XII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

 Primera Lectura: del Libro de Zacarías, 12, 10-11; 13, 1: Jerusalén   liberada y  renovada 

La primera lectura, en los domingos del Tiempo Ordinario, es siempre como una introducción o eco del evangelio. Hoy  está tomada  del profeta Zacarías, 12,10-11. Si tuviésemos que calificar el acierto de dicha elección, quizá la nota sería bastante baja. A primera vista no vemos por qué esta designación. Vamos a intentar entender y explicar este texto del profeta Zacarías

Diremos  que la Liturgia  acepta  la lectura  de este texto hecha por el Nuevo  Testamento, de aquí  la elección como primera lectura  de este domingo XII del ciclo C, teniendo en cuenta  el Evangelio, que se va a proclamar, como después  diremos.  

El libro de Zacarías tiene  dos partes bien diferenciadas: los ocho  primeros  capítulos  corresponden al tiempo de actividad del profeta, a finales  del siglo  VI aC, poco después del retorno  de los israelitas  del exilio  de Babilonia; mientras  que los restantes  seis capítulos  son con toda seguridad  de épocas  posteriores. Los dos  últimos  capítulos  del libro  recogen unos cuantos  oráculos que presuponen  el ataque  de diversas naciones  contra Jerusalén. Dios promete  su ayuda y la victoria final de la ciudad santa 

10. Pero  sobre  la dinastía  de David  y los habitantes  de Jerusalén  derramaré  un espíritu  de benevolencia  y de súplica. Mirarán  hacia mí, a quien  traspasaron; harán duelo  como por un hijo  único  y llorarán  como se llora  a un primogénito.  

Derramaré: La expresión es frecuente  en pasajes  escatológicos: como Ez  39,29; Joel 3, 1; Act  2, 17. 33.  Un espíritu  de  gracia y  petición:

El hecho  de que Dios   quiera    verter un espíritu en el pueblo  significa   que tomará  la iniciativa   para crear  en él  una   nueva  actitud  interior. El tenor  de esta  sección  indica  que esta  nueva actitud  debe brotar  del arrepentimiento  por algún pecado  que procedía  de una actitud   malvada.

gracia”  es una   postura   en la que  se somos   sabedores    y responsables  de que todo  cuanto  somos   y hacemos  es donación  gratuita   de Dios, es “clemencia”  de Dios  hacia nosotros   y , mediante  nosotros, a la humanidad  entera; es la  acción  redentiva  de Jesús  en cada  cristiano  en la medida   en que  es asimilada  por él.   

“súplica”: Dios suscitará  en ellos   una actitud  mediante   la que se volverán  a él   para implorarle su favor.  

Mirarán hacia  mí: E TM  y todas   las versiones  antiguas  leen “ a mí”, que expresa   la  vuelta  fundamental  o la conversión  a Dios .

Muchos   autores  eliminan  la lectura  “ a mí”  y corrigen  el texto leyendo  “mirarán  a quien  traspasaron”, que es el   sentido  que se  le da  a esta cita   en Jn 19, 7;  Ap  1, 7.  

Mirarán  al que  traspasaron: Este versículo  está lleno de  dificultades   textuales.  La  Teología del AT nunca   hubiera   consentido  el atrevido antropomorfismo de que   Dios fuera   “traspasado”;   por ello  los LXX dicen “insultaron”

Al interpretar  san Juan  este pasaje   como  realización  en Cristo  al ser   traspasado   en la Cruz   por la lanza  del soldado  romano, terminó  con un sinfín de posibles   sentidos   asignados   a este pasaje  profético.

 Sin embargo, el sentido  inmediato  está  muy lejos  de ser  el dado  por le evangelista. El profeta   hablaba  a los hombres  de su época  con un lenguaje  de entonces, distante   más  de quinientos   años  de la interpretación  del evangelista.

La lectura   del texto   hebreo  dice  literalmente: “Mi mirarán  a mí, a quien   traspasaron”. Y  ese “mí” no era  el Mesías, sino  Yahveh mismo. Que los judíos   de la dinastía  davídica  “miraran” a Yahveh  era repetir, con una  nueva imagen, la verdadera   conversión  y la postura   genuina  de los “anawim”  frente  a  Yahveh. Lo incomprensible  era  la afirmación  siguiente: “ a quien  traspasaron”, en sentido  físico , real  y objetivo ; tal  es la fuerza  del término  hebreo. ¿Cómo  podía   decirse   eso de Dios? Sin  duda,  porque  lo hecho   con   cualquiera  de sus   ungidos, de sus fieles, era  como si se lo  hicieran   él. Es la  expresión   más  similar   a la escuchada  por Pablo  camino de Damasco en todo el Antiguo  Testamento.

Pretender  aquilatar  la persona   contemporánea  en quien pudo  pensar   el profeta  al pronunciar  este mensaje   es algo  que se escapa  a la crítica  histórico-literaria  actual.

Nosotros   sabemos  por revelación  que,  desde  que Jesús    fue lanceado, tenemos  en él   el verdadero  signo  visible  de un Dios  ofendido  y redentor, cumplimiento  pleno  del  imprevisible alcance  de nuestro  profeta.  

Quizás  el impresionista “ traspasaron”,  contemplado  en Jesús, ha empequeñecido  el verdadero  mensaje  de esta profecía, que no es precisamente  fijarse  en el    traspasado” , en Dios  hecho hombre, sino  que la esencia  del oráculo  profético  está  en que  esto  se realizará  porque  Dios    va  a derramar  sobre ellos   “un espíritu  de  gracia y  clemencia” Esto  era y es lo verdaderamente    importante.  

El NT  reconoce   ciertamente   un significado  mesiánico  al pasaje. Hay ecos   de esta profecía  no sólo  en Jn  19,  37 y Ap   1, 7, sino también  en los pasajes   del  “Unigénito “de Jn  1, 18; 3, 13- 19; Col  1, 15. Estos  versículos   de Zac, al igual   que Os 11 o Is  43, 24, tratan   de proclamar  el misterio  de la “pasión”  divina, la  reacción  de Dios ante  los sufrimientos  redentores  de su pueblo elegido, y especialmente   de su Unigénito. 

11. Aquel día   el duelo  de Jerusalén será   tan  grande  como el  de Hadad-Rimón  en la llanura  de Meguido.

Cuando Jesús muera en la Cruz, muchos llorarán su muerte  como no se ha llorado por muerte alguna. El versículo 11, al querer acentuar este llano, hace una comparación, que no es fácil de entender 

Se explica, siguiendo  a Jerónimo, como  nombre  de una ciudad en el valle  de Meguiddó, la que   luego  fue  Maximianópolis. Debido  al control  que ejercía   sobre las  rutas  comerciales   entre el norte  y el sur  de Palestina, Meguiddó  fue lugar  de grandes batallas  en la historia profana   y en la sagrada.

Pero   es preferible  la opinión  que ve en Hadad, el nombre de un dios, el dios de la  tormenta.  Hadad aparece    aquí fundido   con el dios  arameo, tan  estrechamente  relacionado con él (Rimmon), el dios    principal   de Damasco.  El pasaje  (  la lamentación   de Hadad-Rimmón)  es una   imitación  de la elegía  ritual  con que anualmente   se lloraba   la muerte  del dios  de la  vegetación;  o lamentación   anual  por el rey.

Del capítulo  13, cuyos  primeros  versículos  1-6  presentan el término  de la  falsedad, solamente  la Liturgia toma el primer versículo.  

1. Aquel día   manará   una fuente   para que  en ella   puedan  lavar  su pecado  y su impureza  la dinastía  de David  y los habitantes  de Jerusalén.

El   reino   mesiánico  habrá   de estar  limpio  de toda  maldad y especialmente  de cualquier   tipo   de “profesionalismo” en los   ministerios sagrados. En las   Escrituras    es frecuente   la  imagen   de una fuente  que purifica  o difunde  la vida  por todo el país.

La fuente   simboliza  la purificación  del pecado  de la casa  de David  y los habitantes  de Jerusalén.  

Expresivo y  acertado  el estribillo  del salmo  responsorial: “Mi alma está  sedienta   de ti, Señor, Dios  mío”

Ante la fuente    que es el  costado  abierto  del  traspasado, ¿no tendremos   sed de Dios? Cantando    este salmo  nos es fácil  recordar  las palabras  del apóstol: “¡todos   hemos   bebido  del mismo  Espíritu!”  (1 Cor 12, 13).  

Segunda Lectura: Gálatas 3, 26-29: Hijos  de Dios  en Jesucristo 

Pablo   desarrolla   en esta sección ( 2, 15-4,31)  el tema  central   de la carta, anticipado  ya en Gál  1, 3: la salvación  del hombre viene   de Dios  a través  de la fe  en Jesucristo, que entregó   su vida para liberarnos  de nuestros pecados  y de la perversión  de este mundo. Al hombre   le corresponde  colaborar, pero no  a través  de un cumplimiento  minucioso  y externo  de la ley, sino apoyándose  en la palabra-promesa  salvadora   de la ley de Dios, mediante   una fe  que actúa  por medio  del amor  ( Gal  5, 6).

En esta sección el capítulo    tercero   es de una  importancia capital, presentándonos  tres temas: Salvados  por la fe   y no  por la ley; la ley   y la promesa; Hijos  de Dios  en Jesucristo. Los  versículos  que la Liturgia nos propone  como segunda lectura de este  domingo XII del tiempo Ordinario, ciclo C, pertenecen  a este tercer apartado.

Presentamos  el mensaje  de  estos cuatro versículos, llenos de un  gran contenido  y densidad.  

26. Hermanos: Todos   sois hijos   de Dios  por la fe  en Cristo  Jesús.

 

 La adopción  filial   es la  nueva   relación  de los cristianos  con Dios, alcanzada  “a través de Cristo”, o posiblemente  “en unión  con él”. Su ser-en- Cristo-Jesús es lo que les hace  ser  hijos  de Dios. A este  nuevo ser los llevó  el bautismo. El  ser-hijo-de-Dios  exige  no sólo  la fe como  medio objetivo  que puede   abrir   el paso  a su ser   nuevo, sino que exige también el  reafirmarse  en el nuevo  fundamento   del ser, en Cristo  Jesús. Objetivamente  exige   esta consolidación en Cristo  Jesús incluso  de un modo  primordial, aunque   en el proceso  del hacerse   cristiano preceda la fe. Este ser recibido, este   estar-en-Cristo-Jesús  se efectúa  según  Pablo  en el acto del bautismo y después  en la vivencia  de esta realidad, recibida  en el Sacramento del Bautismo.   

27. Los que  os habéis  incorporado  a  Cristo por el  bautismo, os habéis  revestido  de Cristo.

Como síntesis  del adentrarse   intensivo en el nuevo  ser realizado  por medio del bautismo  usa aquí  Pablo el  verbo (endyno= vestirse).

No puede   explicarse  sólo partiendo  de la imagen  común  de vestirse  como tal, sino que está  cargado  de un   determinado  contenido, sobre todo  atendiendo  a la historia  del término.

Revestirse  de Cristo: presupone   la idea  de que Cristo  es como  un vestido celeste preparado   para todos,  y “ponérselo”  significa  entrar  en una nueva  “realidad”   

La expresión  no se fija   en el comienzo   de una   relación ética, sino  de un  nuevo vínculo  ontológico. Describe  el comienzo  de la (común) participación  en el ser mismo de Cristo, que se realiza, al nacer  el nuevo yo, el “Cristo en mí”, el hombre interior.

Nos   hemos   despojado  del hombre  viejo- en el bautismo-. El bautismo   ha destruido  todo  el pasado  del hombre. Nos hemos   revestido   del hombre  nuevo. Nos hemos  revestido  de él   en cuanto  que continuamente  el bautizado pretende   su renovación  con la meta   puesta  en el “conocimiento”, conforme  a la imagen  de su creador. El haberse  revestido  del hombre nuevo en el bautismo se continúa  en el constante  revestirse   de sus miembros. El revestirse   de sus miembros   exige  el revestirse  de los dones y de las virtudes.

Sólo  partiendo  del nuevo ser  puede conseguirse  una nueva conducta. Pablo se fija    realmente   en el cambio  de ser, el ontológico, y no  en la incorporación  dialéctico-religiosa o moral   de cada  bautizado  en Cristo.   

28. Ya no  hay distinción  entre  judíos   y gentiles , esclavos  y libres,  hombres   y mujeres , porque  todos   sois  uno en  Cristo  Jesús.  

En los  bautizados se han   suprimido   sacramentalmente, es decir, de modo   velado  y real, las diferencias  históricas y naturales   procedentes  de la “vieja” realidad.  

Ya no  hay distinción  entre  judíos   y gentiles: acentúa  fuertemente   la realidad  de la igualdad  de todos   en Cristo  Jesús. Dichoso  positivamente, es un   hecho  que todos-  son uno  en Cristo  Jesús, es decir, son Cristo  mismo.  

En el sentir  de los judíos  contemporáneos  de Jesús de Nazaret y Pablo  de  Tarso   los paganos, los esclavos y las mujeres eran gente  discriminada.

Te doy  gracias,  Dios altísimo. – dice  una célebre oración  rabínica- porque  no me has hecho  pagano, ni esclavo, ni mujer

Pablo  proclama  en este singular  y nunca bastante  ponderado  pasaje  de Gálatas, que a partir   de Cristo  toda  discriminación  entre los hombres   y sobre todo  entre los cristianos  carece  de sentido. 

29. Y si  sois   de Cristo, sois   descendientes  de  Abrahán  y herederos   de la promesa.

Ser de Cristo  no tiene  para Pablo   un sentido moral, sino que  presupone la posesión  del  espíritu  de Cristo. Pertenecer    a Cristo  significa  que uno está   esencialmente   subordinado   u ordenado  a Cristo.  

Podemos sintetizar la doctrina de Pablo así: desde la llegada de la fe ya no estamos  bajo  la ley, pues  todos   vosotros- guiados allí por la fe- sois   hijos  de Dios  en Cristo Jesús. Todos   vosotros   estáis   incorporados  esencialmente  a Cristo  por medio del  bautismo, de modo  que todos  en conjunto  y cada uno   de por sí sois  uno, sois   Cristo.

Para poder  darnos cuenta  qué quiere  decirnos Pablo  en  esta segunda parte del versículo, de  recordar  lo que dice en  Gálatas  3, 16: “Pues bien, las promesas fueron dirigidas a Abraham  y a  su descendencia.  No dice: «y a los descendientes», como si fueran muchos, sino a uno solo,  a tu descendencia,  es decir, a Cristo

Si  le pertenecéis, entonces   sois   también  la descendencia  de Abrahán”, a la  que se  han   hecho  las promesas  y, consecuentemente, sois    sus herederos  en fuerza  de la promesa   o también   “conforme a la promesa”, herederos en sentido absoluto.            

Pablo   vuelve  sobre la  descendencia  de Abrahán, formada  ahora  por los hijos   de Dios  que creen  en Cristo  Jesús   y le pertenecen,  y no  por una  descendencia  según la carne.  

Evangelio: Lucas, 9, 18-24: “Tú  eres el Mesías de Dios. El Hijo del hombre  tiene que padecer mucho”  

Dejando  a un lado toda una larga  sección  de Lucas  común  con los demás   sinópticos (  parábolas, tempestad, hija  de Jairo, misión  de los doces, multiplicación   de los panes), le leccionario  dominical  reanuda  la lectura  continua  con la confesión  de fe Pedro  y la invitación  de Jesús  de seguirle  a El  en el camino   de la cruz.  

La escena   de la confesión  de fe  de Pedro, íntimamente   vinculada  en los  evangelios al anuncio  de la pasión  y a la invitación  a la comunión  de los discípulos   con la cruz  de Jesús, no se omite  en ninguno de los ciclos;  es, evidentemente, un hecho  importante  en el proceso  de la narración.  

Lucas  introduce  la escena  bastante más  pronto  que los  restantes sinópticos, seguramente  para introducir con ella- complementada  con la Transfiguración , que forma  unidad  con este tema- la sección  central  de su narración: el viaje  a Jerusalén .

La escena  se desarrolla a partir  de la oración-“ Jesús   estaba  orando solo”- y esto  indica- como  en el bautismo, como en la  transfiguración-  que estamos  ante un hecho  una  experiencia   espiritual.  

El fragmento  que leemos hoy se encuentra prácticamente  al final del ministerio de Jesús en Galilea. De hecho, el próximo  domingo empezaremos ya a seguir a Jesús  en su camino de subida a Jerusalén.

La perícopa evangélica abarca tres enseñanzas: La confesión de fe de san Pedro, y el anuncio  de la Pasión, junto con la Invitación a seguirle. Es un momento  demasiado  importante dentro del Evangelio, por esto mismo lo leemos en los tres ciclos. 

18. Un día  que estaba  Jesús orando  a solas, sus discípulos   se le acercaron. Jesús   les preguntó: ¿Quién  dice  la  gente  que soy yo? 

Algunos advierten  en esta pregunta un sentimiento de soledad, casi de  frustraciónLa indicación  de que Jesús  estaba orando” da un  relieve   particular  a este momento, en el que  va  a producirse  no sólo  la declaración  de  Pedro, sino- lo que es  más importante- la   propia   declaración” de Jesús  sobre su  destino. En el  Evangelio  según Lucas, la mención  explícita  de la “oración” suele  introducir  algún relato  particularmente   significativo.  

19. Respondieron: Según   unos, Juan  el Bautista; según  otros, Elías; según  otros, uno  de los antiguos  profetas, que ha  resucitado.

Juan  y Jesús, cada uno  en su línea, representan  una resurrección del profetismo.

La imagen   de Jesús, entre el pueblo, es  la de un  “profeta”  y no  precisamente   la de una  figura  “mesiánica”. Eso sirve   de contraluz  a la declaración  de Pedro.

El tema   de la resurrección  de los profetas  está vivo  en Lucas desde  el principio  del evangelio.  

20. El les dijo: Y vosotros  ¿quién   decís  que soy  yo? Pedro  respondió: El  Mesías  de Dios.

En vez   de hacer  algún comentario  sobre  esa diversidad   de reacciones, Jesús   plantea  directamente  a sus  propios  discípulos   la  gran   cuestión  de su identidad. 

El  Mesías  de Dios: También   se podría   traducir: “El Cristo de Dios”, si se quiere  subrayar  la orientación   del Evangelio  según san Lucas a destinatarios   paganos.

Pedro, por consiguiente, no afirma, aunque  tampoco niega, la Divinidad de Jesús. Aquí no se trataría de una confesión de fe  en un sentido pleno (esto tendrá lugar después de la resurrección), sino de una manifestación de Pedro, motivada por la experiencia de lo que ha visto en Jesús. 

21. Pero   Jesús   les prohibió  terminantemente  que se lo dijeran  a nadie.

La prohibición  vale   para el período  del ministerio  público  de Jesús. Después   de la resurrección , el propio  Jesús  va  a dar a sus   discípulos  el encargo  de proclamar, como  testigos , que él  es el Mesías crucificado  y resucitado.  

22. Luego añadió: Es necesario  que el Hijo  del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, por los jefes de los   sacerdotes  y por los maestros  de la ley, que lo maten  y que resucite  al tercer día.

 

El  Hijo del Hombre: “... tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes  y letrados, ser ejecutado  y resucitar al tercer día “. Nos encontramos  ante la primera  de las tres  predicciones  de la pasión que son comunes a los sinópticos. El segundo anuncio de la pasión se encuentra en  9, 44, inmediatamente antes de emprender el Viaje a Jerusalén. El  tercero en 18, 31-33, al finalizar  el Viaje,  un poco antes de entrar en Jerusalén. La Mesianidad del Hijo de Dios solamente se comprenderá con exactitud, a la luz de su  Pasión y de su Resurrección. Cuando olvidamos esta dimensión, nos exponemos a no entender acertadamente al Señor. 

23. Entonces  se puso  a decir  a todo el pueblo: El que quiera venir en pos  de mí, que renuncie a sí mismo, que   cargue  con su cruz de cada día  y me siga. 

Lucas  añade  al primer   anuncio  de la pasión  otras   cinco máximas de  Jesús   que, en líneas   generales, tratan  de la fidelidad  del discípulo  y de las actitudes  frente a la vida  y ante el Reino , que han de caracterizar   al que  se decide   a seguirle.

La Liturgia  solamente  nos presenta dos, pues no leemos los  versículos  25-27.  

En el  Evangelio  según Lucas , esta máximas  de Jesús    sobre  las actitudes  del discípulo  van dirigidas   a “ todos”,  es decir, no sólo  a los suyos, sino a toda  la gente en general. Este  ensanchamiento   de destinatarios contrasta con la intimidad   de los dos  pasajes   precedentes  en los que,  por una parte, Jesús  pregunta   a sus discípulos   qué   dice la gente  sobre su persona , y  por otra, él mismo  les declara  , a ellos  solos  , el desenlace  final  de su existencia. Las cinco  máximas   de Jesús   subrayan  la misma   y única  lección: ser  discípulo, verdaderamente  discípulo, significa  compartir  día a día  la misma suerte  del Maestro;   el camino  que tiene   que recorrer  Jesús  es el camino  que el discípulo  tiene que seguir. Por eso   las  actitudes  del discípulo, condensadas   en esta serie   de máximas, se expresan, ante  todo,  en términos  de “seguimiento”;  una noción  que cobra  tanto mayor   relieve  cuanto más  se acerca  el comienzo   del viaje  de Jesús  a Jerusalén. El “seguimiento”  tiene   sus exigencias  específicas: cargar  con la propia  cruz   día  tras día, detrás del Maestro; estimar  la vida  no con  parámetros   de ganancia, aunque  lo que esté en juego  sea la  totalidad  de lo terrestre; no vacilar  frente   a una posible  confrontación  pública  por causa   de Jesús   ni avergonzarse  por ello  ante los demás; abrirse   a  una   espera    esperanzada  y a una  comprensión  más comprensiva  del misterio  y de  los  secretos   del Reino.  

El primer   enunciado: El que quiera venir en pos  de mí, que renuncie a sí mismo, que   cargue  con su cruz de cada día  y me siga. 

Formula  una exigencia  triple: renuncia  al interés personal, aceptación  sincera  de la propia  cruz   y seguimiento  el Maestro  define   los principios   fundamentales    de la fidelidad   cristina. Las actitudes  que se plantean en primer lugar   y  tercer  lugar   no parecen  excesivamente  complejas; pero  la segunda , expresada en una  metáfora, requiere  una mayor  reflexión. 

Cargue  con su cruz: La imagen   hace  referencia   a la  crucifixión   de Jesús; en eso  radica   esencialmente   la imitación, como   actitud  del discípulo

      Hay que advertir, en primer   lugar, que el relato   lucano  de la pasión  no presenta  a Jesús  con la cruz  a cuestas, como lo hace  el Evangelio  según  Juan: “y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota” ( Jn  19,  17)  

Esa descripción, que   da su   base  a la metáfora   que se emplea   en este pasaje, corresponde, en el  Evangelio según Lucas, a Simón   de Cirene, a quien   le cargan    con la cruz  de Jesús  para que  la lleve “ detrás   de él”  ( Lc   23, 26)  

La máxima, por   consiguiente, sólo  es inteligible  a la luz  de la descripción  explícita   del cuarto  Evangelio. Desde luego  que la metáfora  imprime    una especificación  concreta  al “  seguimiento”  de Jesús  en cuanto  actitud  del discípulo.  

Que se  niegue  a sí mismo: La “ negación “  consiste  en enfocar  la propia   vida   no precisamente   desde una  actitud  egocéntrica, sino más bien  desde   una postura   abierta , que permita  una  verdadera   identificación del comportamiento  personal   con  el de Jesús  y con las exigencias   de su misión  salvífica.  

Cada día: Este  detalle   es una   adición   redaccional  de Lucas, que proyecta  sobre la vida  del cristiano   las exigencias   más radicales. Desde la óptica  personal de Lucas, la situación  con la que  se enfrenta  el discípulo no es precisamente  la persecución  por causa  del Reino, sino la comprensión  profunda  de lo que significa  en la vida diaria   mantener  una fidelidad  sincera  a la persona   de Jesús. 

24. Porque el quiera  salvar su vida, la perderá; pero   el que  pierda  su vida por mí, ése  la salvará.  

El segundo  enunciado, que exige  una valoración  de la propia vida, determinada  por el compromiso  con la persona  de Jesús  y con el Reino que él predica.

Se  trata  de una “vida”, en su dimensión  terrestre y biológica, y una  “vida”  proyectada  hacia  la  trascendencia, es  decir, no mensurable  por las  preocupaciones  de orden   material.

Las exigencias  de la máxima  se refieren a la  disponibilidad    para ofrecer  la propia  vida  por la persona   de Jesús   o por el  Reino.  

La celebración dominical  es para  todos los cristianos   la invitación  semanal  a mirar-creer-seguir de nuevo  al Traspasado, presente  entre nosotros, ofreciéndose  a nosotros   en el memorial  de su Pasión. Es  la oportunidad   para volver  a decir   con Pedro-  con el  Papa, con nuestro obispo-  y toda la Iglesia, nuestra fe. Para renovar, bajo la fuerza  del Espíritu, la decisión  de cargar  la cruz  cada día, para acompañar  a Jesús, perder la vida, ¡y ganarla!