XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo, 16, 21-27: Jesús se volvió a Pedro: Quitate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD

 

 

Jesús se volvió a Pedro: Quitate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios. Mateo, 16, 21-27

 

No te extrañe lo que voy a decir: “La primera protesta contra la Iglesia ha partido del primer papa. Jesús acaba de decir a los apóstoles, que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho, por parte de los letrados y sumos sacerdotes. y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro escandalizado, lleva a Jesús aparte, y se puso a increparlo: ¡ No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasar. Jesús se vuelve a Pedro, y le dice: “Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios”.

 

¡Cuántas veces Jesús, no podría decirnos a cada uno de nosotros, lo que dijo a Pedro: tú piensas como los hombres, no como Dios ¡

 

Cristo, sí, fue crucificado; pero resucitó al tercer día. Yo, su discípulo, seguiré los pasos del Maestro: moriré, pero, a su vez, resucitaré.

 

Con frecuencia oímos a nuestro lado: el hombre ha nacido para morir. No es cierto: el hombre ha nacido para resucitar. Mi meta, no es la muerte, sino la resurrección.

 

Antes de seguir adelante, hemos de tener presente, el fuerte contraste que encontramos, ante el Evangelio de hoy y el Evangelio del domingo pasado. En el domingo pasado, Jesús declara a Pedro “dichoso”.Pedro acaba de confesar que Jesús es el Mesías, el hijo de Dios vivo. Y Jesús le responde: “¡Dichoso, tú Simón!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo”.  Ahora, tan sólo unos días después, le dice: “Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar : tú piensas como los hombres, no como Dios”.

 

Contraste fuerte, repito, entre estas dos frases: “¡Dichoso, Simón!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y  hueso, sino mi Padre que está en el  cielo”. Y lo que ahora mismo acaba de dirigirle: “Quítate de mi vista, Satanás… tú piensas como los hombres, no como Dios”,

 

La respuesta de Jesús es fustigante como un látigo. El jefe de los apóstoles, el que será cimiento de la Iglesia, reacciona todavía como un hombre. Sus pensamientos son los de los hombres y no los de Dios. Inconscientemente obstaculiza la fidelidad  de Jesús para con el Padre.

 

¿No era normal, que Pedro se resistiera a ver a Jesús maltratado y torturado? ¿Podrá reaccionar de otra manera un hombre con corazón? Tened presente que Jesús sabe muy bien que si Pedro ha hablado así, sus compañeros – y la mayoría de los humanos- piensan de la misma manera.

 

Seguir a Cristo, no acabamos de digerirlo, es negarse a sí mismo y cargar con su cruz. Cuando saltamos por encima de la cruz, aunque entremos de lleno en el esplendor deslumbrante de los aplausos de los hombres, no nos hagamos ilusiones, esa no es la gloria de Cristo, sino el triunfo solapado del enemigo.

 

Por eso Jesús, nos pide y nos anima a llevar cada día nuestra cruz con amor, tanto cuando está claro como cuando está obscurecido. Porque, relativamente, no es difícil llevarla en los momentos luminosos. Es fácil ser buen cristiano cuando nos salen bien las cosas. El problema es poner buena cara cuando las cosas nos son adversas. Cuando nos sonríe la vida, somos capaces de confesar a Jesús, como “Señor y Salvador”. Pero, cuando nos visita la adversidad, no aceptamos de buen agrado, llevar la cruz.

 

Y sin embargo, Jesús afirma que el quiera seguirle, ha de aceptar su cruz, porque él es el camino de la salvación. Hemos de vivir en sintonía con las enseñanzas del Maestro.

 

Podemos decir que el camino que traza Jesús es duro. Lo que nunca podremos  decir es, que sedujo con propaganda “barata”. La estrategia publicitaria de los vendedores de productos y promotores de ideas, coinciden, en ofrecer a su clientela, el oro y el moro, aunque luego sea oropel, ocultando el flanco negativo de sus mercancías.

 

A este propósito me viene a la memoria, la narración de la procesión de “Don  Camilo” de Giovannino Guareschi.

 

“…Don Camilo se colocó en un santiamén las correas de cuero para el pie de la cruz, bajó del altar el crucifijo, lo puso en el soporte y al fin respiró: ¡Ya podían haber hecho una cruz un poquito más ligera! “Dímelo a mí, respondió Jesús sonriendo, que tuve que llevarla y no tenía tus espaldas”.

 

Por eso Jesús, muy conscientemente, nos dice:” A vosotros os pido que cada uno tome su cruz. Yo tomé la de todos, y os dejé señalado el camino”.