XXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Éxodo 32, 7-11. 13-14
Salmo 50
I Timoteo
San Lucas 15, 1-32


Una oveja. Un dracma. Un padre. Lucas cap. 15.

Podía comenzar esta homilía en un tono festivo: mucho pan para un solo día. Excesivo diríamos. Pero, a la postre, veremos que encontramos en la Palabra de Dios, lo único que la misma contiene: la misericordia de Dios. Quien busque en Dios algo fuera de su misericordia, de su amor, de su perdón, jamás lo encontrará.

Excesivo pan para hoy. Tres parábolas en el Evangelio de este día. Y las tres con el mismo mensaje: misericordia, ternura y comprensión de Dios para con los hombres.

Un pastor que tiene cien ovejas, pierde una. No puede conciliar el sueño, hasta que encuentra a la descarriada. Una mujer que tiene diez dracmas, pierde uno, y revuelve toda la casa hasta que la halla. Y, sobre todo, un padre que pierde un hijo. Un hijo que se le va de casa, y todos los atardeceres, sale a una ladera de la ciudad en la esperanza angustiosa del retorno del hijo "pródigo .

Esa oveja descarriada, ese dracma perdido, ese hijo huido, lo sabemos todos, somos tú y yo. Y ese pastor, y esa mujer que busca el dracma perdido, y, sobre todo, ese padre que espera angustioso el retorno del hijo, también lo sabemos todos, es Dios.

Todos conocemos las tres parábolas. Pero, no sé, si habremos profundizado lo suficiente en las mismas.

En las tres, mejor, las tres, nos muestran como en carne viva, creo lo dijimos.al principio, lo que es Dios, su infinita misericordia. Creedlo, Dios frente al hombre, sólo tiene una faceta: ni fuerza, ni poder, ni sabiduría, sólo misericordia. Y esto , insisto, frente a todos y cada uno de los hombres.

Vamos a profundizar un mínimo en ellas. Un hombre tiene cien ovejas. Pierde una. Y en un momento determinado, entendedlo " no cuentan para nada las noventa y nueve del redil . Y se lanza a buscarla por precipicios y desfiladeros. ¡Cuántas veces, cada uno de nosotros, ovejas descarriadas, hemos hecho lanzarse a Dios, por barrancos, precipicios y desfiladeros! En momentos determinados, Dios se ha preocupado de nosotros más que de los demás. Por eso, porque íbamos descarriados.

La oveja perdida, el dracma perdido, y, ante todo y sobre todo, el hijo perdido, éramos carne de carne y sangre de su sangre, e incansable nos buscó por todos los vericuetos de la vida. Por eso, cuando tú y yo nos extraviamos, constituimos o somos como una pesadilla de Dios. No descansa hasta que de nuevo volvemos al camino, a la casa, al redil.

Tened presente que nuestra contabilidad, no es la contabilidad de Dios. Para nosotros cuentan los números, para Dios, cuenta el corazón. Y lo vemos en el orden natural. Cuando en una familia hay un hijo "grave , parece como si en ella sólo existiera él. Y toda entera se vuelca sobre él. Parece como si todo lo demás careciese de importancia. Esto mismo ocurre a Dios Nuestro Señor, cuando uno de nosotros está enfermo, va descarriado, todo lo demás, "como si no tuviera importancia.

El hombre puede dejar de ser hijo. Puede vivir como si Dios no existiera. Puede prescindir de él. Pero, Dios no se resigna a estar sin el hombre. El hombre puede intentar alejarse de Dios. Ahora, Dios no se resigna a vivir sin él. Le sigue como la sombra sigue al cuerpo. Si tú corres, ella corre. Si tú te detienes, ella se detiene. Si te acuestas, ella permanece allí junto a ti, aunque tú no te des cuenta. Incluso, podemos llegar a creer que no necesitamos de Dios. Pero ello no cambia la realidad. Mira, un niño en el seno materno no piensa en la madre. Pro sin ella, lo sabemos todos, no podría vivir ni un solo instante. Algo, algo parecido puede sucedernos con Dios.

Es curioso, lo más importante de este mundo para Dios, es el hombre. Tanto es así, que Dios se hace hombre, y da su vida en rescate por él. Dios, parece paradójico, necesita de nosotros. De ahí, que cuando nos alejamos de él, jamás cierra la puerta de su corazón, para que en cualquier momento que regresemos la encontremos abierta; de esta manera, ahorrarnos tener que llamar.

No os maravilléis de lo que os voy a decir: "no me extraña nada que la gente se confiese menos cada día. Creo que la culpa es de todos. Hemos hecho de la confesión algo en lo que Cristo "jamás pensó. Entorno a la misma, hemos puesto una maraña de cosas, hemos tejido como una tela de araña. En una palabra, hemos complicado de tal manera la confesión, que no encontramos horizontes. De ahí que haya tanta gente que no se confiese. Y a su vez, que haya tanta gente que se confiesa, pero no está, ni mucho menos, contenta con sus confesiones.

Si pensáramos la alegría que damos a Dios-Padre cuando retornamos a la casa, no habría fuerza humana que nos detuviera. Pero, lo que digo ,hemos preparado en torno a ella una red, que si no nos impide acercarnos, lo hacemos con un miedo tal, y con tal cantidad de prejuicios&¿Lo dije? ¿No lo dije? ¿Consentí? ¿No consentí del todo? Lo dicho, una tela de araña, quizás olvidando lo principal de la misma, que cuando el hijo pródigo se acerca al padre, éste, le impide hablar. Saltándosele las lágrimas, le dijo: "Hijo, lo principal es que has vuelto. Que puedo volver a abrazarte. Todo lo demás , no cuenta nada o casi nada.¡Has vuelto! ¡Has vuelto! ¡Y eso me basta!

Algo muy parecido nos dice el Señor, cuando con sinceridad nos acercamos al confesonario: "Hijo, lo principal es que estás aquí! ¡Que estabas perdido y te he encontrado! Ahora, con naturalidad, sin temor alguno con mucha paz y con un gran gozo, cuéntame todo aquello en lo que crees que te equivocaste. Pero, no olvides, que lo principal, es que has vuelto, y me has llenado de alegría. Todo lo demás, ya lo arreglaremos. Mejor, ya está arreglado .

Lo mismo alguien pudiera pensar, que he ido demasiado lejos. Hay unas palabras de Jesucristo en el Evangelio de hoy, que probablemente demuestran, que lo mismo me he quedado corto. Las palabras de Jesús son las siguientes: "Hay más alegría en el cielo por un solo pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve que no necesitan convertirse . Ahí están las palabras de Jesús. Podremos interpretarlas de una o de otra manera. Pero ya nadie jamás podrá arrancarlas del Evangelio.

Hijo de Dios, si vives alejado de la casa de Padre, vuelve cuanto antes. No prives a Dios de esa alegría. Él te espera con los brazos abiertos.