I Domingo de Adviento, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD

 

 

Para comprender todo el significado del Adviento, es conveniente no olvidar, sino tener muy presente la doble dimensión del mismo. Quizá a la hora de hablar del Adviento, simplificamos su visión, diciendo que es tiempo de esperanza y de vigilancia.

            Al afirmar esto, no caemos en el error; pero no decimos toda la verdad.            

            Este año leemos al evangelista San Mateo; creo importante recordar algunas peculiaridades de este evangelista,  tenidas en cuenta por la Biblia Litúrgica. Los textos  seleccionados  de este evangelista  son casi  todos  tomados  más de las Palabras de Jesús, que de  los Milagros. Jesús  aparece  como el Señor  que habla  con autoridad, como Yahveh. Por esto mismo en ningún otro evangelio  Jesús es llamado  tantas veces Señor como en San Mateo. La referencia  al Antiguo  Testamento  es múltiple  y  intencionada. No olvidemos que el primer Evangelio está dirigido a los cristianos, que proceden del judaísmo. En ningún  otro evangelio  salen  tan a menudo los “escribas y los fariseos”. San Mateo es el evangelista de San José, como San Lucas es de María. Jesús  se presenta como el “ cumplimiento “ de la Escritura. El primer  evangelio es, por excelencia, el  evangelio de la Iglesia,  con sus  grandes  exigencias comunitarias y en contraste  con el primer  Israel.

            La insistencia  en el género  parabólico  es notable, pues Jesús es el Maestro de la Palabra. El  Verdadero  Israel tiene, como el Antiguo, su propia  Ley: La Palabra de Cristo; tiene  también su Justicia, que es superior  a la de los escribas  y fariseos.

Quizá lo que he expuesto alargue un poco la homilía; pero  no olvidemos que estamos al comienzo de un nuevo Ciclo, en el cual leeremos al evangelista san Mateo.  

            En el Tiempo de Adviento  ( como  Tiempo Fuerte que es) no se da la lectura continua, sino que los textos bíblicos han sido elegidos  para acentuar la idea, que se quiere defender. La lectura primera con el salmo responsorial no hace referencia al evangelio preferentemente, como en los Tiempos Ordinarios, sino que tiene cierta autonomía propia, aunque sin olvidar la orientación del Evangelio. En cuanto a la lectura  segunda, que siempre es independiente en el Tiempo Ordinario, sirve  para destacar  los temas evangélicos, y también  como enlace entre el Antiguo  Testamento  y el Evangelio. En  el Ciclo A está tomada de la Carta a los Romanos, excepto el domingo III.

            Analicemos cada una de las Lecturas. La primera lectura  ( Is 2, 1-5.)  En la profecía  de Isaías  resuenan espontáneamente  los grandes  temas evangélicos de Mateo: Todos los pueblos ( judío y gentil)  tienen  una misma  capital ( la Nueva Jerusalén), por cuanto  forman  un  único pueblo ( el  Verdadero Israel); la ley de este pueblo  no viene del Sinaí, sino de Sión ( Jesucristo.) 

  “ Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá  y de Jerusalén: Al final de los días  estará  firme  el monte de la casa del Señor, en la cima  de los montes, encumbrado  sobre las montañas”. Esta visión  de las naciones  que se reúnen en Sión  se encuentra  también, con ligeros cambios, en Miqueas 4, 1-3. La idea  de la montaña de Dios hacia la que  caminan  todas las naciones  es muy antigua. Es un sueño que forma parte de la misma constitución del pueblo de Israel. “ Hacia él confluirán  los gentiles, caminarán  pueblos  numerosos... El nos  instruirá  en sus   caminos  y marcharemos  por sus sendas: porque  de Sión  saldrá  la ley, de Jerusalén la palabra del Señor”. Jerusalén  se convierte  en centro de  “ instrucción” ( en hebreo torá)  para todas las naciones. “  Será  el árbitro  de las naciones, el juez  de pueblos  numerosos”. Zanjará  las disputas, arbitrará  entre los partidos  contendientes. Una nación que ha sido siempre humillada  y vencida por los grandes Imperios de alrededor, obrará este milagro  entre los pueblos dados a la batalla, a la lucha, a la guerra: “ De las  espadas  forjarán  arados; de las  lanzas, podaderas. No alzará  la espada pueblo contra  pueblo, no se adiestrarán  para la guerra”. Los instrumentos bélicos, que solo sirven para destruir y no para  producir nada, ahora serán  herramientas  de producción para que haya abundancia de todo y nadie padezca  necesidades. El profeta  concibe la era mesiánica  como un tiempo de justicia y de paz. 

            El estribillo del salmo apunta esta misma dirección: “ Qué alegría  cuando me dijeron: vamos  a la casa del Señor”  

            La segunda  lectura  ( Rom. 13, 11-14)  es la clásica  de este domingo. El tema  del día  que se acerca, y de la  vigilancia con repercusiones éticas, enlaza  perfectamente  con la perícopa  evangélica. 

 “ Hermanos: daos  cuenta  del momento  en que vivís; ya es  hora de espabilarse, porque  ahora  nuestra salvación  está más  cerca que cuando empezamos a creer”. Es una  exhortación  a los cristianos de Roma para que caigan en la cuenta  de que ya  están viviendo  en el ésjaton. El período  de la existencia  cristiana  es kairós, un  tiempo en que todos  son llamados  a demostrar  con sus actos  que son cristianos. Ahora es la ocasión  de que  los hombres, mediante su fe y sus obras, se apropien  el efecto de lo que Jesús  realizó  de una vez  para siempre. Despertar  del sueño. Los cristianos  no pueden  permitirse  permanecer  indefensos, como  quien  duerme  apenas  se ha vestido. “ La noche  está avanzada, el día  se echa  encima”. San Pablo  da a entender que no es mucho el tiempo que separa  a los cristianos  de su salvación  escatológica, urge la actuación positiva. “ Dejemos  las actividades de las tinieblas y pertrechémonos  con las  armas de la luz. Conduzcámonos  como en pleno  día, con dignidad”. San Pablo repetirá  mucho esta doctrina en sus cartas. El contraste entre  día y noche, entre luz  y tinieblas nos ayuda a distinguir el hombre moral del que no lo es. No insisto más en esto, pues lo considero suficientemente aclarado. “ Vestíos  del Señor Jesucristo y que el cuidado  de nuestro  cuerpo no fomente  los malos deseos”. El cristiano ya se “revistió” de Cristo en el bautismo. Pero  esta identificación  ontológica  debe dar su fruto. Conforme  se va haciendo más consciente de su identidad  cristiana, habrá  de apartarse cada vez más del pecado. Celebrar el Adviento es un reto para un cristiano, pues debe vivir su cristianismo.

 

            El evangelio  ( Mt  24, 37-44), tomado del discurso  escatológico, insiste más en la vigilancia  ante el juicio de Dios  que en las señales  cósmicas y en el saber el día y la hora,  cuando vendrá el Señor. 

 Jesús  responde a la pregunta  que le habían  planteado  sus discípulos  acerca del momento  de su venida: “ Estaba sentado  en el monte de los Olivos, cuando  se le acercaron  los discípulos  en privado  y le dijeron: Dinos  cuándo  ocurrirá  esto...” ( Mt 24, 3.) La respuesta  es bien clara: nadie  sabe nada... sólo  el Padre. ( v.  36) no leído en el evangelio litúrgico, quizá por su dificultad aparente: “ Mas  de aquel día  y hora, nadie  sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino  sólo el Padre”.  La respuesta de Jesús tiene dos afirmaciones: La primera ( Mt 24, 37-41) describe  la forma  en que vendrá  el Hijo del  hombre, aunque no dice el cuándo. Ante este  desconocimiento  del día   y la hora, la única actitud  posible  es estar  en vela ( Mt 24, 42-44.)  En aquel  tiempo  dijo Jesús a sus discípulos.«Cuando  venga el Hijo del Hombre pasará  como en tiempo de Noé. Antes del diluvio la gente  comía  y bebía y se casaba, hasta  el día  en que Noé  entró en el arca, y cuando  menos lo esperaban  llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá  cuando venga el Hijo  del Hombre. Según esta respuesta podemos  decir que Jesús  fue  deliberadamente ambiguo  al responder a la pregunta de los discípulos. El diluvio  de tiempo de Noé  ( Génesis  6, 8) fue siempre  una imagen  de juicio sobre los infieles  y de liberación para los fieles. Resultó siempre un punto de referencia para muchos acontecimientos. De aquí que Jesús se sirva de él para responder no respondiendo. También emplea dos ejemplos  para demostrar que el día del Señor vendrá; pero cuando menos  lo esperemos o lo creamos”: Dos hombres  estarán  en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos  mujeres  estarán moliendo: a una se la llevarán  y a otra  la dejarán.” En el fin  del mundo habrá  una separación  repentina y definitiva de los justos  respecto  a los injustos. Los  tomados  representan  la reunión de los elegidos. 

 “ Por tanto  estad  en vela, porque   no sabéis   qué día  vendrá  vuestro Señor”. No sabemos cuándo vendrá el Señor; pero tiene que venir.            

            Conclusión: El domingo I de Adviento pertenece a la primera parte del Adviento, que se extiende hasta el día 16. El evangelio de este primer domingo en los tres ciclos es una invitación a la vigilancia. Conecta con los evangelios de los últimos domingos del Tiempo Ordinario, tomados siempre del discurso escatológico. El Señor ya ha venido; pero su llegada definitiva todavía no se ha realizado. Nosotros ante esta realidad no debemos vivir ociosamente, sino en coherencia, como hemos leído en la segunda lectura, tomada de la Carta a los Romanos. La primera lectura nos ha enseñado  que su vuelta definitiva ( del Señor) comportará  la existencia  de unos cielos nuevos y una tierra nueva: tiempo de paz y de bienestar; tiempo donde la justicia brille por la fuerza de su misma realidad.        

            La Oración Colecta nos puede ayudar a tomar posturas ante esta realidad, que hemos expresado”: Dios  todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, acompañados por las  buenas obras”. 

 El tercer Prefacio de Adviento ( recientemente creado) sintetiza el Evangelio, que hemos proclamado: expone la ocultación de la hora y del día; pero al mismo tiempo nos exhorta a la perseverancia: “ Tú  nos has ocultado  el día y la hora en que  Cristo, tu Hijo, Señor  y Juez  de la historia, aparecerá, revestido de poder  y de gloria, sobre las nubes  del cielo.”  Este Prefacio presenta otra venida del Señor: su presencia en la cotidianidad, en el quehacer  de cada día y circunstancias. “ El mismo  Señor  que se nos  mostrará  entonces  lleno de gloria   viene ahora  a nuestro  encuentro en cada  hombre  y en cada  acontecimiento, para que  lo recibamos  en la fe y por el amor  demos  testimonio  de la espera  dichosa  de su reino.”