IV Domingo de Adviento, Ciclo A

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Isaías 7, 10-14
Salmo 23
Romanos 1, 1-7
Mateo 1, 18-24

 

 

Un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “José, hijo de David no temas recibir a María en tu casa”. San Mateo, cap. 1.

 

Tengo la plena seguridad que os habéis dado cuenta de los personajes que han sido protagonistas en estos domingos de Adviento. Los recordamos: Isaías, Juan Bautista, y María.

 

 Isaías, el profeta de los vaticinios mesiánicos. Y nos asombra con estas palabras: “Mirad, la virgen está en cinta y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa:” Dios con nosotros”. El segundo personaje es Juan Bautista, cuya voz resuena en el desierto predicando y reclamando la conversión de todos: “Convertíos y haced  penitencia”. Luego está María, centro de todas las palabras y de todas las miradas.

 

Nos encontramos en el  cuarto Domingo de Adviento, como quien dice, a las mismas puertas de la Navidad. ¿No echáis de menos a un personaje clave en la historia y en el misterio de la Encarnación? a San José. ¿Cómo es posible que no se le haya tenido en cuenta?

 

No podía ser de otra manera, y en el domingo cuarto de Adviento,  el día de hoy, la Iglesia nos le presenta en toda su grandeza. ¿Sabéis, cuál es la grandeza de San José? Su silencio y su disponibilidad. De Dios se dice, que su palabra es el silencio. Salvando las distancias, repito, la grandeza de San José, es su silencio. No conocemos ni una sola palabra de él. ¡Qué contraste con todos y cada uno de nosotros! ¡Qué fe en Maria, y a la vez, qué fe en Dios!

 

Hemos pensado por un momento, ¿cómo tuvo que sufrir, yo diría, sangrar su corazón,  el corazón de José, al enterarse de que María estaba embarazada, y él sin saber nada? Más aún, alguien ha aventurado la idea, que José lo mismo se enteró en la calle, del hecho. María no había dicho ni palabra a José. Las mujeres en esto, más finas y observadoras, que los hombres, notan que María va a ser madre, y con la mejor voluntad del mundo, lo mismo se acercan a José, y le dan la enhorabuena, por su próxima paternidad.

 

¡Qué momentos de angustia para José, y qué ejemplo para nosotros. Él tiene una fe ciega en María. Una fe, que, a su vez estaba cimentada en Dios

 

Como dije antes, qué ejemplo para todos nosotros. ¿En cuántos momentos de dolor, ante una desgracia, ante un contratiempo, ante una dificultad, no creemos, no pensamos que Dios nos ha abandonado, se ha olvidadote nosotros?

 

¿Cuál fue la actitud de José en aquella noche  oscura. Más aún, en aquella negra noche? Sencillamente, seguir confiando, seguir esperando. Es muy fácil creer cuando todo nos sale bien. La fe verdadera se muestra en la oscuridad de la noche. ¿Quieres saber cuáles son los grados de tu fe? ¿En la oscuridad  de la noche, sigues esperando, sigues confiando en Dios? No des más vueltas a tu cabeza.

 

Dios, lo sabía muy bien José, es Enmanuel. Es decir: “Dios con nosotros”. Y Dios con nosotros, siempre. Por eso, la Iglesia nos le presenta como ejemplo, a las mismas puertas de la Navidad.

 

José fue hombre, sin duda alguna, privilegiado Aunque tuvo momentos difíciles, muy difíciles, como le indicaba el ángel. José acoge a María y así se cumple, lo prometido: el nacimiento de Jesús, el Salvador.

 

Siempre, presto a hacer la voluntad del Señor: “José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo, y le pondrás por nombre Jesús, que quiere decir salvador”. Siglos antes  nos había dicho el profeta Isaías: “Mirad, la virgen concebirá un hijo, y le pondrás por nombre Enmanuel (que significa, “Dios con nosotros” .

 

¡Qué honor el de José, ante la ley, aparece como el verdadero padre de Jesús!

 

¡Cómo contrasta este nombre “Dios con nosotros ” con los adjetivos que el hombre de ayer y de hoy ha colocado a Dios! Le llama, le llamamos: Todopoderoso, Omnipotente, Eterno, Infinito, etc, etc.Todos estos adjetivos, dice un comentarista, se podrían resumir en uno solo: Dios el ausente, el alejado del mundo.

 

La Navidad no tiene sentido para el cristiano, es decir, para nosotros, sino se acentúa y se vive alrededor de esta verdad: Jesús salva; Jesús es el Enmanuel. Es decir: “Dios con nosotros”.

 

Navidad no es un paréntesis de sonrisas en medio de la monotonía del resto del año. La Navidad es la llamada intensa al esfuerzo de fraternidad, que nunca debe cesar, porque Dios está con nosotros.

 

No podemos olvidar que Jesús nace en la pobreza, en un viaje, sin casa…Sólo los pastores,, los pobres del lugar,  conocieron el suceso. Nace en el desamparo humano, también morirá así.

 

Él ha venido ciertamente para todos. Aunque, a la verdad, primero para los pobres, los necesitados. Por eso, recibe, antes que a nadie, a los pastores. Gente en aquellos tiempos muy  despreciable. Pero de inmediato recibe a los ricos, representados en los Magos de Oriente.

 

Jesús es el Enmanuel: el Dios con nosotros. En algunos momentos, en cualquier circunstancia de la vida, en el dolor y en la alegría, cuando nos salen bien la cosas, y cuando nos salen mal, él es el Enmanuel.

 

Este es el motivo principal por el cual debemos celebrar la Navidad. A ello nos ayudará el recuerdo de José y María quienes, fueron los primeros que celebraron la Noche de Navidad.

 

¡Ojalá, encuentre en nosotros el Señor, la disponibilidad  a la fe que encontró en José y María!. Así celebraremos, en verdad, la Noche Buena.