II Domingo de Pascua, Ciclo B
San Lucas 23, 35-48: Los discípulos llenos de miedo por la sorpresa creían ver un fantasma. Él les dijo: ¿Por qué os alarmáis?. Mirad mis manos y mis pies soy yo en persona. Lc. 24, 35-48.
Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD
Hechos de los Apóstoles 3, 13-15.17.19
Salmo 4
I San Juan 2, 1-5a
San Lucas 23, 35-48
Los discípulos llenos de miedo por la sorpresa creían ver un fantasma. Él les
dijo: ¿Por qué os alarmáis?. Mirad mis manos y mis pies soy yo en persona. Lc.
24, 35-48.
Iba a comenzar diciendo que el sacerdote al comenzar a explicar la
homilía todos los domingos se ve como obligado a comenzar con las mismas
palabras El Evangelio de hoy está cargado de enseñanzas y lecciones prácticas,
para todos y cada uno de nosotros. Ello no tiene nada de extraño, porque todo
Evangelio es Palabra de Dios. Y toda Palabra de Dios escuchada con fe enriquece
al hombre. El evangelio de hoy, es como un espejo donde todos podemos mirarnos,
y nos veremos todos retratados, y sacar las debidas consecuencias.
La primera lección que del mismo pudiéramos sacar, nadie se extrañe, y menos se
escandalice, es, que no es nada fácil, que es trabajoso creer. Quizás yo no me
atreviera a decirlo. Lo vemos, lo acabamos de leer en el evangelio de hoy. A
pesar de haber visto a Jesús repetidas veces, de haber oído sus palabras, tocar
su cuerpo y sus heridas, comer con Ël, los discípulos no acaban de creer que
Jesús está vivo. Tienen miedo, dudan, y en el colmo de lo imaginable, han creído
ver un fantasma.
¿Cuántas veces no nos ha ocurrido a nosotros? ¿Cuántas veces ante hechos y
verdades religiosas, no han cruzado por nuestra mente, los pensamientos más
extraños, y hemos llegado a pensar, ¿no será todo esto un cuento? ¿No serán
fantasías? Y luego con la mejor voluntad te has ido a confesar, Y has dicho:
Padre, he tenido dudas contra la fe. ¿Te digo una cosa? No tengas miedo alguno.
Pura imaginación Y no olvides esto: el pecado no está en la imaginación, sino en
la voluntad y en el corazón. Y tú de so, nada, de nada.
En esto, llegan los discípulos, que habían marchado a Emaús, y les cuentan cómo
en el camino se les había unido Jesús, camina con ellos bastante tiempo sin
conocerle. Llegados al destino, el "viajero", hace ademán de seguir adelante.
Los discípulos le dijeron unas palabras muy significativas y cargadas de
sentido: "Quédate con nosotros, pues el día ya declina ". Y entró con ellos. Él
tomó el pan, lo bendijo, lo partió, y se lo dio. Y le reconocieron "al partir el
pan".
¡Qué lección para todos nosotros! Habían caminado con él bastante tiempo. Habían
hablado con él de un sin numero de cosas, muchas de ellas referentes a Jesús, y
no lo reconocieron. Lo reconocieron "al partir el pan". Ellos lo reconocen a
Jesús, no cuando venían hablando durante el camino, sino "al partir el pan". Del
mismo modo , Jesús nos reconoce a nosotros no por lo que decimos o hablamos,
sino "al partir el pan". Para pensarlo.
Comunicando a los de Emaús, los otros discípulos todo lo que les había ocurrido,
se presenta Jesús en medio de ellos.
Me vais a permitir un inciso. Solemos decir: el Señor se "presentó", "se
apareció". Estas expresiones, no son de suyo, muy acertadas. No es que Jesús
tenga que venir de otra galaxia para encontrarse con nosotros. De lo que se
trata, es de que nosotros le "descubramos", "reconozcamos" su presencia. Jesús
esta siempre con nosotros. Es cuestión de que tengamos abiertos los ojos del
espíritu para reconocerle.
Teresa de Jesús nos decía con una sana ironía que no acababa de entender a
aquellos que envidiaban a los habían vivido en tiempos de Jesús. Hoy lo tenemos
presente todos los días en la Eucaristía.
Estando contando los de Emaús las incidencias del camino, Jesús se presenta en
medio de ellos. La expresión en "medio de ellos", está cargada de intención. Nos
recuerda otras palabras de Jesús: "Donde están dos o tres reunidos en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos".
El Evangelio pone en la boca del Resucitado, unas palabras dirigidas a sus
discípulos, que parece condensan lo más importante de su mensaje: "Así estaba
escrito, el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, se
predicará la conversión y el perdón de los pecados de todos los pueblos
comenzando por Jerusalén"..
Yo diría que Cristo "nunca" se aparece. Ahora, lo encuentra "siempre", el que lo
busca.
Encuentra a Jesús quien lo busca apasionadamente como María Magdalena. Encuentra
a Jesús, quien se siente pobre y está vacío de sí mismo. Encuentra a Jesús el
que sinceramente cree en él., como Juan, Pedro y Tomás. Encuentra a Jesús, que
lo espera, por lo menos lo añora, como los discípulos de Emaús. Encuentran a
Jesús los que, guardando su memoria, celebran la palabra y "parten" el pan como
las primeras comunidades cristianas.
Como digo, encuentra a Jesús, quien sinceramente lo busca, y se le aparece
glorioso y triunfante. Pero de inmediato, le muestra sus llagas, como hiciera
con el incrédulo Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos, trae tu mano y
métele la en mi costado y no seas incrédulo sino creyente".
Cristo a Tomás quiso decirle, y en él a todos, que no se llega al triunfo y a la
gloria, sino por el dolor y sufrimiento. En una palabra, el camino de la cruz es
el camino de la gloria.
No quiero terminar la homilía, sin destacar un detalle que muchos pueden haber
pasado por alto, pero para mí, sumamente significativo, y todo con el evangelio
delante.
Se les aparece Jesús. Ellos de miedo, lo acabamos de ver, creyeron que era un
fantasma. "Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne ni huesos,
como veis que yo tengo". Y les muestra las manos y los pies. Y como no acaban de
creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:" ¿Tenéis algo que comer?
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. El lo tomó y comió delante de ellos..
Fue como la última prueba: "La comida". Y se entregaron, enteramente a él.
Entonces, viéndoles ya confiados y con una fe firme, una vez más, les revela su
misión y les dice: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre
los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión de los
pecados de todos los pueblos comenzando por Jerusalén.
¿No has reparado en una cosa? Los de Emaús le reconocen "al partir el pan". Y
ahora los apóstoles reunidos, reconocen a Cristo, al comer "un pez asado".¿Mera
coincidencia el reconocerlo en la comida? ¿No nos estará diciendo que Él un día
será nuestra comida en la Eucaristía y en ella hemos de reconocerlo? Para
pensarlo.