XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 13:44-52: El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y lleno de alegría va a vender todo lo que tiene y compra el campo. San Mateo, cap. 13 

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y lleno de alegría va a vender todo lo que tiene   y compra el  campo. San Mateo, cap.  13 

A un poquito de atención que hayáis podido prestar en los domingos anteriores, podéis haberos dado cuenta, de cómo la Iglesia  para explicar la doctrina sobre el Reino, el capítulo X III de San Mateo 

El sembrador, la cizaña en los domingos pasados, y en el de hoy, otras parábolas, no menos sustanciosas 

Es tesoro escondido, la perla fina y la red con toda clase de peces: son tres parábolas, muy tipificadas, que no pudieron menos de sorprender a los oyentes, ya que en las mismas, se hace clara mención o alusión, a los sectores que escuchan a Jesús. 

La del tesoro escondido en el campo, tuvieron que escucharla con interés los labradores. La de la perla fina, tuvieron que escucharla con zozobra los comerciantes, y la de la red sobrecargada de peces, tuvo que despertar el entusiasmo de los pescadores. 

Aparentemente dispares, tienen un fondo común cargado de fondo cristiano. Reflejan vivamente.lo que ha de ser la actitud del cristiano 

Como marco para la inteligencia de las mismas, hemos de tener presente que, si bien es cierto, que  Dios interviene en la historia del hombre con una energía liberadora, no menos cierto es, que el hombre debe tener cierta iniciativa,  para que esa supuesta intervención se desarrolle hasta el final. 

¿Qué es el Reino de Dios? Yo os diría que no es una cosa de Dios que nos llega. Tampoco es una orden que debemos cumplir, ni una institución en la que debamos ingresar. Es, antes que nada, una “llamada de Dios”, por parte de él, y “una respuesta”, por parte nuestra. Llamada y respuesta tan determinantes y fundamentales, que han de cambiar nuestro esquema de vida Es un encuentro con Dios, de una dimensión tal, que al hombre no le queda otra alternativa, que rechazarla para construir su vida con otro esquema, o bien, aceptarla porque descubre que ese encuentro modifica la concepción de su existencia 

Así, pues, el  Reino se nos presenta como un tesoro que está delante de nosotros, que se nos cruza en el camino de la vida, como  casualmente, pero que nos exige el esfuerzo en relación con él, como si de él dependiera el significado de toda nuestra vida. 

Insisto, es un encuentro que no va a resolver, sin más, todos nuestros problemas, sino  un encuentro que nos debe modificar  cosas que habíamos considerado, hasta el presente, como sustanciales en nuestra vida, ver ahora, que son de un valor muy relativo . 

Mirad lo que ocurre cuando de vedad comenzamos a amar a una persona. Los esquemas de nuestra vida particular, con relativa frecuencia se nos vienen abajo. Te he dicho que el encuentro con Dios debe modificar nuestra vida. ¿Cómo? En parte, cambiando los criterios al valorar las cosas. Vemos cómo el agricultor, cómo el comerciante en perlas finas, no tienen empacho alguno, en vender todo, por adquirir el tesoro y por adquirir la perla fina. 

Tanto el labrador como el comerciante, compran. Y comprando con sus cosas. Es decir, aquellas cosas tenían su valor, ya que mediante ellas consiguieron el tesoro y la perla fina           

  Asimismo, las cosas de este mundo tienen su valor, y tan inmenso es su valor, que mediante ellas, hemos de adquirir, nada y nada menos, menos que el Reino de los cielos. 

En la parábola, se nos invita a que vivamos con coherencia y alegría el hallazgo del Reino, pues todas las demás cosas pierden valor comparadas con él. 

Las palabras de San Pablo, a este propósito, son inequívocas: “Lo que hasta el presente estimaba ganancia lo considero ahora una pérdida a cambio de Cristo. Por él dejé todas las cosas y las tengo por basura para ganar a Cristo”. 

Los cristianos debemos optar por el Reino con la misma radicalidad porque merece la pena vivir el Evangelio en toda la plenitud. 

El hombre de hoy, o no sospecha que exista un tesoro, o lo está buscando donde no se encuentra. O, si por casualidad lo descubre, es incapaz de vender sus posesiones para comprarlo. 

Y termina Jesús la parábola con estas palabras llenas de sencillez. Pero que son un colofón de cuanto ha dicho antes::”Ya veis, un letrado que entiende del Reino de los cielos, es como un padre de familia,  que va sacando del arca lo nuevo y lo viejo”