XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4
Salmo 94
II Timoteo
San Lucas 17, 5-10


Dijo Jesús: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a éste árbol: Arráncate de raíz y plántate en el mar; y os obedecería. San Lucas cap. 17.

Medimos el espació por metros, el tiempo en días, horas, minutos y segundos. Calculamos la electricidad en vatios, ohmios, y amperios. Tasamos los líquidos en litros, los sólidos en kilos, toneladas y quintales. Pero la fe... ¿podrá medirse en granos de mostaza?

Vivimos en un mundo convulsionado, inseguros, y llenos de confusión. La vida se nos hace difícil, y las ilusiones juveniles, van cayendo una tras otra. Nuestros mayores se tambalean y tienen la sensación de que les cambian la religión. Entonces surge el desaliento y la duda. ¿Será verdad lo que hemos creído hasta ahora? ¿No será todo pura imaginación como aseguran algunos agoreros? Este fue el momento que vivieron los apóstoles. Por eso, un tanto angustiados, le dicen: "Señor, auméntanos la fe".

Y la respuesta del Señor es un tanto desconcertante: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este árbol: "Arráncate de raíz y plántate en el mar, y os obedecería".

Daos cuenta de una cosa, el Señor no pide a los apóstoles una gran fe, sino, una fe sincera, aunque sea pequeñita como un grano de mostaza. Si la tuvierais así, diríais a este árbol: arráncate de raíz, y plántate en el mar y os obedecería.

No se trata de aumentar la fe en un sentido cuantitativo. Se trata de tener fe auténtica, verdadera. Y cuando se tiene fe verdadera, hasta una medida insignificante, aunque sea pequeñita como un grano de mostaza, es suficiente. Y no sólo para mover los árboles, sino para movernos a nosotros mismos, para mover nuestro corazones, en ocasiones, más difícil que transplantar un árbol al mar.

El problema, la equivocación, es que llamamos fe, a lo que es todo, menos fe.

La fe no es descanso, entendido en un sentido somático o biológico. Tengamos, además presente, que la fe no nos allana el camino, no nos hace marchar por la vida como privilegiados, en una luminosa galería, con aire acondicionado, al resguardo de las tempestades que descargan sobre el común de los mortales.

La fe, fijaos bien en esto, no "iluminará" nuestro camino, no amortiguará mi dolor, no disipará mis contratiempos La fe me da fuerzas para caminar, aunque sea a oscuras, y no desfallecer hasta conseguir la meta.

No hay fe fácil. Puede ser, todo lo que se quiera, menos, fe .Como dije antes, el Señor no nos pide una fe grande. Cuando uno cree haber encontrado una fe fácil, cómoda, ha perdido la fe.

Como acabo de deciros, el Señor no nos pide una fe grande. Se contenta con que sea como un grano de mostaza. Así, en situación angustiosa, los apóstoles piden al Señor, que les aumente la fe. Y es cuando Jesús les dice, que solo es necesaria una fe "como un grano de mostaza". Esta es la fe que lo consigue todo del Padre, porque está hecha de confianza.

Es la fe de día a día, de poner nuestro corazón en Dios ante cualquier necesidad, desgracia o contratiempo. Es la fe pobre, pequeña -no confía en sí- pero fuerte e inquebrantable, la que nos hace caminar cada día en la aceptación, en muchas ocasiones, dolorosa, de la voluntad de Dios.

Y nos detenemos un instante en otra frase, en principio, un tanto desconcertante de Jesús: "Cuando hayáis hecho cuanto se os ha mandado, decid: Somos unos simples servidores, sólo hicimos lo que teníamos que hacer".

La parábola está relacionada con la actitud de los fariseos. No tenemos que ufanarnos de haber hecho lo que teníamos que hacer y presentarnos con exigencias delante del Señor, algo, así como la paga. El verdadero amor no se detiene en recompensas.

Creo que en este mundo, nadie ama como la madre. Una madre quedaría extrañada, por no decir herida, si le preguntaras, ¿qué recompensa quieres por el amor a tu Hijo? Sonreiría, y lo mismo respondería: ¡cómo se ve que Vd. nunca ha amado de verdad!. El verdadero amor es gratuidad, y no camina bajo el signo de contrato alguno

El amor de Dios al hombre es pura gratuidad. Y a la gratuidad del don de Dios debe corresponder, una actitud de parte del hombre sin reinvindicaciones farisaicas, ni miradas egoístas.

"Señor, hemos hecho lo que teníamos que hacer". Sólo pedimos una recompensa: seguir amándote, porque somos conscientes que en ello está nuestra felicidad. Por eso, te decimos y pedimos, con toda la fuerza de nuestro corazón: "Señor, auméntanos la fe". No te pedimos más.