XXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 7,1-8,14-15.21-23: ¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras, y no siguen la tradición de los mayores? Marcos cap. 7

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD 

 

Deuteronomio 4, 1-2.6-8
Salmo 14
Santiago 1, 17-18.21b.22-27
San Marcos 7,1-8,14-15.21-23:

¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras, y no siguen la tradición de los mayores? Marcos cap. 7

El sábado 26 de febrero del año 2000 el Papa Juan Pablo II se acercaba al monasterio ortodoxo de Sta. Catalina, que se alza a los pies del Sinaí. Allí recordaba la manifestación de Dios a Moisés, la oferta de su alianza con el pueblo de Israel y la promulgación de los diez mandamientos.

Los diez mandamientos no son la imposición de un Señor tirano. Fueron escritos en piedra, pero antes fueron escritos en el corazón del hombre como ley válida para "todos los tiempos", por encima de cualquier circunstancia. La ley humana, en un momento dado, puede cambiar. Los que nunca cambiarán son los mandamientos.

Los escribas y fariseos se escandalizan de que los discípulos de Jesús coman sin lavarse las manos como manda la ley judía. Y Jesús sin minusvalorarla, y menos despreciarla, ataja la cuestión, diciéndoles a ellos  y en ellos a todos nosotros- : "Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro, lo que sale de dentro es lo que hace al hombre impuro: los malos deseos, los adulterios, las difamaciones, las zancadillas y murmuraciones, los malos deseos, etc. etc, Esto en verdad, es lo que hace al hombre impuro. ¡Para pensarlo!

Adentrándonos más en el evangelio, los fariseos se escandalizan, lo recordamos, porque los discípulos de Jesús, comen sin lavarse las manos. Es curioso en el desierto comieron 5000 hombres sin lavarse las manos, y nadie dice nada. Los fariseos tienen la incapacidad de alegrase viendo una multitud saciada, pero tienen el "coraje" de entristecerse porque los discípulos de Jesús comen sin lavarse las manos. Ello quiere decir que hay cierto tipo de personas que no tendrán nada que manifestar cuando la gente muere de hambre, con tal de tener las manos "limpias". ¿Qué importa vayas bien etiquetado, bien vestido, si tienes un corazón podrido?

El evangelio molesta al hombre a quien importa más "aparecer" que "ser". En estos casos Jesús les echa en cara que sus contradicciones en muchas ocasiones les apartan de la ley, de la voluntad Dios. Mucho cuidado, repito, Cristo no va contra la ley. Él mismo nos dijo:"No he venido a abolir la ley, sino a perfeccionarla".

La autenticidad religiosa es una virtud vertical. Religa a los hombres con Dios, mediante el cumplimiento de la divina voluntad.

Los moralistas no tienen otro medio que aplicar la ley de Dios a los casos particulares. De ninguna manera pueden sustituir la voluntad divina por sus opiniones.

El rito del lavatorio de las manos, ciertamente, era para los judíos más que una cuestión de higiene. Al usar las manos, andar por la ciudad, tocar en los lugares que han tocado los paganos, los samaritanos, dicen que quedan contaminados.
La ley en un principio obligaba a los sacerdotes por la relación directa que tenían con lo sagrado. Posteriormente, los rabinos la hacen extensiva a todos los seguidores de la ley mosaica.

Jesús, en el fondo, no estaba contra la ley. Lo que le dolía era la mala interpretación que de la misma se hacía. Y algunas contravenían directamente a la justicia y a las obligaciones fundamentales; como era la práctica del Korban, según el cual, el que ayudaba al culto del templo estaba exento de ayudar a sus padres ancianos y necesitados: "De este modo, dice Jesús, dejas al lado el mandamiento de Dios para defender la tradición de los hombres".

Esto es lo que le duele a Jesús, que se muestren escandalizados, se lleven las manos a la cabeza porque los discípulos omiten una serie de tradiciones humanas, y se las echan en cara a Jesús. Y él se enardece ante tantas hipocresías y les increpa con palabras de Isaías:

"Este pueblo me honra con los labios,
Pero su corazón está lejos de mí.
El culto que me dais está vacío,
Porque la doctrina que enseñan
Son preceptos humanos".

Por eso, con toda razón, nos ha podido decir Charles Reguiz: "Esta es nuestra tradición: no hacer una genuflexión más o menos, sino aceptar vivir en fraternidad". ¿Para qué sirve todo lo demás si olvidamos esto? Y sin duda alguna, más esenciales son las palabras de Santiago:"La religión pura y sin tacha es mirar por los huérfanos y las viudas, y no dejarse contaminar".

De ahí que tuviera razón Pablo VI cuando nos dijo sin ambages: "La Iglesia ha de librarse de muchas tradiciones para ser fiel a Cristo"

Cuántas veces nos peleamos por un pequeño rito de liturgia, una señal de la cruz, una genuflexión, un "amén" más o menos, faltando a la caridad, incurrimos en el fariseismo de aquellos judíos, qué preguntaban a Cristo, ¿Por qué tus discípulos comen sin lavarse las manos?

Lo que importa es ir a lo esencial, interpelándonos sobre las grandes cuestiones de nuestra persona, de nuestra familia y de nuestra sociedad.

No te extrañe lo que ahora voy a decirte: en ocasiones somos un poco fariseos, que si tenemos las manos limpias, ya tenemos limpio el corazón. Y termino con unas palabras enjundiosas de San Agustín: "Sin el amor el rico es pobre, con el amor, el pobre es rico".

¿Dónde estamos tú y yo?