Domingo de Ramos

Mateo 26, 14--27, 66: Jesús mandó a dos de sus discípulos: Id a la aldea de enfrente; encontraréis una borrica con su asnillo. Desatádlos y traédmelos. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita. San Mateo, cap. 21.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Isaías 50, 4-7
Salmo 21
Filipenses 2, 6-11
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo

 

 

Jesús mandó a dos de sus discípulos: Id a la aldea de enfrente; encontraréis una borrica con su asnillo. Desatádlos y traédmelos. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita.  San Mateo, cap. 21.

 

Iniciamos hoy la Semana Santa, así conocida, familiarmente, por el pueblo cristiano, y litúrgicamente, con el nombre Semana Mayor. Para muchos, tristemente, es la puerta de un periodo de vacaciones. La  Semana Santa tiene un pequeño pórtico de entrada: la Bendición de los Ramos, con su procesión, que nos recuerda, la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén. En el momento dado, Jesús envía a dos de sus discípulos a Betfagé, diciéndoles: “Id hasta Betfagé encontraréis una borriquilla con su pollino. Si alguno os pregunta, respondedle: “ El Señor los necesita”.

 

¡Qué entrada tan sencilla, y a la vez emotiva, la de Jesús en la borriquilla. Los generales, después de una gran victoria, entraban en la ciudad  en soberbios caballos, bien enjaezados, custodiados , con una gran escolta de soldados, vestidos con uniformes de gala.  Jesús lo hace, montado en una borriquilla. Así se cumplió lo que había dicho el profeta:” Mira a tu rey, que viene a ti, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila”. Eso sí, la gente había alfombrado el camino con sus vestiduras, e iba gritando detrás: “¡Hosanna! ¡Viva el hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Viva el altísimo!

 

Me hubiera gustado, haber entrado dentro del corazón de Jesús, oírle   saltar de gozo, al verse rodeado de niños que gritaban: ¡ Hosanna! ¡Viva el hijo de David!

 

Jesús ha necesitado, hoy de un borriquillo, para hacer su entrada en Jerusalén. Un día, necesitó de María para hacer su entrada en el mundo: Necesitó de un padre legal -José- para entroncarse en la estirpe de David. Y hoy necesita de ti y de mí, necesita de todos y cada uno de nosotros, para evangelizar a todas las gentes.

 

Cristo no habla hoy por nuestras calles y plazas. Cristo ya  no multiplica los panes como lo hiciera en otro tempo en el desierto, cuando con cinco panes y dos peces dio de comer a más de cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños, y aún recogieron doce canastas. Somos nosotros, los que en nombre suyo, hemos de proporcionar ese pedazo de panal hambriento. Somos nosotros, los que nombre suyo, hemos de dar unas ropas a ese mendigo que en la calle, está apunto de morir de frío, somos nosotros, los que en nombre suyo, hemos de enjugar,las lágrimas del que se encuentra solo y desamparado. Somos nosotros los que hemos de llevar la Buena Nueva a los que aún no han “escuchado” su voz. Somos nosotros los que…

 

Como dije ante, a Jesús, se le debió ensanchar el corazón al ver cómo la gente  sencilla, le recibe con gozo, al ver cómo extendían sus mantos por el camino. Al ver cómo cortaban ramos de los árboles y alfombraban la calzada..

 

Pero, al contrario, viendo los príncipes de los sacerdotes y los escribas las maravillas que hacía y los niños que gritaban: ¡Hosanna al hijo de David!, se recomían por dentro, y no aguantando más, le dicen enojados: “¿Oyes lo que estos dicen?. Y Jesús, sin duda alguna con amargura, contesta: Sí, ¿no habéis oído jamás decir: de la boca de los niños y de los que maman, has hecho brotar la alabanza?.

 

Señor, concédenos la gracia de acompañarte con corazón grande, poniendo a tus pies nuestro orgullo, soberbia, envidia y todas nuestras miradas bajas y rastreras. Y, a la vez, con la mano en el pecho, gritemos, al igual que los niños, en aquella mañana del primer Domingo de Ramos: ¡Hosanna al Hijo de David!  ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!