II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Isaías 49, 3. 5-6
I Corintios 1,1-3
Juan 1, 29-34

 

Al ver Juan a Jesús que venía hacia él , exclamó:  Este es el cordero de Dios que  quita el pecado del mundo.  San Juan , 1.

 

Atrás queda la fiesta de Navidad, el día de Año Nuevo, la fiesta infantil de Reyes, con la alegría infinita que produce en los pequeños. Y surge una pregunta: ¿qué queda de todo esto? ¿No queda nada? Las Navidades, no religiosas, no recuerdo otros años, pero éste, se han anticipado. Todos hemos podido comprobar, como a principios de noviembre, ya nos anunciaban las fiestas, y lo triste es, que no se anunciaban con sentido religioso, cristiano, sino el espíritu que daba vida a todo esto, como a cabo de decir, no era cristiano, sino comercial y mercantil.

 

Y repito la pregunta que hice al principio: ¿qué queda de todo esto? Jesús, que se hizo hombre como uno de nosotros: ¿ Ha pasado también y nos ha dejado solos?.

 

Por eso, la Iglesia, como madre que es y conoce bien a sus hijos, pone hoy a nuestra consideración, el evangelio aquel, en el que Juan Bautista nos presenta a Jesús como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

 

De aquí en adelante, aunque se han apagado las cuatro velas que lucían sobe la mesa, seguiremos celebrando, que Jesús es la Luz, es el Salvador, el Cordero de Dios que quita el pecado  del  mundo.

 

En este evangelio, no veamos sólo a Juan Bautista que nos presenta a Jesús. Veamos además, que si Juan  no nos lo hubiera presentado, la gente no lo hubiera reconocido. Es un hecho con un sentido mucho más profundo del que pudiéramos imaginar. ¿Por qué no pensamos  que como en tiempos de Juan Bautista, hoy sigue Dios necesitando de hombres que lo testimonien, que manifiesten, que entre nosotros se encuentra el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo?

 

Sin duda alguna, uno de los males de nuestra sociedad, es que faltan figuras, que al igual que Juan Bautista, muestren a Jesús, o mostremos a Jesús como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

 

¿Dónde encontrar hoy un Juan Bautista que nos señale a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo? En nuestra iglesia, en nuestra parroquia, tenemos gentes que pueden hacer de Juan Bautista. Y te digo más, no  miremos al otro.  Mirémonos a nosotros mismos, y con la mano en el corazón, preguntémonos: ¿por qué yo no puedo con mis palabras, y, sobre todo, con mis obras, señalar a Jesús, y decir: este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo?

 

Hemos de vivir para señalar la presencia de Jesús. Para hacer esta obra de precursores estamos, entre otras cosas, en este mundo, para testimoniar que Cristo es el Cordero.

 

Todos sabemos que la palabra “cordero”, tiene un significado y profundo en las Sdas.. Escrituras. En el Antiguo Testamento Jahavet manda a Moisés que tome un manojo de hisopo, que lo moje en la sangre y que unte el dintel y las jambas con la sangre

Jahavet pasará y herirá a los egipcios, pero al ver la sangre en el dintel y en las jambas, Jahavet pasará de largo por aquellas puertas y no permitirá que el Exterminador entre en vuestras casas para herir. De esta manera, al día siguiente al amanecer, se produce el éxodo de Israel de Egipto, viéndose libre de la esclavitud del Faraón. En el  profeta Isaías aparece la figura del “siervo”, que es conducido al matadero como un “cordero”. En la Apocalipsis, el  cordero inmolado, es aclamado por la multitud celestial como digno de toda alabanza.

 

Este Cordero es el mismo que señalará Juan Bautista entre la multitud. Este Cordero ss el mismo que el sacerdote mostrará al pueblo diciendo: He aquí el Cordero de Dios  que quita el pecado el mundo. ¿Creemos esto firmemente?

 

El novelista J. Green describe una asamblea de cristianos con estas inquietantes palabras, y como desilusionado dice: “Todo el mundo creía, pero nadie gritaba de asombro, nadie saltaba de alegría”.

 

No acertaba a comprender, cómo en un grupo de fieles, alguien no salte de alegría –en una eucaristía-  cuando el sacerdote levantando la Forma consagrada y mostrándola al pueblo dice: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

 

¿No sería triste que después de haber celebrado con alegría las Navidades, el único recuerdo que nos quedase de las mismas, fuera aquello que nos pudieran haber traído los Reyes, o las pequeñas vacaciones que pudimos disfrutar en la nieve o en la montaña?

 

En muchas ocasiones sobran las palabras, pues lo que nos hace auténticos y verdaderos cristianos, son las obras. Lo contrario, es un cristianismo sin raíces. Me da la sensación que, en momentos determinados, hacemos las cosas por “llenar” unas “obligaciones”, un tanto sentimentales, sin compromiso alguno. Como acabo de indicar , para ser buenos cristianos , no bastan –no que sobren-  ni las palabras, ni los ritos, ni un sin número mayor o menor  de oraciones. Se hace necesario una fe viva. Es decir, no sólo “rezar” sino “vivir”.

 

No deberíamos olvidar los cristianos aquella acertada observación, que Tony de Mello, nos dice con su habitual encanto: “Jamás se ha emborrachado nadie a base de pensar intelectualmente en el vino, en la palabra vino. Así de sencillo. Para emborracharse hay que oler, gustar, y sobre todo, “beber” vino. Para gustar y saborear a  Dios, no basta teorizar sobre él. Se hace necesario ,antes que nada, “vivirlo”. Acercarse a  Jesús con fe. Y eso:, decirle con fe y de corazón : Jesús, tú eres el verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.