XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 6,1-6:
El Dios cercano

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

"En aquel tiempo, fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía preguntaba asombrada: ¿De dónde saca todo eso? ¿No es este el carpintero? Y desconfiaban de él.
Jesús les decía: No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa." ((Mc 6,1-6)

Es curioso: no hay cosa que más rechacemos que un Dios lejano y diferente de nosotros; y, cuando se nos acerca tanto que se hace uno de los nuestros... nos escandaliza.

Jesús es rechazado por cercano, por igual a nosotros, por conocido... por pertenecer al mismo pueblo, a la misma familia, al mismo ambiente de aquellos que lo escuchan en la sinagoga. Saben su nombre, conocen a su madre y a sus parientes, han participado de su niñez y juventud... Y, siendo ése... es imposible que sea el Mesías.

Nos pasa a todos, digamos lo que digamos. Al fin y a la postre, aunque teóricamente rechacemos al Dios frío y lejano, nos escandaliza, en la práctica, el Dios cercano y compañero de camino. Y, si no, fíjate: no tenemos inconveniente en relacionarnos con el Dios del templo y de la ceremonia, con el Dios poderoso que puede ayudarnos, con el Dios que nos permite aparecer como creyentes ante los demás en determinadas circunstancias... y no somos capaces de descubrir, ¡y aceptar!, al Dios que se mete en nuestra casa. Y es que el primero nos inquieta poco y no complica para nada nuestra vida (incluso nos hace quedar bien socialmente). El segundo nos exige arrodillarnos ante él (que es nuestro prójimo) y servirlo generosamente.

Por supuesto que Dios, por ser Dios, es mucho más grande que todos nosotros. Pero, según nosotros lo creemos, ese Dios se ha hecho hombre. Y, por eso, en la persona anciana, en el enfermo, en el pobre, en aquel con el que vivimos... en tu marido, en tu esposa, en tu suegro y en tu suegra... en aquella persona que no te resulta simpática... en el que se equivoca tanto y tan frecuentemente... allí está nuestro Dios. Así, tan al alcance de la mano, tan a la vuelta de la esquina. No tienes más que abrir los ojos... y aceptarlo. Si no lo haces, no podrás encontrarte con Él... y tu vida no la vivirás como un milagro.