XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

Vamos siguiendo a Jesús, que se dirige a Jerusalén, donde tiene que morir como Profeta. En este caminar- más teológico que geográfico- instruye a sus discípulos  y a la gente en general, que le acompaña.  

            Primera lectura: Ex 32, 7-11.13-14: El Señor   se arrepintió  de la amenaza  que había pronunciado. 

El libro  del Exodo nos cuenta  cómo el pueblo de Israel, al pie del Sinaí, cometió  el  grave pecado de la idolatría, con el becerro  de oro que se fabricaron   y en torno  al cual  cantaron  y bailaron, adorándole  como el “dios” que les había   liberado de Egipto.  

Entonces  se establece  un interesante  diálogo  entre Yahvé  y Moisés. Dios  manifiesta  su voluntad  de exterminar  al pueblo, a quien llama, dirigiéndose  a Moisés, “ tu pueblo”, el que tú  sacaste  de Egipto”,  y se  queja  que hayan  olvidado   tan pronto   sus obras  milagros  de liberación. A Moisés   le promete  que de él  hará  un nuevo   gran pueblo.  

Pero  Moisés  intercede  por el pueblo, a quien  llama, dirigiéndose  a Dios, tu  pueblo”, “el que sacaste  de Egipto” 

Apela  a la amistad  que Yahvé  tuvo  con los  patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob, y le  recuerda  las promesas  que les había  hecho y que ahora  se verán   frustradas si   extermina  al pueblo  

“Y el  Señor  se arrepintió de al amenaza”.  

Para poder comprender los  versículos, que la Liturgia usa, debemos  estudiarlos  en el contexto  de estos    tres capítulos 32-34 son de una  gran densidad  teológica, pero con cierta  confusión narrativa 

Esta  sección  tiene   un profundo  valor teológico: en el preciso  momento  en que el Señor  está sellando  su alianza  con Israel  en la cima  del Sinaí, el pueblo  lo  rechaza  en la falda  del monte. El pecado   es una apostasía  radical  que destroza  las relaciones  con Dios  y pone   en marcha  un proceso  de destrucción. Moisés  tiene  que  hacer frente  a la decepción  divina: intercede   por el pueblo  apóstata  y consigue  el perdón  y la renovación de una alianza  que apenas  existió. El   mediador   se agiganta;   por su   fidelidad   al Señor   y a los hermanos, la gloria   se  refleja  en su rostro.  

7. En aquellos   días  dijo el Señor a Moisés:- anda,  baja   del monte, que se ha pervertido  tu pueblo, el que  tú sacaste de Egipto.  

Dios informa  a Moisés, que está  en su presencia en el monte, de lo que  el pueblo  está haciendo: es una violación  del mandamiento capital. Dios   le  revela   el propósito  de destruirlo  y de crear  otro pueblo  que comience  con él, Moisés.

El  juicio   es claro  y terrible. El uso  de los posesivos en boca  de Dios  indica  el rechazo  del pueblo: como   éste   no le  reconoce  como salvador, el Señor de  desentiende  de los  suyos.  

8. Pronto  se han  desviado  del camino que yo  les había  señalado. Se han  hecho  un toro  de metal, se postran  ante él, le ofrecen  sacrificios   y proclaman: Este es  tu Dios, Israel, el que  te sacó de Egipto.

Es  un  agravante  que haya  cometido  el delito tan pronto.  

La forma  de culto  aquí  denunciada  consiste  en la   representación  de Dios  en el símbolo  de un toro; tiene  conexión  con el culto  cananeo de la  fertilidad y fue  adoptado  oficialmente   en el reino del  Norte  por su  primer  rey  Jeroboam (  1 Re 12, 26-30). En la  intención  del rey  y de su  pueblo  no es culto a un ídolo, sino  al Dios  que libró  de  servidumbre  en Egipto. Su representación  bajo  ese símbolo  no pareció  indigna  en un principio; pero sí  cuando  los guías  religiosos  percibieron   que por ese camino  el yahvismo  se  transformaba  en una   modalidad  del culto cananeo 

9. Y el Señor  añadió a Moisés- veo  que este  pueblo  es un pueblo   de dura  cerviz.

10. Por eso  déjame: mi ira  se va  a encender   contra  ellos   hasta consumirlos  Y de ti  haré  un  gran pueblo. 

Establecida   la culpa, se pronuncia   la sentencia: Dios  propone a Moisés un nuevo plan para el futuro. Anulará   la elección y aniquilará  al pueblo, pues  no hay  esperanza  de conversión  auténtica. La ira que arde  es castigo  definitivo,  arde hasta consumirse.   Pero  la historia  continuará  recomenzando  con Moisés la elección  de Abrahán: “de ti  sacaré un gran pueblo” (Gn  12, 2). El plan  se somete   a la aprobación  de Moisés: “déjame...” 

11. Entonces  Moisés suplicó  al Señor  su Dios:-  ¿ Por qué, Señor, se va a encender  tu ira  contra tu pueblo, que tú sacaste  de Egipto con  gran  poder  y mano  robusta?

En su  petición  no justifica  al pueblo, sabe  que el pecado  debe ser castigado; sin embargo, ofrece   al Señor  razones   para  perdonar. Apela   al sentido  de la  responsabilidad  divina y retuerce  sus  argumentos  cambiando  los posesivos: es su pueblo  porque   los salvó  de Egipto. Finalmente  invoca    la  fidelidad de Dios a su palabra. Moisés, además, no está  dispuesto a  formar  un nuevo  pueblo  a costa  de la destrucción  de éste. Dentro   del clima  de la plegaria , tiene   el sublime   atrevimiento   de pedirle  al Señor  que cambie  de actitud, que se convierta , como si  la decisión  divina  de condenar  fuera  pecaminosa  

13. Acuérdate  de tus siervos Abrahán, Isaac y Jacob, a quienes   juraste    por  ti mismo  diciendo: multiplicaré  vuestra descendencia como  las  estrellas  del cielo, y toda  esta tierra de que he  hablado  se la daré a  vuestra   descendencia para que  la posea por siempre.  

La liberación  no ha comenzado en Egipto, sino con la  salida  de Abrahán; no se  basa  sólo en la  alianza, sino en la promesa. Según  esa promesa,  Dios se ha  comprometido  a no romper  la historia, sino a continuarla  en la descendencia   de Abrahán 

La   mención  explícita  de los patriarcas atrae su figura  al presente contexto. Así  apreciamos  que la alianza  del Sinaí no se  basta. Siendo  bilateral, al ser  quebrantada  por una de las parte, se quiebra. Necesita   un punto  de apoyo  externo  y más  fundamental; es la promesa. La doctrina  que desarrollará Pablo se encuentra  aquí  en germen. La promesa   es unilateral   y se basa  en la misericordia  generosa de Dios 

14. Y el Señor  se  arrepintió  de la amenaza  que había  pronunciado  contra  su pueblo.

El amor   de Dios  a los suyos, el honor  de su nombre, el mérito  de los patriarcas, sumados  al cariño  que profesa  a Moisés, logran  el perdón. Y el Señor  se arrepintió  y vuelve  a llamar  su pueblo  al que  pensaba  aniquilar  

El salmo  responsorial  es el 50, aunque el estribillo no  forma parte del mismo: “Me pondré  en camino adonde  está mi padre”

Las palabras  del hijo pródigo arrepentido  acompañan  al texto del Miserere, reuniendo   dos  textos penitenciales clásicos. El  texto  del salmo  continúa  destacando  la obra de Dios  en la reconciliación  del pecador: es Dios  el que  se compadece, el que limpia, purifica, hace   renacer  un espíritu   firme  y  crea  un corazón  bien puro.  

Segunda lectura: 1 Tm   1, 12-17: Pablo  recuerda, agradecido, su vocación  

Durante   siete domingos   leeremos  fragmentos  de las  cartas  a Pablo a Timoteo, uno   de sus   discípulos  predilectos-“verdadero   hijo   en la fe”- a quien había    colocado   como responsable   de la comunidad  de Efeso.  

En el  pasaje   de hoy Pablo  muestra,  en una  especie  de confesión  general,  su gratitud a Cristo  Jesús por haberle  elegido  precisamente  a él, que había  sido “ un blasfemo, un perseguidor y un violento”, como pregonero  de la Buena  Noticia  de Jesús  al mundo.

El ministerio  recibido  de Cristo  es el fundamento  de la autoridad  frente a los  falsos   doctores.  

12. Doy  gracias  a Cristo Jesús, nuestro  Señor, que me hizo  capaz, se fió  de mí  y me confió  este ministerio.  

Pablo  da  gracias a Cristo  por haberle  llamado a predicar  el evangelio. Con  esta  vocación  recibió  también  las  gracias  que le   fortalecían, y desde  entonces  se ha sentido  bendecido  con nuevas   gracias: “...pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”  ( Rom   5, 20)  

13. Eso  que yo antes  era un  blasfemo, un perseguidor  y un violento. Pero  Dios  tuvo   compasión  de mí, porque  yo  no era  creyente y no  sabía  lo que hacía. 

El sentimiento  de  gratitud  aumenta  en Pablo  al recordar  que fue  un acérrimo  perseguidor  de la Iglesia  antes de su vocación. Sin embargo, cuando perseguía  a la Iglesia, aún  no había  creído  en Cristo. No sólo actuó  así  por ignorancia, sino que incluso  se sentía impulsado  por el celo  de Dios. 

14. Dios   derrochó  su  gracia  en mí, dándome  la fe  y el amor  cristiano. 

En Pablo  se han manifestado  las  virtudes  de la fe y el amor  como consecuencias de las  gracias  recibidas. Fe y amor  son las  virtudes  fundamentales  que caracterizan   al cristiano. A  veces  la fe  y el amor  se mencionan  solas; en otras  ocasiones  se añade la virtud  de la esperanza.  

15. Es segura  esta doctrina y debe  aceptarse  sin reservas: Cristo  vino al mundo  para salvar  a los pecadores, de los cuales yo  soy  el primero  

En  cuanto  a la fórmula:  es segura  esta doctrina,  característica   de las  cartas  pastorales, se utiliza  para poner  de relieve  la verdad  o seguridad de una afirmación. En este  caso  se  trata  de aplicar  a Jesucristo el título  de Salvador que en el saludo  se  reservaba  a Dios Padre.

Al utilizar  esta fórmula, Pablo  llamaría  simplemente   la  atención  sobre una  verdad  fundamental  que está  enunciando, pero es  más   verosímil  que  trate  de respaldar  con su autoridad   una cita  tomada  de algún himno  o profesión de fe bien conocidos   en la Iglesia  primitiva   

De los que  yo soy  el primero: Pablo  se  considera  el más  grande  de los pecadores. Es una  profunda  expresión   de humildad, muy  parecida   a Ef  3, 8: “soy  el último   de los santos  [cristianos]  

16. Y  por eso se compadeció  de mí: para que  en mí , el primero, mostrara  Cristo  toda  su paciencia, y pudiera  ser modelo de todos   los que   creerán  en él  y tendrán  vida eterna.  

Pablo  es “el primero” en ser liberado  por Cristo.  Pablo  siente la necesidad  de exponer cómo se ha comportado Cristo con él;  de esta experiencia  surge la gratitud, el querer ser coherente, el vivir para El; pero también le urge  como un deseo apostólico: que los demás  vean esto para que se animen. Es apóstol en el doble sentido: enseña con su vida y con su predicación.   

17. Al rey  de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor  y gloria  por los siglos  de los siglos. Amén.  

En las epístolas  paulinas son frecuentes  las doxologías. La doxología es la celebración gozosa de una experiencia viva, grata, interior, sublime, que no se puede contener ni explicar, sino hasta cierto punto enunciar: “Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único  Dios, honor  y gloria  por los siglos de los siglos. Amén”.

Pablo   cita   probablemente   todo el versículo  tomándolo  de un antiguo  himno  cristiano.

En esta  Carta, que leeremos  durante  tres semanas, Pablo explica  cómo ante Dios no cabe  el miedo, la  tristeza, la estrechez de corazón, sino la sinceridad coherente  de un cambio  de vida, de  desandar lo mal andado: “ ... Podéis  fiaros   y aceptar sin reversa lo que os digo: Que Jesús  vino al mundo  para salvar a los pecadores, y yo soy el primero...”. Se nos ensancha el corazón al escuchar estas palabras; ahora llegamos a comprender bien las parábolas del capítulo 15 de Lucas. La palabra última de Dios no es el castigo, sino el perdón. 

Evangelio: Lc 15, 1- 32: Habrá   alegría  en el cielo por un  solo  pecador  que se convierta.  

Hoy leemos todo el capítulo 15 de San Lucas. Esta parte ha sido llamada como “el corazón del tercer  Evangelio”. Se nos presentan tres parábolas: La oveja descarriada; la moneda perdida  y la del hijo pródigo. Esta parábola  es considerada como la obra maestra de todas las parábolas de Jesús; sólo se encuentra en el Evangelio de Lucas; algunos exégetas la designan como la del hijo perdido. 

Es un capítulo   largo   éste que Lucas  dedica a las   tres  parábolas  del perdón de Dios. Vale  la pena   leerlo   hoy  este capítulo  en si integridad. Aunque  la parábola  del hijo  pródigo la hayamos   leído  el IV  domingo de Cuaresma  de este mismo ciclo, no  resulta   superfluo  que volvamos  a proclamarlo.  

Los  versículos  1-2 nos presentan  la ocasión   de las  tres parábolas:  

1. Entre   tanto,   todos  los publicanos  y pecadores  se acercaban  a Jesús   para oírlo.

2. Los  fariseos   y los maestros   de la ley  murmuraban: éste   anda  con pecadores  y come  con ellos. 

Las parábolas   del perdón  defienden e iluminan   la  actitud  del Cristo   ( o de la  Iglesia)   que perdona   los pecados  de los hombres, rompe las  barreras  religiosas   y convoca  a los perdidos  a su reino. Los    representantes  de Israel  murmuran  y se oponen ; se  sienten   orgullosos   de su seguridad  moral, piensan  que la religión  les pertenece  y no soportan  que alguien  hable de un Dios  que es de los otros.  El de Dios  de Jesús está  rompiendo  su estructura  de seguridades humanas y la misma  visión  del misterio en que se  apoya  su piedad  y su esperanza. 

Ante Jesús caben actitudes diversas en lo referente al perdón”: En aquel tiempo, solían  acercarse  a Jesús  los publicanos  y los pecadores a escucharle”.  Postura, disposición buena, adecuada para obtener la salvación. Podemos incluir aquí al hijo menor de la parábola; él  siente la urgencia  vital de cambiar de proceder.

Y los fariseos  y los letrados  murmuraban  entre ellos: « Este acoge a los pecadores  y como con ellos»”. Este grupo no busca la verdad, su situación es errónea; también el hijo mayor se comporta de este modo”: El hijo  mayor... se indignó  y se negaba a entrar”. 

Los  versículos  4-10  presentan las parábolas  de la oveja  descarriada  y de  moneda  perdida.

Jesús les dijo  estas parábolas:  «Si uno  de vosotros  tiene  cien ovejas y se le pierde  una, ¿ no deja  las noventa  y nueve  en el campo  y va tras la descarriada, hasta  que la encuentra. « Y si una mujer  tiene diez monedas  y se le pierde una, ¿no enciende  una lámpara  y barre la casa... hasta que la encuentra?».  

Cualquier   pastor  que ha perdido  una oveja coloca  a las   en sitio  seguro y se  arriesga  buscarla  la que  falta. La mujer que ha  extraviado  una moneda  no se ocupa  de las otras; ilumina  su morada y limpia  todo hasta   encontrarla. En ambos   casos  suscita  el mismo gozo: la alegría   de encontrar  de nuevo  aquello  que estaba  ya perdido. Pues   bien, dice  Jesús, la  forma  de actuar  de Dios  es semejante. No le  basta  con los justos; no se  ocupa  simplemente  de los buenos. Dios  atiende  especialmente  a los que  viven  en peligro  (15, 3-10). Este  amor  justifica  la actitud  de Jesús  y de la iglesia  con respecto  a los  pequeños, los perdidos, pecadores  y extranjeros. 

No sería  acertada la interpretación siguiente o por lo menos no es ésta la intención: buscar la oveja  y la moneda por puro egoísmo; aquí se trata de amor, de aprecio. Sin la oveja  extraviada, sin la moneda perdida, no cabe la alegría, falta algo.

Para el Señor todos somos imprescindibles, necesarios. Dios nos ama, no por algún interés, sino por nosotros mismos.

            “¡Felicitadme!, ¡he encontrado la oveja extraviada!”  “¡Felicitadme, he encontrado la moneda que se había  perdido!”.  

Dios no es un ser malhumorado, anhela con pasión de Esposo y cariño de Padre a los seres queridos: somos obra de sus manos.  

Los  versículos  11-32 nos  presentan la parábola  del Hijo Pródigo: 

La parábola del hijo “perdido” tiene muchos parecidos con las anteriores; pero también bastantes peculiaridades. El hijo menor se pierde, porque quiere, se marcha de casa, sabiendo o intuyendo lo que le puede suceder. El recapacita y se da cuenta de que está fuera de su sitio, que no está bien donde ahora se encuentra: “...Recapacitando  entonces  se dijo: «Cuántos  jornaleros  de mi padre tienen  abundancia de pan, mientras  yo aquí me muero de hambre...»”. 

A él no se le busca, se le respeta, aunque su vuelta es muy deseada. El se pone en camino, quiere regresar a su casa, está arrepentido, de lo que ha hecho: “Padre, he pecado  contra el cielo  y contra ti;  ya no merezco  llamarme  hijo  tuyo”.   

Presentamos una síntesis  de la teología de la parábola  y después  anotaremos algunas peculiaridades de algunos versículos.

Sin recurrir  a una exégesis  alegorizante, es posible  encontrar  en la parábola  una enseñanza  bien precisa  sobre el pecado  y su naturaleza. 

 Es   bastante  claro    que la parábola  se propone  contrastar  dos conceptos  de pecado  y dos conceptos   de “justicia” 

 Sin  representar  en sentido  estricto  a los fariseos, el hijo  mayor  tiene  un concepto  de “justicia” muy similar al de aquéllos: fundado sobre  la idea de  retribución”; se  preocupa  sobre todo  de salvaguardar  el orden  externo, más que asegurar  la existencia  de relaciones  personales  entre el hombre  y Dios.

 Ciertamente el hermano  mayor  forma  parte  de la familia, pero  su espíritu   es más bien  el de un mercenario, no el de un hermano, ni el de un hijo.  Para él  el pecado  es la violación  de una estructura  exterior, la  desobediencia  a un precepto, es decir  una “trasgresión”, que se manifiesta   visiblemente. 

A este concepto típicamente hebreo  de “pecado”, compartido   por el hijo  mayor,  la parábola   opone    una ofensa a Dios: “Padre, he pecado  contrae el cielo  y contra ti” (vv. 18 y 21) 

El secreto   está en comprender  dónde  se encuentra  la ofensa. Quizá en el  haber  devorado la hacienda”,   como piensan    ciertos autores, lo mismo que el hijo  mayor ( v. 30) Más bien, según la parábola, el hijo  pródigo  ha ofendido  a su padre  al rechazar ser su hijo, es decir, recibir  todo de su  amor, pretendiendo   ser dueño  de sí mismo. Este pecado   lo expresa  el hijo  pródigo  al abandonar  la casa paterna  ( v. 13), según un  concepto   bíblico:  el pecador   se aleja  del Padre celestial; si se convierte  regresa a él

A través  de su pecado, o más bien a través  del perdón  de su padre modelado  sobre el pecado, el hijo arrepentido  descubre  el amor paterno, reencuentra – o experimenta  por primera vez-  los sentimientos del hijo. 

15. Entonces  fue  a servir  a casa  de un hombre  de aquel país, quien le mandó  a sus campos  a cuidar  cerdos.  

La vida   disoluta  del pródigo  se había  agravado  por el hecho  de que se había  ido a vivir  con los no hebreos, y a trabajar  para un   criador   de cerdos. Vigilarlos, cuidarlos era  una ocupación  “impura”; estar   dispuesto  a comer  su propia   comida indicaba  una forma  de degradación  imperdonable.  

El  contraste   es de lo más  hiriente: un joven  judío y, además, de buena  familia, obligado  a hacer  de porquerizo.

El cerdo  se consideraba  “impuro”  en el judaísmo. Este detalle  es un indicio   de la degradación  moral  a la que  se ve sometido  el muchacho. La actitud  rabínica  sobre semejante  actividad  puede   colegirse  de la siguiente  imprecación: “ Maldito  el criador   de cerdos , y maldito   el que instruye   a su hijo  en la sabiduría   griega. 

18.  Me pondré  en camino, volveré  a casa de mi padre  y le diré: Padre, he pecado  contra el cielo  y contra ti.

 

He pecado  contra el cielo   y ante ti. O también: “He ofendido  a Dios  y te he

Ofendido  a ti”. La mención   del “cielo”  sustituye   al nombre de Dios; en la ofensa

que ha hecho  a su padre, el hijo  reconoce  una dimensión  más profunda: la ofensa

al propio Dios. 

19. Ya no  merezco  llamarme  hijo tuyo; trátame   como a uno  de tus jornaleros 

       Una  vez otorgada  la donación, el hijo   no tenía   ningún derecho  legal  a la ayuda  de su padre. Pero, derechos  o no derechos, la conciencia   de la villanía  de su comportamiento  le afecta  psicológicamente, hasta el punto  de reconocer  que no merece la consideración  de  hijo de tal padre.  

24.       porque   este hijo mío  había muerto  y ha vuelto a la vida, se había  perdido  y lo hemos  encontrado”. Y se  pusieron  a celebrar  la fiesta.

 

       Estaba  muerto   y ha vuelto a la vida: Así   terminará   también la parábola   (v. 32). En  nuestro   pasaje-   tanto en el v.  24  como en el v.  32- la interpretación, igualmente   figurativa, de nekros  admite   dos posibilidades : “ dado  por muerto” , ya que había dejado de  pertenecer  al ámbito  de la familia, o “moralmente muerto”, por el  desenfrenado  tren de vida.

 

31. Pero el padre le respondió: “Hijo, tú estás  siempre conmigo, y todo lo mío   es tuyo,

       Tú siempre  estás conmigo: Expresión de bondad del padre; ni   un solo  reproche, ni  un  desmentido, ni un comentario sobre la   fidelidad  del hijo. Todo eso se supone en un hijo fiel.  

       32. Pero   tenemos que  alegrarnos y hacer fiesta, porque  este hermano  tuyo  estaba  muerto  y ha vuelto a la vida, estaba  perdido  y ha sido  encontrado.

Este hermano  tuyo: El Padre   corrige   las palabras  de su hijo  mayor en el (  v. 30 )

Las dos partes  de la parábola  se cierran con la misma  tonalidad, centrada   en el amor paterno. Las palabras  del padre  no pueden menos  de expresar, en cada  uno de los casos, el amor hacia sus dos hijos. De principio  al fin, en toda  la parábola, el verdadero   protagonista  es el padre 

El capítulo   15  del Evangelio según Lucas se cierra  con la proclamación  lapidaria de que por encima  de todo, incluso  del pecado más inconcebible, está  el amor  y la comprensión  del padre.