I Domingo de Adviento, Ciclo B

Marcos 13, 33-37: En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Mc. 13, 33-37.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD 

 

Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7
Salmo 79
I Corintios 1,3-9
Marcos 13, 33-37

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Mc. 13, 33-37.

Comenzamos hoy uno de los denominados tiempos fuertes en la liturgia cristiana. En ella tenemos dos domingos que preceden a las dos fiestas "principales" de nuestro calendario litúrgico. Estas dos fiestas son: Navidad y Resurrección: Y a cada una de ellas le precede, "un tiempo fuerte". A la Pascua de Resurrección, precede la Cuaresma. Y la Pascua de Navidad, precede al Adviento, que es el que comenzamos hoy: tiempo de llegada, tiempo de expectación, tiempo de espera, tiempo de esperanza.

A la verdad, el mero hecho de comenzar, debiera ilusionarnos. Porque, sinceramente ¿.habéis pensado, qué sería de nosotros, si al terminar el eucaristía, no nos esperara nadie, ni nada?

Por eso, os decía que este tiempo de Adviento debe ilusionarnos, porque nos anuncia, mejor, nos confirma que "alguien" nos llama, que "alguien" nos espera; mejor, nos confirma que "alguien" nos espera, y que "alguien" se acerca a nosotros, y nos tiende con cariño la mano, al mismo tiempo que nos dice: "sé fuerte, no tengas miedo; yo voy a recorrer el camino contigo".

Pero a todo esto, puede o surge el siguiente interrogante: ¿Nosotros, en serio, esperamos a alguien? ¿A alguien que en verdad pueda afectar a nuestra vida, incluso, que pueda seriamente, en determinados momentos, darla un nuevo rumbo?

La Iglesia pone en nuestras manos estas cuatro semanas de Adviento como preparatorias papa celebrar la venida a la tierra de un Dios , a quien un día se le ocurrió la peregrina idea de hacerse hombre como uno de nosotros. O por el contrario ¿van a ser cuatro semanas sin relieve alguno cayendo en la monotonía o en la rutina, a las que tan proclive es la naturaleza humana? Si así fuere, sinceramente, no merecería celebrar la Navidad. Para comer un poco de turrón, un poco de mazapán; beber algo de sidra o cava, podríamos poner o inventar otro cualquier pretexto, y de esta manera no profanaríamos algo tan entrañable como son las fiestas de Navidad.

La segunda lectura de hoy da un fuerte aldabonazo a nuestras conciencias. Por ello o para ello, San Pablo grita fuerte: "Daos cuenta del momento que vivimos, ya es hora de despertar&; porque ahora nuestra salvación está más cerca".

Y en perfecta consonancia encontramos las palabras del evangelio de hoy: "Estad vigilantes, porque no sabéis ni el día ni la hora"

Esta cariñosa advertencia de Jesús, no es como pudiera penarse, un aviso abstracto; un decir por decir, siempre por otra parte provechoso. Pues no dejan de ser palabras del Maestro.

Mirad, cuando se redacta el evangelio ya han tenido lugar las persecuciones de Nerón y numerosos cristianos, entre ellos, Pedro y Pablo, han sido martirizados.
El evangelista teniendo ante sus ojos las persecuciones a las que comienzan a ser sometidos los primeros cristianos, pone en boca de Jesús las palabras: "cuado menos lo penséis vendrá el Hijo del hombre".

Esas cuatro lámparas que tenéis delante y que con sensibilidad han colocado los liturgistas, son todo un símbolo.

Cuatro velas, cuatro semanas de Adviento, tiempo de esperanza. Tenemos encendida la primera, pues, nos encontramos en el primer domingo de Adviento.

La luz es un símbolo claro de Cristo, nuestro camino, y nuestra luz para recorrerlo.

¡Qué mal se va en la vida, sin camino, sin luz!. Todos tenemos experiencia, cuando por un imprevisto, nos quedamos en casa sin luz.

Cuatro domingos de Adviento. Cuatro semanas, cuatro lámparas que la Iglesia pone en nuestras manos para iluminar nuestro camino hacia Belén. Cuatro lámparas portadoras de esperanza.

El domingo que viene, los liturgistas encenderán una lámpara más. Que ella sea un símbolo auténtico, real, de que nosotros, también con gozo hemos encendido, una luz más en nuestro corazón, nuestra esperanza en Cristo ha crecido.

Que crezca nuestra esperanza en Cristo. Esto, y no otra cosa, es vivir el Adviento Es prepararnos para la Navidad.