XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 10, 35-45:
La libertad de la entrega

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

"En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir. Les preguntó: ¿Qué queréis que haga por vosotros? Contestaron: Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda... Jesús les dijo: El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos". (Mc 10,35-45)

Podemos afirmar que este pasaje evangélico es un canto a la libertad, a la verdadera libertad. Aunque parezca que choca esa interpretación con la literalidad del pasaje, que habla del servicio y de la esclavitud de unos para con los otros. Aunque parezca una ofensa esta afirmación contra la libertad de que presume el hombre actual (que domina todas las parcelas de la naturaleza, que ha creado una red impensable de comunicación, que se organiza desde la libertad y la democracia...)

Es un canto a la verdadera libertad, que es la que propone Jesús: aquella que tiene en cuenta al otro; no la que sólo piensa en el propio bien y provecho (como los Zebedeos).

Jesús lo explica con las figuras del cáliz (entrega, sangre...) y del bautismo. La primera hace referencia a la entrega, ala sangre... La segunda (Bautismo) es una palabra que procede del griego y que significa hundirse bien hundido: se aplicaba al barco que naufragaba y llegaba hasta el fondo, rebotando con el suelo y quedándose allí encallado. Bautizarse es hundirse totalmente en Cristo y vivir desde Él. Y esto lleva clarísimamente a un estilo de vida que es esencialmente entrega y servicio total a los demás.

Y esta es la paradoja del Evangelio: cuando nos damos a los demás, nos encontramos a nosotros mismos; cuando nos negamos en nuestros intereses, nos encontramos con no necesitar nada; cuando prescindimos de lo nuestro, nos encontramos con que no nos falta de nada; cuando renunciamos a lo que más nos agrada, nos encontramos con que somos felices... Estamos hechos para amar, para darnos; nuestro centro no somos nosotros mismos, sino el Otro, los otros. Quedarnos en nosotros, es renunciar a desarrollar nuestras posibilidades... y las de los demás.

¿Qué pasaría si nos decidiéramos a vivir así: pensando, sirviendo en todo al otro? ¿No funcionarían mejor y durarían más nuestros matrimonios? ¿No dejaríamos de atesorar y estaría mejor repartida la riqueza en el mundo y desaparecerían el hambre y las inaceptables desigualdades? ¿No decidiríamos no trabajar los dos esposos mientras hubiera matrimonios en los que no pudiera trabajar ninguno? ¿No nos complicaríamos en alguna acción de voluntariado? ...
Estoy seguro de que sería así. Y lo estoy también de que, de esa manera, por mucho que parezca que nos costaría, encontraríamos la verdadera y profunda felicidad: la que nace únicamente del servicio y de la entrega.
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