Solemnidad. Jesucristo, Rey del Universo

XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD  
 

 

El Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario es el último domingo del Año Litúrgico; ya el próximo domingo es tiempo de Adviento. En este domingo último celebramos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Anteriormente  esta solemnidad  se celebraba  en el último  domingo de octubre, inmediatamente  anterior  a la solemnidad  de Todos los  Santos.              

             A la  hora  de  establecer  el nuevo calendario  de las celebraciones  litúrgicas, se creyó  oportuno  hacer  el  traslado al domingo último  del Año Litúrgico. Probablemente, con  gran acierto. El poner   esta solemnidad  en el   último   domingo del año litúrgico, la coloca   en el sentido  escatológico  que le es propio a este domingo                         

               Fue el día 11 de diciembre de 1925, en los últimos momentos del Año Santo, cuando por su Encíclica Quas primas el Romano Pontífice Pío XI promulgó la institución de la nueva festividad litúrgica de Cristo Rey.

            “Por tanto, con nuestra autoridad apostólica, instituimos la fiesta de nuestro Señor Jesucristo Rey, y decretamos que se celebre en todas las partes de la tierra el último domingo de octubre, esto es, el domingo que inmediatamente antecede a la festividad de Todos los Santos. (n. 30)  

            ¿Por  qué   el papa  Pío XI  estableció    esta nueva  fiesta? 

            Para el papa  los grandes  y varios  males, que afectan  al mundo, tienen   su raíz en   porque la mayoría de los hombres se habían alejado de Jesucristo y de su ley santísima, así en su vida y costumbres como en la familia y en la gobernación del Estado, sino también  que nunca  resplandecería  una esperanza  cierta  de paz  verdadera  entre los pueblos  mientras   los individuos  y las naciones   negasen  y rechazasen  el imperio  de nuestro  Salvador”   ( Introducción a la  Encíclica)            

            El  papa  cree que “no hay  medio   más eficaz para   restablecer  y  vigorizar  la paz  que procurar  la restauración  del reinado  de Jesucristo “ ( Ibid. 1). Todos  estamos de acuerdo en esto. Cuando el hombre se aparta de Dios, de su señorío, se descentra, pierde  el sentido de su propio existir, se encuentra como desencajado.                        

             En la   institución    de la fiesta también      influyó  el  1600  aniversario  del Concilio  I de  Nicea, en el cual  se proclamó  la igualdad   de naturaleza   entre  Cristo  y el Padre, base   del reconocimiento  de su realeza. “Asimismo, al cumplirse en el Año Jubilar el XVI Centenario del concilio de Nicea, con tanto mayor gusto mandamos celebrar esta fiesta, y la celebramos Nos mismo en la Basílica Vaticana, cuanto que aquel sagrado concilio definió y proclamó como dogma de fe católica la consustancialidad del Hijo Unigénito con el Padre, además de que, al incluir las palabras cuyo reino no tendrá fin en su Símbolo o fórmula de fe, promulgaba la real dignidad de Jesucristo” (Ibid. 5)  

            “Habiendo, pues  concurrido  en este  Año  Santo  tan oportunas  circunstancias  para  realzar  el reinado  de Jesucristo [...], atendiendo a las súplicas  elevadas   a Nos, individualmente  y en común , por muchos  cardenales, obispos y fieles, ponemos   fin a este  Año jubilar  introduciendo  en la sagrada  liturgia    una festividad   especialmente    dedicada  a Nuestro  Señor Jesucristo  Rey”  ( Ibid.)            

            Las motivaciones no han  sido ahondar en el Misterio, sino hacer que este Misterio tenga una repercusión soteriológica   y efectiva en el  Pueblo de Dios.

            El pontífice  declara  que esta festividad  quiere afirmar  la soberana  autoridad   de Cristo   sobre los hombres e instituciones  delante   del progreso  del laicismo   en la sociedad moderna.

 La oración colecta se expresaba en estos términos: “ Omnipotente  y sempiterno  Dios, que has querido  reunirlo  todo  en tu amado  Hijo, Rey  del universo; concédenos  propicio  que todos  los pueblos , disgregados  por la herida  del pecado, se  sometan  a su  suavísimo  imperio.”  (Colecta, formulario  1925)

            La Encíclica  después de haber expuesto el significado  de la Realeza  de Cristo  y del carácter  de la misma, afirma algo muy importante, que indica  una de las finalidades  de esta Nueva Fiesta: “Ahora bien: para que estos inapreciables provechos se recojan más abundantes y vivan estables en la sociedad cristiana, necesario es que se propague lo más posible el conocimiento de la regia dignidad de nuestro Salvador, para lo cual nada será más eficaz que instituir la festividad propia y peculiar de Cristo Rey”  ( Ibid. 20)                                    

            El Papa defiende  la necesidad y oportunidad  de esta Nueva Fiesta de Cristo Rey: “Y si ahora mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los católicos del mundo, con ello proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un remedio eficacísimo a la peste que hoy inficiona a la humana sociedad”   (Ibid.23)

            Realmente  es necesario tener presente la situación sociológica, en la cual se mueve Pío XI  para comprender los tonos de esta Encíclica; a nosotros, libres de aquella situación, nos puede resultar un tanto extraño  el énfasis de la misma.

             Hemos visto que la finalidad de esta Nueva Fiesta no es netamente teológica,  sino moral, soteriológica, cómo hacer que llegue esta Realeza al pueblo de Dios. De esta finalidad  tan clara  y diáfana  ha surgido un cierto  recelo de los liturgistas, pues no ven la necesidad  de esta Fiesta.                        

            Vamos ahora a analizar  en primer lugar la Eucología  de la Misa  Actual  y después  presentaremos  el significado  de la Liturgia de la Palabra, especialmente   la segunda Lectura.  

            Acerca de la Eucología  podemos señalar lo siguiente: El Prefacio es el mismo del misal anterior.

            Invitamos  a aquellos que deseen conocer el significado de la Realeza de Cristo,  expresada en esta Fiesta, que mediten despacio todo el Prefacio de este día.

En la   Eucología   menor  del Misal del año 1970, la novedad  más importante  es el retoque   de la Colecta. “Dios  todopoderoso y eterno, que quisiste   fundar  todas  las cosas  en tu Hijo  amado, Rey del  Universo...”           

            La Oración del año 1925 decía reunir  (quizá algo externo, exterior, no tan profundo); aquí, en la Oración del año  1970 se habla de fundar (algo más profundo, con más densidad  y perennidad).

... haz que toda la creación, liberada  de la esclavitud  del pecado, sirva  a tu  Majestad  y te  glorifique sin fin”           

            La Oración del año 1925  habla de todos los pueblos;  en la actual se amplía la visión  y el concepto: toda la creación  (aspecto muy luminoso  y  de consecuencias más amplias).

            En la Oración del año 1925 se habla  de un pueblo  disgregado, desintegrado  (debe  volver a la unidad); en la Oración actual  se detecta  algo más profundo, más radical: liberada (la creación) de la esclavitud  del pecado.

 Al liturgista  le complace más  esta afirmación que la anterior (aunque también sea  verdadera).

            El meollo  de la petición  en ambas oraciones  es muy diverso  y aquí se fundamenta la nueva aportación de la  Eucología Menor  del misal del año 1970: Aquí  se habla de servicio  y de glorificación, de alabanza ( Una nota  desarrollada  en toda celebración litúrgica); en la anterior Oración se habla  de sometimiento  a su suavísimo imperio. Esta petición  sintetiza  muy bien los motivos  y la finalidad  de la Fiesta de Cristo  Rey, deseada y establecida por el Papa Pío XI.

            Creo que es suficiente este análisis   de la Oración Colecta   para darnos cuenta  de cómo la Eucología Actual, sin ser  totalmente  extraña a la anterior,  la completa, le da una nueva impronta.  

            Primera lectura: del segundo Libro de Samuel,  5, 1-3. Ungieron  a David como rey de  Israel.

Acertada la elección de esta perícopa  como primera lectura  de la Solemnidad de Cristo Rey.

El  texto explica  el hecho  de la unción  de David como rey de Israel, después  de haberlo  sido sólo  de Judá. Es la  unción  real,  plena   y universal, sobre   todo el pueblo  de Dios. Así   se convierte  en una imagen  del que tenía  que ser  hijo de  David según la carne”, ungido  por el Espíritu  Santo como rey  del todo el universo, más  allá  del tiempo: Jesús, el Señor.

El pacto  entre  las tribus   de Israel y David y  la  subsiguiente   unción  como  rey   es, por lo tanto, la meta  final de un  largo camino. En   2 Sm   2, 1-4 David  había   sido   ungido   rey  por la  tribu  de Judá. Aquí, en 2 Sm 5, 1-5  es  ungido   y reconocido  rey por las  tribus   de Israel.

David  ha logrado  que, bajo   su mando,  se unan  las  tribus  del norte   y del sur. Al igual  que Saúl, es caudillo, jefe y rey. 

  Su misión  más que regir y gobernar, consiste  en apacentar. Según   el salmo  78, Dios  escogió  a David, su siervo, lo sacó  de los apriscos del rebaño; de andar  tras  las ovejas, lo llevó  a pastorear  a su pueblo  ( Sal 78, 70-71). Recuérdese  que también  el Mesías  aparece  en algunos   pasajes  revestido  de  rasgos   pastoriles: “Serán vecinos el lobo y el cordero, y  el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos,  y un niño pequeño los conducirá.”   (Is  11, 6).  

1. En aquellos  días, todas las  tribus  de Israel   fueron a Hebrón a  ver a David y le dijeron: Hueso  y carne   tuya  somos;

Las  tribus   de Israel (Norte)  manifiestan   su conciencia  de  ser “huesos y carne” de David. De la misma   sangre  y pueblo, hijos  todos de  Jacob, llamado  Israel; y nosotros   te respetamos  con la misma   sumisión y obediencia  que los  de la  tribu  de Judá.

2. ya hace   tiempo, cuando  todavía  Saúl   era nuestro rey,  eras tú  quien  dirigías  las entradas  y salidas  de Israel. Además   el Señor  te ha  prometido: Tú serás  el pastor   de mi pueblo, Israel, tú serás  el jefe  de Israel.

Eras tú  quien  dirigías  las entradas  y salidas  de Israel. Conduciéndole   a las  batallas  y combates, y trayéndole   victorioso.  

Tú serás  el pastor   de mi pueblo, Israel, tú serás  el jefe  de Israel.   pastorearás. Esta  es una  frase  de que usaban  a cada  paso los antiguos, llamando  el rey  pastor  de los pueblos.  

3. Todos  los ancianos  de Israel  fueron  a Hebrón  a ver  al rey, y el  rey David  hizo  con ellos   un pacto  en Hebrón, en presencia  del Señor, y ellos   ungieron  a David  como rey de  Israel.

Los ancianos   de Israel   son los  Senadores  del  gran  Sanedrín. El   rey   por su parte  les juró  que  gobernaría  al pueblo, conforme  en todo a lo que el Señor  tenía ordenado: “Si cuando llegues a la tierra que Yahveh tu Dios te da, la tomes en posesión y habites en ella, dices: «Querría poner un rey sobre mí como todas las naciones de alrededor». Deberás  poner sobre ti un rey elegido por Yahveh, y a uno de entre tus hermanos pondrás sobre ti como rey; no podrás darte por rey a un extranjero que no sea hermano tuyo.”  (Dt 17, 14-15).  Y los ancianos  por la suya  en nombre  de todo el pueblo  le prometieron  y juraron  fidelidad  y obediencia.  

Acertado el salmo y el estribillo: “Qué alegría  cuando me dijeron: vamos  a la casa  del Señor”

Jerusalén  es la ciudad  de David...  Y, principalmente, es la ciudad  donde, sobre  todas las cosas, domina la presencia  del Señor.                        

            Presentamos el mensaje  de la Segunda  Lectura: Colosenses, 1, 15-20

 Este pasaje es ( algunos   autores incluyen  también  Col  1, 13-14) un  magnífico  himno  cristológico, en el que  suelen   distinguirse   dos  estrofas paralelas: en la primera  ( Col  1 15-17) se describe  a Cristo  como mediador de la  creación ; en la segunda  ( Col 1 18-20), como  mediador  de la   nueva  creación, es decir, de la redención.

La intención  fundamental   del himno   parece  ser la de  presentar  la figura  de Cristo  en cuanto  creador  y redentor.

 La redención  es posible  y es verdadera  porque  el  creador  y el redentor  son uno mismo, a saber, Jesucristo, que constituye  el centro   teológico  y literario  del himno. Al  respecto  se subraya: su  preexistencia, su misteriosa  pero real  participación  en la primera  creación;  su triunfo  sobre la muerte, su papel   en la reconciliación  del universo.

Es sorprendente  la estrecha   relación   que se observa  entre la doctrina   de este himno  cristológico  de  Colosenses  y el prólogo  del cuarto  evangelio:  los términos   “palabra”  e “imagen” son casi   intercambiables  y ambos   tienen   un valor   semejante   al de sabiduría  en el Antiguo Testamento.  

Primera  estrofa: (vv. 5-17)

15. Cristo  es la imagen  del Dios  invisible, el primogénito  de toda   criatura 

El punto   de partida    para la explicación  del término  “imagen”  no hay   que buscarlo  en la esencia  de una verdadera   imagen, sino   en las fuentes bíblicas: “Es un reflejo de la luz eterna,   un espejo sin mancha de la actividad de Dios,   una imagen de su bondad”  (Sab   7, 26).

El hombre  es imagen   de Dios  en el orden  natural por su naturaleza   racional  ( Gn  1, 26)  y en el  sobrenatural  por la  gracia  santificante  ( 1 Pe  1, 4).

Cristo   es una imagen    en todo igual  al Padre, en el ser  y en el  obrar, porque   en él  reside la   plenitud   de la divinidad.

Dios, que por naturaleza  es espiritual   y trascendente, se nos hace  visible   en Cristo  que a través   de su humanidad  nos refleja  las perfecciones   divinas   del Padre.

Las misteriosas   declaraciones  del mismo Cristo  nos dejan  vislumbrar   el  profundo  significado   de la afirmación  paulina.  En Jn   14, 9 se dice: El que  me ve   a mí   ve al Padre”  Y en Mt   11, 27: “Nadie  conoce  al Hijo  sino el Padre, y al Padre no lo conoce   más que el Hijo, y aquél  a quien  el Hijo  se lo quiera   revelar”

 

Cristo    es imagen  de  Dios por su  participación  activa   en la obra   de la creación, en la línea   de los escritos   sapienciales: “Antes de los siglos, desde el principio, me creó,  y por los siglos subsistiré.”  (Eclo   24, 9)

Un Dios  que no tenga  el rostro  de Cristo  no es   realmente  Dios. No  es posible , por tanto, conocer  a Dios  en sí  y para sí , sino  sólo  en tanto  que “se   hace   imagen”, es decir, en su acción, que apunta  al Hijo  y  a través  del Hijo  al mundo. 

El  primogénito  de toda   criatura:

 El  vocablo  primogénito ya  en el Antiguo  Testamento  indica, sobre  todo , rango  y primacía, más que orden cronológico; lo mismo  sucede  aquí

 “Y yo haré de él el primogénito,  el Altísimo entre los reyes de la tierra”  (Sal  89. 28). Primogénito  indica  aquí  una posición  de supremacía, autoridad y poder   sobre toda la creación.  

16.  En él   fueron   creadas todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, las visibles  y las invisibles: tronos, dominaciones, principados, potestades, todo   lo ha  creado  Dios  por él  y para él.

En El: Todas las cosas   han sido  creadas  en él como  en su principio y tienen   en él  su centro  de unidad, cohesión   y armonía.

Por El: significa  que todas las cosas  tienen  en él  su causa eficiente, como la tienen   en el Padre, y por lo mismo  da la vida a los que quiere.

La expresión  podría  expresar  también  la mediación  de Cristo  en cuanto  que todo  lo que él  comunica  lo ha recibido  del Padre, principio frontal  de todas las cosas.  

Para El: En  otros   pasajes  se aplica  al Padre  (  1 Cor  8, 6; 15, 28), se refiere aquí  al Verbo Encarnado, a Cristo, con miras  al cual, como término  y finalidad , fueron   creadas  todas las cosas.

Al mencionar   expresamente  entre   las  realidades   creadas los tronos, dominaciones, principados   y potestades quiere  expresar   la totalidad  de los seres, no solo           los  que podemos   contemplar con nuestros ojos, sino también las jerarquías   angélicas que se suponen   dominadoras del mundo.

 En  la  falsa  doctrina   de Colosas, dichas   realidades  tal vez  fueran consideradas  rivales   de Cristo  o  seres  que proporcionaban  un poder  complementario  al de Cristo. Este es el único  lugar   del NT  donde “tronos”  es una categoría  de seres  angélicos; los   otros términos  sí aparecen.                        

17. Cristo existe  antes que todas las cosas y todas  tienen   en él  su consistencia.

Cristo existe  antes que todas las cosas: Se afirma  la dignidad; pero sobre  todo  la preexistencia. “Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, yo  soy”  (Jn  8, 58)

Todas   tienen   en él  sus consistencia:  Esta expresión  puede   estar tomada   de los  estoicos   que la aplicaban  al “Logos”, del que  hacían   el alma  del mundo  ya que  conservaba  el universo  y unía  entre sí las diversas   partes   del mismo.

Pablo toma   de los estoicos  su lenguaje, convertido   ya en  lenguaje  de la calle, para expresar  que Cristo  es el principio  de conservación  de las cosas y su centro  de unión.

No debemos olvidar  la alusión a la Sabiduría  como poder de unión en el universo: “Porque el espíritu del Señor llena la tierra  y él, que todo lo mantiene unido, tiene conocimiento de toda palabra”  (Sab 1, 7)

2 Estrofa: vv. 18-20

Mientras   que la primera  estrofa  ponía   de manifiesto  la supremacía  de Cristo  sobre la creación , la segunda  la va  a poner  ahora de manifiesto  en el orden de la redención.

18. Y él  es la cabeza  del cuerpo, de la  Iglesia. El  es el principio, el primogénito  de entre  los muertos, para que  sea  primero en todo;

 Y él  es la cabeza  del cuerpo, de la  Iglesia: En las  cartas de la primera época paulina se utiliza  la imagen  con sentido  de primacía: “Sin embargo, quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo; [...]  y la cabeza de Cristo es Dios.” (   1Cor  11, 3). En Colosenses  y Efesios  adquiere   un ulterior  significado: Cristo  es la cabeza  que comunica la vida  a los miembros  del cuerpo  y que los une  en un conjunto  vital y armónico.

El  es el principio , el primogénito  de entre  los muertos: A la  afirmación  de que Cristo   es el principio  de todo  por su condición  divina, se añade  que Cristo se nos  ha manifestado  en la pascua  como el primogénito   de entre los muertos ;  no se  trata   de dos   afirmaciones   independientes, sino  que las dos  se refieren  a la  resurrección.

Ap  1, 5 llama   a Cristo   “el  primogénito  de los muertos”

Como  Cristo en cuanto  “imagen  de Dios”  es el  “primogénito de toda  creación”, ya  que  todo   se creó  en él, por él y con vistas a él,  también  es el  primogénito  de entre los muertos, porque  en él, por él  y con  vistas  a él  debe   producirse  la nueva  creación  de una vida partiendo  de la muerte.

Cristo  es no  sólo por su “ser”, sino   por el acontecimiento  “pascual”: la fuente  perenne   de la  gracia  y de la gloria. Cristo es  principio  y primogénito  de entre los muertos  no sólo  en cuanto  que fue  el primero  que resucitó, sino en cuanto  que en la resurrección  de Cristo  está  ya incluida   la nuestra, que tendrá lugar   al final de los tiempos.  

19. Dios, en efecto, tuvo a bien  hacer habitar  en él  la plenitud

Con la  frase   habita  en él  la plenitud, el autor   quiere   subrayar   la fuerza   divina   se  nos ha hecho  accesible  en Cristo:  de él  podemos    y debemos  esperar   todos los bienes  de la salvación, sin necesidad  de acudir a ningún   extraño  intermediario

La plenitud  que según  el autor   de la carta   Dios hizo  habitar  en Cristo  hay que entenderla, a la luz   de Col  2, 9: “Porque en él reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente”

En Cristo   habita, y sólo en él, efectiva   y esencialmente   la  divinidad.  Y no  la comparte   en modo  alguno   con las potencias    cósmicas. Estas son, como   todos los demás  seres  de la creación, criaturas   suyas.  

20. Y  por  él  quiso   reconciliar  consigo   todos los   seres: los  del cielo  y los de la tierra, haciendo  la paz  por la sangre  de su cruz.

Y  por  él  quiso   reconciliar  consigo   todos los   seres: los  del cielo  y los de la tierra:

Se explica   fácilmente  la reconciliación  de los hombres. La  de las cosas inanimadas  podría explicarse   a la luz  de Rom 8, 22: “Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto”: las criaturas   fueron   creadas para   la gloria   de Dios   en manos   de los hombres. Pero éstos, con frecuencia, las utilizan  como instrumentos   de pecado  apartándolas, por lo mismo, de su fin  y destino.

La reconciliación  que nos ha conseguido Cristo  y que acaba  con el pecado de los hombres, libera  por lo mismo  a las criaturas   de la desviación  de su fin  que fueron  sometidas   por aquéllos.

Los  del cielo: Entre   los judíos   prevalecía   la creencia  de que el mundo había caído  en cautividad, bajo   las potestades   rectoras  del mundo, por el pecado  del hombre. Cristo   derrotó   a estas  potestades angélicas    arrebatándoles    el dominio   sobres los creyentes.

Los  tronos, dominaciones... principados, potestades en  la  falsa doctrina   de Colosas tal vez   fueran  considerados   rivales   de Cristo. Tal   creencia   procedía  de una angeología  compleja  y sumamente  desarrollada  que estaba   muy difundida  en aquella  época. También aquí se da la paz  por la victoria  de Cristo.

Otra explicación sería la siguiente: los  ángeles   forman parte del universo  creado   por Dios .Al pecar el hombre, se aparta   de Dios   y en consecuencia  también   de las   potestades   angélicas. Ahora   con la reconciliación   aportada   por Cristo   todos los seres  creados, ángeles, hombres  y seres   inanimados, vuelven  a integrar   armónicamente   la  gran familia  de Dios.  

Por la sangre de su  cruz: por la muerte de Cristo-resurrección.

Debemos afirmar  que existía ya este himno; pero que Pablo lo retocó  y nosotros   hemos intentado  explicarlo al filo de la  teología paulina, existente  y desarrollada en esta Carta a los Colosenses  y  en las demás  del apóstol de los gentiles.

Quizá ahora podemos celebrar mejor  esta Solemnidad, pues sabemos su significado, expresado en la Eucología Nueva y  en la Liturgia de la Palabra, especialmente  en Colosenses, 1, 15-20 

Evangelio: Lucas,  23,  35-43 “Señor,  acuérdate  de mí, cuando llegues  a tu reino”

La conclusión  del ciclo  del evangelio de Lucas nos ofrece el testimonio  de cómo  entiende  Jesús  su Reino: como una plena  realización  de  la misericordia  del Padre.

La figura  del ladrón  arrepentido  es el símbolo  real  de todos los pecadores, que somos nosotros, y que tantas  veces  son protagonistas  en el evangelio  de Lucas.  

35. En aquel   tiempo,  las autoridades   y el pueblo  hacían   muecas  a Jesús  diciendo: A  otros   ha salvado; que se salve  a sí mismo, si él  es el Mesías de Dios, el Elegido.

Salvado: Se convierte   en la  cantinela  de la mofa. Estas burlas   evocan    las tentaciones   de  4, 1-13, pues ahora  Jesús   experimenta   la  tentación  de salvar  su vida, no entregándola  sino   agarrándose  férreamente  a ella. Lo que  salvará   a Jesús   será   su fe   en un Dios   y Padre  misericordioso  que lo levantará  de la muerte.

Mesías de Dios: El contenido  de esta burla   es, irónicamente, cierto: “Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó: «El Cristo de Dios.»” (Lc 9, 20)

El  Elegido: El contenido  de esta burla   es también, irónicamente, cierto: “Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle.»”  (Lc  9, 35)            

36. Se burlaban  de él también  los soldados, ofreciéndole  vinagre

Las  acciones   de los soldados  están  en sintonía  con otro   de los salmos  del justo  que sufre   inocentemente: “El oprobio me ha roto el corazón y desfallezco.      Espero compasión, y no la hay, consoladores, y no encuentro ninguno” (Sal  69, 35 

37. Y diciendo: Si eres   tú el rey   de los judíos, sálvate  a ti mismo.

Irónicamente, también  es cierto  esto: “Decían: «Bendito el Rey que viene en nombre del Señor Paz en el cielo  y gloria en las alturas.»” (Lc  19.  38).  

38. Había  encima  un letrero en escritura   griega, latina  y hebrea: Este  es el rey  de los judíos.

El  título   suena  muy enfático  en el griego  de Lucas: “El rey  de los judíos es éste”; en Mc   leemos: “Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena: «El Rey de los judíos.»” (15, 26).            

39. Uno  de   los malhechores  crucificado  lo insultaba diciendo: ¿No eres   tú el Mesías? Sálvate  a ti mismo  y a nosotros.

El Mesías: Lucas  concluye  con la confesión  cristiana   de  fe, que irónicamente, ha puesto  en labios de uno  de los que se mofan  de Jesús. Los que  contemplan  esta escena  con los ojos   de la fe  saben  que Jesús  crucificado   es todo aquello  que se le está negando.

40. Pero el otro   lo increpaba: ¿Ni si quiera temes  a Dios estando  en el mismo   suplicio?

41. Y lo nuestro  es justo, porque recibimos   el pago  de lo que  hicimos; en cambio, éste no ha faltado  en nada.

El   malhechor  “bueno” inicia   las  reacciones   positivas   a Jesús. “Este  no ha hecho  nada malo”: De nuevo  aparece   el tema  de la inocencia    de Jesús.

42. Y decía: Jesús, acuérdate  de mí  cuando  vuelvas  como  rey.

cuando  vuelvas  como  rey: Ahora Jesús   no aparece como rey, pero el título  de la cruz ( v. 38), que ha podido leer el  malhechor, será efectivo  un día; para  ese día  de “Cristo Re”, su compañero  de condena   sólo le pide....  que se acuerde   de él; la concesión   supera  lo que se pedía.

43. Jesús  le  respondió: Te lo aseguro: hoy   estarás  en el paraíso.

Paraíso: Término  derivado  del persa  antiguo, que significa  un jardín  o parque  vallado; ocasionalmente  fue utilizado  por los LXX  para designar  el sitio  donde vivía  el hombre  antes de la caída. En el NT  se usa para designar  la morada  de los justos