VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

Si tuviéramos  que poner un título a este domingo VI del Tiempo Ordinario del ciclo C, quizá  sería acertado el siguiente: el domingo de los dos caminos, de las dos sendas: la de la felicidad  (Bienaventuranzas)  y la de la desgracia (amenazas)  

Primera Lectura: Del Profeta   Jeremías, 17, 5-8  

Desde el Antiguo  Testamento  es clásico  el planteamiento  de los “dos caminos”: el de la  felicidad  y el de la perdición. Lo   decisivo  para cada uno  de ellos  es la relación  del hombre  con Dios: confiar  o no totalmente  en Dios,  que es el Absoluto  en quien  todo tiene   consistencia, y que,  por eso,  es camino de felicidad.

Los versículos  5-11 contienen   tres oráculos   de estilo sapiencial. El primero  (Jr  17, 5-8)  parafrasea   el Sal 1. Los mortales   son  un  fundamento  poco   seguro; el Señor  hace   fructificar  a quien  confía en él. El segundo  (Jr   17, 9-10)  expresa   la capacidad  del hombre   para engañarse  y engañar. El Señor, por  el contrario, penetra   hasta   lo recóndito  del corazón. El tema   de las riquezas  como apoyo  falaz  es el tema   del tercer  oráculo (Jr 17, 11).

La Liturgia  solamente hace uso del primer oráculo: 5-8. El  género   literario   de este  oráculo   es el tan  impresionista   paralelismo  antitético, el realce   de una verdad  en oposición  a su  contraria. La    antítesis  está   desarrollada   con estudiada  simetría   de oposiciones, como en el salmo 1. Mientras Jr    habla de confianza   en el Señor, el  salmo  pone la confianza  en el estudio y observancia  de la ley, dando   testimonio  de una   espiritualidad  probablemente  posterior 

En la literatura  sapiencial  es bien  conocida  la idea  de que  el justo  es como  un árbol verde cuyo vigor   viene  de Dios ; como   lo es   también  la oposición  entre la  confianza   en Dios  y la confianza  en el hombre. Este dicho  trata de poner  de manifiesto  lo que es la esencia  de la religión  auténtica: Dios   es el único  refugio  del hombre.

Quizá no haría  falta ningún comentario, pues el contenido  es nítido y claro, no obstante  hacemos alguna puntualización  con el fin de darnos más cuenta  de esta  realidad.

El Profeta, cuando se expresa así, no se deja llevar por el conocimiento intelectual o recibido de los demás, sino por su experiencia propia, porque lo ha sentido en su propia “carne”. Jeremías  es el profeta de la vida interior quizá más que nadie  

5. Así  dice el Señor: ¡Maldito  quien   confía  en el  hombre y se apoya  en los mortales, apartando  su corazón    del Señor! 

En esta afirmación lo opuesto  y maldito  es la confianza  en la carne, en el hombre  en cuanto debilidad   , contingencia e impotencia.  

6. Será   como un  cardo  en la estepa, que no  ve  venir la lluvia, pues habita   en un desierto   abrasado, en tierra  salobre y despoblada.

            Con una   imagen  popular   sobradamente  conocida   de todos  sus  oyentes y consagrada  por la  literatura   sapiencial se  compara el hombre  a esos raquíticos  arbustos  esporádicamente   nacidos   en las estepas  desérticas de Palestina  y que nunca llegan  a bien  por los  asfixiantes   calores   y la ausencia  del más  elemental  jugo vital. La  imagen   está  en  la misma   línea   de los  wadis   secos  y las cisternas agrietadas. Es la realidad   del hombre  abandonado  a sus  propias   fuerzas.  

 7. ¡Bendito  quien  confía   en el Señor y busca   en él  su apoyo!

Lo positivo, por contraste, es el hombre en manos   de Dios.  Quien pone su confianza   en el Señor.  Existe una abundante literatura  tanto en el AT como en el NT  que confirma  esta  realidad 

8. Será un  árbol  plantado  junto al agua, arraigado  junto a la corriente ; cuando  llegue el bochorno , no temerá, su follaje   seguirá  verde, en año  de sequía  no se asusta, no deja de dar  fruto.

De  nuevo   las imágenes   en juego. Pero  ahora   es ese  sauce   llorón  plantado  junto a las   corrientes  de las aguas, enraizado   en el mismo caudal, frondoso y fecundo en medio  del estío  en año  de sequía. Siempre   el agua  como símbolo   de la vida  y fecundidad.

¿  Qué  es  lo que  le hizo   expresarse  así a  Jeremías, sentar  las bases  de la verdadera  vida  participada  en Dios  como los sarmientos   de la vid? Quizá   el  fracaso  de la reforme  de Josías y la importancia   que en tiempos  de Joaquín  se daba  a las alianzas  extrajeras   tanto  egipcias  como asirias.

El pueblo  de Dios debe   saber, de una vez  para siempre, que su única  fuerza, la fuerza  de su verdadera  religión, le viene  única y exclusivamente   de Dios.   

El salmo  responsorial, como era de esperar, es el salmo 1 con su expresivo estribillo: “Dichoso   el hombre  que ha puesto  su confianza  en el Señor”

Este   salmo  es otro   ejemplo  del tema de los dos caminos. La imagen  es la misma  de  Jeremías: el justo  es como un árbol  plantado  al  borde  de la acequia. 

Segunda Lectura: De la Primera  Carta a los Corintios, 15,12. 16-20  

Siguiendo  el texto  del domingo  pasado, el Apóstol  insiste  en el carácter  decisivo  de la fe en la resurrección  de los muertos  como componente  de la fe cristiana.

Es una lectura  muy importante   por su contenido  y por la repercusión  hacia nosotros. Vamos a intentar  presentarla  con cierto orden y claridad.  

Debemos tener presente  la doble finalidad de la  Resurrección de Cristo: Dios lo resucitó como expresión de su sí, de su aceptación, de su elevación; en segundo lugar:       Dios lo resucito en función nuestra, para nuestra liberación, para que su muerte  tenga un poder salvífico. En esta  parte del capítulo 15 san Pablo  tiene presente la resurrección de Cristo en función nuestra, de aquí parte  las consecuencias negativas y positivas  a la hora de afirmar o de negar la resurrección de Cristo.  

Los  Corintios  no negaban  la resurrección de Cristo; pero la invalidaban  a la hora de sacar  las consecuencias  hacia nosotros; de aquí Pablo afirmará   la doble finalidad: la primera   finalidad   la expresó   en los 11 primeros versículos del capítulo  15, lectura del domingo anterior; en la  lectura de hoy  va a centrarse en la segunda finalidad.

Quizá  sea conveniente  tener presente  el por qué  algunos corintios  negaban la resurrección de los muertos, aún admitiendo  la resurrección de Cristo.  

En la ciudad de Corinto,  con el sincretismo religioso, circulaban  ideas  bastante diversas acerca de la sobre vivencia después de la muerte. Los seguidores  de una filosofía  derivada de Platón, sostenían  la idea   que la muerte  liberaba al alma  inmortal de la  cárcel del cuerpo. Los epicúreos  defendían  que con la muerte  la personalidad humana  se disolvía  completamente.  Para el pensamiento  griego  la idea  de una  resurrección de los muertos   con el cuerpo   era una idea escandalosa, como se puede  ver por el Libro de los Hechos  17, 32: “Al oír la resurrección de los muertos, unos se burlaron y otros dijeron: Sobre esto ya te oiremos otra vez”           

            Fundándose  en las promesas  de los profetas, los fariseos admitían  una resurrección  universal  de los muertos  al fin de los tiempos; la aristocracia  sacerdotal  saducea, que aceptaba sólo la Torá, rechazaba  la resurrección  de los muertos   como una innovación. Contra los saduceos  Jesús defendió  la fe en la resurrección, llegando a ser un sólido componente   de la esperanza   cristiana en el futuro. Como fariseo  Pablo ya había ya  vivido  la fe en la resurrección; la muerte y la resurrección  de Jesús le habían afianzado  en esta esperanza, dándole   a su escatología una impronta nueva.  

Teniendo presente  lo que hemos expuesto, presentemos  el mensaje  de estos versículos, elegidos por la Liturgia de la Palabra de este domingo VI del tiempo Ordinario.  

12. Ahora bien, si se anuncia  que Cristo  ha resucitado de entre los muertos, ¿por qué algunos   de vosotros   andan diciendo  que no hay  resurrección de los muertos?

A partir   de la   resurrección  de Cristo, la resurrección  de los creyentes  se impone  a Pablo  como algo  casi evidente.  No  esperar   la resurrección  de los muertos  equivale a no creer  en la resurrección   de Cristo. Si Cristo ha sido resucitado  para nosotros  y por nosotros; y  afirmamos  que no vamos a resucitar, es negar la segunda finalidad de la resurrección de Cristo. Y esto trae consecuencias  nefastas para nosotros.  

            16. Porque   si los  muertos   no resucitan, tampoco   Cristo ha resucitado. 

            Alguien podría  argumentar  que una cosa es la Resurrección  de Cristo  (lo cual todos admiten), otra cosa  es que nosotros  vayamos a resucitar. A primera vista parece que no hay ilación entre una y otra resurrección; pero sí la hay, pues ha sido resucitado  para nosotros, por nosotros, para que nuestra salvación, no sea solamente un deseo, sino una realidad.  ¿De qué nos sirve  que Cristo haya resucitado, si nosotros  no resucitamos?

            Otro tema diverso es cómo resucitaremos; también en este capítulo  15  San Pablo habla de esto; pero no lo leemos este año en la Liturgia de la Palabra, porque comienza  temprano el tiempo de Cuaresma, cuya lectura correspondería al domingo VII.

            17. Y si  Cristo   no ha   resucitado, vuestra fe  carece de sentido  y seguís  aún  hundidos  en vuestros pecados. 

Fatales    consecuencias  se derivarían  para la vida  cristiana  si Jesús  no hubiese   resucitado. En  efecto, tanto   los esfuerzos   de los proclamadores  del evangelio  como la aceptación  de dicho   evangelio  por parte   de los creyentes, constituiría  un trágico  sin sentido. Todos    estarían    dando palos  al viento, girando  en el vacío, hundidos   en sus   pecados, sin esperanza  para los muertos   y sin ilusión  para los vivos.  

18. Y por  supuesto  también  habremos  de dar   por perdidos  a los que han muerto  en Cristo.

San Pablo    describe  las consecuencias  negativas  de la negación  de la resurrección  para aquellos cristianos que ya han muerto. Habría sido un error  su fe en Cristo   como redentor  del pecado y de la muerte; se habrían  “perdido”  en un sentido  escatológico. Un Jesús muerto; pero no  resucitado no puede liberarles   del poder de la muerte, ni salvarlos   del juicio  de la ira de Dios: “Y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la Cólera venidera.” (I Tes. 1, 10). 

19. Si nuestra  esperanza   en Cristo  no va más  allá  de esta vida, somos  los más  miserables  de todos los hombres.

Es cierto  que seguir las enseñanzas  de Cristo en este mundo   conlleva un gozar y un sufrir  ( mirada ascética); nadie  discutirá   que el camino del Señor en este mundo es un camino de muerte;  pero  sus enseñanzas  son positivas, pues hacen bien al hombre;  si  creemos que esto es suficiente, nos quedamos en la mitad del camino, pues nos vemos privados  de lo más bello, de lo más importante  del encuentro con el Cristo resucitado. Podríamos  extendernos más; pero creo que esto es suficiente. Aunque no existiese  cielo, igual  te seguiría: esta afirmación  indica un amor puro, desinteresado; pero no se trata  de carecer de un premio, sino que la comunión con Cristo en el más allá es una exigencia  de la fe, de plenitud.  Pablo no puede  aceptar  que la fe en Cristo  termine aquí, en esta vida, sino en el más allá.  

            20. Pero no, Cristo   ha resucitado  de entre los muertos, como anticipo  de quienes   duermen  el sueño  de la muerte.

            Jesús ha  resucitado  no como  el único, como un  caso  esporádico y excepcional,  sino   como el primero. Pero no como    el primero   en simple   sentido cronológico, sino  como el principio   activo  de la resurrección  de los demás, como el primogénito  de los que  triunfan   de la muerte,

Llegados  a este punto, Pablo   retorna  sobre sus pasos  para lanzar  un doble   grito jubiloso de fe y  de esperanza:¡ Cristo   ha resucitado  como anticipo  de quienes   duermen  el sueño   de la muerte! ( 1 Cor  15,20).   

Evangelio: Lucas 6, 17.20-26: cuatro   bienaventuranzas  y cuatro   malaventuras

Lucas   introduce  en su narración   evangélica  uno de los  grandes  discursos   de Jesús, dirigido  específicamente  a sus discípulos   (Lc  6,  20-49).

El discurso   de la llanura   es paralelo  al discurso  del monte en el Evangelio  según  Mateo  (Mt  5, 1-7, 27). 

Este año solamente  leemos la primera parte de este  discurso:   las cuatro bienaventuranzas  y las  cuatro  malaventuras , pues la cuaresma  comienza  más temprano  y  en vez de ocho  domingos   del tiempo ordinario antes de la misma,  sólo  hay seis domingos  y en este  domingo  sexto  proclamamos esta  primera parte, dejando incompleto  el discurso, cuyo desarrollo tendría lugar los domingos 7-8. 

            Es conveniente tener presente qué auditorio tiene delante Jesús, cuando realiza su primera predicación. “Al ver a la gente, Jesús  subió al monte, se sentó, y se le acercaron  sus discípulos” (Mt 5,1). “Bajando [Jesús] después con ellos [los doce], se detuvo  en un llano donde estaban  muchos  de sus discípulos y un  gran gentío... Entonces  Jesús, mirando a sus discípulos, se puso a decir...” (Lc 6,17.20). 

En este gran discurso, narrado por san Lucas, Jesús aparece  siempre consciente  de su auditorio ( no lo olvida, lo está viendo) “ vosotros los pobres” ; mientras  que en Mt Jesús habla más objetivamente ( no los tiene presente)  acerca de “ los pobres” .

No sobra el que presentemos algunas diferencias existentes entre ambos discursos: el  contado por Lc y el referido por Mt. Este presenta nueve bienaventuranzas y ninguna  amenaza; Lc pone cuatro bienaventuranzas (vv. 20-23) y cuatro amenazas (24-26).

En Lc   Jesús   pronuncia  las bienaventuranzas  en segunda persona, lo cual   se conforma  mejor  con el  lenguaje  profético. En Mateo   el uso  de la tercera persona  en ocho   bienaventuranzas – sólo  la novena ( Mt  5, 12)  está   en segunda   persona-hace que su  versión  resulte  más próxima  a  la literatura   sapiencial.  

Las amenazas  (6, 24-26), parece  que están, dirigidas  a individuos  que no están  presentes. Lucas  se refiere  a situaciones  concretas (es realista),  mientras  que Mt describe más bien  actitudes  del hombre justo. Las bienaventuranzas  de Lucas  son más “críticas” que las de Mateo;  más propias  de un profeta (carismático) que de un legislador. En el texto de Lucas  hay una  antítesis  constante  entre el “ahora”  y el “día que vendrá”.

Presentemos  rápidamente  el contenido  de los versículos,  que la Liturgia de la Palabra   emplea en su proclamación. Presentación somera, indicativa. No estudiamos todos los pormenores, sino los que nos ayuden  a comprender su contenido.  

17. Bajando  después   con ellos, se detuvo  en un llano donde  estaban  muchos de sus discípulos  y un gran  gentío, de toda  Judea y Jerusalén, y  de la  región  costera  de  Tiro y Sidón.

Jesús   baja  de la “montaña”  en compañía   de los Doce  y del resto  de sus discípulos. En la  narración  de Lucas, el monte  no es  el sitio  de la predicación  de Jesús; para instruir  a sus  discípulos  y a la  gente, Jesús   abandona  la montaña. Idea, que no debemos olvidar, hasta incluso repetir. 

20. Entonces  Jesús,  mirando  a sus discípulos, se puso  a decir: Dichosos   los pobres, porque  vuestro  es el reino de Dios

Es importante  presentar  el significado  de la palabra: dichosos 

Dichosos:  en griego,  Makarios,   aparece con frecuencia  en la Biblia  griega  para expresar  las bendiciones  de quienes   esperan en el Señor ( Is 30, 18), quienes  son  perdonados  ( Sal  32, 1-2), quienes  encuentran   la sabiduría   ( Pr  3, 13), quienes   no proceden  según  el consejo  de los malvados  ( Sal 1,1)  

Pobre: Es muy importante tener presente el significado de pobre. Ptóchoi (pobres) traduce  habitualmente  el término hebreo ‘anawim’, los humildes  que dependen  de la ayuda de Yahvé. Mt. habla  de los “pobres de espíritu”;  Lc dice sencillamente  “vosotros los pobres”. En Mt como en Lc  pobre es aquél  que cuenta con Dios. Mt. es el teólogo de la pobreza; mientras que Lc es el animador del pobre, que está contemplando. La pobreza no tiene ningún valor en sí misma, sino que  debe ser condición  para poder aceptar la riqueza que viene de Dios           

No asombra el hecho  de que la primera  bienaventuranza   se refiera  a los pobres, porque Lucas   muestra  también  en otros lugares que el Evangelio  les está   destinado a ellos  en primer lugar.

Comparada   con los “pobres   de espíritu”  de Mt, la formulación  de Lucas  es absoluta:  sugiere   que la situación  de ser pobre  es digna   de bendición , no por  sí misma, sino en cuanto  que proporciona   la mejor garantía  de la protección  de Dios  y de un  derecho  privilegiado  al Reino. En Lucas  la primera  bienaventuranza   es para los pobres verdaderos y también   para aquellos que  comparten   los puntos  de vista  de los pobres. Dios  se compadece   de sus hijos más  necesitados, más pobres, más limitados. Dios  presta atención  al más necesitado.  Pobre, como sinónimo de necesitado, de débil, de que merece  una atención especial, debido a su  limitación e incapacidad. Quizá llegará un día en que no existan pobres  económicamente  hablando; pero siempre  existirán pobres, necesitados,  débiles.  

21. Dichosos   los que ahora  tenéis  hambre, porque  Dios   os saciará. Dichosos    los que ahora  lloráis, porque   reiréis. 

Esta  segunda   bienaventuranza, en la redacción  de Lucas, corresponde  a la cuarta   en la serie  de Mateo: “Dichosos   los que tienen   hambre y sed de  de la justicia, porque  ellos   serán saciados  (Mt  5, 6)

Lucas elimina  la referencia  al “tener  sed”.  Jesús  promete   un consuelo que viene  de Dios y únicamente   de él; pero  queda  preferentemente  proyectado   hacia el futuro este consuelo  

Dichosos    los que ahora  lloráis, porque   reiréis.

La tercera   bienaventuranza, en  Lucas, corresponde  a la segunda  en la serie de  Mateo.

El verbo   gelan (= reír)  no  aparece  en toda la tradición  evangélica , más que  aquí, en esta bienaventuranza, y en la  correspondiente  malaventura, lo que podría   indicar   que es Lucas  el que  ha modificado  la  fuente originaria. En el   contexto   lucano  de las bienaventuranzas, la referencia  al “llorar”  parece  que debe  entenderse  en sentido  de sufrir   opresión.

La “risa”  de la que  se habla   aquí  es la alegría   que va a traer el Reino  de Dios   y que   va a llenar   el corazón  humano, ya aquí; pero siempre mirando hacia el futuro  indeterminado  y determinado: el eschaton.  

22. Dichosos   seréis   cuando  los hombres  os odien, y cuando  os excluyan, os injurien y maldigan nuestro  nombre a causa   del Hijo  del hombre.

En Lucas  se menciona  el odio, el  ostracismo, el insulto y el rechazo  de la persona  (propiamente, del nombre).  

Y cuando  os excluyan: La actitud   de odio  culmina  en el  ostracismo. Quizá  se refiera   a la exclusión  de la sinagoga,  experimentada  por los   judeo-cristianos,  y lo más  probable  es que  manifieste   la situación  de la comunidad   cristiana   en tiempos  del propio  Lucas.  

Rechacen  vuestro   nombre  como perverso. Esta  observación  no se refiere  naturalmente   a los nombres  individuales de los discípulos, sino más bien  al nombre  genérico  de “cristianos”.

Por causa   del Hijo del  hombre: La   redacción   de Mateo  menciona  las persecuciones   “por  causa mía” (Mt  5,11). Lucas   introduce  aquí el título de “Hijo  de hombre”, por causa de Jesús en su  actuación  terrestre.  

23. Alegraos  ese día   y saltad  de gozo, porque  vuestra recompensa será grande  en el cielo;  que lo mismo hacían  sus antepasados  con los profetas.  

El “día”  de la  persecución  será  un tiempo  de alegría, en el que  hay que   saltar   de gozo. Este es el consuelo  que ofrece   Jesús  a los discípulos, que tienen   que seguir  los mismos  pasos   del Maestro.  

Vuestra    recompensa   en el cielo   será grande. La palabra   de Jesús   promete   una “recompensa”  por haber  sufrido  ultrajes   en cuanto  discípulos  de Cristo.  

En el cielo: Las   connotaciones  de la frase   apuntan   hacia el valor  salvífico  de la persecución; incluso   el sufrimiento  de los perseguidos   por causa  del Hijo  de hombre  va a tener  un significado   importante   en la historia de la salvación.  

El  rechazo     de los cristianos   por parte   de los descendientes  de los que  asesinaron  a los profetas  es una  nueva manera   de expresar   la continuidad  entre  el cristianismo  y el judaísmo.

La alegría  en medio  de las    persecuciones  es un tema  bastante  común  en el Nuevo  Testamento  y en toda la espiritualidad  de la Iglesia Primitiva   y después de ella .

24. En   cambio, ¡Ay  de vosotros, los ricos, porque   ya habéis  recibido  vuestro consuelo! 

El paralelismo   entre  esta primera  malaventura y la primera  bienaventuranza es verdaderamente  llamativo. Como   destinatarios    de esas   malaventuras  podemos  suponer  a los representantes   de las clases   privilegiadas, que están  entre  los que  “escuchan” la palabra  de Jesús; son   los ricos, los  satisfechos, los  que no  están  agobiados   por las   preocupaciones, los que gozan  de buena reputación.

Ya tenéis   vuestro consuelo: Los ricos    no necesitan  la perspectiva  del  Reino para encontrarle  sentido  a la situación  en la que  les ha situado  su condición  social  o económica. La pobreza  debe despertar el hambre de Dios. El cristiano  debe trabajar en pro de los pobres, marginados; pero lanzarles  en su liberación hacia otra liberación más plena, la que viene de Dios.  

25. ¡Ay   de los que  ahora   estáis  satisfechos, porque  tendréis  hambre! ¡Ay  de los que  ahora reís, porque  gemiréis  y lloraréis! 

Esta segunda  malaventura   corresponde   exactamente   a la segunda  bienaventuranza. La  malaventura  expresa  la misma  inversión  del estado social  que ya  encontramos  anteriormente   en el Magníficat.  Cuando usamos palabras llenas de contenido, debemos    indicar qué aspecto de las mismas  deseamos  tomar. Es  lógico y normal una situación de cierto  bienestar; pero suspirando  por otra plenitud. El cristiano  no puede predicar una situación de insatisfacción, de nerviosismo, sino de paz,  efecto de una ética  bien asimilada  y especialmente de una abertura hacia otros valores: Dios.  

¡Ay  de los que  ahora reís, porque  gemiréis  y lloraréis! Tercera   malaventura, en perfecta  correspondencia  con la tercera  bienaventuranza. El verbo  reír  hay que   entenderlo  aquí como expresión  del disfrute  tranquilo  y sin problemas   de la situación  presente  colmada  de éxitos. En la literatura   sapiencial  del Antiguo  Testamento, esa  actitud  es, en ocasiones, señal de necedad.  Es necio el hombre que se contenta  con cualquier cosa; su paz viene de la conexión con Dios.  

Porque   gemiréis  y lloraréis: Cuando  los éxitos   se conviertan  en fracasos, la  aflicción  ocupará  el lugar  de la risa  

26. ¡Ay, cuando  todos los hombres  hablen   bien de vosotros, que lo mismo  hacían   sus antepasados  con los falsos  profetas!

Jesús   advierte  a los  cristianos   que una  buena   reputación  universalmente   reconocida  puede  ser  un objetivo  engañoso  para el discípulo de Cristo. Como en  esta  malaventura no existe  una perspectiva   de retribución, no se utiliza  el futuro; lo que sí  aparece   es un  paralelismo  con el final  de la última  bienaventuranza. Los profetas   antiguos  que gozaban   de la estima  de sus  contemporáneos  resultaron  unos embaucadores, que llevaron  a Israel  a su ruina.  

Creo que con esto es suficiente; hubiésemos  podido orientar estas explicaciones   bajo una dirección moralizante, que hubiésemos podido desarrollar y alargar; creo que es mejor  contentarnos    con intentar  saber qué nos dice el texto  y de aquí hacernos un eco de su contenido.  

Con el domingo sexto del tiempo Ordinario  terminamos esta primera  serie  de domingos, pues comenzamos la Cuaresma, seguida de la Cincuentena Pascual, Solemnidad  de la Santísima  Trinidad  y el Santísimo  Cuerpo   y Sangre de Cristo. Reemprenderemos este tiempo Ordinario  con el domingo 11. En este domingo  como segunda  leeremos  el capítulo  2   de la Carta a los Gálatas  y el capítulo  7, 36-8, 3  de este  mismo evangelio de Lucas.