Solemnidad. Domingo de Pentecostes
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

 Quizá nos cansamos en nuestro deseo de alabar y de agradecer al Señor sus maravillas, porque no llegamos a darnos cuenta qué es lo que celebramos.

            No estamos equivocados, cuando afirmamos que con la Fiesta de Pentecostés nos puede suceder esto.

            Deseo desarrollar con cierta amplitud lo que deberíamos entender, cuando una y otra vez nos alegramos, nos llenamos de gozo ante el hecho de Pentecostés.  

            Literalmente Pentecostés significa día quincuagésimo después de Pascua; viene de la palabra griega: Pentekostos.

            Es necesario saber los antecedentes judíos de la Fiesta de Pentecostés, pues así podremos caminar con rectitud. Es también llamada en el Antiguo Testamento la solemnidad de las semanas. Era la fiesta de acción de gracias por la siega; después fue adquiriendo otros significados: la conmemoración de la promulgación de la Ley de Dios en el monte Sinaí. Creo  que con esto nos es suficiente para lo que después queremos exponer.  

            Ahora nos preguntamos qué celebramos litúrgicamente con esta Fiesta. Ya adelanto un poco: no es una Fiesta del Espíritu  Santo, sino la conclusión de la cincuentena Pascual. Tampoco la Pneumatología de los Hechos de los Apóstoles  es total, ni abarca todas las facetas del Espíritu Santo. 

            El leccionario  llama al día de Pentecostés: “Octavo domingo de Pascua”. Las Oraciones  de la Misa  y el Prefacio son nuevos. Tanto en las oraciones  como en el Prefacio se acentúa más la unión  entre la Resurrección  y el envío del Espíritu Santo.  

            Desde muy temprano  Pentecostés significó  un período  de cincuenta días y no ya una  fiesta particular. Ya los antiguos  llamaban las “siete semanas del Santo Pentecostés” (San Basilio). Pentecostés  será llamado  Pascha roseum” o “Pascua granada”. Santa Teresa designará este día como la Pascua del Espíritu Santo.  

            Es muy conveniente que no olvidemos, sino que lo expresemos claramente qué significado teológico tiene la narración de Lucas  sobre el acontecimiento de Pentecostés.

            La Efusión del Espíritu Santo señala el cumplimiento de la promesa del Resucitado: “Sino  que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hechos l, 8) y capacita a los discípulos  para llevar a cabo su misión. Aquí empieza la Iglesia  como el grupo de los discípulos  de Jesús designados por el Espíritu. 

            Hay  buenas  razones  en contra de la opinión de que la comunidad de Jerusalén  hubieses  visto en estas manifestaciones (narradas en el capítulo segundo de los Hechos) la expresión  ideal de la venida del Espíritu.  

            El judaísmo  siempre se mantuvo  distante  con respecto a los fenómenos  extáticos que aparecen  en el Antiguo Testamento. En el mundo  helénico  la situación  era diversa. En las comunidades  cristianas  implantadas  en territorio  helenístico, hablar  en lenguas  se consideraba  como signo  de alta perfección religiosa, o como  lenguaje de ángeles  en labios humanos. El texto siguiente de Pablo nos da luz para entender mejor lo que estamos exponiendo:” Si hablare  las lenguas  de los hombres y de los ángeles, mas no  tuviere  caridad, no soy  sino un bronce  resonante o un  címbalo  estruendoso” ( l Cor l3,l).            

            Anticipamos el comentario a la lectura primera, que es del capítulo segundo del libro de los Hechos. 

  “Les oímos  hablar  en nuestras lenguas las maravillas de Dios”. El protagonista  es naturalmente  el Espíritu de Dios que ha de entenderse como la fuerza  y presencia  activa del Señor que obra la salvación de los hombres 

            El Evangelio de la Misa ahora está tomado del capítulo 20, l9-23 de San Juan (llamado con acierto el Pentecostés joáneo) La Liturgia quiere ser fiel a la Biblia, por esto mismo propone este texto evangélico, pues completa la presentación de la venida del Espíritu Santo propuesta por San Lucas en el libro de los Hechos.  

            Solamente San Lucas nos dice que a los cuarenta días después de haber resucitado Jesús ascendió al cielo; igualmente solo él nos dirá en este mismo libro de los Hechos que el Espíritu Santo se posó sobre los discípulos el día de Pentecostés, es decir a los cincuenta días de la Pascua.  

            Es importante intentar encontrar una explicación. Es notorio  que el autor del tercer evangelio y del libro de los Hechos ha complicado  la unidad original de la experiencia  pascual: resurrección, ascensión, efusión del Espíritu Santo. Presenta al Espíritu Santo únicamente  como la energía  divina comunicada a los testigos  de Cristo... con  vistas  a la tarea que deben realizar. 

  Se pasa por alto  aquí el aspecto  que Juan, Mateo y Pablo  expresarán: el creyente  que se ha unido al Resucitado, vive en El  por su Espíritu. Se dan dos Pneumatologías, no excluyentes, sino complementarias: la lucana  y la joánea.  Después diremos algo más acerca de esto.  

            Se puede  pensar  lo siguiente: Lucas, como autor  del libro de los Hechos, el libro de la Iglesia, necesita  acentuar puntualmente dos acontecimientos del Cristo Resucitado: su Ascensión a los cuarenta días y la venida del Espíritu, a los cincuenta  días. Lucas quiere apoyar el fundamento  de la Iglesia en dos hechos  reales, que han tenido lugar en dos fechas concretas.

            Lo que sucedió en la vida del Jesús histórico debe suceder, aunque de otro modo, en la vida de la Iglesia ( cuerpo místico de Cristo); de aquí  que el don del Espíritu en Pentecostés  tiene para la etapa de la Iglesia, que ahora comienza un estrecho  paralelismo con la relevancia que el don del Espíritu tiene en el bautismo de Jesús  ( Lc 3,2l s)  y el discurso de Pedro en el día de Pentecostés con el siguiente  discurso programático de Jesús  en Nazaret ( Lc 4, l6-21) . 

            ¿Qué pretende  enseñarnos san Lucas con el acontecimiento de Pentecostés narrado  tan plásticamente en el libro de los Hechos?

            Lucas  no quiso, ni pudo, darnos  una exacta reproducción fotográfica  de un acontecimiento único  y ya lejano en el tiempo. Si leemos despacio el texto del capítulo segundo, veremos ciertas incongruencias. El mismo  encuadramiento  espacial, donde tuvo lugar este acontecimiento,  es bastante confuso. En el v.2  se menciona una casa: “...resonó  en toda la casa donde se encontraban”. Pero resulta que en el v. 5 se habla  de una multitud, como testigo presencial de aquellos  fenómenos  extraordinarios.

            Algunos al querer explicar estas ciertas contradicciones, dicen  que lo más probable es que Lucas  haya usado  una tradición ya suficientemente  desarrollada y que tuvo que respetar.

            Pocas dudas  existen actualmente  de que este  relato es una construcción  artificial, creada  por Lucas con una clara  intención teológica.

            El autor de los Hechos pretende  describir el acontecimiento más importante después de la partida de Jesús: la venida del Espíritu Santo. Se halla, por tanto, ante una empresa tan arriesgada que parece  destinada  inevitablemente  al fracaso. 

 ¿Cómo  puede describirse la venida del Espíritu  Santo? Todos los autores  del Nuevo Testamento  cuentan  con la realidad de su presencia  y parten  siempre  de ella, pero  ninguno  se atrevió  a describirla. El cuarto  evangelio  habla de la promesa del Espíritu  y de su realidad  presente  ya el mismo día  de la resurrección  ( Jn 20,22).La primera  comunidad  cristiana  no tuvo  el menor  interés   sobre cuándo  y el cómo  de la venida del Espíritu. Le bastaba saber que, después  de la resurrección  de Jesús, el Espíritu  vivía  y animaba la Iglesia  y a los  creyentes en particular 

            Pentecostés, presenta la pneumatología de San Lucas, diversa a las pneumatologías de los otros evangelistas y de San Pablo. 

 “Todos los discípulos  estaban juntos  el día de Pentecostés... Se llenaron  todos de Espíritu  Santo  y empezaron  a hablar  en lenguas extranjeras, cada uno  en la lengua  que el Espíritu  le sugería ... y cada uno  les oímos   hablar  de las maravillas de Dios  en nuestra propia  lengua”  ( Libro de los Hechos). Nos haría falta analizar el texto del discurso de Pedro en este día de Pentecostés para poder captar la peculiaridad de la pneumatología de Lucas.  

            “Hablar en diferentes  lenguas”. Posee una  gran variedad de matices. En la tradición  anterior a Lucas quería decir, hablar lenguas extranjeras. Con Lucas  la expresión “ hablar  en diferentes lenguas”, se trata de una nueva  manera  de expresarse, de una  glosolalía  provocada por el Espíritu  y comprensible  para los oyentes, por virtud  del mismo Espíritu.

            La glosolalía (= hablar en lenguas)  es una de las manifestaciones más típicas del éxtasis  religioso. Lucas  no cree que la glosolalía  sea un  lenguaje  intrínsecamente  ininteligible  y que, por tanto, necesite  una explicación  complementaria, sino que es el lenguaje universal de la alabanza  y de la oración.  

            La Pneumatología lucana acentúa la universalidad de la salvación, obra del Espíritu. Su Pneumatología  es misionera, hacia la comunidad. Los Hechos de los Apóstoles  es la narración del comienzo de la Iglesia, cuyo fundamento fundante es el Espíritu Santo.  

            La fiesta judía   de Pentecostés    brinda, pues, la oportunidad  para que  a los doce  apóstoles  y a otros   primeros cristianos   les fuera  conferido  el Espíritu. En la narración  lucana   son   importantes  los símbolos  que se usan  para el Espíritu: “ un fragor  desde el cielo  como de viento  que irrumpe  impetuoso”; “lenguas   como llamas   de fuego  que se  repartieron  y se posaron  sobre  cada uno  de ellos”. El símbolo  juega   con el significado  de la palabra  hebrea  ruah, que puede  ser “viento”  o “espíritu”  

Los  vv. 1-4 forman  una unidad, una descripción  de la infusión  del Espíritu, y los  vv.  5-13 narran  la percepción  del suceso  y la reacción  de los judíos.

Entre   los escritores   neotestamentarios  sólo Lucas  ha dramatizado  la venida  del Espíritu  como un  suceso  perceptible.

Lucas   no está   interesado  meramente   en dejar   constancia  de los detalles   históricos  de la asamblea  de Pentecostés, sino más bien  en subrayar  el significado  teológico  de la histórica ocasión, cuando Cristo  resucitado  confiere  a sus seguidores   el don del Espíritu  santo.  

            El Estribillo del Salmo responsorial nos ayuda a comprender la concepción de Lucas acerca del Espíritu Santo: “Envía  tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra”.

            Segunda Lectura: 1 Cor  12, 3b-7. 12-13: Los Dones del Espíritu  

Texto  luminoso para entender con más exactitud lo que nos quiere decir Lucas acerca del protagonismo del Espíritu como animador de la comunidad.  

En los capítulos    1 Cor  12-14 aborda  San Pablo  el  tema  de los carismas. Los capítulos  12.14 se ocupan    de reflexionar  sobre  la existencia, utilidad, papel   y finalidad   dentro de la Iglesia  del resto de los carismas. El capítulo 13  trata del mayor de los carismas: El amor   

 Carisma   es una palabra que tiene   su origen  en la órbita  religiosa  cristiana  y más  concretamente   en el ámbito paulino ( 14  veces  aparece  en las cartas  paulinas  , y sólo  una vez  en el resto  del Nuevo  Testamento:  1 Pe  4, 10).  En un sentido  amplio  carisma  designa  cualquier  clase  de gracia   o don  concedido  por Dios  a sus fieles. En un sentido  más   restringido  y técnico  pasó  a significar  ciertos   dones    especiales  concedidos  por el Espíritu  de Dios  a determinadas  personas   o grupos   para provecho  de los demás. Así   pues la  existencia  de los carismas  se conecta  necesariamente  con la actividad  divina  y más  en concreto  con la acción  del Espíritu  Santo  en el seno  de la Iglesia .  La abundancia  de carismas  es signo  de juventud  y de fervor, de entusiasmo  y de vitalidad.            

            Las primeras  comunidades  cristianas  debieron  estar particularmente  acompañadas  por esta  acción especial del Espíritu. San Pablo  lo testifica  respecto  a sí mismo  y a la mayor   parte  de sus  comunidades. La comunidad  de Corinto  debió  ser particularmente  agraciada  y así  se desprende  de estos  tres capítulos de 1 Cor.  

 Una comunidad llena de carismas  es un regalo del Señor; pero no debemos olvidar  que al mismo tiempo los carismas  llevaban aparejado  un peligro de individualismo y división  en el seno de la misma comunidad. Por una parte  suponían  una especie  de divinización  del individuo  que los  poseía, colocándolo  con frecuencia  en confrontación con la comunidad.

 En Corintio  debieron  sobrevalorarse  exageradamente las experiencias carismáticas, especialmente algunas de ellas.  Pronto  los carismáticos   de Corinto  crearon  problemas  al juzgarse  un tanto  desligados  de la Iglesia-institución  y creerse  con facultad   para moverse  a sus  anchas, libres  de toda   norma, en el seno  de la comunidad.  

Vamos a presentar el contenido  de los versículos, que la Liturgia usa en este día de Pentecostés.  

3b. Como   tampoco  nadie puede  decir: “Jesús  es el Señor”, si no  está movido  por el Espíritu Santo  

En las comunidades   étnico-cristianas   la confesión  de Jesús  es el Señor, que en  el culto   se pronunciaba en diversas  ocasiones  ( en ocasión del bautismo, Rom. 10, 9),  ha sustituido  a la más antigua  confesión  judeo-cristiana “ Jesús   es el Mesías”.

Tres veces se encuentra   en Pablo  la fórmula: “Jesús  es el Señor” (Rom 10, 9; 1 Cor  12,  3; Fil  2m 11).

Nadie  puede   confesar   la divinidad  y la soberanía   de Jesús  si no está  iluminado  e inspirado  por el Espíritu  Santo.  

4. Hay diversidad  de carismas, pero el Espíritu  es el mismo.

5.  Hay diversidad  de ministerios, pero el Señor  es el mismo.

6. Hay   diversidad   de actividades, pero uno   mismo  es el Dios  que activa  todas  las cosas  en todos.  

En la  triple  y casi  perfectamente   simétrica   composición de los vv. 4-6, se afirman  la variedad de dones, servicios  y actividades y su  común  origen  “trinitario” en el mismo  Espíritu, el mismo  Señor y el mismo  Dios.  De Dios   se dice  que él activa  todas las actividades  en todos los cristianos.

Hay  muchas   clases   de dones  espirituales, pero   todos provienen  de la única  y misma  fuente divina, el Espíritu, el Señor  y el Padre.

 Los  términos   “dones”, “ministerios” y “actividades”  sirven   para designar  los dones  espirituales   según los distintos  aspectos que hacen   posible  su apropiación  al Espíritu, al Señor y al Padre.

En cuanto  gracias  dadas gratuitamente, los   “ dones” se atribuyen  por apropiación  al Espíritu Santo, que es  el Don  enviado  por Jesús  y por el Padre. En  cuanto “ministerios” o “servicios”, se atribuyen  al Señor  Jesús, que fue enviado  como Hijo  en la encarnación  para “ministrar” y servir. En cuanto “actividades”  u “operaciones”, se  atribuyen  a Dios  Padre, fuente   de todo  ser y de toda actividad.  

7. A cada  cual  se le concede  la manifestación  del Espíritu  para el bien  de todos.

Se afirma  que la  manifestación  de los dones  personales, se le dan  a cada uno  para beneficio de toda la comunidad, para el bien común.

Siendo  única  la fuente  de los dones, y siendo  manifestación  de la presencia  del Espíritu,  tienen   una sola  finalidad: el  “ bien común”.

A continuación, en los versículos  8-10 ( La Liturgia  no hace uso de ellos), Pablo   enumera   nueve carismas, que pueden   clasificarse  en tres grupos: 1) discurso de sabiduría, discurso de conocimiento y fe ( es decir,  una confianza  tal en Dios  que mueva  las montañas);  2)  don  de curaciones, el poder de hacer milagros y profecía; 3) discernimiento  de espíritus, don  de lenguas y don  de interpretar lenguas. 

 El v. 11  expresará  para qué todo esto: estos dones  están  orientados  al progreso  de la Iglesia.  

12. Del mismo  modo  que el cuerpo  es uno  y tiene   muchos miembros , y todos los miembros  del cuerpo, por  muchos que sean , no forman  más que un cuerpo, así  también  Cristo . 

La insistencia   recae  en la unidad: del mismo  modo que el cuerpo  es uno   solo y tiene  muchos miembros, pero todos   los miembros ...,   aunque  muchos , son  un solo  cuerpo, así sucede  en Cristo.  

13. Porque   todos    nosotros, judíos  o no judíos,  esclavos   o libres, hemos sido  bautizados  en   un mismo  Espíritu  en el bautismo, a fin  de formar  un solo cuerpo; y todos   hemos bebido  también  el mismo  Espíritu.  

Bautizados en un  solo cuerpo:    El bautismo  incorpora  al cristiano  en el cuerpo  del Cristo   resucitado  y glorificado, de suerte  que la Iglesia, la asamblea   de los bautizados, es  manifestación  y extensión  del cuerpo  del Señor en este mundo. La Iglesia  es el cuerpo de Cristo  porque   está compuesta   de miembros, que participan   en la vida  del Señor   resucitado.  

 Y  todos   hemos bebido  también  el mismo  Espíritu: El Espíritu= viento, toma  en el bautismo  figura   liquida: el hombre  se sumerge  en él  y lo absorbe. “¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?  (1 Cor 3, 16).  

La Liturgia actual, renovada por el Concilio Vaticano II, ha querido completar la visión del Espíritu Santo, derivada del acontecimiento de Pentecostés. Ha introducido  textos nuevos eucológicos  y como evangelio se lee el capítulo 20 de San Juan: (el Pentecostés Joaneo). 

Evangelio: Jn. 20, 19-23: Apariciones   a los discípulos  

            Este Evangelio lo leíamos  el domingo II de Pascua  de este ciclo C, por lo tanto no creo que sea necesario repetir  lo que dijimos entonces, sino  acentuar un poco el versículo 22:  

 “Y dicho  esto, exhaló  su aliento  sobre ellos y les dijo: “Recibid   el Espíritu   Santo;” 

¿Se puede entender este pasaje como el “Pentecostés joánico”? La expresión  es molesta, porque está  tomada del acontecimiento singular  y sorprendente  descrito en Actos 2 en estilo  dramático. La donación  del Espíritu  que conoce  todo el cristianismo  primitivo, el “Pentecostés lucano”  no podía  ser considerado   como norma sino como excepción; es decir, cual manifestación  peculiar del Espíritu que contribuye  al alumbramiento  de la comunidad, madre de Jerusalén. Si  por  “Pentecostés joánico” se entiende  la donación definitiva  del Espíritu  a todos los creyentes, en contraste  con la dotación  espiritual  de los apóstoles, que es sólo  transitoria  o específica, se podrá  y deberá  adoptar  esa expresión. 

 Dicho esto, sopló (enephýsese)  sobre ellos  y dijo: “Recibid  el Espíritu Santo”. El gesto de Jesús  reproduce  el gesto primordial  de la creación  del hombre: “ Entonces el Señor Dios formó  al hombre del polvo de la tierra, sopló ( enephýsese)  en su nariz  un hálito  de vida , y el hombre  se convirtió  en un ser viviente”  ( Génesis  2,7)

San Juan presenta al Espíritu como el santificador, como el que renueva el interior de la persona y de la comunidad. El Espíritu de Juan es el Espíritu de una iglesia contemplativa, que se estudia, que vive hacia dentro.

            La presentación que hace San Pablo del Espíritu en la carta a los Romanos nos ayuda a comprender más la visión de la pneumatología de San Juan. 

                        Al  llegar al   final de la Cincuentena Pascual, queremos darle  gracias al Señor, celebrando el día quincuagésimo como la Liturgia nos propone y enseña:  

            “ Derrama los dones de tu Espíritu sobre todos los confines de la tierra  y no dejes  de realizar  hoy, en el corazón  de tus fieles, aquellas mismas  maravillas que obraste  en los comienzos  de la predicación  evangélica”  ( Oración Colecta). Esta oración conecta más con la pneumatología lucana.  

            “El Espíritu  Santo nos haga comprender la realidad misteriosa de este sacrificio  y nos lleve al conocimiento  pleno de toda la verdad  revelada”  (Oración de Ofrendas)

            Dimensión contemplativa, orante del Espíritu, más sintonía con el Pentecostés de Juan.

            Ahora ya podemos dejarle al corazón que exulte, que cante, que celebre, que festeje; no se cansará, pues sabe lo que hace y por qué lo hace.