III Domingo de Cuaresma, Ciclo C
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

Estamos ya en la mitad de la cuaresma. Los  tres domingos restantes presentan características peculiares, propias  de cada evangelista.  

Primera Lectura: Exodo, 3, 1-8a. 10.13-15

La tercera   etapa  de la historia  de la salvación  está vinculada  a la historia  de Moisés  y al éxodo de Israel   hacia la tierra prometida.  

Vamos  a situar  los versículos  del capítulo  3 del Exodo, que la Liturgia de la Palabra ha elegido.

En un   bloque  de la fuente   yahvista (Ex 3, 2-4a.5.7-8.16-20), el redactor   elohista inserta  la revelación  del nombre divino  (Ex 3, 1.4b.6.9.15). Tanto  en una  tradición  como en otra, Dios   revela   su plan   a Moisés y le envía; en ambos   el arranque  es la opresión  del pueblo  y la voluntad   liberadora.

 El redactor  yahvista  habla   de fuego  y de  seneh=zarza, de ahí  quizá   el nombre de Sinaí  que el autor  yahvista  da al monte. El autor   elohista   lo llama  Horeb.

Presentemos  los cinco primeros  versículos; el v. 1 y el 4b pertenecen al redactor  elohista; 2-4a-5 al redactor  yahvista.  

Teofanía: (Ex 3, 1-5): Se trata de una visión: de ahí el  verbo  ver. Su objeto  es la presencia   divina, el Angel    del Señor. El fuego  ni consume  a la zarza ni  de ella  depende: está ahí. La visión de la zarza  atrae  la atención; una vez  cumplida  su  función, desaparece ; pero  quedó  ligada  al Dios  que en ella  se reveló: “el favor del que mora en la Zarza:” ( Dt 33, 16)

 En el monte   divino  Moisés  descubre  a Dios en la zarza y Dios  le sale  al encuentro  por su palabra; del ver se pasa al oír, la teofanía se hace diálogo, y éste responde: aquí  estoy.

 A la orden   de descalzarse   Moisés   obedece; por su cuenta  se tapa  la cara. Son medidas   de seguridad ritual. Oculta su rostro, pero atiende. El  encuentro  con Dios  es un riesgo  y un acontecimiento  salvador que llama  a una  vida  nueva. La misma sensación  tienen   los que contemplan   la gloria  de Jesús.  

1. Moisés  pastoreaba  el rebaño  de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián. Trashumando  por el desierto  llegó  al Horeb, el monte de Dios.

 Dios se  aparece a Moisés  en su montaña. Esta montaña  es llamada monte Sinaí en la  tradición  yahvista  y sacerdotal; en la tradición  eloista  y en el Dt es designada como el monte  Horeb.  

2. y allí  se le apareció  un ángel  del Señor, como una  llama   que ardía  en medio de una zarza. Al   fijarse, vio  que  la zarza estaba  ardiendo  pero no se consumía. 

El ángel  del Señor, en la   literatura   del AT, puede  ser Dios mismo  o un ángel suyo.  El ángel del Señor  le revela  a Moisés   su relación  con Abrahán, Isaac y Jacob,  su propósito   decidido  de librar  de los opresores  a los descendientes  de los patriarcas; le revela  que lo ha elegido  para ser su instrumento  de liberación.

La “zarza”, árbol  silvestre y humilde, inútil  y aun despreciado, es portador  de la presencia  divina  en su elemento, el fuego. No se   consume, porque  ese fuego  no necesita  combustible. Cuando venga   para la alianza, el Señor  se manifestará  también con fuego. 

3. Entonces  Moisés  se dijo: “Voy  a acercarme  para contemplar  esta  maravillosa  visión, y ver  por qué  no se consume  la zarza.

Es  el recurso  preferido del yahvista  para presentar  una  teofanía: “todo  el monte Sinaí  humeaba, porque Yahveh había descendido sobre él en el fuego. Subía el humo como de un horno, y todo el monte retemblaba con violencia”  (Ex  19, 18).            

4. Cuando  el Señor  vio  que se acercaba  para mirar, le llamó  desde la zarza:

¡Moisés! ¡Moisés! El  respondió: Aquí estoy.

5. Dios le dijo: No te acerques; quítate  las sandalias, porque  el lugar  que pisas  es sagrado. Y añadió 

Analizamos  los  versículos  del 6-8a: Dios  se presenta. El versículo  6 pertenece  al redactor  eloista; los versículos  7-8 al redactor  yahvista. 

Quien  se  revela  no es un desconocido, sino el Dios  paterno, ligado  a una historia  de amor  y comprometido  con unas promesas. Dios toma  la iniciativa  y entra  en la historia  para rescatar a los suyos. La situación  del pueblo  oprimido  la constata  el mismo Dios con tres verbos: he visto, he oído, conozco. Sigue  la decisión  con otros tres: voy  a bajar, para librarlo  y  lo llevaré  a una tierra; alabada  también  con tres adjetivos: buena, espaciosa  y fértil 

            6. Yo soy  el Dios  de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios  de Isaac y el Dios  de  Jacob. Moisés  se cubrió  el rostro, porque  temía  mirar a Dios.

            Dios está ligado a su pueblo; así El lo ha querido. La presentación del mismo Dios siempre tendrá  presente  su amistad  con estos  tres patriarcas.

           Hay un  texto en el libro del Exodo, que nos indica por qué Moisés  se cubrió el rostro: ““Y añadió: «Pero mi rostro no podrás verlo; porque no puede verme el hombre y seguir viviendo.»” (Ex  33, 20)              

7. El Señor  siguió  diciendo: He visto la  aflicción  de mi pueblo  en Egipto, he oído  el clamor  que le arrancan  sus opresores  y conozco  sus angustias.

8. Voy  a bajar  para librarlo del poder  de los egipcios. Lo sacaré  de este país y lo llevaré a una tierra  nueva  y espaciosa, a una tierra  que mana   leche   y miel. 

            “He visto, he oído, me he  fijado, he bajado.” La salvación   se formula  en dos tiempos: liberación  de la esclavitud y conducción  al país  prometido a los patriarcas. 

            La Liturgia  no ha elegido el v. 9 del redactor  eloista, pues su contenido está expresado en el v. 7.  

            10. Ve, pues;  yo  te  envío  al faraón  para que  saques   de Egipto  a mi pueblo, a los israelitas.

            Moisés  expone  sus  dificultades, sus  objeciones. Las objeciones  de Moisés  y las respuestas  de Dios  toman  la forma  de un diálogo; las dudas  de  Moisés   son viscerales: es incapaz, teme  a lo desconocido, sabe que su pueblo  es duro. El hombre  se resiste  al mandato  divino, y es  que la misión  contraría  las tendencias naturales  de quien  la recibe. Dios  responde  a cada  duda   con una mirada  al futuro  y urgiendo  a la acción

           La primera objeción  (3, 11-12) No ha sido elegida por la Liturgia de la Palabra.            El nombre divino: El  Nombre  divino  se enmarca  en la segunda duda (Ex 3,  13-15). Moisés   plantea  los inconvenientes   del  proyecto, aunque parece  que ya  ha aceptado  al seguir hablando. La objeción   se resuelve  en una pregunta: quiero conocer  el nombre  del Dios  que lo envía 

            13. Moisés  replicó  a Dios: Bien,  yo me  presentaré  a los israelitas y les diré: el Dios  de vuestros   antepasados  me envía a vosotros. Pero si ellos  me preguntan  cuál  es su nombre, ¿qué  les  responderé?

            La segunda  duda (Ex  3, 13-15)  se resuelve  en una petición: conocer  el nombre  del Dios   que lo envía. “Conocer el nombre” es la clave , porque  el nombre  lo es todo  en el mundo  semita antiguo; solo  existe  lo que tiene nombre, y éste  indica  la naturaleza  o realidad  de quien lo  lleva; por el nombre  se puede llegar al ser. El nombre  es el signo  que legitima  la misión  y también la fuerza  que garantiza  su eficacia: yo soy  el que estaré. El Señor  es alguien  real, que estará  cerca   con poder  y misericordia. Este nombre  recuerda  que es un  Dios salvador.

            El se fía   de Dios, ¿se fiará  de él  el pueblo? Querrán  saber qué Dios  lo envía- dato   decisivo  en la misión profética- preguntarán  por el nombre  de la divinidad. La respuesta  es a la vez  positiva  y ambigua           

            14. Dios  contestó a Moisés: Yo soy  el que soy. Explícaselo  así a los israelitas: “Yo soy “me envía  a vosotros.

            “Yo soy  el que soy”. Entre los   antiguos   semitas  se suponía  que quien  conocía  un nombre tenía poder  sobre el ser  que lo llevaba. Según esto, conocer  el nombre de Dios- como pedía  Moisés- equivalía a pretender  alcanzar   poder sobre Dios. La fórmula   en cuestión, dicen, constituye  una negativa  por parte de Dios a comunicar  su nombre  al hombre, con el cual  reafirma  su diferencia  trascendente.

            Esta es una explicación, que quizá convence a algunos; pero a otros no. La proposición: “Yo soy el que soy”  ha sido y es objeto de muchos estudios, que todavía  no han aclarado satisfactoriamente su significado.  

            15. Y añadió: Así  dirás  a los israelitas: El Señor, el  Dios  de vuestros  antepasados, el Dios  de Abrahán, el Dios  de Isaac, el Dios  de Jacob, me envía  a vosotros. Este es ni nombre para siempre, así  me recordarán  de generación  en  generación. 

            La segunda  objeción  que presenta   Moisés  es que el pueblo  no va a creer  que habla  en nombre  de Dios;  por ello  pide  a la voz  misteriosa   que se identifique. Dios revela  su nombre  al que le es fiel; el antiguo  nombre, el Dios  del padre, ya no es adecuado. “Yo soy  quien   soy”  es el nombre  de Yahvé formulado  en primera persona; sugiere   su libertad  y su poder ilimitado           

            La experiencia  de Dios  en el monte  divino  será  revolucionaria. Moisés   descubre  a Dios en la zarza  y Dios  le sale  al encuentro  por medio  de su palabra. El  encuentro  con Dios  es un acontecimiento  salvador  que convoca  a un nuevo  tipo de existencia. El Dios  paterno, ligado  a una historia  de amor, va  a rescatar a los suyos. En el diálogo  resalta  el contraste  entre la resistencia  humana  y la insistencia  del Señor  que está  decidido  a actuar  y promete  su eficaz  ayuda.  

Acertado el estribillo del Salmo responsorial: “El Señor es compasivo  y misericordioso”

La plegaria  del salmo  es una  meditación  y una alabanza  al Señor  que se ha  manifestado a Moisés  y, por él, al pueblo. El elemento  esencial  es su misericordia, entendida   como  fidelidad  a sí mismo en el amor  creador  para con los hombres, y su  ternura  para con la obra  de sus manos.  

Segunda Lectura: 1Cor 10, 1-6.10-12 

En la historia de Israel, el éxodo  fue una imagen  del cristianismo, el “nuevo  Israel  de Dios”. Mucho  antes que Pablo, el profeta Oseas había recordado  con nostalgia la figura del desierto y había visto en él al tipo del Israel   restaurado (Os  2, 16-17).

 No le parece  suficiente  a Pablo  su propio  ejemplo para convencer   a los corintios  de que hay  que esforzarse seriamente para alcanzar la salvación. En consecuencia  quiere  aportar  otro ejemplo  de superior   categoría: el de la historia  del pueblo de Israel.  No podemos  quitarnos   el pasado  de encima  como  si se  tratara  de algo  inútil  e inservible.

Pablo  establece  aquí  una comparación  entre los acontecimientos   y personas   de los tiempos  del éxodo y los  acontecimientos  y personas  del Nuevo Testamento.  

            Vamos a presentar la riqueza de contenido de esta perícopa  y lo hacemos, fijándonos en sus versículos   e intentando comprender qué nos quiere decir San Pablo en ellos.

            1. No quiero que ignoréis, hermanos, que todos nuestros antepasados  estuvieron  bajo  la nube, todos atravesaron el mar.  

 No quiero  que ignoréis: Esta fórmula  paulina  indica  la importancia  que el Apóstol  atribuye  a la tipología que va  a desarrollar 

nuestros antepasados: Los  incorporados   a Cristo, que es  el descendiente  de Abrahán  y en quien  se cumplen  las promesas ; todos los cristianos, tanto gentiles  como judíos, son hijos  de Abrahán .

Bajo la nube: Una columna de nube, símbolo  y manifestación  de la presencia  protectora  de Dios, condujo  a los judíos  hasta el mar Rojo. Según el Ex 13, 21-22: “Yahveh iba al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos, de modo que pudiesen marchar de día y de noche.

No se apartó del pueblo ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la noche.”

 Todos  cruzaron el mar. Según el relato  del Exodo, el mar  se hendió  en dos partes  y los israelitas  caminaron  por tierra seca.

 Al servirse  de una expresión  que significa  pasar a través del agua, Pablo tiene  puesto su pensamiento  en el antitipo: en el bautismo cristiano. Al cruzar  el mar, los israelitas fueron liberados  de la esclavitud  de los egipcios  bajo el caudillaje de Moisés

            El pasaje  atravesar el mar se refiere  al Ex.  14, 21s: “Moisés extendió su mano sobre el mar, y Yahveh hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del Este que secó el mar, y se dividieron las aguas”  

            2.  Y todos  fueron bautizados  como seguidores de Moisés, al caminar   bajo  la nube y al atravesar  el mar.

La  expresión  “Bautizados  en Moisés” es una  proposición, construida  por analogía  con “ser bautizados  en Cristo”: “¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte?”  (Rom  6, 3).

La nube  es la señal   de la presencia  de Dios; a ella, en el bautismo, corresponde  el Espíritu.

Estos dos  versículos hablan del bautismo; el  tres y el cuarto hacen referencia a la Eucaristía.            

3. Todos   comieron  el mismo alimento espiritual

El pan  y el vino de la cena están relacionados  con el don del alimento  del maná: “Yahveh dijo a Moisés: «Mira, yo haré llover sobre vosotros pan del cielo; el pueblo saldrá a recoger cada día la porción diaria; así le pondré a prueba para ver si anda o no según mi ley” (Ex 16, 4)

 La  bebida a la roca: “que allí estaré yo ante ti, sobre la piña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.» Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel” (Ex  17,  6)

El lenguaje  sacramental   cristiano  llama  a estos dones: “alimento espiritual” y “bebida espiritual” 

4. Y todos bebieron  la misma bebida  espiritual;  bebían, en efecto, de la roca  espiritual que los acompañaban, roca que representaba  a Cristo. 

Todos   bebían   de la roca  espiritual   que los acompañaba:

Pablo  alude probablemente  a una tradición  rabínica  según la cual  la roca  de la cual    se habla  en Num  20, 8: “Toma la vara y reúne a la comunidad, tú con tu hermano Aarón. Hablad luego a la peña en presencia de ellos, y ella dará sus aguas. Harás brotar para ellos agua de la peña, y darás de beber a la comunidad y a sus ganados.”, sigue a los israelitas.   

 El  filósofo  judío  Filón de Alejandría  interpretó  alegóricamente  la roca como la sabiduría; Pablo  la pone  en relación  con Cristo. Como Cristo  es mediador  de la creación: “para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros”  ( 1Cor  8, 6), así  lo es por  la obra  salvífica  de Dios en Israel.

Puesto  que el maná  y el agua  que la vara  de Moisés  hizo brotar  de la roca  son tipo de la eucaristía, Pablo los llama  alimento  y bebida  “espirituales”.

5. Sin embargo, la  mayor  parte   de ellos   no agradó  a Dios y fueron  por ello  aniquilados  en el desierto.

Varias  veces Pablo acentúa  que “todos” los israelitas  han recibido  los mismos dones de salvación, no obstante  la mayor parte de ellos  no se salvaron, no agradaron al Dios   y fueron aniquilados en el  desierto: “Yahveh, como no ha podido introducir a ese pueblo en la tierra que les había prometido con juramento, los ha matado  en el desierto." (Num  14,  16).

Todo  esto es verdad, es histórico, sucedió  realmente; por honradez  histórica  no se debe olvidar; pero San Pablo, además de admitirlo, le da otra orientación:  

6. Todas estas cosas  sucedieron  para que  nos sirviera   de ejemplo  y para   que  no ambicionemos  lo malo,  como   lo ambicionaron ellos.

Todo esto se entiende para poner en guardia  a los carismáticos  de Corinto  acerca  de la recepción de los  sacramentos.

El versículo 6º es una lección muy interesante de teología espiritual-sacramental: “Estas cosas  sucedieron en figura para nosotros, para que  no codiciemos el mal como lo hicieron  nuestros padres.”. La  contribución  de Pablo a esta tipología  es el descubrimiento de los sacramentos  cristianos del bautismo y la eucaristía  en los acontecimientos  del éxodo.

A partir de este versículo San Pablo  aplica  estos  acontecimientos del Exodo  a la situación de Corinto. Aquellos acontecimientos  son ejemplos  que sirven  de   monición  a la comunidad de Corinto. 

 San  Pablo habla   del deseo del mal, presente  en la  generación del desierto; podemos recordar  la nostalgia  de los israelitas   por las tajadas  de carne  de Egipto: “¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos de balde en Egipto, y de los pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos!” (Num. 11,5). San Pablo habla después   de la idolatría   e impureza, dos actitudes  muy señaladas   en aquella sociedad.            

            10.  Para  que no  os quejéis,  como algunos  de ellos  se quejaron  y perecieron  a manos   del exterminador.

            Muchas veces, en el AT, se recuerdan  las murmuraciones  en el desierto  como expresión de la falta  de fe  de los israelitas  en la providencia  de Dios: “Toda la comunidad de los israelitas empezó a murmurar contra Moisés y Aarón en el desierto  (Ex. 16, 2). San Pablo hace alusión  a una  herida del pueblo  por obra del exterminador: “Ante esto, el Exterminador cedió y se atemorizó;  pues era suficiente la sola experiencia de tu Cólera” (Sabiduría, 18, 25”)

Con el término  “exterminador” se entiende  el ángel  vengador  enviado por Dios: “El ángel extendió la mano hacia Jerusalén para destruirla, pero Yahveh se arrepintió del estrago y dijo al ángel que exterminaba el pueblo: « ¡Basta ya! Retira tu mano.» El ángel de Yahveh estaba entonces junto a la era de Arauná el jebuseo”  (2 Sam 24, 16)                       

11. Todas estas cosas   que les  sucedieron  a ellos   eran  como ejemplo  para nosotros  y se han  escrito  para  escarmiento  nuestro, que hemos  llegado  a la plenitud  de los tiempos.

            La tipología  está insertada  en el esquema  del tiempo del desierto-y el tiempo final, que es el presente cristiano, entendido como tiempo escatológico.

            Los acontecimientos de la historia del desierto  tienen un carácter ejemplar  y  son como un aviso  para los cristianos, que viven el tiempo final, inaugurado con la muerte   y la resurrección de Jesucristo.

            El plural “plenitud  de los tiempos”  alude  a las diversas   épocas  de viejo eón: “sino que hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos  para gloria nuestra” (1 Cor  2, 7)                       

12.   Así, pues, quien presuma   de mantenerse  en pie, tenga  cuidado  de no caer.

            “Estar en pie”  tiene aquí el sentido  de estar firmes en la fe: “Velad, manteneos firmes en la fe, sed hombres, sed fuertes” (1Cor 16, 13)

La perícopa  ilumina  el modo   de concebir Pablo  los sacramentos. El apóstol   entiende  el bautismo  y la cena  como  medios eficaces  de gracia; en ellos  se da  la real participación  de la acción salvífica de la muerte   de Jesucristo. Los sacramentos  no producen   la salvación  de una manera mágica  en virtud  de la simple   ejecución, sino que obligan a la fe y a la obediencia.

En el contexto  cuaresmal, repleto  de lectura  bíblica, la exhortación  apostólica  subraya  la seriedad  con que  se debe escucharse la Palabra  de Dios, sacando  de ella  consecuencias  para la vida. 

Evangelio: Lucas  13, 1-9   

En este texto, que proclamamos en la Liturgia de la Palabra, hay dos unidades: la primera  (13, 1-5); la segunda  (13, 6-9).

Hacemos una presentación de la primera unidad: 13, 1-5 y lo hacemos  primeramente  de una forma  global:

Jesús ha interpretado estos hechos  ofreciéndonos   varias lecciones  fundamentales:

La primera  se refiere   al orden moral  y va  en contra  de un providencialismo  vulgar  que supone  que la muerte o la desgracia   acechan  a los culpables. Expresamente   se afirma  que los muertos    no tienen   que ser  más pecadores  que los otros.

No se puede confundir  a Dios  con una especia  de juez  o de maestro   que sanciona  inmediatamente   las acciones  de los hombres, premiando   externamente   a los buenos  y castigando  a los malos.

Ahora  señalamos  alguna  cosa llamativa  de estos versículos  1-5.  

1.  En aquel  momento   llegaron    unos  a contarle  lo de aquellos   galileos, a quienes   Pilato  había hecho  matar, mezclando   su sangre  con la de  de los   sacrificios   que ofrecían.

 No sabemos  realmente a que se refiere  Lucas; intentamos dar una explicación orientativa.

Los soldados  romanos   del gobernador   habían    dado muerte   a esos hombres  durante   la ceremonia   del sacrificio, probablemente   del cordero pascual. Esos “galileos”  serían   indudablemente   peregrinos   que habían   subido  a la ciudad  para tomar  parte  en las celebraciones   de la fiesta de Pascua. Algunos   investigadores   piensan   que este acontecimiento  al que se refiere  Lucas  no tiene  ninguna relación  con Pilato, sino más bien  con Arquelao, que durante  una fiesta  de Pascua, mandó  matar  en Jerusalén a tres mil personas. No hay  modo  de determinar  si el suceso  es verdaderamente  histórico  o más bien  es el resultado  de una   confusión  con algún  otro acontecimiento  de la historia  de Palestina.  

2. Jesús  les dijo: ¿Creéis   que aquellos  galileos    murieron   así  por ser   más   pecadores   que los demás?

Ciertas  catástrofes   de la vida se consideraban   como efectos  de algún   pecado  precedente. Jesús no condena  a Pilato, sino  que comenta  la posible   culpa – o inocencia-  de los que murieron.  

3. Os digo  que no; más aún, si no  os convertís  también   vosotros pereceréis  del mismo modo.

Una  llamada   imperativa  a la metanoia, a la conversión.  

4. Y aquellos   dieciocho    que  murieron   al desplomarse   sobre ellos   la torre  de Siloé, ¿creéis  que eran   más culpables   que los demás   habitantes   de Jerusalén?

Jesús  añade  una referencia  a otra desgracia, presuntamente  conocida,  que se produjo  por accidente. Se tiene  que  tratar   de una  de las torres  de la primera  muralla  de la ciudad, que, según  las indicaciones  de Flavio  Josefo  bajaba   por la parte  oriental, en dirección  sur,  y pasaba “ sobre la piscina  de Siloé”  

5.  Os digo   que no;  y si no  os convertís, todos   pereceréis   igualmente.

Estos cinco versículos   son una llamada  urgente a la conversión; el final  del capítulo 12  era una llamada  a la reconciliación. Lo que Lucas pretende  es presentar la necesidad que tenemos de conversión. No olvidemos esto:

 El asesinato  de los galileos, la muerte   accidental  de dieciocho  personas  aplastadas  por la torré de Siloé  y la parábola  de la higuera  estéril  son exclusivas  del evangelio de Lucas.  

6. Jesús les propuso   esta parábola: Un hombre había plantado  una higuera  en su viña, pero cuando  fue a  buscar   fruto  en la higuera, no lo encontró, 

La higuera  puede  ser  símbolo  de Israel: “Quisiera recoger de ellos alguna cosa    - oráculo de Yahveh -  pero no hay racimos en la vid  ni higos en la higuera,  y están mustias sus hojas.  Es que yo les he dado  quien les despoje  (Jr 8, 13)

Esta cita nos da luz para entender el significado  de esta parábola; hay que evitar  caer en la alegoría, al querer ver en cada afirmación  como una indicación  de otra realidad.

            7. Entonces  dijo  al viñador: Hace   ya tres  años  que vengo  a buscar  fruto en esta higuera y no lo encuentro. ¡Córtala! ¿Por qué   ha de  ocupar   terreno   inútilmente?

El fruto   es metáfora    frecuente   de acción   responsable   y de sus consecuencias: “Por el fruto de su boca, se harta de bien el hombre,          cada cual recibe el salario de sus obras” (Prov 12, 14).

Una higuera  no es un árbol  para dar solo hojas  y sombra, sino preferentemente  higos, fruto; si esto  no se encuentra en una higuera, su presencia sobra.                       

8. El viñador   le respondió: “Señor, déjala  todavía este año; yo  la cavaré   y le echaré   abono.

El viñador   sale en defensa  del árbol  sentenciado.  Se simboliza   la misericordia   de Dios   en la labor  de cavar  y abonar  la planta: “Como uvas en desierto encontré yo a Israel,  como breva de higuera en sus primicias vi a vuestros             padres.  Pero al llegar ellos a Baal Peor   se consagraron a la Infamia,   y se hicieron abominables  como el objeto de su amor.” (Os  9, 10).

Todavía  es tiempo  de arrepentimiento  e Israel  tiene   una última  oportunidad. A pesar   de la urgencia  de la invitación  a la conversión   y a dar frutos, vivimos  todavía  en el tiempo  de la paciencia de Dios 

9. A ver  si da  fruto en lo sucesivo; si no  lo da, entonces   la cortarás.

Hay  en el   trasfondo   de esta parábola  una nota  de esperanza. Jesús confía   todavía  en que la respuesta  final  de Israel  a su misión  sea positiva.