II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Juan 1, 35-42: Dos de los discípulos de Juan siguieron a Jesús. Al ver que le seguían él les preguntó: ¿Qué buscáis? Ellos le contestaron: Maestro, ¿Dónde vives? Jn. Cp. 1.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD 

 

I Samuel 3, 3b-10. 19
Salmo 30
I Corintios
San Juan 1, 35-42

Dos de los discípulos de Juan siguieron a Jesús. Al ver que le seguían él les preguntó: ¿Qué buscáis? Ellos le contestaron: Maestro, ¿Dónde vives? Jn. Cp. 1.

Una mañana, cerca ya del mediodía, paseaban a orillas del lago de Tiberiades, Juan Bautista con Andrés y con Juan. Juan Bautista, viendo que pasaba Jesús junto a ellos, les dice: "Este es el cordero de Dios". Al oír esto, impresionados, por las palabras del Bautista, se acercan a Jesús para hablarle. Pero Jesús se adelanta, y les hace esta trascendental pregunta: ¿Qué buscáis? Pregunta que no una vez, sino constantemente, nos la está haciendo Jesús, a ti y a mí; y con el mismo interés con que se la hizo a Juan y a Andrés: ¿Qué buscas? ¿Por qué te afanas? ¿Qué persigues?

No sé si las palabras de Jesús, ¿qué buscáis?, o el modo de decirlas, impresionó tanto a Juan y a Andrés, que calaron en lo más profundo de su corazón, y con la mayor naturalidad le preguntan: Maestro, ¿dónde vives? Jesús no pierde el tiempo en palabras, en explicaciones, sencillamente les dice: "Venid y lo veréis".

¡Qué lección para todos y cada uno de nosotros, que en un sin número de casos, todo se nos va en palabras; quizá bonitas, pero en muchas ocasiones, vacías y carentes de sentido.

"Venid, les había dicho, y lo veréis". Entonces vieron dónde vivía, y se quedaron con él aquel día. ¿Qué fue lo que vieron? ¿De qué hablaron? Nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos, es que la conversación debió calar tan profundamente en su corazón, que no sólo el contenido, no se les borraría jamás, es que hasta la hora queda gravada en su interior: "serían las cuatro de la tarde", nos dice San Juan.

Son esos recuerdos que marcan la vida, y cuya hora se recuerda con exactitud.

"Eran exactamente las doce de la mañana  recuerdan los esposos- cuando nos encontramos y nos conocimos, cuando nació nació nuestro primer hijo, cuando...

Juan Bautista, como dijimos al principio, presenta a Andrés y a Juan a Jesús:. Andrés y Juan, lo presentaron a Simón y a Felipe. Simón y Felipe lo presentaron a otros muchos. Y así se inicia la cadena de testigos.

Jesús y los apóstoles no se encuentran ya físicamente en le tierra. Es a nosotros a quienes incumbe ahora anunciar la Buena Nueva. Dar respuesta, más que con palabras, con obras a la pregunta que Cristo, constantemente, nos está haciendo en lo más profundo de nuestro corazón: ¿Qué buscáis?

Hay en Segovia, en el convento de los Carmelitas, un cuadro, que más que leyenda. E iba a decir que más que historia, porque él guarda el secreto de algo, que no puede plasmarse en una página.

Este cuadro con la imagen de Cristo con la cruz a cuestas, un día, según la tradición, orando Juan de la Cruz ante él, oyó que Cristo le pregunta algo muy parecido a lo que preguntó a los discípulos que paseaban a la orilla del mar: " ¿Fr. Juan, qué quieres por tanto que has hecho por mí?". Y Fr. Juan le contesta sin titubear: "Señor, padecer y ser despreciado por vos"

Tengo la impresión que en más de una ocasión hemos minimizado, desarticulado las palabras del Santo, reduciéndolas a un ascetismo pobre y raquítico. Juan de la Cruz no pide al Señor "padecer", "sufrir" y "ser despreciado por él ". Lo que pide es identificarse con él. Juan de la Cruz no era masoquista. Y desengañémonos, de una vez para siempre: Cristo no vino a este mundo a enseñarnos a sufrir, ni vino a este mundo a enseñarnos a padecer, ni siquiera vino a enseñarnos a llevar la cruz. Vino sólo a una cosa: a enseñarnos a amar. Por eso, cuando se despide de nosotros nos dirá: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado".

Ahora, eso sí, en este mundo dolor y amor son inseparables. No es grande uno sino es grande el otro. ¿Te has dado cuenta, que el corazón, símbolo del amor, está lleno de sangre símbolo del dolor? ¿Te has dado cuenta que en este mundo las madres son las que más sufren , y, a su vez, son las que más aman?

Constantemente, nos hace esta pregunta, la misma que dirigiera a los dos discípulos que paseaban a la orilla del lago: "¿Qué buscáis? ¿Qué queréis?

Termino: no pidas al Señor, te lo recuerdo una vez más, que te enseñe a sufrir, no pidas al Señor que te enseñe a padecer, no pidas al Señor que te enseñe a llevar la cruz. Pídele, te lo dije antes: Que te enseñe a amar. El día que hayas aprendido esto ,de verdad, lo habrás aprendido todo.