XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6,24-35: Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura hasta la vida eterna J. 6, 24 - 35 .

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD 

 

IÉxodo 16, 2-4.12-15
Salmo 77
Efesios 4, 17.20-24
San Juan 6, 24- 35

Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura hasta la vida eterna J. 6, 24 - 35 .

El evangelio de hoy tiene un inicio un tanto amargo. Jesús dice a las gentes, "me buscáis, no porque habéis visto signos sino porque comisteis pan hasta saciaros". Es decir, no me buscáis a mí, no venís a escuchar mi palabra sino un pedazo de pan. Lo contrario del domingo pasado: la gente fue a escucharle, y Jesús le dio, también, pan. Nosotros cuando nos acercamos a él, ¿qué vamos a buscar?

La sociedad de hoy se cree suficientemente capaz de saciar por si misma todas las necesidades de los hombres. Por eso, les llena de promesas y llamadas a "consumir" para dar satisfacción a sus anhelos e ilusiones. Ciertamente, la sociedad con sus adelantos técnicos, nos ofrece la posibilidad de satisfacer muchas de nuestras necesidades.

Pero también es cierto, que no nos ofrece "el pan de vida", sino que nos lleva con harta frecuencia al hastío y al más absoluto de los vacíos. Ciertamente el grito de los antiguos romanos, era "Pan y Circo". Pero, a la postre, volvían a sus casas más insatisfechos que habían ido

Hemos dicho al principio que Jesús se quejaba diciendo: "Sé que me buscáis no porque habéis visto signos sino porque habéis comido pan hasta saciaros".

Ante estas palabras, gran parte de la gente que le seguía le abandonó y sólo quedó un pequeño grupo. Tanto es así, que Cristo se vio como obligado a peguntar a sus apóstoles: ¿También vosotros queréis marcharos? En algún momento doloroso de nuestra vida, Cristo podría preguntarnos: ¿También vosotros queréis dejarme? Y nuestra respuesta debe ser la misma que la de S. Pedro "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna"

Mucha gente ante las palabras de Jesús, quedó un tanto desilusionada. No iban a buscarle a él, iban a buscar un pedazo de pan. Y muchos, como digo, le abandonaron.

Esta desbandada de aquella gente desilusionada nos recuerda la de nuestros días, de la que de hecho, muchos se han alejado de la vivencia religiosa. En los últimos tiempos la práctica religiosa se ha reducido a un más de 50 Al multiplicarse los bienes, a pesar de la crisis, parece que Dios ya no es necesario, ya no es útil, y entonces, de modo, consciente o inconsciente, nos parece que podemos prescindir de él. Dios hoy no parece rentable. Las muchedumbres desilusionadas de hoy sólo buscan y esperan de él panes y peces. En ocasiones se vuelven a él cuando la necesidad les "aprieta".

Jesús, como hemos visto arriba, nos acaba de decir, que "él es el verdadero pan de vida".

Ante estas palabras surge un interrogante: ¿Qué nos dicen hoy estas palabras? ¿Seguimos luchando? Jesús nos invita a que sigamos trabajando por el alimento auténtico del hombre, ese que da la vida eterna.

Cuidado, Jesús no reprocha que los judíos hayan comido hasta saciarse, pues, él mismo se lo había dado. Lo que Jesús quiere, queda bien patente, que no lo reduzcamos a un simple "panadero". Jesús no es el hombre bonachón que se gana la simpatía con regalos y condescendencias. Y lo que peor es, que así adulteramos la religión.

Y es que en ocasiones nos comportamos con Dios como aquella clientela fija - que cuando llega - la eucaristía- se presenta en el comercio, y se siente con el derecho de ser tratada " privilegiadamente". Esto en lo humano puede no ser reprochable. Pero, ¿podemos aplicar este esquema a Dios?.

Y hasta podemos llegar a pensar que hacemos a Dios un favor asistiendo al culto, y luego como el viejo cliente nos sentimos con derecho a ser unos privilegiados aún en lo material.

Y no es así, quien quiera comer que trabaje; quien quiera un título, que estudie. Y no se puede ir a Jesús y pedirle que se apruebe un examen o se saque unas oposiciones sin haber estudiado. Eso sí, una vez que se ha estudiado, puedes ir a él y decirle que te "ayude". Dios no puede ayudar a los perezosos. Dios no puede favorecer la holgazanería, y quien quiera la salud que se cuide. Ante una enfermedad no podemos ir a Fátima o a Lourdes, antes que al médico.Y después, sí, acude también a Fátima y a Lourdes, y verás cómo te concede, antes que nada, paz y ansias de vivir.

A Dios creo que hay cosas a las que nosotros concedemos, quizás, excesiva importancia, y a él, hablando en términos familiares, le tienen un tanto sin cuidado.

Entonces, ¿de qué me sirve creer en Dios? En una palabra, ¿qué me da Dios? Lo ha dicho él bien claro: " Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed". ¿Qué más le podemos pedir?