Solemnidad de la Ascension del Señor

Mateo 28, 16-20: En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado Al verlo ellos se postraron, pero algunos vacilaban. San Mateo, cap. 28.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

 En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado Al verlo ellos se postraron, pero algunos vacilaban. San Mateo, cap. 28.

 

Voy a comenzar con una ingenuidad, casi infantil. Pero creo, que tiene su trascendencia. El año 1955, tenía yo 31 años, fui llamado al ejército, como capellán militar. Fuí destinado a África. Estuve año y medio en Melilla, y medio en el Sahara. En concreto, en Villacisneros. En Melilla,, además de servir como capellán militar en el regimiento de Zapadores, me encomendaron la asistencia de la  Cruz Roja. El mayor hospital de Melilla. Estaba  de portera una Hija de la caridad, ya entrada en años. Tanto al salir, como al entrar, a mi saludo, de “Buenos días”, siempre con sonrisa en los labios ,me contestaba lo mismo:  ¡Qué bueno es el Señor! Ya un día, con cariño la pregunto: ¿Por qué es bueno  el Señor? Y me dio esta  respuesta, que en mi vida he podido olvidar: “Es bueno, porque aguanta a tanto pillo en el mundo”. ¡Qué razón tenía aquella Hija de la Caridad!

 

Dios es bueno, porque nos aguanta a ti y a mí, que somos hijos suyos, y en muchas ocasiones, no nos portamos como tales.

 

Jesús, permíteme, me ponga frente a ti y te diga: “Señor, un día dejaste la casa del Padre, te hiciste hombre, conviviste 33 años con nosotros, .y ahora nos dejas. Ciertamente, en ocasiones, te hemos ofendido. Pero, sin duda alguna, tu amor hacia nosotros, es infinitamente mayor que nuestro olvido. Por lo mismo, nunca nos dejarás solos. Tú mismo nos lo dijiste antes de subir al Padre:”Sabed que estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”

 

La festividad de la Ascensión la encontramos resumida en aquellas palabras del  Credo: “ Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre Todo Poderoso”.

 

Y antes de seguir adelante, una extraña pregunta que debiera hacernos reflexionar:¿Cómo podemos celebrar la subida de Jesús a los cielos, dejándonos solos aquí en la tierra? 

 

Ciertamente, Cristo  ha subido a los cielos. Pero antes, ha reunido a los apóstoles, y les ha dado autoridad sobre los espíritus inmundos: “Id al mundo entero  y predicad la Buena Nueva. En verdad, él ha subido a los cielos, pero nos ha dejado su espíritu. Al marchar a los cielos y dejarnos su espíritu, ha venido a decirnos a todos, a ti y a mí: “Necesito de tus manos para acariciar al que está cerca de ti y no se siente querido, para ungir las llagas del herido. Necesito de tu lengua para defender al que se siente injustamente postergado. Necesito tu sonrisa y tus caricias para consolar al desamparado. Necesito de los latidos de tu corazón para dar calor y vida al que agoniza en la soledad.

 

En cierta ocasión, a un hombre en pleno invierno, se le cayó el techo de su casa. Él era incrédulo. Un vecino suyo, creyente y de buen corazón, se pasó todo el día ayudándole, desinteresadamente, a levantar lo derruido, para que pudiera guarecerse durante la noche, del frío y de la lluvia. Al terminar la jornada, el incrédulo, todo emocionado y agradecido, le dice: Amigo, sabes que no creo en el Jesús que tu crees. Pero te digo  con el corazón en la mano: “ Si Jesús existió, sin duda alguna, sería como tú. Desde hoy, pensaré en serio en él”.

 

Una lección para todos y cada uno de nosotros. Lo que convence a las gentes, no son las palabras sino las obras. Así para ser buen cristiano, no basta que nuestro nombre esté en el libro de bautizados de la parroquia, sino que nuestra vida sea un fiel reflejo de la vida de Jesús.

 

En consonancia con lo que acabo de decir, quiero recordaros las palabras, casi como un  reproche,  que los ángeles dijeron a los apóstoles cuado Cristo acababa de subir a los cielos: ¿Qué hacéis aquí mirando al celo? Sin duda alguna, hemos de mirar  al cielo, pero con los pies fijos en la tierra. No debemos, por tanto, mantenernos fijos en la tierra con los ojos “fijos” en  el cielo, sin interesarnos de cuanto en ella acontece, como sino tuviera que ver ya nada con nuestra esperanza. Con toda cautela, me atrevo a lanzar esta idea este pensamiento: en ocasiones, cuanto más agradaríamos al Señor, si parte que empleamos mirando al cielo , lo empleáramos en socorrer al  necesitado, dar un pedazo de pan al hambriento, y consolar al triste.

 

En definitiva, el día de la Ascensión del Señor a los cielos, debe ser un día gozoso y de fiesta: en primer lugar, porque se halla sentado a la derecha del Padre, que es su sitio. Y en segundo lugar, debemos darle gracias porque ha depositado su confianza en nosotros, de representarle en la tierra, y. no ha encomendado la misión de extender y de llevar su nombre y su amor a todos los hombres.

 

¡Que gloria, qué honra y qué honor, ser embajadores y representantes de Jesús hasta que él vuelva!

 

Esta es la razón y la sustancia de la celebración  de la festividad de la Ascensión: decir y manifestar a los hombres, que Cristo se halla sentado a la derecha del Padre. Y somos nosotros, quienes tenemos que manifestarlo con alegría.

 

No podemos terminar esta homilía, sin dirigir unas emotivas palabras, a los cientos de niños y niñas, que  en estos días, Jesús, no  ha “subido” sino “descendido”, por primera vez a sus corazones, limpios y puros, más blancos que el vestido que llevaban.

 

Y a vosotros, padres y madres de familia, dad infinitas gracias a Dios, por haberos concedido el inapreciable don de la paternidad y de la maternidad.

 

No me preguntéis, cómo cooperareis. Nadie como el corazón de una madre para llevarlo adelante. Lo sé, los tiempos han cambiado, y en muchos momentos, no “sabéis” dónde mirar, ni qué hacer. Madre, ¿te recuerdo una cosa? Mucha fe, mucho ánimo, mucho amor, y una inmensa paciencia.

 

Ten presente que Jesús lleva esperando más de 2000 años. Y ya veis, cómo respondemos muchas veces. Si embargo, él sigue esperando y amando Un buen espejo dónde mirarnos todos nosotros. Madres: ¡¡¡adelante!!!