XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD
Con este domingo
empieza un breve ciclo de cuatro semanas en las que la lectura
evangélica de Lucas describe la última etapa del camino
hacia Jerusalén. En la tercera parte del camino de Jesús hacia la Ciudad
Santa continúa la instrucción sobre algunos aspectos
importantes de la vida cristiana: El evangelio de hoy,
Lc 17, ll-19 nos habla de los diez leprosos. Este tramo
del camino termina en Lc 19,28.
Lectura
Primera: 2
Reyes 5, 14-17: Curación de Naamán
Toda la historia
del pagano Naamán
es una filigrana sobre la pedagogía de Dios para con los
hombres: la obediencia de la fe, la mediación del profeta, la
aceptación de los medios que Dios propone aunque, humanamente, sea poca
cosa... El texto de hoy, no obstante, destaca la conclusión de
la historia: el reconocimiento del Señor como único Dios
por parte de un pagano.
5, 1-27: La intención
del episodio de Naamán es mostrar que el poder
del Señor alcanza a todos los hombres, incluidos los enemigos
de Israel, como en el caso del general sirio. Ante el signo
realizado en él, Naamán vuelve para dar gracias al
hombre de Dios y decide que en adelante sólo dará culto
al Señor. El gesto de llevarse tierra es un reconocimiento de
que éste es el gran don que Dios ha hecho a su pueblo.
Jesús recordará esta curación como una prueba del
destino universal del evangelio (Lc 17, 11-19).
La Liturgia
solamente hace uso de los vv. 14-17, que constituyen la segunda
parte de este relato. Creo que es conveniente hacer una síntesis de
los trece versículos primeros para poder entender mejor
estos últimos, que vamos a analizar con más detención.
La primera parte del relato (2 Re 5, 1-14) describe la curación de Naamán, poderoso y prestigioso general sirio.
El proceso curativo se pone en marcha por la sugerencia de una humilde esclava israelita (2 Re 5, 2-3). Desde ella, la iniciativa pasa a la mujer de Naamán, al propio interesado y al rey de Siria para terminar en rey de Israel (2 Re 5, 4-6).
En contraste con
el rey sirio, que se muestra solícito y servicial
para con su general ( 2 Re 5, 5) , el rey de Israel
aparece desconfiado y suspicaz, atribuyendo oscuras y
maquiavélicas intenciones a la carta de su colega
( 2 Re 5, 5,6-7)
La respuesta de Eliseo al desconcierto de su rey
ofrece una de las claves del relato: reconocer que hay un
profeta en Israel ( 2, 5, 6-7) será el primer paso hacia
la curación y la conversión, pues equivale a reconocer al Dios
que actúa y se revela por medio de su enviado.
La oportuna intervención de los sirvientes del general lleva el proceso curativo a su esperado desenlace ( 2 Re 5, 13-14): la obediencia a la palabra profética y el baño ritual producen la curación.
“Pero sus siervos le dijeron: Padre, si el profeta te hubiese mandado una cosa difícil, ¿no lo habrías hecho? Pues, ¿cuándo más habiéndote dicho: ‘Báñate y quedarás limpio?” (v. 13)
“14. Entonces
Naamán bajó al Jordán, se bañó siete veces,
como había dicho el hombre de Dios, y su carne quedó
limpia como la de un niño.
La segunda parte del relato (2 Re 5, 15-19a) nos ofrece la interpretación teológica del proceso curativo recién culminado. El general y su séquito vuelven al profeta para agradecerle la curación.
El regalo de Naamán , que Eliseo rechaza ( 2 Re 5, 15b-16), va precedido y seguido de dos confesiones de fe por parte del extranjero ( 2 Re 5, 15a- 17b).
La conversión del general era el último objetivo y el
verdadero milagro del relato. La petición de una
carga de tierra israelita (2 Re 5, 17) confirma la
sinceridad de su conversión.
15. Acto seguido, regresó con toda su
comitiva adonde estaba el hombre de Dios, y, de pie ante
él, dijo: Reconozco que no hay otro Dios en toda la tierra,
fuera del Dios de Israel. Dígnate acepta un regalo
de tu siervo.
Naamán
ha pasado de una enfurecida incomprensión a una comprensión
profunda.
16. Eliseo le
dijo: ¡Vive el Señor, a quien sirvo, que no tomaré nada! Y por
más que insistió en que aceptara algo, lo rehuyó.
La aceptación del
regalo hubiera significado que la curación había sido obra del
poder del profeta.
17.
Naamán le dijo: de
acuerdo, pero permite que me den la tierra que
pueden cargar un par de mulas. Porque tu siervo
no ofrecerá ya holocaustos y sacrificios a otros dioses fuera
del Señor.
Naamán reconoce a Yahvé como Señor de toda la tierra, pero admite que lo es en especial de Israel. Por consiguiente, quiere llevarse tierra de Israel para edificar sobre ella un altar en el que piensa dar culto al verdadero Dios cuando regrese a su ciudad de Damasco.
Naamán expresa
la antigua concepción que relacionaba y limitaba el
poder de una divinidad a un determinado territorio:
“¿Cómo podríamos cantar un canto de
Yahveh en una tierra
extraña?” ( Sal 137, 4) ; en esta
perspectiva, si Naamán
quería dar culto a Yahvé
en Damasco, entonces tenía que llevarse consigo algo que
perteneciera a Yahvé.
El estribillo del salmo responsorial muy adecuado: “El Señor revela a las naciones su justicia”
El universalismo de la salvación, que San Pablo proclamará con
tanta vehemencia y que san Lucas acentúa en el ministerio y el
misterio de Jesús, es el objeto del salmo de alabanza: “
Los confines de la tierra han
contemplado ...” Este salmo 97 es un salmo
que cantamos con frecuencia en el tiempo de Navidad. Y con
razón. Porque la encarnación del Hijo de Dios y su nacimiento
como hombre entre los hombres, es lo que ha permitido a todos los
pueblos contemplar “la victoria
de nuestro Dios”
Segunda lectura: 2 Timoteo: 2, 8-13:
Sufrimientos
del apóstol
cristiano
Las exhortaciones del apóstol se hacen a partir de una profunda convicción: la comunión de vida entre Cristo y sus fieles. La vida cristiana es una vida entre Cristo y sus fieles. Por eso, la vida cristiana es una vida “pascual”: morir para vivir... con Cristo.
Analizamos estos versículos que la Liturgia de la Palabra nos propone.
El versículo
8 es muy importante y es como una
preparación para comprender los vv. 11-12.
8. Acuérdate de
Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de
David, según el evangelio que yo anuncio,
Ser cristiano
es fundamentalmente creer en Jesucristo, aquel hombre
histórico y determinado, conocido por todos, pero que sigue
estando misteriosamente presente en la comunidad
después de su resurrección
La formulación probablemente deriva de Rom 1, 3-4: “Acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos, Jesucristo Señor nuestro,”
El objeto del imperativo es claramente el contenido de su profesión de fe. Vienen nombradas la resurrección de Jesús y su descendencia de la estirpe de David
Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos:
Con el “recuerdo” de la resurrección de Jesucristo - como parte constitutiva del evangelio de Pablo y como una afirmación central de fe de la comunidad situada en la tradición paulina- el autor crea una especie de contrapunto al dogma herético, que cita en 2, 18: “se han desviado de la verdad al afirmar que la resurrección ya ha sucedido; y pervierten la fe de algunos”, según la cual la resurrección ya había sucedido.
Además de esta
consideración; debemos decir que la Resurrección es el centro de nuestra
fe; si Cristo no ha resucitado, nuestra fe no tiene sentido.
Acuérdate: supone un imperativo cristológico y también litúrgico: Haz memoria. También un imperativo moral: vivir como Cristo. Quizá no se hace hincapié en el aspecto litúrgico, cuando realmente tiene una importancia capital; el responsable de una comunidad debe ser catequista, predicador de las verdades de la fe; pero también celebrante de esas verdades.
El aspecto moral es una
derivación del aspecto cristológico y litúrgico. Nuestra vida queda
marcada y orientada y sellada por esta doble dimensión.
Nacido del linaje de David: Al afirmar tan explícitamente el origen davídico de Jesús tal vez se pretenda rechazar cierto “docetismo” incipiente, es decir, la doctrina según la cual Jesús sólo sería hombre en apariencia, pero no en realidad.
También con la referencia a la descendencia davídica de Jesús, ésta indicada en segundo lugar, se quiere acentuar la identidad de Resucitado con la figura histórica de Jesús y su carácter real.
Según
el evangelio que yo anuncio:
Pablo tiene una convicción, que nadie se la puede quitar: la
importancia de su doctrina, que es evangélica, en la línea de los
otros Evangelios. Esta idea la repetirá varias veces en
la Carta a los Romanos: “En el día en que
Dios juzgará las acciones secretas de los hombres, según mi Evangelio, por
Cristo Jesús” (Rom
2, 16)
Los vv. 9-10 presentan a Pablo como ejemplo de fe en Cristo, como modelo a imitar. En Pablo se unen de una forma especial la condición del predicador y del creyente.
9. Por el cual
sufro hasta verme encadenado como malhechor; pero la
palabra de Dios no está encadenada.
Por esta
presencia de Cristo, Pablo, encarcelado y olvidado,
soporta las cadenas, seguro de que la palabra de Dios no
quedará aprisionada y ahogada en las mazmorras que él padece
Pero la palabra
de Dios no está encadenada: La Palabra de
Dios es Verdad y la verdad padece; pero no perece; tiene una
fuerza que rompe todas las imposiciones, que le vengan de
fuera; además hay otros predicadores que la seguirán
predicando. Pablo ha podido seguir difundiendo
la Palabra de Dios a pesar de hallarse en prisión.
10. Por eso todo
lo soporto por amor a los elegidos, para que ellos
también alcancen la salvación de Jesucristo y la gloria
eterna.
Sus sufrimientos
son valiosos para todos los elegidos que han sido
llamados al cristianismo, tanto los que ya son cristianos
como los que aún no están convertidos. “Ahora
me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne
lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la
Iglesia” (Col 1, 24)
11. Es doctrina
segura: Si con él morimos, viviremos con él;
12. Si con él sufrimos,
reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará;
13. Si somos
infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a
sí mismo.
Tomado
probablemente de un himno litúrgico que resuena todavía
hoy en nuestras celebraciones litúrgicas, corrobora y clarifica las
afirmaciones precedentes: la comunión con la muerte de Cristo
conduce a la vida eterna, y la participación
en los sufrimientos de Cristo nos hará participar
también del reino del Padre con él. Pero si le negamos,
ha declarado que también él nos negará a nosotros. Si sin
negarle fallamos, por grande que sea nuestra infidelidad,
él permanece fiel a sus promesas de salvación universal
y espera siempre nuestra conversión.
Es doctrina
segura: Expresión que se repite en las
pastorales. En griego “seguro” significa “digno de crédito”. Aquí Pablo
quiere respaldar con su autoridad una cita tomada de
algún himno o profesión de bien conocidos en la Iglesia
primitiva. Es como si nos dijera: dad crédito a esto que se dice en el himno,
pues es verdadero y digno de toda aceptación.
Si con él
morimos, viviremos con él: Cuando
Pablo habla de morir y resucitar con Cristo,
piensa no sólo en la muerte y resurrección místicas del
bautismo, sino también en el desarrollo de esta
experiencia en la vida cristiana, insistiendo
especialmente en los sufrimientos físicos y en los
riesgos del apostolado: “Cada día estoy
a la muerte ¡sí hermanos! gloria mía en Cristo Jesús Señor nuestro, que cada día
estoy en peligro de muerte.” (1 Cor 15, 31)
La etapa
final de esta asimilación a Cristo tendrá en la
parusía: “Porque habéis muerto, y vuestra vida está
oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces
también vosotros apareceréis gloriosos con él.”
(Col 3, 3-4)
Si lo
negamos, también él nos negará:
Semejante negación significaría una infidelidad,
por ejemplo, en tiempo de pruebas o sufrimientos .
El nos negará: La
negativa de Cristo podría significar que no
reconocerá a un individuo en el día del juicio como uno
de sus seguidores: “ Pero a quien me
niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los
cielos” ( Mt 10, 33)
13. Si somos
infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse
a sí mismo.
Al final se rompe
la simetría por la parte fuerte, por la bondad y
misericordia de Dios: “¿Cómo voy a
dejarte, Efraím, cómo entregarte, Israel? ¿Voy a dejarte como a
Admá, y hacerte semejante a
Seboyim? Mi corazón está en mí trastornado, y
a la vez se estremecen mis entrañas. No daré curso al ardor de mi cólera,
no volveré a destruir a Efraím, porque soy Dios, no hombre; en
medio de ti yo soy el Santo, y no vendré con ira”
(Oseas, 11, 8-9) Su don y su oferta
son irrevocables.
Evangelio:
Lucas
17, 11-19: El samaritano
agradecido
Al evangelio de hoy
podemos llamarlo del “Samaritano agradecido”.
Solamente San Lucas cuenta este hecho. La finalidad de esta narración es
múltiple: el contrastar el agradecimiento, que viene del samaritano curado, y la
indiferencia o ingratitud de los otros nueve curados, que no son samaritanos,
sino judíos, de la Casa de Israel. La escena de los diez leprosos, y de un
modo especial el regreso del leproso samaritano para adorar a Jesucristo,
acentúa dos de los temas básicos de Lucas. En primer
lugar, el tema de la universalidad de la
salvación y en segundo lugar cómo el samaritano
es imagen del “extranjero” que entra en la salvación de Jesucristo
y realiza y cumple las exigencias de la Buena Nueva. Para el Samaritano lo
decisivo, lo importante, no es el hecho de quedar curado, sino el
“ver”, el darse cuenta
de que la curación es un hecho que supone una “salvación”,
que abarca Alma y Cuerpo.
12. Le salieron
al encuentro diez leprosos, cuando iba a entrar
en una aldea, pero se pararon a lo lejos
La lepra era considerada un signo del propio pecado y, por tanto, del alejamiento de Dios. Los leprosos debían vivir fuera de los lugares habituales. (Lv 13, 54-56). Jesús rompe las lejanías, las distancias, provocadas por el pecado, la lepra y la extranjería. El samaritano acumula estas dos maldiciones: es un extraño y además un leproso.
La actitud de Jesús con
estos diez leprosos es una muestra más de su solicitud especial por
los necesitados y por los rechazados. Dios es Padre de todos los hombres.
Diez leprosos:
El número “diez” no debe interpretarse en sentido estricto;
probablemente no es más que un número redondo. “Junto
a la entrada de la ciudad había cuatro hombres leprosos”
(2 Re 7, 3)
Se pararon a lo lejos: El detalle es
más bien genérico, pero se basa en la prescripción legal
de Nm 5, 2-3; Lv
13, 46.
13. Entonces
le dijeron a gritos: ¡Jesús, Maestro,
ten compasión de nosotros!
14. Al verlos, les
dijo: id, presentaos a los sacerdotes. Y mientras se
marchaban, quedaron limpios.
Jesús despide a los leprosos sin haberlos curado ni prestado ayuda. Lo único que hace es una alusión a un determinado artículo de la ley, concretamente Lv 13, 39.
Y mientras se marchaban, quedaron limpios:
La curación de los leprosos no es instantánea, pero el desarrollo narrativo supone en ellos una confianza en Jesús y una disponibilidad para seguir sus instrucciones. Como fruto de esa disponibilidad sobreviene la curación, y precisamente a distancia.
La curación significaba para los leprosos la posibilidad
de su reinserción social como ciudadanos normales de
Palestina.
15. Uno de ellos,
al ver que estaba curado, se volvió alabando a Dios a
voces.
Al ver que estaba curado: el “ver” no es puramente una reacción sensorial, sino el despertar de la fe, una apertura de los ojos hacia la trascendencia, a la acción salvífica de Dios.
Solo el samaritano ve y comprende totalmente lo que ha
ocurrido en realidad. Su visión le permite comprender no
sólo que ha sido curado, sino que ha encontrado la
salvación de Dios.
16. Se echó a
los pies de Jesús y le dio las gracias; era un samaritano.
Se echó a los pies de Jesús:
El acto simbólico de postración
indica un reconocimiento de la categoría del personaje ;
en este caso, de Jesús.
Alabando a Dios:
Favorita respuesta lucana a la manifestación del
poder y misericordia de Dios. Tanto aquí como en el v.
18, la cristología está en primer plano: el
leproso samaritano alaba a Dios por lo que Jesús,
agente de Dios, ha realizado.
Le dio las gracias: Solo en este pasaje, en todo el Nuevo Testamento, la “acción de gracias” se dirige a Jesús; normalmente, el destinatario de la acción de gracias es simplemente Dios, o el Padre.
Era un samaritano: el buen samaritano tiene compasión de aquel hombre
apaleado (Lc 10, 30-37); así también
éste lo es por su actitud de agradecimiento
17. Ante eso, Jesús
preguntó: ¿no eran diez los que han quedado limpios? ¿Dónde
están los otros nueve?
18. ¿Puede ser que no haya habido quien vuelva a dar gloria a Dios excepto este extranjero?
19. Así que le
dijo: Levántate y vete; tu fe te ha traído la salvación.
Tu fe te ha salvado: suena el mensaje soteriológico de Lucas. Jesús es el que salva de la enfermedad e integra en la comunidad humana. En él encuentran los discípulos la realización de la plenitud humana.
Para entender el valor de este signo tenemos que fijarnos
en cuatro de las escenas: súplica, milagro, agradecimiento y
salvación.
a) El punto
de partida está en la súplica. Por sí mismos, los enfermos sólo
pueden gritar pidiendo auxilio: ¡Jesús, maestro, ten compasión
de nosotros! (17, 13)
b) Sigue después el milagro. Jesús les manda al sacerdote para que testifique oficialmente su curación y puedan volver a formar parte del pueblo de Israel y su esperanza. El milagro externo se produce en el camino y precisamente desde entonces los destinos de los hombres que han sido curados empiezan a volverse diferentes. Nueve de ellos, los judíos, aceptan naturalmente el prodigio y siguen su camino al sacerdote, dispuestos a integrarse en la vida humana y religiosa de Israel, su pueblo. En el fondo, la curación no les aporta nada nuevo, porque vuelven a ser lo que antes fueron ( israelitas) .
c) Pero hay uno
que vuelve a Jesucristo y le agradece el don que
ha recibido. Es un samaritano. No tiene donde ir porque
su vieja comunidad de salvación ya no le ofrece
garantías. Ha encontrado en Jesús algo distinto, decididamente
salvador, y ha retornado por eso a darle gracias y
ponerse a su servicio.
d) Esto nos lleva al plano de la salvación total. El hecho del milagro externo implicaba una cierta salvación; sin embargo, la plenitud definitiva exige una respuesta abierta, agradecida y transformante. Los nueve judíos recibieron la curación externa, pero internamente siguen fijados a los viejos ideales. El sama tirano, en cambio, se introduce voluntariamente en el campo del don de Dios que Cristo le ha ofrecido , por eso la verdad del milagro se realiza de una forma plena y total en su persona ; vete : tu fe te ha salvado. Lo que había empezado siendo curación física se ha convertido en una “salvación” definitiva.