Solemnidad: Domingo de Pentecostés
San Juan 20, 19-23: Al anochecer de aquel día, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas. En eso entró Jesús, se puso en medio de ellos y les dijo: Paz a vosotros. Recibid el Espíritu Santo. Jn. Cap. 20
Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD
Hechos de los Apóstoles 2, 1-11
Salmo 103
I Corintios 12, 3b-7. 12-13
San Juan 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, estaban los discípulos en una casa con las
puertas cerradas. En eso entró Jesús, se puso en medio de ellos y les dijo: Paz
a vosotros. Recibid el Espíritu Santo. Jn. Cap. 20
Celebramos hoy la festividad de Pentecostés;
que equivale tanto como a decir: la Venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia.
Y no podemos menos de comenzar lamentando el "olvido", que una gran parte de
cristianos, más de los que pudiéramos pensar, tienen al Espíritu Santo, casi en
el más absoluto de los olvidos.
El pueblo cristiano presta una gran atención, celebra con gran entusiasmo la
Navidad. En los últimos años, en las últimas décadas, ha crecido así mismo, y
ello es positivo, eL celebrar la Pascua de Resurrección. Prueba de ello, son las
Vigilias Pascuales, y la actitud viva frente a las mismas, de la juventud. Ello
es todo un signo de esperanza. Sin embargo, hemos de seguir lamentando el poco
entusiasmo, y por qué no decirlo, el poco fervor que significa y conlleva la
obra y presencia del Espíritu Santo en la Iglesia.
Ciertamente, en EL seno de las familias religiosas, y en algunas parroquias,
unas de una manera, otras de otra, todas ellas tratan de vivir, cada año, con
más fuerza, la presencia del Espíritu Santo.
Vamos a ver si estas palabras nos dan un conocimiento más auténtico del Espíritu
Santo, y en consecuencia, aumente nuestra devoción y amor hacia el mismo.
Y antes de seguir adelante pudiéramos y debiéramos hacernos esta pregunta: "¿Qué
es o quién es el Espíritu Santo?".
No creo que haya adoctrinado mucho a nuestro pueblo, el símbolo que la misma
Iglesia ha tomado para representarnos al Espíritu Santo: "una paloma". En
principio nada contra ello. Pero, no sé, si en lugar de declararnos la realidad
del Espíritu Santo; por el contrario, en el pueblo haya servido para confundir,
y llegar al extremo, de eso, creer que el Espíritu Santo es una paloma. (?)
Pero dejando todo esto a un lado, vamos a la realidad de su presencia en la
vida. Antes de nada ,os diré, que el Espíritu Santo es "el principio de la
vida".
En el mismo inicio de la Palabra de Dios, nos hallamos con una frase cargada de
misterio: "En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era caos y
confusión, pero el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas incubándolas, al
igual que una gallina incuba su nidada, para sacar después sus polluelos".
Una vez creadas las cosas, Dios cogió un poco de barro, infundirá en él "el
aliento de su Espíritu, y surgirá, nada más y nada menos, que el hombre".
En un lenguaje muy humano y muy familiar, yo diría, que el Espíritu Santo, es
"lo mejor de Dios". La frase no es exacta, ya que en ninguna de las maneras,
podemos establecer divisiones o jerarquías en Dios. Sin embargo, atribuimos, a
cada Persona de la SSma. Trinidad, una acción: "Dios Padre crea. Dios Hijo,
redime. Y Dios Espíritu Santo: santifica. Al Padre atribuimos la creación. Al
Hijo atribuimos la redención. Y al Espíritu Santo, la santificación.
San pablo, de una vez por todas, afirmó o nos dijo, cuál era la labor del
Espíritu Santo en la Iglesia y en las almas: " No podría yo ni siquiera
pronunciar el nombre de Jesús, sino en fuerza y en virtud y del Espíritu Santo".
Hay en estas palabras encerrado un gran misterio: cuanto de bueno hay en mí es
obra del Espíritu Santo.
... Cuando siento deseos de ir a confesarme, cuando después de haber contrariado
a alguien, siento deseos de ir a decirle que me disculpe, cuando veo a alguien
cargado con su cruz y le tiendo una mano, cuando estoy dispuesto a ceder lo
bueno, lo mejor a otro, cuando me siento feliz al ver que os otros gozan; cuando
al ir por la calle veo a un pobre y me acerco a darle una limosna; cuando puedo
humillar a otro y no lo hago, cuando sé que alguien está en contra de mí y le
presto una sonrisa, cuando estoy dispuesto a sacrificarme por los demás, etc.
etc... nada de esto podría hacer, sino fuera " en virtud y movido por el
Espíritu Santo".
Y yo que tenía casi olvidado al Espíritu Santo, lo tenía como en el baúl de los
recuerdos, sin darme cuenta de que cuanto soy y tengo, es obra suya. Sigue con
el Santo o Santa de tu devoción, pero no olvides que ellos no son más que
"canales", mientras que el Espíritu Santo es la "fuente".
Más aún, el misterio insondable de nuestra Salvación, la Encarnación del Hijo de
Dios, lo sabemos todos, es obra del Espíritu Santo: "Y concibió por obra del
Espíritu Santo"
Después Jesús durante toda su vida, cuanto dijo e hizo estuvo bajo el Espíritu
Santo. Por Él pronuncia palabras de vida eterna; por Él curó a los enfermos;
resucitó a los muertos y expulsó a los demonios, inaugurando así, el Reino de
los cielos. Reuniendo a los apóstoles les dice: "Recibid al Espíritu Santo, a
quienes les perdonéis los pecados, les serán perdonados, y a quienes se los
retengáis, les serán retenidos".
Hoy, día de Pentecostés, en el Cenáculo, podemos decir, nace la Iglesia.
Ciertamente, la Iglesia ha sido fundada por Cristo, pero el alma de la misma, es
el Espíritu Santo.
Estando los discípulos reunidos con María, su madre, desciende el Espíritu
Santo, y reciben la misión de predicar la Buena Nueva al mundo entero. Ha nacido
la Iglesia. Y la Iglesia es obra del Espíritu Santo.
Y se da un fenómeno muy curioso. Se encontraban en Jerusalén , hombres de todos
los colores, de todas las lenguas, y de todas las razas. Mesopotamia, Capadocia,
Judea, Frigia, Panfilia, Egipto, Libia, Cirene, Roma etc. etc.Y cuando los
apóstoles comienzan a hablar, ocurre lo increíble, los hombres se entendían, se
comprendían, aunque eran de distintas naciones, de distintas lenguas, quedando
todos desconcertados, "porque cada uno oía hablar en su propio idioma".
Distintas naciones, distintas lenguas, pero un mismo espíritu. El espíritu del
amor, de la fraternidad, de la unidad, que estaba destruyendo la principal
barrera, que separa a los hombres: la barrera de la incomprensión.
Hoy, por el contrario: pueblos, iglesia, familias... hablamos todos el mismo
idioma, tenemos la misma fe, pero en ocasiones no nos entendemos, por la
sencilla razón, de que no tenemos el mismo espíritu.
Hay en el mundo demasiadas barreras: el dinero, el odio, la política, la raza,
y, como si esto fuera poco, queremos levantar, y de hecho, hemos levantado, la
barrera de la edad. La generación de "ayer" lucha contra la de "hoy". La de
"hoy" se levanta contra la de "ayer". Pero, atención, si la de ayer, lucha
contra la de hoy, y la de hoy contra la de ayer; no lo dudes, ni la de ayer, ni
la de hoy, ninguna es movida por el Espíritu Santo.
Antes de terminar, pidamos al Espíritu Santo, nos conceda todos los dones, pero
de un modo especia, que nos conceda el de la "prudencia". Que sepamos distinguir
entre el bien y el mal: que no corramos "tanto" que dejemos atrás la verdad. Y
que asimismo, que no nos "quedemos" tan parados, que la verdad se "aleje" de
nosotros.