XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 41-51:
¡El Pan bajado del cielo!

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo.» Y decían: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?» Jesús les respondió: «No murmuréis entre vosotros. «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.» (Jn 6,41-51)

Es un rico texto el de este domingo. Por una parte, por lo que nos indica sobre Jesús (su persona, su relación con los discípulos...). Por otra, por lo que define acerca de la reacción de sus oyentes... que llevará a hablar de la naturaleza e importancia del pan eucarístico.

Se nos habla en el texto de "venir a Jesús". Y esto se nos presenta inseparablemente unido a la relación de Jesús con el Padre. "Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae... Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí..."

Desde aquí, Jesús es un enviado de Dios, un portador de Él. Por eso, no admite discípulos más que entre los que reconocen su unidad radical con el Padre. Es decir, no "vienen" a Él por su encanto particular, sino por la misión que está cumpliendo en nombre de Dios,. O , lo que es lo mismo, como Dios que es Él mismo. O, todavía de otra manera: ni siquiera son los discípulos los que escogen a Jesucristo, incluso considerándolo Dios. Es el propio Dios (el Padre) quien escoge los discípulos y se los "da" al Hijo. De esta manera, el discípulo no se vincula a Jesús por lo que dice, sino por lo que es. De esta manera, se entiende que el discípulo no sólo "sigue" a Cristo, sino que "ve" a Cristo. Lo ha descubierto en profundidad y lo ah hecho el centro de su vida.

Se entiende perfectamente desde esta óptica, el sentido de la murmuración de aquellos que no dan el paso de los discípulos... y "murmuran". Porque no ven las relaciones existentes entre Jesús y el Padre. Se quedan en el hijo de José y no descubren en Él a alguien "bajado del cielo". "Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo.» Y decían: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?»"

Quien no descubre a Jesús como alguien "bajado del cielo", es decir, Dios, portador de la vida divina, es normal que no se abra a él radicalmente y no le entregue su vida. Esto se hace sólo con Dios.

Quien no descubre la Eucaristía como "pan vivo bajado del cielo", tampoco puede hacer de ella el centro de su vida de fe. Aunque Cristo, al relacionarla, en este contexto, con las relaciones entre Él y el Padre, nos está dejando claro que es en ella donde mejor se manifiesta el vínculo que lo une a Él con el Padre, y donde mejor se establece y se fortalece el vinculo de Él con el discípulo. Por eso, decimos con verdad que la Eucaristía es "misterio de la fe".

¿Quién es Jesús para mí? ¿Un personaje atractivo? ¿O Dios mismo? La respuesta puede estar en la relación que vitalmente he establecido con Él.

¿Qué es la Eucaristía para mí? ¿Un adorno prescindible? ¿O una necesidad? La respuesta puede estar en el aprecio que tengo para con ella y en el papel que juega en mi vida.