Solemnidad. Jesucristo, Rey del Universo
XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD
El Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario es el último domingo del Año Litúrgico; ya el próximo domingo es tiempo de Adviento. En este domingo último celebramos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Anteriormente esta solemnidad se celebraba en el último domingo de octubre, inmediatamente anterior a la solemnidad de Todos los Santos.
A la hora de establecer el nuevo calendario de las celebraciones litúrgicas, se creyó oportuno hacer el traslado al domingo último del Año Litúrgico. Probablemente, con gran acierto. El poner esta solemnidad en el último domingo del año litúrgico, la coloca en el sentido escatológico que le es propio a este domingo
Fue el día 11 de diciembre de 1925, en los últimos momentos del Año
Santo, cuando por su Encíclica Quas primas
el Romano Pontífice Pío XI promulgó la institución de la nueva festividad
litúrgica de Cristo Rey.
“Por tanto, con nuestra autoridad
apostólica, instituimos la fiesta de nuestro Señor Jesucristo Rey, y decretamos
que se celebre en todas las partes de la tierra el último domingo de octubre,
esto es, el domingo que inmediatamente antecede a la festividad de Todos los
Santos. (n. 30)
¿Por qué el papa Pío XI
estableció esta nueva fiesta?
Para el papa los grandes y varios males, que afectan al
mundo, tienen su raíz en “porque la
mayoría de los hombres se habían alejado de Jesucristo y de su ley santísima,
así en su vida y costumbres como en la familia y en la gobernación del Estado,
sino también
que nunca resplandecería una esperanza cierta de paz
verdadera entre los pueblos mientras los individuos
y las naciones negasen y rechazasen el imperio de
nuestro Salvador” ( Introducción a la
Encíclica)
El papa cree que “no hay medio más eficaz para restablecer y vigorizar la paz que procurar la restauración del reinado de Jesucristo “ ( Ibid. 1). Todos estamos de acuerdo en esto. Cuando el hombre se aparta de Dios, de su señorío, se descentra, pierde el sentido de su propio existir, se encuentra como desencajado.
En la institución de la fiesta también
influyó el 1600 aniversario del Concilio I de
Nicea, en el cual se proclamó la igualdad de naturaleza
entre Cristo y el Padre, base del reconocimiento
de su realeza. “Asimismo, al cumplirse en el Año
Jubilar el XVI Centenario del concilio de Nicea, con tanto mayor gusto mandamos
celebrar esta fiesta, y la celebramos Nos mismo en la Basílica Vaticana, cuanto
que aquel sagrado concilio definió y proclamó como dogma de fe católica la
consustancialidad del Hijo Unigénito con el Padre, además de que, al incluir las
palabras cuyo reino no tendrá fin en su Símbolo o fórmula de fe, promulgaba la
real dignidad de Jesucristo” (Ibid. 5)
“Habiendo, pues concurrido en este
Año Santo tan oportunas circunstancias para
realzar el reinado de Jesucristo [...], atendiendo a las súplicas
elevadas a Nos, individualmente y en común , por muchos
cardenales, obispos y fieles, ponemos fin a este Año jubilar
introduciendo en la sagrada liturgia una
festividad especialmente dedicada a Nuestro
Señor Jesucristo Rey” ( Ibid.)
Las motivaciones no han sido ahondar en el Misterio, sino hacer que este Misterio tenga una repercusión soteriológica y efectiva en el Pueblo de Dios.
El pontífice declara que esta festividad quiere afirmar la soberana autoridad de Cristo sobre los hombres e instituciones delante del progreso del laicismo en la sociedad moderna.
La oración colecta se expresaba en estos términos: “ Omnipotente y sempiterno Dios, que has querido reunirlo todo en tu amado Hijo, Rey del universo; concédenos propicio que todos los pueblos , disgregados por la herida del pecado, se sometan a su suavísimo imperio.” (Colecta, formulario 1925)
La Encíclica después de haber expuesto el significado de la Realeza de Cristo y del carácter de la misma, afirma algo muy importante, que indica una de las finalidades de esta Nueva Fiesta: “Ahora bien: para que estos inapreciables provechos se recojan más abundantes y vivan estables en la sociedad cristiana, necesario es que se propague lo más posible el conocimiento de la regia dignidad de nuestro Salvador, para lo cual nada será más eficaz que instituir la festividad propia y peculiar de Cristo Rey” ( Ibid. 20)
El Papa defiende la necesidad y oportunidad de esta Nueva Fiesta de Cristo Rey: “Y si ahora mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los católicos del mundo, con ello proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un remedio eficacísimo a la peste que hoy inficiona a la humana sociedad” (Ibid.23)
Realmente es necesario tener presente la situación sociológica, en la cual se mueve Pío XI para comprender los tonos de esta Encíclica; a nosotros, libres de aquella situación, nos puede resultar un tanto extraño el énfasis de la misma.
Hemos visto que la finalidad de esta Nueva Fiesta no es netamente teológica, sino moral, soteriológica, cómo hacer que llegue esta Realeza al pueblo de Dios. De esta finalidad tan clara y diáfana ha surgido un cierto recelo de los liturgistas, pues no ven la necesidad de esta Fiesta.
Vamos ahora a analizar en primer lugar la Eucología de la Misa Actual y después presentaremos el significado de la Liturgia de la Palabra, especialmente la segunda Lectura.
Acerca de la Eucología podemos señalar lo siguiente: El Prefacio es el mismo del misal anterior.
Invitamos a aquellos que deseen conocer el significado de la Realeza de Cristo, expresada en esta Fiesta, que mediten despacio todo el Prefacio de este día.
En la Eucología menor del Misal del año 1970, la novedad más importante es el retoque de la Colecta. “Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo amado, Rey del Universo...”
La Oración del año 1925 decía reunir (quizá algo externo, exterior, no tan profundo); aquí, en la Oración del año 1970 se habla de fundar (algo más profundo, con más densidad y perennidad).
... haz que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu Majestad y te glorifique sin fin”
La Oración del año 1925 habla de todos los pueblos; en la actual se amplía la visión y el concepto: toda la creación (aspecto muy luminoso y de consecuencias más amplias).
En la Oración del año 1925 se habla de un pueblo disgregado, desintegrado (debe volver a la unidad); en la Oración actual se detecta algo más profundo, más radical: liberada (la creación) de la esclavitud del pecado.
Al liturgista le complace más esta afirmación que la anterior (aunque también sea verdadera).
El meollo de la petición en ambas oraciones es muy diverso y aquí se fundamenta la nueva aportación de la Eucología Menor del misal del año 1970: Aquí se habla de servicio y de glorificación, de alabanza ( Una nota desarrollada en toda celebración litúrgica); en la anterior Oración se habla de sometimiento a su suavísimo imperio. Esta petición sintetiza muy bien los motivos y la finalidad de la Fiesta de Cristo Rey, deseada y establecida por el Papa Pío XI.
Creo que es suficiente este análisis de la Oración Colecta
para darnos cuenta de cómo la Eucología Actual, sin ser totalmente
extraña a la anterior, la completa, le da una nueva impronta.
Primera lectura: del segundo Libro de Samuel, 5, 1-3. Ungieron a David como rey de Israel.
Acertada la elección de esta perícopa como primera lectura de la Solemnidad de Cristo Rey.
El texto explica el hecho de la unción de David como rey de Israel, después de haberlo sido sólo de Judá. Es la unción real, plena y universal, sobre todo el pueblo de Dios. Así se convierte en una imagen del que tenía que ser “hijo de David según la carne”, ungido por el Espíritu Santo como rey del todo el universo, más allá del tiempo: Jesús, el Señor.
El pacto entre las tribus de Israel y David y la subsiguiente unción como rey es, por lo tanto, la meta final de un largo camino. En 2 Sm 2, 1-4 David había sido ungido rey por la tribu de Judá. Aquí, en 2 Sm 5, 1-5 es ungido y reconocido rey por las tribus de Israel.
David ha logrado
que, bajo su mando, se unan las tribus del
norte y del sur. Al igual que Saúl, es
caudillo, jefe y rey.
Su misión
más que regir y gobernar, consiste en
apacentar. Según el salmo 78,
Dios escogió a David, su siervo, lo sacó de los apriscos del
rebaño; de andar tras las ovejas, lo llevó a pastorear a
su pueblo ( Sal 78, 70-71). Recuérdese que también el Mesías
aparece en algunos pasajes revestido de
rasgos pastoriles: “Serán vecinos el
lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el
cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá.”
(Is 11, 6).
1. En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David y le dijeron: Hueso y carne tuya somos;
Las tribus de Israel (Norte) manifiestan su conciencia de ser “huesos y carne” de David. De la misma sangre y pueblo, hijos todos de Jacob, llamado Israel; y nosotros te respetamos con la misma sumisión y obediencia que los de la tribu de Judá.
2. ya hace
tiempo, cuando todavía Saúl era nuestro rey, eras
tú quien dirigías las entradas y salidas de
Israel. Además el Señor te ha prometido: Tú serás el pastor
de mi pueblo, Israel, tú serás el jefe de Israel.
Eras tú quien
dirigías las entradas y salidas de Israel.
Conduciéndole a las batallas y combates, y trayéndole
victorioso.
Tú serás el
pastor de mi pueblo, Israel, tú serás el jefe de Israel.
Tú pastorearás.
Esta es una frase de que usaban a cada paso los
antiguos, llamando el rey pastor de los pueblos.
3. Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.
Los ancianos
de Israel son los Senadores del gran
Sanedrín. El rey por su parte les juró que
gobernaría al pueblo, conforme en todo a lo que el Señor tenía
ordenado: “Si cuando llegues a la tierra que
Yahveh tu Dios te da, la tomes en posesión y habites en ella, dices: «Querría
poner un rey sobre mí como todas las naciones de alrededor». Deberás poner
sobre ti un rey elegido por Yahveh, y a uno de entre tus hermanos pondrás sobre
ti como rey; no podrás darte por rey a un extranjero que no sea hermano tuyo.”
(Dt 17, 14-15). Y los ancianos por la suya en nombre de
todo el pueblo le prometieron y juraron fidelidad y
obediencia.
Acertado el salmo y el
estribillo: “Qué alegría cuando me dijeron:
vamos a la casa del Señor”
Jerusalén es la ciudad de David... Y, principalmente, es la ciudad donde, sobre todas las cosas, domina la presencia del Señor.
Presentamos el mensaje de la Segunda
Lectura: Colosenses, 1, 15-20
Este pasaje es ( algunos autores incluyen también Col 1, 13-14) un magnífico himno cristológico, en el que suelen distinguirse dos estrofas paralelas: en la primera ( Col 1 15-17) se describe a Cristo como mediador de la creación ; en la segunda ( Col 1 18-20), como mediador de la nueva creación, es decir, de la redención.
La intención fundamental del himno parece ser la de presentar la figura de Cristo en cuanto creador y redentor.
La redención es posible y es verdadera porque el creador y el redentor son uno mismo, a saber, Jesucristo, que constituye el centro teológico y literario del himno. Al respecto se subraya: su preexistencia, su misteriosa pero real participación en la primera creación; su triunfo sobre la muerte, su papel en la reconciliación del universo.
Es sorprendente
la estrecha relación que se observa entre la
doctrina de este himno cristológico de Colosenses
y el prólogo del cuarto evangelio: los términos
“palabra” e “imagen” son casi intercambiables y ambos
tienen un valor semejante al de sabiduría
en el Antiguo Testamento.
Primera estrofa:
(vv. 5-17)
15. Cristo es la
imagen del Dios invisible, el primogénito de toda
criatura
El punto de partida para la explicación del término “imagen” no hay que buscarlo en la esencia de una verdadera imagen, sino en las fuentes bíblicas: “Es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad” (Sab 7, 26).
El hombre es imagen de Dios en el orden natural por su naturaleza racional ( Gn 1, 26) y en el sobrenatural por la gracia santificante ( 1 Pe 1, 4).
Cristo es una imagen en todo igual al Padre, en el ser y en el obrar, porque en él reside la plenitud de la divinidad.
Dios, que por naturaleza es espiritual y trascendente, se nos hace visible en Cristo que a través de su humanidad nos refleja las perfecciones divinas del Padre.
Las misteriosas
declaraciones del mismo Cristo nos dejan vislumbrar
el profundo significado de la afirmación paulina.
En Jn 14, 9 se dice: El que me
ve a mí ve al Padre”
Y en Mt 11, 27: “Nadie conoce
al Hijo sino el Padre, y al Padre no lo conoce más que el
Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera
revelar”
Cristo es imagen de Dios por su participación activa en la obra de la creación, en la línea de los escritos sapienciales: “Antes de los siglos, desde el principio, me creó, y por los siglos subsistiré.” (Eclo 24, 9)
Un Dios que no
tenga el rostro de Cristo no es realmente
Dios. No es posible , por tanto, conocer a Dios en sí y
para sí , sino sólo en tanto que “se hace
imagen”, es decir, en su acción, que apunta al Hijo y
a través del Hijo al mundo.
El primogénito de toda criatura:
El vocablo
primogénito ya
en el Antiguo Testamento indica, sobre todo , rango y
primacía, más que orden cronológico; lo mismo sucede aquí
“Y yo haré de él el
primogénito, el Altísimo entre los reyes de la tierra”
(Sal 89. 28). Primogénito indica aquí una posición
de supremacía, autoridad y poder sobre toda la creación.
16. En él
fueron creadas todas las cosas, las del cielo y las de la tierra,
las visibles y las invisibles: tronos, dominaciones, principados,
potestades, todo lo ha creado Dios por él y
para él.
En El: Todas las cosas han sido creadas en él como en su principio y tienen en él su centro de unidad, cohesión y armonía.
Por El: significa que todas las cosas tienen en él su causa eficiente, como la tienen en el Padre, y por lo mismo da la vida a los que quiere.
La expresión
podría expresar también la mediación de Cristo en
cuanto que todo lo que él comunica lo ha recibido
del Padre, principio frontal de todas las cosas.
Para El: En otros pasajes se aplica al Padre ( 1 Cor 8, 6; 15, 28), se refiere aquí al Verbo Encarnado, a Cristo, con miras al cual, como término y finalidad , fueron creadas todas las cosas.
Al mencionar expresamente entre las realidades creadas los tronos, dominaciones, principados y potestades quiere expresar la totalidad de los seres, no solo los que podemos contemplar con nuestros ojos, sino también las jerarquías angélicas que se suponen dominadoras del mundo.
En la falsa doctrina de Colosas, dichas realidades tal vez fueran consideradas rivales de Cristo o seres que proporcionaban un poder complementario al de Cristo. Este es el único lugar del NT donde “tronos” es una categoría de seres angélicos; los otros términos sí aparecen.
17. Cristo existe
antes que todas las cosas y todas tienen en él su
consistencia.
Cristo existe antes que todas las cosas: Se afirma la dignidad; pero sobre todo la preexistencia. “Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, yo soy” (Jn 8, 58)
Todas tienen en él sus consistencia: Esta expresión puede estar tomada de los estoicos que la aplicaban al “Logos”, del que hacían el alma del mundo ya que conservaba el universo y unía entre sí las diversas partes del mismo.
Pablo toma de los estoicos su lenguaje, convertido ya en lenguaje de la calle, para expresar que Cristo es el principio de conservación de las cosas y su centro de unión.
No debemos olvidar la alusión a la Sabiduría como poder de unión en el universo: “Porque el espíritu del Señor llena la tierra y él, que todo lo mantiene unido, tiene conocimiento de toda palabra” (Sab 1, 7)
2 Estrofa: vv. 18-20
Mientras que la primera estrofa ponía de manifiesto la supremacía de Cristo sobre la creación , la segunda la va a poner ahora de manifiesto en el orden de la redención.
18. Y él es la
cabeza del cuerpo, de la Iglesia. El es el principio, el
primogénito de entre los muertos, para que sea primero
en todo;
Y él es la cabeza del cuerpo, de la Iglesia: En las cartas de la primera época paulina se utiliza la imagen con sentido de primacía: “Sin embargo, quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo; [...] y la cabeza de Cristo es Dios.” ( 1Cor 11, 3). En Colosenses y Efesios adquiere un ulterior significado: Cristo es la cabeza que comunica la vida a los miembros del cuerpo y que los une en un conjunto vital y armónico.
El es el principio , el primogénito de entre los muertos: A la afirmación de que Cristo es el principio de todo por su condición divina, se añade que Cristo se nos ha manifestado en la pascua como el primogénito de entre los muertos ; no se trata de dos afirmaciones independientes, sino que las dos se refieren a la resurrección.
Ap 1, 5 llama a Cristo “el primogénito de los muertos”
Como Cristo en cuanto “imagen de Dios” es el “primogénito de toda creación”, ya que todo se creó en él, por él y con vistas a él, también es el primogénito de entre los muertos, porque en él, por él y con vistas a él debe producirse la nueva creación de una vida partiendo de la muerte.
Cristo es no
sólo por su “ser”, sino por el acontecimiento “pascual”: la
fuente perenne de la gracia y de la gloria. Cristo
es principio y primogénito de entre los muertos no sólo
en cuanto que fue el primero que resucitó, sino en cuanto
que en la resurrección de Cristo está ya incluida
la nuestra, que tendrá lugar al final de los tiempos.
19. Dios, en efecto,
tuvo a bien hacer habitar en él la plenitud
Con la frase habita en él la plenitud, el autor quiere subrayar la fuerza divina se nos ha hecho accesible en Cristo: de él podemos y debemos esperar todos los bienes de la salvación, sin necesidad de acudir a ningún extraño intermediario
La plenitud que
según el autor de la carta Dios hizo habitar
en Cristo hay que entenderla, a la luz de Col 2, 9: “Porque
en él reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente”
En Cristo
habita, y sólo en él, efectiva y esencialmente la
divinidad. Y no la comparte en modo alguno
con las potencias cósmicas. Estas son, como todos
los demás seres de la creación, criaturas suyas.
20. Y por
él quiso reconciliar consigo todos los
seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz
por la sangre de su cruz.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra:
Se explica fácilmente la reconciliación de los hombres. La de las cosas inanimadas podría explicarse a la luz de Rom 8, 22: “Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto”: las criaturas fueron creadas para la gloria de Dios en manos de los hombres. Pero éstos, con frecuencia, las utilizan como instrumentos de pecado apartándolas, por lo mismo, de su fin y destino.
La reconciliación que nos ha conseguido Cristo y que acaba con el pecado de los hombres, libera por lo mismo a las criaturas de la desviación de su fin que fueron sometidas por aquéllos.
Los del cielo: Entre los judíos prevalecía la creencia de que el mundo había caído en cautividad, bajo las potestades rectoras del mundo, por el pecado del hombre. Cristo derrotó a estas potestades angélicas arrebatándoles el dominio sobres los creyentes.
Los tronos, dominaciones... principados, potestades en la falsa doctrina de Colosas tal vez fueran considerados rivales de Cristo. Tal creencia procedía de una angeología compleja y sumamente desarrollada que estaba muy difundida en aquella época. También aquí se da la paz por la victoria de Cristo.
Otra explicación sería
la siguiente: los ángeles forman parte del universo
creado por Dios .Al pecar el hombre, se aparta de Dios
y en consecuencia también de las potestades
angélicas. Ahora con la reconciliación aportada
por Cristo todos los seres creados, ángeles, hombres y
seres inanimados, vuelven a integrar armónicamente
la gran familia de Dios.
Por la sangre de su cruz: por la muerte de Cristo-resurrección.
Debemos afirmar que existía ya este himno; pero que Pablo lo retocó y nosotros hemos intentado explicarlo al filo de la teología paulina, existente y desarrollada en esta Carta a los Colosenses y en las demás del apóstol de los gentiles.
Quizá ahora podemos
celebrar mejor esta Solemnidad, pues sabemos su significado, expresado en
la Eucología Nueva y en la Liturgia de la Palabra, especialmente en
Colosenses, 1, 15-20
Evangelio:
Lucas, 23, 35-43
“Señor, acuérdate
de mí, cuando llegues a tu reino”
La conclusión del ciclo del evangelio de Lucas nos ofrece el testimonio de cómo entiende Jesús su Reino: como una plena realización de la misericordia del Padre.
La figura del
ladrón arrepentido es el símbolo real de todos los
pecadores, que somos nosotros, y que tantas veces son protagonistas
en el evangelio de Lucas.
35. En aquel
tiempo, las autoridades y el pueblo hacían
muecas a Jesús diciendo: A otros ha salvado; que
se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
Salvado: Se convierte en la cantinela de la mofa. Estas burlas evocan las tentaciones de 4, 1-13, pues ahora Jesús experimenta la tentación de salvar su vida, no entregándola sino agarrándose férreamente a ella. Lo que salvará a Jesús será su fe en un Dios y Padre misericordioso que lo levantará de la muerte.
Mesías de Dios: El contenido de esta burla es, irónicamente, cierto: “Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó: «El Cristo de Dios.»” (Lc 9, 20)
El Elegido:
El contenido de esta burla es también, irónicamente, cierto: “Y
vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido;
escuchadle.»” (Lc 9, 35)
36. Se burlaban
de él también los soldados, ofreciéndole vinagre
Las acciones
de los soldados están en sintonía con otro de los
salmos del justo que sufre inocentemente: “El
oprobio me ha roto el corazón y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay, consoladores, y no encuentro ninguno”
(Sal 69, 35
37. Y diciendo: Si
eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
Irónicamente, también
es cierto esto: “Decían: «Bendito el Rey que
viene en nombre del Señor Paz en el cielo y gloria en las alturas.»”
(Lc 19. 38).
38. Había encima
un letrero en escritura griega, latina y hebrea: Este es
el rey de los judíos.
El título
suena muy enfático en el griego de Lucas: “El
rey de los judíos es éste”; en Mc
leemos: “Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de
los judíos.»” (15, 26).
39. Uno de
los malhechores crucificado lo insultaba diciendo: ¿No eres
tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
El Mesías: Lucas concluye con la confesión cristiana de fe, que irónicamente, ha puesto en labios de uno de los que se mofan de Jesús. Los que contemplan esta escena con los ojos de la fe saben que Jesús crucificado es todo aquello que se le está negando.
40. Pero el otro
lo increpaba: ¿Ni si quiera temes a Dios estando en el mismo
suplicio?
41. Y lo nuestro
es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en
cambio, éste no ha faltado en nada.
El malhechor “bueno” inicia las reacciones positivas a Jesús. “Este no ha hecho nada malo”: De nuevo aparece el tema de la inocencia de Jesús.
42. Y decía: Jesús,
acuérdate de mí cuando vuelvas como rey.
cuando vuelvas como rey: Ahora Jesús no aparece como rey, pero el título de la cruz ( v. 38), que ha podido leer el malhechor, será efectivo un día; para ese día de “Cristo Re”, su compañero de condena sólo le pide.... que se acuerde de él; la concesión supera lo que se pedía.
43. Jesús le
respondió: Te lo aseguro: hoy estarás en el paraíso.
Paraíso: Término derivado del persa antiguo, que significa un jardín o parque vallado; ocasionalmente fue utilizado por los LXX para designar el sitio donde vivía el hombre antes de la caída. En el NT se usa para designar la morada de los justos