II Domingo de Pascua o Domingo de la Divina Misericordia, Ciclo B.

Juan 20,19-31: "Ver" Para creer

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

 “Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio de ellos y les dijo: -Paz a vosotros...
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús...
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús... dijo a Tomás: -Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente."
(Jn 20,19-31)

Se ha hecho célebre la frase atribuida a Tomás: “Si no lo veo, no lo creo”. Y tienen miga estas palabras. Parecen encerrar una acusación contra lo que llamamos fe, entendiéndola como algo sin fundamento. Al menos, sin fundamento racional. Vamos, algo así como si creer significara aceptar una cosa un poco a lo loco o a lo tonto. 

No deja de ser correcta esa interpretación. Porque, si creer significara tener que prescindir de la razón, sería un puro disparate. Es verdad: la cabeza también importa en el acto de fe. Porque, si este es un acto humano, no puede prescindir de ella, ya que el que cree es un ser humano, es decir, un ser racional. 

Ahora bien, esto que puede parecer un argumento para los que desechan la fe por falta de fundamento racional, se vuelve claramente contra ellos. Porque le necesidad de la razón para la fe no quiere decir que no puedan encontrarse fundamentos racionales para la misma. Por eso, a quien argumente de esa manera, hay que decirle: Muy bien, de acuerdo. ¡Pues busca ese apoyo racional! ¡Encuentra los motivos que te llevarán a explicar el contenido de la fe! ¿Que si los hay? Muchos más de los que tú piensas. Lo que no puede hacerse es comportarse como hacen muchísimos: no reflexionar para nada sobre la realidad de la fe. Perdonad que lo diga así: Esa acusación que tanto repiten algunos, sobre todo para justificar su falta de fe o su falta de compromiso como creyente, es pura ignorancia. La fe también se explica. En mayor medida de lo que algunos piensan. 

¿No hay mucho de esto en las palabras de Jesús a Tomás: aquí tienes mis manos... mete tu mano en mi costado? Es decir, toca, comprueba, cerciórate... y saca las consecuencias. O, lo que es lo mismo, no niegues sin tener todas las pruebas, simplemente porque tú no lo hayas “visto”. 

¡Qué pena que, tantas veces, nos falte formación! ¡Qué pena que hayamos descuidado tanto el cuidado de nuestra fe! Tendríamos que hacer un esfuerzo serio en este sentido. Esta es una tarea continua que abarca toda la vida. Como se nos ha dicho en muchas ocasiones: con lo que aprendimos para la Primera Comunión no podemos vivir como creyentes toda la vida. Es verdad que la fe, por su misma naturaleza, al final, entraña un acto de confianza que no es fruto de un raciocinio. Pero, si este cuenta con el apoyo de unos motivos de credibilidad serios (¡y estos existen y se pueden encontrar!), no cabe duda de que será mucho más fácil y mucho más profundo y comprometedor.