XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Amós 8, 4-7
Salmo 112
I Timoteo 2, 1-8
San Lucas 16, 1-13

Entonces se dijo a si mismo el administrador: Ya sé lo que voy a hacer para cuando sea removido de mi cargo& San Lucas, cap. 16.

Nos encontramos con una de las parábolas más sorprendentes. Jamás hemos de olvidar, eso, que estamos delante de una parábola, no de una historia: Las parábolas, sobre todo las de Lucas, son un tanto enigmáticas. Jamás debiéramos quedarnos en lo exterior. Hemos de profundizar en el sentido que Jesús quiso dar a las mismas. Es decir, ¿qué nos quiso enseñar Jesús en la parábola del administrador?

Así, cuando os habla de las Diez Vírgenes, sólo, pretende una cosa: que debemos estar siempre en vela. Cualquier otra consideración, que se te ocurra, es tuya, no de Jesús. Por eso, en la parábola del mal administrador, hemos de dejar a un lado un sin número de cosas. Por eso, no sería muy aleccionador quedarnos en la materialidad de las palabras, cuando en la parábola del hombre molestado en plena noche por un amigo, acaba cediendo, sólo por poder dormir tranquilo. Extraña ilustración de la actitud de Dios para las súplicas humanas. La lección está ahí, en la invitación a que nuestra oración sea tan insistente y confiada como fue la actitud del amigo inoportuno. La parábola pretende dejarnos patente, que Dios escucha siempre la oración confiada.

Y nos encontramos ante la parábola del administrador injusto. Este es llamado por su señor para rendir cuentas nada, nada limpias. El administrador se ve no sólo despedido, sino en la misma cárcel. Entonces, sagazmente, se dice a sí mismo: "Ya sé lo que voy hacer para que cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa". Llama a cada uno de los deudores, y dice al primero: "¿cuánto debes a mi amo?". Éste respondió: cien barriles de aceite. Él le dijo: aquí está tu recibo. Y le dijo: aprisa siéntate y escribe , cincuenta. Y así con todos los demás. Y el amo felicitó al administrador.

El amo, el señor, es Jesús. Nosotros podemos preguntar a Jesús: Pero, Maestro, ¿cómo puedes alabar a este administrador, injusto a todas luces?

¡Cuidado! No se trata de decir que este personaje haya actuado en todos los puntos de una forma evangélica, sino, simplemente de afirmar, que en un punto que es capital, este hombre supo adoptar un comportamiento ejemplar, fuere cual fuere la actitud que hubiese adoptado con los demás.

No, indudablemente, Cristo no puede alabar la injusticia, la falta de honradez, sino que alaba su "sagacidad, su astucia". Es como si nos dijera: Mirad a un hombre en apuros, el cielo se le ha venido encima, sólo tiene unas horas para reaccionar, y reacciona perfectamente. Imitadlo vosotros, los hijos de la luz, no en la avaricia, ni en la injusticia, sino en la astucia y en la sagacidad. Ante un golpe duro, no os hundáis en lamentos e indecisiones, moveos, viene a decirnos, como este "vivales". ¿Un sinverguenza? Sí, pero se nos pide que seamos bastante listos, para que sepamos coger lo que hay de bueno en esta parábola, rechazando lo malo.

Y como colofón de esta primera parte, Jesús termina con esta paternal, pero, a la vez, seria advertencia: "Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz". ¡Qué admonición para todos y cada uno de nosotros! Nosotros nos tenemos por los hijos de la luz. Ya el Señor nos dice que en esto, debemos ser tan sagaces como los hijos de las tinieblas. Ellos, sin duda, en este aspecto, nos aventajan. ¡Que cada uno saque sus consecuencias!

Y termina el Evangelio con estas graves palabras de Jesús, archiconocidas de todos y cada uno de nosotros: "Ningún siervo puede servir a dos señores: porque bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo: No podéis servir a Dios y al diablo".

¡Qué duda cabe, que asentimos a estas palabras de Jesús!. De niños aprendimos, que los enemigos del alma son tres: mundo, demonio y carne. ¿No hubiera sido muy conveniente resaltar; y el cuarto, el dinero?

Voy a traeros unas frases a las que no me adhiero del todo, pero que las juzgo no del todo desatinadas: ...esos asquerosos pedacillos de monedas historiadas, que el asesino da al sicario, el usurero al hambriento, el enemigo al traidor, el estafador al cohechador, el lujurioso a la mujer de "la vida"; esos sucios y hediondos vehículos del mal, que persuaden a la esposa traicionar al esposo, y viceversa, al hermano a defraudar a su hermano, a un pueblo a subyugar a otro pueblo, esos dineros, esas monedas, son los objetos más espantosos de cuanto el hombre fabrica. El dinero, que ha hecho morir todos los días a tantos cuerpos, hace morir todos los días a tantas almas.

Como indicaba antes, no suscribo todas y cada una de estas frases. Pero, confieso, que tristemente, encierran una trágica realidad.

Por otra parte, se ha dicho, que el dinero abre todas las puertas..., menos las del cielo. Fíjate bien lo que yo digo: nadie se condenará por ser rico. Asimismo, nadie se salvará por ser pobre. Con ello no quiero decir, que las riquezas en muchas ocasiones, no sean un grave obstáculo para abrir las puertas del cielo. Pero, a la vez digo, que el dinero, y las riquezas , pueden y deben ser una llave que te abran las puertas del cielo. ¿Cómo? Sencillamente, reflexionando sobre las palabras de Jesús en la parábola del mal administrador: Y os digo: ganaos amigos del dinero "injusto" para que cuando os falte os reciban en las moradas eternas. Y te lo recuerdo, son palabras de Jesús. Y termino con unas palabras de Jesús: "Y vio Dios cuanto había hecho, y todo era bueno". Todo era bueno, incluidas las riquezas. De ti y de mí depende el que nos abran las puertas del cielo.