de Dios  no ha sido  estéril  en mí. Al contrario, he trabajado  más que todos  los demás; bueno, no yo, sino  la gracia  de Dios conmigo.

Esto no ha sido mérito de él, sino un don  de la gracia de Dios. Lo extraño   de su llamada   al apostolado como último de la serie y que además había sido perseguido de la comunidad, lo expresa    Pablo con la imagen   de un “aborto”

En su  ministerio ha trabajado  más que los demás: “Ministros de Cristo - ¡Digo una locura! - ¡Yo más que ellos! Más en trabajos; más en cárceles; muchísimo más en azotes; en peligros de muerte, muchas veces.” (2 Cor 11, 23 ss.) 

11. En  cualquier caso, tanto ellos, como  yo,  esto es lo que  anunciamos y esto es lo que  habéis creído.

Este  versículo   indica en cierto modo  el objetivo de la perícopa. Pablo  y los otros  apóstoles, en cuanto apóstoles   predican  todos   el mismo anuncio  de Cristo .La predicación  paulina  del  decisivo  significado  salvífico  de la muerte y resurrección  de Cristo no es una doctrina especial, sino el testimonio  común   de todos los  apóstoles y sobre este anuncio se funda   la fe de los corintios.  

Evangelio: Lc  5, 1-11: Los primeros  discípulos

Con la lectura   de la pesca  milagrosa   y la vocación  de Pedro  termina, en el ciclo C, una primera   etapa  de la lectura de  Lucas, que podríamos   calificar   como  de “presentación  de los personajes 

Es frecuente en la Biblia  que antes  de confiar  una tarea  importante  a alguna persona, Dios se revele a través  de un signo   que manifieste  su poder. La pesca  milagrosa prepara  a los discípulos  para seguir  a Jesús. Pero  además  no debemos  olvidar las dimensiones  simbólicas  de la pesca   como signo  de la misión  cristiana, sin acentuar  demasiado cualquier  detalle, pues se podría caer en la alegoría.

Lucas   ha cambiado   de lugar   la llamada  a los primeros   discípulos, que en  Marcos  (Mc  1, 16-20)  se encuentra   antes  de las primeras   acciones  de Jesús. En Lucas, esta llamada viene  después  de la presentación  de Jesús  en la Sinagoga   de Nazaret (Lc  4, 14-30)  y de sus primeros   signos  (Lc 4, 31-44). De este modo  explica  mejor la pronta  respuesta  de sus discípulos.

Presentemos  en líneas  generales  estos  11 versículos, teniendo presente lo que hemos dicho, pues nos servirá de luz y guía  para captar  su verdadero valor.  

1.  Estaba   Jesús  en cierta  ocasión   junto  al lago  de Genesaret y la gente   se agolpaba  para oír  la palabra  de Dios. 

            Los otros   evangelistas    hablan  del mar de Galilea, pero Lucas, con mayor  propiedad, lo llama  lago ( pues  se trata   de una pequeña   masa de agua , cuyos contornos   tienen forma  de pera, de 21 kilómetros   de largo  por 12 de ancho, de aguas  limpias  y frías   y con   abundancia  de pesca. Genesaret: El   nombre  se deriva  del que lleva  la llanura  que se extiende   al noroeste  del lago.

            Algún exégeta  ve un  especial  significado  teológico   en el “lago”. Lo mismo  que la montaña  es el lugar favorito  para la  comunicación  con el Padre en Lc, el lago  ofrece   un escenario  para las manifestaciones  de poder.  

Y la gente   se agolpaba  para oír  la palabra  de Dios:

 Aparece  por primera   vez en el  Evangelio  según  Lucas  la expresión  la palabra de Dios”. Se puede   decir   que la expresión  es típica  de Lucas en todo el Nuevo  Testamento. En el Libro de los Hechos  la expresión denota, por lo general, el mensaje  cristiano predicado  por los apóstoles.

Aquí, en este texto, que estamos estudiando, la frase define   la propia   predicación  de Jesús.

Este  es el  único  pasaje  de todo el Evangelio  según Lucas  en el que  Jesús enseña  desde la  orilla  del lago.  

            2. Vio entonces  dos barcas a la orilla  del lago; los pescadores  habían  desembarcado  y estaban  lavando  las redes.

            También   en Jn 21 encontramos  la narración  de una pesca  milagrosa   en Galilea, pero después de la resurrección. Una  lectura  sinóptica  de las dos   narraciones   revela  asombrosas  semejanzas  y notables  discordancias. Es muy  probable  que estas dos  narraciones  se refieran  a un solo  acontecimiento  histórico, pero   que se hayan  relatado  de forma   diversa.

            No debemos olvidar cómo ciertas  escenas  del comienzo de la vida de Jesús  están contempladas desde la  Resurrección.

            Los evangelistas   no son cronistas, no son periodistas, sino teólogos. El concepto de historia   no tiene para ellos el valor que tiene para nosotros.                       

3. Subió  a una  de las barcas, que era  de Simón, y le pidió  que la  separase  un poco  de tierra. Se sentó  y estuvo   enseñando  a la gente desde la barca.

Tanto  aquí  como en los    vv. 4 y 5 se le llama  simplemente  Simón, pero   en el v. 8  se emplea  el nombre completo Simón  Pedro. La elección   de la barca  de Pedro  da particular  relieve  al personaje  que va  a ser el  jefe  del grupo de discípulo.  

4. Cuando terminó  de hablar, dijo  a Simón: Rema  lago adentro  y echad  vuestras redes para pescar.

Podemos suponer  que, también para Lucas , Jesús   había  encontrado  a Simón antes   de la vocación  aquí descrita, cuando cura  a la suegra; el modo  en que Simón se dirige  a Jesús ( Lc 5, 5) indica  que se conocían  con anterioridad.  

5. Simón  respondió: Maestro, hemos   estado  toda la noche  faenando  sin pescar  nada, pero puesto  que tú lo dices, echaré   las redes.

            Cuando éste le pide   que eche   las redes  lo llama  Maestro, un título de  respeto. Pero   al ver  los resultados  de la pesca  reconoce  en él  al Señor, un título  que la Iglesia  primitiva  dirigía  a Jesús   resucitado. 

            6. Lo hicieron  y capturaron   una gran cantidad  de peces. Como las redes  se rompían  

Juan   21, 11  declara   que  “la red no se rompió”.  La enorme   cantidad  de peces  subraya  lo extraordinario  del suceso, que, al  tiempo   que manifiesta  el poder  de Jesús, sirve   de preparación  para la promesa  que el Señor  va a  hacer  inmediatamente a Pedro.  

7. hicieron  señas  a sus compañeros  de la otra barca para que vinieran   a ayudarles. Vinieron  y llenaron  las dos barcas, hasta   el punto  de que casi  se hundían.

8. Al verlo, Simón  Pedro  cayó  a los pies  de Jesús diciendo: Apártate  de mí, Señor, que soy  un pecador.

El papel   preeminente   de Pedro  y su confesión: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”  parecen  elementos   pospascuales. También  podemos decir  que   la respuesta  de Simón  ante el poder  que se manifiesta en una  captura   tan extraordinaria  relaciona   a Jesús   con un ámbito  sobrenatural, al que  él no  pertenece   por ser “ un pecador” . Su reacción   es semejante   a la  de Isaías  (Is  6, 5).  

9. Pues  tanto  él como  sus hombres  estaban  sobrecogidos  de estupor   ante  la cantidad  de peces que habían  capturado.

10. E igualmente   Santiago  y Juan, hijos  de Zebedeo, que  eran  compañeros  de Simón. Entonces  Jesús  dijo  a Simón: No temas  desde ahora   serás  pescador  de hombres.

            Pedro  pescará  hombres   para salvarles la vida  en vez   de peces para consumirlos  en la mesa familiar. Esta idea está mucho más desarrollada  en el capítulo 21 de Jn.

11. Y después  de llevar  las barcas a tierra, dejaron todo  y lo siguieron.  

            Nos  recuerda   el tema  lucano  del desprendimiento, una actitud    propia  de todo  discípulo  en el seguimiento  de Jesús. Lucas   presenta   la llamada  a la vida apostólica  como un gesto  heroico.

            El Pedro  que es llamado  aquí por Jesús  no es simplemente   el pescador  que está junto  al mar de Galilea- como  en Mateo y Marcos-, sino el “Simón  Pedro” de la confesión de  Cesarea, el Pedro  de las negaciones y de la conversión, el Simón  a quien  se apareció  el Resucitado, en encargado  de “confirmar a los hermanos” ... ( es decir, la imagen   lucana  de Pedro). Pedro   es la imagen  del “seguidor” de  Jesús, acompañado   por los demás   pescadores.