IV Domingo de Pascua, Ciclo B.

San Juan 10,11-18: Dar la vida

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

“En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: -Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas... Yo soy el buen Pastor... yo doy la vida por las ovejas...” (Jn 10,11-18).

Jesús lo repite en el Evangelio de hoy una y otra vez: ¡Dar la vida! Son palabras mayores. ¿Puede esto hacerse sensatamente alguna vez? ¿No será la reacción propia de una desesperación, de una huida hacia delante?

Os tengo que confesar que este concepto es de los que me resultan más queridos. No por masoquismo. Es que lo considero fundamental a la hora de explicar correctamente el sentido de nuestra vida y, por consiguiente, el modo de vivirla. Me explico.

Hay una afirmación clave: La vida no es nuestra. Nos la han regalado. ¿Para qué? Desde luego, no para que la utilicemos en nuestro provecho personal, y mucho menos para que la malgastemos derrochándola inútilmente hasta que dé de sí. La vida se nos ha dado para que nosotros la demos a los demás.

Cuando esto se hace convencimiento en una persona, arraiga en ella la actitud de la entrega. Su vida adquiere una finalidad clarísima: el bien de los demás. Los otros se convierten así en el sentido de nuestra vida. Ya no soy yo lo que primero importa. Ya no son mis intereses ni mis gustos ni mis conveniencias los que me motivan. Son los demás y sus necesidades los que acaparan mi vida. En este planteamiento caben opciones humanamente poco explicables según otros criterios: por ejemplo, hacerse cura o monja, o voluntario que se compromete en alguna organización con fines altruistas, o dedicar años de la propia vida a favor de los más necesitados en el Tercer Mundo... Y todo esto, comenzando incluso por el planteamiento del futuro de una vida: uno no elige la profesión, la carrera... que más fácil y rentable le resulte; uno se pregunta para qué sirve, es decir, dónde puede ayudar más a los demás, aunque esto le reporte menos beneficios.

¿Entendemos ahora que es posible dar la vida? ¿Entendemos incluso que vale la pena hacerlo? Es Jesús quien nos da ejemplo. Es posible también por nuestra parte. Es necesario si queremos que nuestra vida tenga sentido. Vamos entonces a planteárnoslo en serio: o fundamentar nuestra vida en el egoísmo, o fundamentarla en la entrega a los demás.

Y, atendiendo a la invitación de la Iglesia, vamos a pedir hoy por aquellos que, con una vida de “especial consagración” (la religiosa: curas y monjas) ya están dando su vida de mil formas a los demás.