II Domingo de Pascua o Domingo de la Divina Misericordia, Ciclo B.

Juan 20,19-31: La comunidad de fe

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

 "Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.» Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.» Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.» Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.» Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.» Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre". (Jn 20, 19-33)

Con el gozo pascual que brota de la contemplación de las maravillas obradas por Dios en su Hijo, la Iglesia contempla y proclama esta página del Evangelio, donde se narran dos apariciones del Resucitado. En ambas, el evangelista subraya que Jesús se hace presente en medio de los suyos mientras estaban "en una casa con las puertas cerradas" o "estando cerradas las puertas". De esta manera, se insinúa la "nueva" condición de Jesús resucitado: su cuerpo glorioso, lleno del Espíritu, no está ya sujeto a las leyes del espacio y del tiempo.
Y ambos textos pretenden que descubramos cuál es el verdadero sentido de la Pascua de Jesús. El Resucitado es aquél que siempre se hace presente en su comunidad para comunicar la "paz". El término "paz" tiene un significado particularmente rico. Indica la comunión con el Señor, y, por consiguiente, la experiencia del éxodo y de la alianza en una vida de libertad, justicia y amor. Precisamente por esta riqueza de significado, "la paz" era el gran don de Dios esperado en la plenitud de los tiempos, cuando el Señor realizara la salvación enviando a su Mesías. El saludo pascual de Jesús "paz a vosotros" testimonia que ha llegado ese tiempo último. Él ofrece la paz porque, en Él, ahora, es posible la experiencia constante de la alianza nueva y eterna; es decir, la experiencia del amor del Señor en la ternura inefable de su perenne misericordia. En Él, es ahora posible la comunión fraterna, reflejo de la comunión con Dios, y que constituye la característica fundamental de la Iglesia.

Efectivamente, Jesús Resucitado regala la "paz", porque da el Espíritu que introduce en la comunión con el Padre, mediante la fe, y en la comunión con los hermanos, mediante la caridad. Por esta razón, el evangelista presenta solemnemente a Jesús que comunica el Espíritu, principio de la nueva creación: la iglesia de Cristo.

La Resurrección, la glorificación de Jesús y el donde el Espíritu son, pues, aspectos de un único misterio: el misterio de la Pascua del Señor. La comunidad que cree en Jesús muerto y resucitado es una comunidad que experimenta la verdadera comunión con Dios y con los hermanos; es la comunidad de la nueva alianza; y, como tal, participa de la misión de Jesús: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Acogiendo cada día la palabra y anunciándola, testimoniando al Resucitado con la caridad, celebrando los sacramentos, los discípulos actúan su misión y manifiestan al mundo a la Iglesia: la comunidad de la nueva alianza, en la que se experimenta incesantemente el don mesiánico del perdón de los pecados, y se vive en la luz de la experiencia espiritual que es la fe.

Aquí encuentra su sentido la aparición al incrédulo Tomás. Este no ha creído la palabra de los discípulos que han visto al Señor. La fe en Jesús resucitado nace de la Palabra, proclamada por Jesús y, sucesivamente, por los apóstoles y por toda la iglesia. Por eso: "Dichosos los que crean sin haber visto".

Paz, regalo del Espíritu y de la Palabra, dicha de la fe... son los grandes temas que alimentan el corazón del que escucha esta página del Evangelio, y nos impulsan a renovar aquella profesión de fe que comunica el gozo y la paz del resucitado: "¡Señor mío y Dios mío!"