I Domingo de Cuaresma, Ciclo B

San Marcos 1:12-15: Volver empezar

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

"En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia". (Mc 1,12-15)

Comenzamos el tiempo de Cuaresma. Es este un tiempo de fuerte y explícita llamada a la conversión: Convertíos y creed en el Evangelio. Lo oímos en el Evangelio de este domingo, y se nos subrayó el pasado miércoles, Miércoles de Ceniza, como la actitud más propia del tiempo litúrgico que comenzamos. Y es la invitación que la Iglesia ha repetido desde su comienzo. Continuamente. Pero, de modo más especial, en este tiempo de Cuaresma. Así nos lo demuestran los dos grupos especiales que, en él, adquirían protagonismo: los catecúmenos (que vivían su primera y definitiva conversión) y los pecadores públicos (que rehacían su conversión al retornar a las exigencias de su bautismo). 

La Cuaresma es, pues, tiempo de conversión. O, lo que es lo mismo, de volver a empezar. Porque la adhesión a Jesús como centro de nuestra vida no es un hecho puntual, conseguido de una vez para siempre. Admite y necesita progreso. Y, sobre todo, admite volver y comenzar de nuevo. Por eso, conversión: cambio de vida... a mejor; mayor acercamiento y fidelidad a Jesús de Nazaret. 

Desde aquí, descubrimos que: 

*Nadie está del todo perdido. Para el cristiano, la última palabra en su vida no la tiene el pecado. Detrás de él, siempre está el Padre amoroso, que, en Cristo, acepta nuestro corazón renovado por la fuerza del Espíritu. 

*La conversión no es un mirar al pasado para quedarnos en él, sino para descubrir y lanzarnos al futuro. Es una mirada esperanzada hacia delante. Porque no se detiene en lo que no hemos conseguido, sino que se ilusiona con lo que podemos llegar a ser. 

*La conversión no es mirar hacia abajo disgustándonos por nuestros pecados, sino alzar los ojos al cielo y descubrir que Dios nos quiere. 

El camino y el modelo de este proceder, para nosotros, es Cristo. La Iglesia nos lo presenta hoy victorioso en medio de las dificultades. Diríamos que se nos está escenificando el hecho de la conversión: Jesús, rodeado por la naturaleza desordenada y hostil, representa al ser humano que, alejándose de Dios, ha roto la armonía con la creación. Jesús, con su aceptación de la voluntad del Padre, ha restaurado todo. Y la clave está en este punto: Jesús, frente al enemigo que procura alejarlo de su conciencia de pequeñez, aparece y acepta su "ser hombre". Esto choca con lo que, también aquí, de alguna manera dice el enemigo: "Seréis como dioses". Sí, pero sabiendo que somos hombres; es decir, limitados, pobres, pecadores. Y, por tanto, necesitados continuamente de conversión. 

¡Ánimo, pues! La resurrección te espera, es nuestra meta. Vale la pena el esfuerzo del camino. Es posible que tu vida sea todavía mucho mejor.