XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

 No sobra el repetir que la homilía de los Domingos del Tiempo Ordinario se apoya, no en la Celebración de un Misterio, sino en la Proclamación  de la  Liturgia  de la Palabra;  por lo tanto para poder entender la Liturgia de la Palabra, debemos intentar relacionarla con el domingo anterior, pues se hace una lectura casi continua del Evangelio.

            El Domingo XIII era el Comienzo del Viaje de Jesús a Jerusalén; no un itinerario de tipo geográfico  ni cronológico, sino principalmente teológico; debemos tener esto siempre presente, pues de otro modo nos puede resultar repetitivo y un tanto anárquico.  

            Primera Lectura: del Profeta  Isaías, 66, 10-14c: Nacimiento del pueblo  

Podríamos  preguntarnos ¿es esta lectura la más  adecuada  para introducirnos   en el  texto del Evangelio?  No siempre  la elección es la mejor; pero podemos  decir  que hay dos motivos, que la justifican: El  universalismo  de los  setenta  ( y dos)  discípulos, que va a anunciar  el Reino a todos; y la alegría, cuando  regresan .  

Presentamos el mensaje   de este  texto del profeta  Isaías.  

Los  versículos   7-14  del capítulo  66  presentan “el Nacimiento del Pueblo” La Liturgia de la Palabra solamente   se fija  en los  vv. 10-14c.  

Todo el  vocabulario   empleado   en esta sección  tiene   relación  con la maternidad: madre e hijos, dar  a luz, nacer, estar  en  dolores  de parto, amamantar  y mamar.

Los  versículos   10-14  confirman   la figura  maternal  de Sión  e invitan  a la alegría  de todos  los que la aman. El motivo  de la consolación  encuentra  aquí su coronación: Dios  consolará como lo hace  una madre.  

10. Alegraos  con Jerusalén y regocijaos  por ella todos   los que  la amáis; saltad   de gozo  con ella los que  por ella   llevasteis luto

 El “tercer  Isaías”  transmite palabras   de ánimo. Invita   a Jerusalén  a alegrarse   y saltar  de gozo  porque  Dios tiene  planes  de paz. 

11. Pues mamaréis  hasta saciaros  de sus pechos  consoladores, y   saborearéis  el deleite   de sus ubres  generosas. 

Ahora  es Jerusalén, como  antes lo fuera Yahveh, quien  es presentada   como madre  solícita   rebosante de felicidad  y  brindándosela  a todos   sus hijos , a cuantos    la lloraron en su desconsuelo  y la siguen  amando  en su triunfo  mesiánico.

Jerusalén   ha sido consolada  y su consuelo  es ofrecido  como lo hace  la madre generosa, que brinda sus pechos    a los hijos  de sus entrañas.

El profeta   especifica  estos  consuelos. No son  promesas  vanas  ni retórica  vacía. Jerusalén   y sus habitantes, que habían  vivido  durante siglos   en tensión bélica, van a  sentir  por primera vez la máxima   consolación, la paz, la seguridad  a todos   los niveles   como río   que desborda.  

12. Porque   así dice  el Señor: Yo haré    correr  hacia ella, como un  río, la paz;  como  un torrente  desbordado la riqueza   de las naciones. Amamantarán  en  brazos  a sus criaturas y las  acariciarán  sobre  las rodillas.  

Así   como un  río  en crecida, o un   torrente  caudaloso, inunda  los campos y los fecunda, así Dios  va  a inundar  de su paz  a Jerusalén. 

Sus hijos, la multitud   de judíos  dispersos, que en tiempo  de Jesús    llegaban  a los siete   millones    frente  al millar   y medio  de palestinos, volverán  a ella y se sentirán  tan   felices   como el niño  pequeño  que es  acariciado   sobre  las rodillas   de su madre y estrechado   contra su corazón .  

13. Como un hijo  al que  su madre   consuela, así  os consolaré yo a vosotros, y en  Jerusalén   seréis   consolados. 

Yahveh   en persona   los consolará,  porque, a fin  de  cuentas, la Nueva   Jerusalén  queda  identificada con Yahveh. El   con su presencia  y espíritu, con su gloria  y poder, de tal forma  la llenará, la ensanchará, la dejará   abierta  a todos   los pueblos, reyes   e individuos, que todos   se sentirán  atraídos   a ella.  

14. Al  verlo, os alegraréis,   vuestros    huesos   florecerán   como un prado. El Señor  mostrará  a sus siervos  su poder.   

Este versículo  concluye   con la alegría   de los  siervos  de Dios, alegría  que  vendrá  motivada  por la visión  de la  gracia  engendrada  en Sión.

El capítulo  16, 22 de San Juan  nos puede ayudar  a entender  este versículo: “También vosotros estáis tristes ahora,  pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón  y vuestra alegría nadie os la podrá quitar”  

La visión  de Jerusalén  que ofrece   este  texto  está llena   de consuelo   y de esperanza. Entendiendo  bien que todos    estos bienes  que alberga  Jerusalén –la paz, el bienestar...-  no proceden   de ella misma, sino de Dios  que se los ha dado. 

   El  estribillo  del salmo responsorial: “Aclamad  al Señor, tierra  entera”.

Después   de escuchar   la primera lectura, sólo   cabe   un himno  de alabanza. En efecto, ¿qué podemos hacer  nosotros   sino cantar, aclamar, prosternarnos, contemplar... las  hazañas  de Dios?  

            Segunda lectura: de la Carta a los Gálatas  6, 14-18: Consejos  finales  

Terminamos   hoy  la lectura  de la carta a los Gálatas. Pablo  resume   su tesis  de que   es en  Cristo, y  en Cristo   crucificado, donde   todos  encontramos   la salvación.

El  personalmente   sólo  sabe  gloriarse  en la  cruz  de Jesús.  

Presentamos  la doctrina  de estos  versículos.  

14. En cuanto  a mí,  jamás   presumo  de algo que no sea  la cruz  de nuestro  Señor  Jesucristo, por quien  el mundo  está crucificado  para mí  y yo  para el mundo . 

El conoce   únicamente  una  razón  de gloria, la cruz de Cristo, que le ha  destruido   toda  conexión   con la gloria   “carnal”. Es por la cruz  por la  que   el mundo  ha sido  crucificado  para él  y él para el mundo. El mundo, impotente  por la cruz  de Cristo, no supone  amenaza  ni atractivo alguno, no supone  ya nada. Ese   gloriarse  únicamente   en la cruz   de Cristo no es una exageración  personal  de la realidad, una   altivez  individual de la existencia, sino  que es  absolutamente   conforme   a la situación , pues   ésta   es caracterizada   ahora  por la cruz  de Cristo como nueva  creación.

Ya   no se trata   de la dialéctica: circuncisión e incircuncisión, judío  y gentil, ley   y no  ley. Tal dialéctica   está superada 

15. Pues lo que importa  no es  el estar  circuncidado  o no estarlo, sino  el ser  una nueva  criatura. 

“Nueva   creación”: no significa   aquí  el acto  de la creación, sino  la creación  como resultado. Aquí  se constata  que a la vista  de la nueva  creación, ya  no valen  circuncisión  e incircuncisión, ser judío  o gentil.  Circuncisión  e incircuncisión  carecen, pues, de todo  valor tanto respecto  de la   nueva  creación, como también y consiguientemente  en la nueva  creación 

16. A todos  los que  vivan  según esta norma, paz  y misericordia,  así  como  al Israel de Dios. 

Quien    camina   según  la  regla   paulina    es bendecido. Con   paz  y  misericordia   de parte  de Dios son  bendecidos   los  cristianos  Gálatas. Probablemente  piensa   el apóstol  en la  bendición  número diecinueve  de la oración  llamada  Las  dieciocho”, llamadas  así  por las 18  alabanzas de que consta  la oración  judía, cuyo  origen   se remonta  a la época  precristiana, compuestas con elementos  de distintas  épocas. Los judíos  debían  rezar tres veces al día  estas  dieciocho  oraciones, llamadas  también  tefilla. Pon  paz, [salvación] y bendición  [favor, amor y misericordia] sobre  nosotros   y sobre  todo   Israel, tu pueblo”. (Bendición  19)  

Esta bendición  no es aún  la última  palabra  de nuestra carta. Sigue  más bien   “una  extraña  sentencia”  que ilumina  como un relámpago  lo difícil   que es la existencia  apostólica.  

17. Y en adelante, no  me ocasionéis  más  preocupaciones, que ya tengo  bastante  con llevar  en mi cuerpo  las marcas  de Jesús.

No es probable  que  se  refiera, como alguien  ha podido  sugerir, a las señales físicas   de la pasión  de Jesús en el cuerpo de  Pablo.

Más bien  debe tratarse  de las cicatrices  reales   dejadas  por las heridas   sufridas  por Pablo  en el ejercicio  de su apostolado ;  o tal  vez   se  trate  de cicatrices   metafóricas, es decir,  del  cúmulo  de sufrimientos  de todo tipo  que Pablo  había  soportado  por amor   a Jesús . Debe  advertirse  que en la sociedad  grecorromana cada esclavo  llevaba  la marca   de su dueño  como señal   de pertenencia  a él. Pablo   se siente   en todo momento  siervo  de Jesús, propiedad  inalienable  de Cristo.  

Creemos  que El  apóstol   debe   de apuntar  con ello  a los ataques  de sus adversarios  y las  cargas  que le supone  la debilidad  de los cristianos   Gálatas. Da  como  razón   de su petición  el llevar  en su cuerpo  los  estigmas  de Jesús.  

Pablo   es un esclavo  de Jesús, al que  los padecimientos  de su Señor  se le han  grabado  corporalmente a base  de necesidades   y persecuciones. Que estas señales  lo protejan   de más  fatigas  y más miseria  que se le  quiere  infligir. Que  se respete  esta  estigmatización por su Señor.  

18. Que la  gracia  de nuestro Señor  Jesucristo  esté  con vosotros, hermanos.

Amén.

            Tras    esta petición   y advertencia  vuelve  a bendecir   por última vez  a los cristianos  Gálatas. Pablo    no acaba   con una  amenaza, pero tampoco   con  saludos, sino simplemente con la bendición  apostólica.  

            Hermanos: Esta última palabra  antes  del amén   es como   un recodarse el apóstol a sí mismo  y un recordar  a la comunidad   la relación  fraternal, que no ha  desaparecido  a pesar  de toda  la debilidad  de los cristianos  Gálatas y a pesar  de toda   la dureza del apóstol.  

            Amén: Este amén  corresponde   al de  final  de las oraciones, doxologías y bendiciones. Es signo  del sentido  y uso litúrgicos   de las cartas  apostólicas. Objetivamente  es  una aclamación  y aquí  por tanto, el anticipo   de la  contestación   confirmativa  de la  ekklesia que sigue   al saludo  de bendición. Reconoce  y reafirma   así la bendición  que descansa  de parte  de Dios sobre  los cristianos   Gálatas  por mediación   del apóstol. En el amén   expresa  el apóstol   al mismo tiempo  su certeza  y la  de la iglesia  respecto   de la gracia   “de nuestro  Señor  Jesucristo”  

            Evangelio: Lucas, 10, 1-12. 17-20:   

            Veíamos el domingo pasado las condiciones para seguir al Maestro; en este domingo se nos narra el envío de setenta  y (dos) discípulos a misionar.  

            Esta  sección (Lc  10, 1-24) es la más  extensa    meditación  lucana   sobre la misión.

            Como uno  de los elementos  del relato  del viaje  que acaba  de empezar  ( Lc  , 51), Lucas   presenta  la misión  de otro grupo  de discípulos, que Jesús  envía  por delante  para prepararle   el camino  ( Lc  10, 1-12)

            Anteriormente , cuando  todavía   estaba  en Galilea, Jesús   había  enviado  ya al grupo  de los Doce  con una misión  de predicar  y de curar ( 9, 1-6).        

            . El número “setenta” sale frecuentemente  en el Antiguo Testamento, mientras  que “setenta y dos” no aparece  más que una vez en Nm 31,38. En el NT éste  es el único  pasaje  en que son mencionados  los setenta  (y dos). No se puede afirmar con certeza si se trata de setenta o de setenta y dos; hay códices que indican setenta y otros setenta y dos. Tampoco es seguro el significado simbólico de este número. Hay  efectivamente  una alusión  a Génesis 10, según la versión griega  del Antiguo Testamento, donde  setenta  y dos  es el número  de las naciones paganas. Enviar a setenta y dos discípulos es lo mismo que decir que todas las naciones del mundo deben ser evangelizadas; en el número setenta y dos estamos todos incluidos e involucrados en la faena misionera.  

            Los términos  concretos  de la misión  (  Lc  10, 1-12)  constituyen  un  “duplicado”  de las normas  de actuación   misionera, ya   establecidas  anteriormente con ocasión  del envío  de los Doce (  Lc  9, 1-6).

            Debemos  afirmar que  las instrucciones  de Jesús, tanto en Lc 9 como en Lc 10 suenan a normas  comunitarias  para el desarrollo  de la actividad misionera; de aquí que no debamos insistir demasiado en la materialidad de las mismas, sino en su significado simbólico. Quizá intentar hoy día reproducir la misma forma de evangelizar, no sería provechoso ni efectivo, aunque parezca más fiel y heroico. La fidelidad material es menos comprometida que la fidelidad creativa y teologal.  

            Las instrucciones de Jesús   son aquí   más específicas que en Lc 9, 1-6. Emergen  dos  rasgos   importantes: premura   eficiente   y  previsible  hostilidad. 

 La predicación  del Reino no tolera  estorbos  de ninguna  clase ; la curación de los enfermos  debe llevarse  a cabo de  manera rápida, como corresponde a  trabajadores  en época   de recolección. Los discípulos     tienen que darse  cuenta    de que  su cometido  no va  en la línea   de convencionalismos  sociales   ni busca  la comodidad; el objeto  de su palabra  y de su  acción  llegará  a apartarlos  de la gente. No habrá  tiempo  para saludos, ni para   exquisiteces en la comida, ni   para   alojamientos  más confortables. Su proclamación   tiene  que ser: “El Reino   de Dios  está cerca  de vosotros”

            Y sin  embargo, son enviados   como corderos  entre lobos;  inermes  y débiles, con la  precariedad  de su situación  expuesta  a toda clase  de ataques  y enfrentamientos   inminentes. 

            Según  la concepción   de Lucas, la magnitud   de la tarea-“ la mies  es abundante” ( v. 2) – requiere  no sólo  la misión  de los Doce ( Lc  9, 1-6), sino el envío  de “otros   setenta y dos”  discípulos.

            Las  instrucciones  de Jesús  no contienen   únicamente  la misión   de proclamar  el Reino   y curar  las enfermedades, sino que incluyen, además, una  insistencia  en la “oración”; hay que pedir   a Dios  que envíe   colaboradores, porque  así lo requiere  la abundancia   de la cosecha. El éxito  de la misión  dependerá  no sólo  del trabajo de los discípulos, sino también  de una súplica  perseverante.  

            Teniendo en cuenta  esto, que acabamos de expresar, nos fijaremos solamente  en aquellos elementos de los  versículos, que realmente  merezcan  un comentario para su mayor inteligencia.  

            Los  versículos: 1-16  tratan del envío  de los discípulos   a misionar. La Liturgia de la Palabra solamente hace uso de los   doce primeros.  Vamos  a presentar  su contenido.                           

            1. Después  de esto, el Señor designó  a otros   setenta  y dos   y los envió   por delante, de dos  en dos,  a todos   los pueblos  y lugares que él pensaba  visitar.  

            De dos  en dos: El ir   en pareja   podría   ser una  medida   práctica, por razones  de ayuda mutua  durante el camino. Pero lo más probable  es que   haya  que explicar  esa circunstancia  por la  noción  de testimonio; de hecho, en las causas  judiciales  se requería  la declaración  de dos testigos ( Dt 19,  15; Nm  35, 30).            

            2.  Y les dio   estas instrucciones: la mies   es abundante, pero  los obreros   pocos.  Rogad, por tanto, al dueño   de la mies que envíe  obreros a su mies. 

            Rogad, por tanto, al dueño   de la mies: El dueño  es, naturalmente, el propio  Dios. Los misioneros   deben pedir  a Dios que sea  él mismo  el que  proporcione los medios  adecuados   para la recolección  de la cosecha.    

            3. ¡En marcha! Mirad  que os envío  como  corderos   en medio  de lobos.

            Cambio  de imagen. Del ambiente    más bien   bucólico de las faenas  de la siega  se pasa  al mundo  dramático  de animales   irreconciliables.

            Lucas     no hace   alusión  a la “prudencia”  de la “serpiente” y a la  “ingenuidad”  de la “paloma”, adiciones   propias  de Mateo   (Mt  10,  16). La  oposición  entre “corderos” y “lobos”  sugiere  peligro , amenaza , hostilidad;  notas  que marcarán  la misión  de los setenta  y dos, igual  que la  del propio  Jesús.

            4. No  llevéis   bolsa, ni  alforjas ni sandalias, ni saludéis  a nadie  por el camino 

            El Lc 9,4 se lee:” No llevéis  para el camino  ni bastón ni alforjas, ni pan  ni dinero, ni tengáis  dos túnicas”. El discípulo se tiene que apoyar totalmente en Dios; las demás apoyaturas son obstáculos, desligadas de la Voluntad del Maestro. Lc 10, 4 resumirá  esta actitud mediante la tríada clásica: “No llevéis  bolsa, ni alforjas ni sandalias...”.

 Ni saludéis  a nadie  por el camino:

Esta   prescripción    tan   extraña   ha sido  objeto   de múltiples  y variadas  interpretaciones.

            A primera    vista   podría   significar  que los discípulos    durante  su misión  no deben  perder  tiempo   entreteniéndose   con la gente, porque   la mies  ya  está madura  y hay  que recogerla  antes  de que llegue  a estropearse.

            Sin embargo, hay  otra  línea   interpretativa  que,  en vez  de insistir   en la  premura, se centra  en la dedicación;  los discípulos  deben ir  a lo suyo, o sea, a predicar  y a curar, no  a entretenerse   en cosas  triviales           

            5. Cuando entréis  en una casa, decid primero: Paz a esta casa.

            El   término    casa puede  tener  también  el significado  de “familia”En   contraste  con los saludos  puramente  convencionales   que se intercambian  entre  viajeros, el discípulo   de Jesús  tiene  que proclamar  la “paz”, con  todo   su significado  de  verdadero  don salvífico.  

            6. Si hay  allí  gente de paz, vuestra paz  recaerá  sobre ellos; si no, se volverá  a vosotros.

            Es una  caracterización  de todo  el que  se  abre  sinceramente a  aceptar  el don  salvífico  de Jesús.

            Vuestra  paz: la paz  que ofrecen   los discípulos, en cuanto  enviados   de Jesús.

             Se  volverá  a vosotros: La paz   es un bien   que no puede   desvanecerse; si no  encuentra  la debida   receptividad, retornará  a su origen 

            7. Quedaos   en esa casa, y comed  y bebed  de lo que  tengan, porque   el obrero  tiene  derecho  a su salario. No andéis  de casa   en casa.

            porque   el obrero  tiene  derecho  a su salario: Es un   principio   legal  que se aplica  a la  actividad  del predicador: “El obrero tiene derecho a su salario” (  1 Tim  5,  18)               

            8. Si al  entrar  en un pueblo,  os  reciben  bien, comed lo que os pongan.

            9. Curad  a los enfermos  que haya  en él, y  decidles: está  llegando a vosotros  el reino  de Dios           

            Los  vv.  8-9  trazan   la normativa  de su  actuación  misionera    en las ciudades.

            La  proclamación  y la  actividad curativa  de los discípulos   tiene que tener  como  destinatarios  la ciudad  entera, globalmente  considerada. La   actuación  de los enviados  tiene que ser  un acto público, y  de carácter  oficial.            

            10. Pero  si entráis  en un pueblo  y no  os reciben, salid a la plaza y decid

            11.  Hasta  el polvo  de vuestro  pueblo  que se nos   ha pegado  a los pies lo sacudimos  y os  lo  dejamos. Sabed  de  todas  formas  que está  llegando el reino  de Dios.

            Es una  acción  simbólica  explicada  en palabras, como hacían  los profetas.

            Ante  la  actitud  inhóspita    de una ciudad  hay que  desprenderse  de todo  lo que pueda  tener relación  con ella. Ese modo  de proceder   tiene valor   de acción simbólica, con la  que se   pretende  significar  la separación  absoluta  de todo  lo que va  asociado   a esa ciudad           

            12.  Os digo  que    el día del juicio  será más tolerable  para Sodoma  que para  ese pueblo.  

            La  instrucción  propiamente  dicha   se cierra  con tonalidades    de amenaza. Toda   ciudad que no se abra  a una sincera   aceptación  del mensaje  correrá  una suerte  mucho  más fatídica que la  tristemente   célebre  Sodoma, destruida  por una lluvia  de fuego  y azufre ( cf. Gn  19, 24).

            A la hora  del juicio, Sodoma, a pesar de sus  depravaciones, tendrá  mejor suerte  que cualquier  ciudad que se resista  a recibir  a los mensajeros   de la buena  noticia de salvación.  

            Los  vv.  17-24  presentan  el regreso  de los discípulos. Alegría   de éstos   y de Jesús.

            La Liturgia  solamente  se hace eco  de  los  vv. 17-20.   

            A su  relato  de la misión  de los   “otros  setenta  ( y dos )”  discípulos   Lucas añade  un  breve  apunte  sobre la vuelta  de los misioneros, llenos  de euforia  por el resultado  de su actuación,  y tres   comentarios  de Jesús  sobre  lo que sus mensajeros  acaban  de contarle.

            Jesús está, en este momento, mucho más expresivo  que cuando  el regreso  de “los  apóstoles”  (Lc 9, 10). El dato  es  exclusivo  de Lucas, igual  que el conjunto  de instrucciones  a los “otros” setenta   (y dos)”enviados.  

            17. Los  setenta   y dos   volvieron   llenos  de alegría, diciendo: Señor  hasta los demonios  se nos  someten  en tu nombre

            En tu nombre: Es decir, mediante la invocación  de tu nombre. Esa  invocación   del nombre  de Jesús  es uno de los  grandes  temas  del libro  de los Hechos.

            Hasta  los demonios: Son esa fuerzas  o personificaciones   que,  en una concepción  pre-lógica, se consideraban  como  las causantes  del mal.  

            18. Jesús   les dijo: He visto  a Satanás  cayendo  del cielo  como un rayo: 

El primero    de los comentarios   parece que hace  referencia   a una “visión”. Pero, no hay  que entender  esa   indicación  en el sentido  de que Jesús   hubiera  tenido  un éxtasis, mientras  los discípulos  estaban  en misión, o como si, en su  propia  preexistencia , hubiera  contemplado  la defección  de Satanás  antes  del final  de los siglos, o incluso  como una  visión  anticipada  de la condena  definitiva   del  príncipe del mal.

            La “visión”  de Jesús  es más bien un modo  simbólico de sintetizar  los efectos  de la actuación  de sus discípulos, en cuanto  victoria   sobre el poder  y la perversa  soberanía   de Satanás sobre  el ser humano. 

 El príncipe  de las tinieblas, en cuanto  personificación  simbólica  del mal, ha sido  ignominiosamente   derrotado; la función  que desempeñaba  en la corte  celeste, como acusador  de los santos, ha sido  anulada definitivamente.

            Jesús  sintetiza  el resultado  de la actividad  de los  setenta (y dos)  en términos   de “caída de Satanás”. 

            19. Os he   dado  poder   para   pisotear  serpientes y escorpiones, y  para dominar  toda  potencia  enemiga, y nada  os podrá  dañar. 

            Con la caída  del Maligno, queda  desbaratada  su influencia; por consiguiente , el mal, en todas  sus  manifestaciones—físicas, psíquicas, simbólicas, e incluso   personales --,  queda   subyugado  y sometido  a una “autoridad” que , en definitiva, no   procede  más que  de Jesús. Los discípulos, en cuanto  representantes   del Maestro  ( Lc  10,  16)  y enviados   como precursores  suyos  han sido  capaces  de enfrentarse  con las   más  variadas   manifestaciones del mal. 

            20. Sin embargo, nos os alegréis   de que  los espíritus   se os  sometan; alegraos  más bien  de que  vuestros  nombres  estén  escritos  en el cielo.  

            En su comentario  final   Jesús   despliega el horizonte  de la misión, abriéndola  a la   trascendencia.

 La alegría   de los discípulos   es legítima; pero   no por la   destrucción  del poder   satánico, sino  por la  actuación  de Dios, que ha escrito  en el libro   de la vida  los nombres   de esos  plenipotenciarios de Jesús. Sus nombres, su personalidad, obran   en poder  del Padre de la vida, consignados en su  registro; como  antaño, el pueblo  de su propiedad.

            El poder  sobre  los demonios   no garantiza  la participación  en la vida auténtica ; pero  estar inscrito  en el libro  de los elegidos   es fuente  segura  de “alegría” imperecedera.