Solemnidad del Corpus Christi

Juan 6, 51-58: Dijo Jesús: os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros. San Juan , cap. 6.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Dijo Jesús: os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros. San Juan , cap. 6.

 

En este  gran día  de la Festividad del “Corpus Christi”, voy a comenzar con una cosa muy sencilla: en ocasiones podemos escuchar a nuestro lado, medio en serio, medio en broma, cosas como estas: con este cambio de fiestas la Iglesia “termina quitándonos la fe”.

 

Esto en el fondo, no puede menos de producirle a uno cierta  sonrisa. Ahora, no hace al caso, si es más o menos acertado, celebrar la Festividad del Corpus, en Jueves o Domingo. Hasta tienen cierta  nostalgia, algunos que ya no se puede decir: “Tres Jueves hay en el año que relumbran más que el sol: “Corpus Christi, Jueves Santo y la Ascensión”.

 

Creo estaréis conmigo, que lo importante, no es celebrar el “Corpus” el Jueves o el Domingo, sino celebrarlo con fe, y no sólo  con fe, sino con fe  viva, procurando adentrarnos en la grandeza y profundidad del misterio.

 

Antes de nada, quiero recalcar, hacer resaltar, la delicadeza, el gesto,  de Jesús, no sólo de quedarse para siempre entre nosotros, sino de hacerlo , bajo las especies de pan y vino. Es decir, como comida y bebida. Lo entenderéis, cuando  a una madre, se le ha acabado el repertorio de frases jubilosas al hijo: rey mío, corazón mío, vida mía…, cuando ya no sabe decirle más, exclama: ¡Hijo mío, te comía!

 

Eso es lo que quiere Jesús: que le comamos. Que nos alimentemos con su cuerpo y con su sangre.

 

Tenemos un refrán, como todos los refranes populares, cargado de sabiduría, que dice: “Con pan y vino se anda el camino”. Y Cristo  se nos da, se nos entrega, bajos las especies, de pan y vino. Es decir, con su cuerpo y con su sangre

 

Yo me pregunto, cuántos no pueden andar el camino, por eso, porque les falta, no ya el vino, sino, el pan. ¿Y por qué les falta  el vino y el pan?   Porque lo mismo lo tenemos nosotros. A nosotros nos sobra, y a ellos les falta. ¡Para pensarlo!

 

Cuando vamos de excursión o vamos de viaje, solemos hacer algunas paradas, entre otras cosas, para tomar algo, para descansar y reponer fuerzas. Si queremos recorrer nuestro camino, el camino de la vida, con frecuencia, erizado de sinsabores y dificultades, necesitamos detenernos, acercarnos a Jesús, y alimentarnos con su cuerpo y con su sangre.

 

Yo me figuro a Jesús en vísperas de su muerte, y cómo van desfilando ante él, todos los necesitados, la Humanidad entera y le dice: “Quédate con nosotros”. Sí, le dicen los ciegos:”  Quédate con nosotros, porque sin ti,  no hay luz que guíe nuestros pasos. Los tullidos dicen lo mismo: “Quédate con nosotros, porque sin ti, no tenemos fuerzas para seguir adelante”. Los leprosos  le dicen lo mismo: “Quédate con nosotros, porque no hay médico que cure nuestra lepra, la lepra del pecado”.

 

Señor, si tú te vas, ¿qué hará la mujer adúltera? ¿Quién la defenderá? Señor, te repite la Humanidad entera, lo que un día te dijeron los discípulos de Emaús: “Quédate con nosotros, porque se hace de noche”.

 

Debe ser doloroso para un padre, marchar de este mundo, y no tener nada que dejar  o casi nada, a sus hijos. El afán de todos los padres es dejarles, cuado más mejor. Muchas veces les oímos decir: “Trabajamos por ellos, porque para vivir nosotros tenemos más que de sobra, pero nos preocupan ellos”.

 

Jesús no tiene fincas, no tiene posesiones, no tienes acciones en la banca: ¿Qué dejará a los hombres a quienes tanto ama? 

 

 Cuando llega ese momento de la separación, un padre, una madre, lo que desearían, antes que nada, sería no dejar solos a los hijos, no abandonarlos. Pero el padre y la madre han de partir.

 

Pero esto que no es posible a un padre o a una madre, le fue posible a Cristo. Y entonces realiza lo más inaudito: “quedarse para siempre entre nosotros, bajo las especies de pan y vino”.                                                                                                                                     

 

Esto es lo que celebramos hoy: el infinito amor de Cristo a los hombres, manifestado en la Eucaristía. Por eso os decía al principio, ¿Qué más da celebrar esto en Jueves o Domingo?.

 

No celebramos un Jueves, no celebramos un Domingo,”celebramos el amor de Cristo a todos y a cada uno de nosotros”. Si lo pensáramos bien, esto debiera volvernos locos.

 

¡Gracias, Señor por tu amor! ¡Gracias, Señor, por haberte quedado  para siempre en la Eucaristía!. ¡Gracias, Señor, en una palabra, porque nos amas tanto!