XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 7, 31-37: Y Jesús mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es ábrete) Mr. cap. 7

Autor: Padre Marcelino Izquierdo OCD 

 

Isaías 35, 4-7a
Salmo 145
Santiago 2, 1-5
San Marcos 7, 31-37


Y Jesús mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es ábrete) Mr. cap.

Me vais a permitir comience esta homilía con una frase, a primera vista, un tanto ligera, pero, a su manera, relacionándola con el evangelio de hoy, tiene su sentido La frase, o el dicho popular al que me refiero, es sobradamente de todos conocido: "No hay peor sordo que el que no quiere oír". ¿Cuántas veces no somos nosotros este sordo?

No escuchamos la voz de los que pasan hambre. No escuchamos la voz del enfermo y necesitado. No escuchamos la voz del parado que nos pide un pedazo de pan. No escuchamos la voz del anciano que nos pide un poco de compañía. Y, ante todo y sobre todo, no escuchamos, la voz del Señor que nos pide su amistad y su cariño, y nos enseña el camino para llegar a él.

Y adentrándonos en el evangelio de hoy, vemos cómo Jesús cura un sordomudo.

Cuando Jesús hace un milagro, nosotros, lo mismo que los que lo contemplaron, con mucha frecuencia, nos quedamos en la periferia, sin llegar a captar la razón de los mismos.

Ciertamente, cuando Jesús da la vista a un ciego, qué duda cabe, Jesús quiere que el ciego vea. Pero al mismo tiempo, nos está diciendo, que Él es la luz del mundo. Cuando cura un paralítico, indudablemente, Jesús quiere que el paralítico ande. Pero al mismo tiempo nos está diciendo que Él es el camino. Y cuando resucita un muerto, qué duda cabe, Jesús quiere que viva. Pero al mismo tiempo, nos está diciendo, que Ël es la resurrección y la vida.

El sordomudo a quien Jesús cura tiene que ser llevado por otro. Hoy, a pesar de tanto ruido como nos rodea, gran parte de la humanidad adolece, se queja de que se encuentra sola, necesita de compañía, de alguien que le ayude. Puedes escuchar a mucha gente,"no tengo a nadie a quien comunicar mis cosas; me las tengo que tragar yo solo. Vivo en total soledad". Por todo esto- entre otras cosas- se han hecho necesarios los animales de "compañía". (perros)

Al pasar por Tiro, tierra extranjera, pueblo no"escogido", tiene lugar la curación del sordomudo. Jesús tuvo que presentir la soledad del sordomudo. Cristo ha venido para todos. Todos los pueblos, todos los hombres somos "sus" escogidos. Podríamos decir, que bien poco le costó al sordomudo ser curado. "Jesús le coge de la mano, le aparta de la gente, le mete los dedos en los oídos no tiene reparo en ello- y con la saliva le toca la lengua. Mira al cielo, y suspirando dice: Effeta: esto es, "abrete".

Hoy debiéramos sentir dirigido a nosotros, a nuestros labios, a nuestros oídos, el mandato de Jesús que obró el milagro: "ábrete". Abre los oídos a la palabra de Dios. Abre los labios para proclamar la "palabra" de Dios con decisión y con fuerza.

La palabra de Dios no falta, lo que sucede es que muchos de nosotros hacemos "oídos de mercader".

No sé si habréis reparado que el sordomudo es "llevado" por otros a Jesús. Jesús no tiene en cuenta nada de esto, y le cura de inmediato,

¿No tienes a nadie que viva alejado de Dios? Un pariente, un amigo, un compañero de oficina, ¿Por qué no lo llevas a Jesús? Ten por seguro que comenzaría una vida nueva.

Un recién convertido de una vida cómoda y mediocre, a una vida de fe comprometida, decía: "Yo antes viví encerrado en mí mismo como un crustáceo. No pensaba más que en mí mismo; iba siempre a lo mío. El contacto con el evangelio y con los compañeros de grupo, ha cambiado mi vida y me ha abierto al amor de par en par. Ahora me intereso por los demás, por lo "nuestro". Mi vida ha cambiado totalmente Y me siento plenamente feliz.

No lo dudes, ábrete a la presencia de Dios que es amor y providencia... a la cercanía de Jesucristo tu Redentor, que no viene a forzar tu voluntad sino a llevarla a mayor plenitud, a la luz y a la fuerza del Espíritu, que te pueden renovar plenamente

.El final del Evangelio de hoy, iba a decir, es un idilio. "El día de la Creación, Dios exclamó, que todo era bueno". En el día de la Redención, "todo lo hace nuevo". Hoy las gentes decían, después que curó al sordomudo: "todo lo ha hecho bien". Y es que abrir a un hombre la boca y sus oídos, es hacer una "nueva criatura", que pueda gustar las palabras y los sabores del Reino de Dios. Es una nueva creación.