XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 60- 69: Simón Pedro le contestó: Señor, tú tienes palabras de vida eterna, ¿ a quién vamos a acudir? Juan cap. 6, 61-70

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD 

 

Josué 24, 1-2a.15-17.18b
Salmo 33
Efesios 5, 21-32
San Juan 6, 60- 69

Simón Pedro le contestó: Señor, tú tienes palabras de vida eterna, ¿ a quién vamos a acudir? Juan cap. 6, 61-70

Jesús una vez más repite a las gentes y a los apóstoles que "su cuerpo es verdadera comida y su sangre verdadera bebida"

Esto resulta al pueblo incomprensible. Y la gente comienza a marcharse de su lado. Jesús, como es natural, lo nota, y dice a los apóstoles: "¿También vosotros queréis marcharos?

¿Cuántas veces nosotros, cuando no nos salen bien las cosas, no ha cruzado por nuestra imaginación este pensamiento, de qué me sirve creer en Dios? Y Jesús nos podía haber preguntado: ¿también vosotros queréis marcharos? Pedro en nombre de todos, le dice que ellos se quedan porque "él tiene palabras de vida eterna".

Nuestra sociedad secularizada, desposeída de toda idea religiosa, ha caído en el más frío ateismo, convenciéndose que no necesita de Dios y que ella, sin él, puede vivir un tiempo inimaginado, pero, a la postre, se dan cuenta, que les ha llevado al más espantoso de los vacíos.

Por eso, Pedro, había respondido sencillamente: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna: nosotros creemos".

Es posible que estas palabras de Pedro superen todos los tratados teológicos de todos los tiempos.
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No menos sustanciales, profundas y teológicas son aquellas otras palabras de San Pablo: "Sé muy bien de quién me he fiado".

Cuando en la vida tengas momentos oscuros y difíciles, recuerda con fe las palabras de San Pablo, y verás cómo sacas fuerzas para seguir adelante sin desmayo alguno.

Lo que hemos de tener muy presente es que los tiempos han cambiado, Dios está difícil, cuidado, afirmo que Dios es difícil y entenderás que nuestro abuelos cuando eran niños era mucho más fácil creer. Algún "adelantado", no exento de malicia, puede haber exclamado: ¡Ya era hora de que los tiempos cambiaran!

Antes nos lo daban todo "molido", y sin discutir nada todo lo aceptábamos. La gente de aquel entonces no tenía "cultura". Pero, hoy dicen los "superdotados", los "adelantos" han llegado a un grado tan alto de desarrollo, que a muchos la técnica les ha llevado a prescindir de Dios, matando en ellos la fe. A otros, por el contrario, la técnica, la ciencia y los adelantos, les acercan más a Dios.

Hemos dicho todo esto, porque terminada la cena de la multiplicación de los panes, Jesús marcha a Cafarnaún, sube a la sinagoga, viene a darles a entender la razón del milagro, diciéndoles: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre". Muchos de los que le seguían dicen: Este modo de hablar es inaceptable. ¿Quién puede hacerle caso?

A primera vista parece que toda la argumentación de Jesús termina en un fracaso total, si exceptuamos a los apóstoles que le permanecen fieles. Cuando Jesús ha llenado el estómago de los 5000 mil hombres quieren hacerle rey. Para Jesús, en cambio, no era bastante, en vez de rey quiso serles "pan"; en lugar de señor absoluto, eligió "ser alimento espiritual, alimento de vida eterna". Y la antes entusiasmada muchedumbre se defraudó. Mientras les servía como ellos querían, curando enfermos o paliando las hambres, le siguieron ilusionados; pero cuando deja de actuar conforme a sus criterios, y empieza a decirles eso, que "el pan verdadero era él, y que para vivir siempre había que "comerlo", muchos comenzaron a dudar de Jesús, y a abandonarlo en masa, porque "este modo de hablar es inaceptable".

¡Qué duda cabe que tener fe hoy, y, sobre todo manifestarla es toda una hazaña!

Todo lo contrario de lo que ocurría antiguamente. En otros tiempos se señalaba con el dedo al incrédulo. Hoy, por el contrario, si alguien tiene la valentía de confesar su fe y proclamarse cristiano, es objeto de mofa.

Algo de culpa, por no decir mucha, de todo esto, la tenemos los que nos decimos cristianos, que no tenemos la valentía de confesar nuestra fe ante los hombres, olvidando las palabras de Jesús: "Si alguno se avergonzase de confesarme ante los hombres, yo también me avergonzaré de confesarle ante mi Padre".

Algunos obispos han dicho lo siguiente: "No hay que presuponer fácilmente la fe en los cristianos que practican. Muchos tienen su religiosidad que no coincide con el Evangelio. En el fondo late una pregunta sustancial: ¿Servir a Dios o a los dioses?

Hoy se alzan ante nosotros muchos ídolos: el poder, el dinero, la comodidad, el prestigio social& Los dioses "aparentan" ser tolerantes. Jesús es exigente: "No podéis servir a dos señores".

Jesús sigue diciendo a la gete que le escucha, que "Ël es el pan de vida, y que si no se le acepta no tendrá vida en nosotros". Y añade: que "su cuerpo es verdadera comida y su sangre verdadera bebida". Como hemos visto muchos dijeron, esto es ya demasiado. Imposible comprender, y en consecuencia, aceptar.

Y la gente, sabido es de todos, comienza a abandonarlo, porque es duro lo que les anuncia. ¿No hemos nosotros en ocasiones abandonado a Jesús, porque nos parecía demasiado exigente en lo que nos pedía?

Entonces Jesús se ve obligado a decir a sus Doce: "También vosotros queréis marcharos? Pedro como recordaréis, le contestó: "Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna".

Ante el abandono de tantos cómo nos rodean, digamos rotundamente con Pedro: "Señor, ¿a quién vamos a ir? Sólo tú tienes palabras de vida eterna".