IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 5, 1-12a: Jesús se puso a hablar enseñándoles: Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos… San Mateo , cap. 5.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Sofonías 2, 3; 3, 12-13
Salmo 145
I Corintios 1, 26-31
San Mateo 5, 1-12a

 

Jesús se puso a hablar enseñándoles: Dichosos los pobres en el espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos… San Mateo , cap. 5.

Antes de adentrarnos en la exégesis y explicación del evangelio de hoy, quiero detenerme, aunque sólo sea unos momentos, en las primeras palabras de San Mateo, a mi juicio, cargadas de un sentido hondo y profundo. Nos dice el evangelista, que los apóstoles se acercaron a Jesús, y éste, les comenzó a enseñar.

Si tenemos frío, lo primero que hemos de hacer, es acercarnos al fuego para calentarnos. Si estamos faltos, de amor lo que tenemos que hacer, es acercarnos a la fuente del amor, para sentir y comenzar a amar. Lo sabes, sobradamente, el principio de la vida es el amor. Y el símbolo, lo más significativo, tanto de la vida como del amor, es Jesús. Por eso, los apóstoles, que se sentían, tanto faltos de vida como de amor, muy acertadamente, se acercan a Jesús. Y éste les comienza a enseñar. Es decir, a darles vida, a darles amor.

Y antes de seguir, al escuchar el evangelio de hoy, es decir, el evangelio de las Bienaventuranzas. Me permitís una pregunta: ¿nadie se ha escandalizado del Evangelio de hoy? Bueno, puede ser que la palabra sea muy fuerte. La suavizaremos un poco: ¿nadie se ha extrañado de las Bienaventuranzas? A la verdad, a mi me daría un poco de pena. Ello demostraría que no nos hemos acercado a Jesús. Mejor, que no hemos reflexionado lo suficiente sobre sus palabras. Bienaventurados los que sufren, bienaventurados los perseguidos, bienaventurados los que padecen hambre, bienaventurados…Repito, y de nuevo te pregunto, ¿no te da esto, no te produce esto, como un escalofrío?. Si no te produce esto, es que eres insensible, y estás o estamos muy cerca de la muerte espiritual.

Con un ejemplo, entenderás mejor lo que quiero decirte. Cogemos una persona que tiene una gran herida. La damos bien de alcohol para desinfectarla. Entonces chilla. Nos alegramos y saltamos de alegría, a la vez que exclamamos ¡Está viva! Por el contrario, si la damos alcohol, y no produce reacción ninguna, decimos entristecidos: ¡Está muerta!

Si lees o escuchas las Bienaventuranzas, si las leo o las escucho, y permanecemos insensibles, es que, espiritualmente, estamos muertos, o muy próximos a la misma.

Da gracias a Dios, si al leer la Bienaventuranzas, en el mejor de los sentidos, te escandalizas, es que espiritualmente, estás vivo.

Todos cuantos nos encontramos aquí, confesamos, que Cristo vino a traer la “Buena Nueva”. De ahí que pensándolo bien, aunque nos extrañemos un tanto, o un mucho, en el fondo de nuestro interior, debemos alegrarnos, porque nos encontramos, ante la Buena Noticia que el Señor vino a anunciarnos. Es decir: las Bienaventuranzas. El Señor nos recuerda con insistencia, que la felicidad, las bienaventuranzas, son para los pobres, para los sufridos, para los humildes, para los pacíficos, para los limpios de corazón. Son palabras de Jesús. Si queréis, las arrancamos del evangelio.

Con el dinero sólo se compra una apariencia de felicidad. Por eso, encontramos tanta gente insatisfecha por nuestras calles.

Para alcanzar la felicidad verdadera, sólo hay un camino, aparentemente no muy apetecible, pero es el único, eficaz y verdadero, no lo dudéis: es el camino de las Bienaventuranzas.

Cuentan de Gandhi, que cuando oyó por primera vez las Bienaventuranzas, le produjo una muy profunda sensación, y todo alborozado exclamó:” Esto es lo que yo estaba buscando hace tantos años, pero no acertaba a formularlo tan sabiamente”.

¡Qué ejemplo para todos y cada uno de nosotros!

Jesús había dicho: “Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. Nosotros hemos escuchado las Bienaventuranzas. Pero eso no basta. Hay que ponerlas o llevarlas a la práctica, según el mismo Jesús.

No seamos de aquellos discípulos, que habiendo dicho el Señor algo un tanto duro, quisieron abandonarlo, Y Jesús se vio en la necesidad de decir a los apóstoles: “¿vosotros también queréis abandonarme? Y Pedro en nombre de todos, contestó: “Señor, tú tienes palabras de vida eterna, a quién vamos a ir?

Contra los que dicen que lo tienen todo, porque no les falta nada, Jesús les dice, que les falta todo, porque sólo tienen cosas.

Decía un campesino de El Salvador: “Los pobres no podemos confiar más que en Dios. En la ciudad las gentes tienen amigos. Y se apoyan en ellos para salir adelante. Nosotros sólo tenemos a Dios. Nuestra esperanza son las Bienaventuranzas”.

Y quiero terminar con las mismas palabras que comencé. La clave del sermón de la Montaña,
en general, y en particular de las Bienaventuranzas, se encuentra en las primeras palabras del Evangelio de hoy…”se acercaron a Jesús los discípulos , y éste les dijo las Bienaventuranzas”

Pero quiero recordaros las palabras del campesino de El Salvador: “ Nuestra única esperanza son las Bienaventuranzas”. Para pensarlo.