XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 41- 51: Yo soy el pan que ha bajado del Cielo y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. San Juan , cap, 6.

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD 

 

I Reyes 19, 4-8
Salmo 33
Efesios 4, 30-5, 2
San Juan 6, 41- 51

Yo soy el pan que ha bajado del Cielo y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. San Juan , cap, 6

El hombre, los humanos, somos proclives a juzgar por las apariencias, olvidando aquello, de que "las apariencias engañan". Vemos a una persona bien trajeada, en una palabra, e inmediatamente, surge en nosotros una idea positiva sobre la misma. Por el contrario, vemos un personaje un tanto desaliñado, y con frecuencia, nuestro juicio sobre el mismo, suele ser negativo. Puede ser así. Pero no olvidemos lo que dije antes: "Las apariencias engañan".

Los judíos con cierto tono despectivo, dicen: "¿No es éste el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? Qué duda cabe que a Jesús le duele que los judíos de momento- no crean en su doctrina. Pero, a su vez, tuvieron que llegarle al corazón las palabras ciertamente despectivas dirigidas a José y a María. Como si dijeran, ¿cómo de unos cualquiera, José y María, puede uno venir a decirnos:¿ "Yo soy el pan bajado del cielo? Jesús era Dios, ciertamente, pero, a la vez era hombre, y su corazón, por necesidad, tuvo que sentirse herido al oír hablar en aquel tono de José y de María.

Y es la primera lección que debiéramos sacar del evangelio de hoy, "no juzgar". Nos dejamos llevar de las apariencias. Ya lo dije antes: vemos un hombre elegentemente vestido, y todo son atenciones y consideraciones hacia él. Por el contrario, vemos uno ordinario y mal vestido, y ni una atención hacia el mismo. Esto no es cristiano. Lo mismo me he extendido. Pero no deja de ser un aviso para navegantes.

Una tentación entre nosotros los cristianos, es la del cansancio y la de la desesperanza. Cuando las cosas no nos salen bien, cuando tenemos que estar en constante lucha para superar las dificultades, las contrariedades de la vida, nos sentimos decepcionados. Necesitamos de alguien que nos tienda la mano, que nos dé fuerzas, que nos aliente.

Hay un momento clave en el diálogo que Jesús mantiene con los judíos, y es cuando dice: "El pan que yo os daré es mi carne para la vida eterna".Esta frase pareció a muchos, y hoy les parece a no pocos, un sacrilegio. En apariencia, tenían sus motivos porque Jesús se comparaba a Moisés. Porque comparaba su pan con el maná, incluso, superior al mismo. "Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron, este es el pan que baja del cielo para que el hombre coma de él; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida eterna".

Jesús no puede ser más claro. "El pan que comieron en el desierto", el "maná", era un alimento como el de los demás. Sí todo alimento es de Dios, pero no otorga la vida de Dios, que eso significa del "cielo". Ahora en cambio, los hombres tienen la oportunidad de vivir con la vida de Dios, porque ha llegado su Hijo, enviado por el Padre, el que da la vida al mundo.

Todos sentimos hambre de dignidad, de paz, de amor&No nos damos cuenta que sólo, Dios puede llenar el vacío que llevamos dentro, porque detrás de cada anuncio publicitario está, lo sabemos todos, el engaño. Nos mienten para adormecernos, y como un niño lleno de juguetes, nos olvidamos de nosotros y de nuestros problemas reales. Y el hombre quiere verdad y autenticidad, un pan verdadero que alimenta la verdad de la vida.

El Padre nos invita a sentarnos a la mesa de Jesús. ¿Crees sinceramente que Jesús es el pan de vida? Y ahora, dos interrogantes, que debemos responder con sinceridad, con la mano en el corazón. Si crees o lo creemos, ¿cómo no nos acercamos con más frecuencia a esta mesa a saciar nuestra hambre? Una de las señales de buena salud es el buen apetito. Asimismo una de las señales de buena salud espiritual es el hambre de Dios. Él se nos ofrece como alimento y comida: "Tomad y comed, nos dice, esto es mi cuerpo". Creyendo esto, ¿cómo explicar esa indiferencia ante la misma? ¿Cómo no nos acercamos con más frecuencia a recibir el pan de vida? Y las veces que nos acercamos, ¿cómo no lo hacemos con más espíritu, con más ilusión: en una palabra, con más fe?

Alguien, con razón o sin ella ha dicho: "Una comunión bien hecha, sería más que suficiente para santificar a una persona".

No todo lo que entra en el cuerpo alimenta a éste, sino lo que se asimila. Lo mismo sucede con la Eucaristía, nos alimenta aquella que, aunque sea poco, nos hace más semejantes a Cristo. Si como y no asimilo, comida perdida. Si comulgo, y no trato de asemejarme a Cristo, comunión& pobre y mediatizada. Pero, por favor, no se os ocurra por eso, jamás dejarla.

En el orden natural& si no comemos, morimos. Puede ser que al recibir a Cristo, no seamos todo lo bueno que debiéramos. Ahora, ten por seguro, que si dejas la Eucaristía, te verás sin rumbo y sin horizontes. Eso sí, un poquito más de atención sí debiéramos todos prestar, para bien nuestro y de los demás.

Creo que unos siete millones de españoles, más o menos, comulgamos todos los domingos, si lo hiciéramos de"verdad",en primer lugar, no lo dudes, nos transformaríamos nosotros, y en segundo lugar, trasformaríamos a la iglesia, y, como una consecuencia, a la sociedad.

Cuando Jesús anuncia la Eucaristía, a muchos le parecieron duras sus palabra, y le abandonaron. Entonces, Jesús dirigiéndose a los apóstoles, les dice: ¿Vosotros también queréis marcharos? Pedro en nombre de todos, y en nombre de cada uno de nosotros, le dice: "¿Señor, a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna".

No lo olvidemos: Jesús tiene palabras de vida eterna.