Fiesta. Bautismo del Señor, Ciclo C.
San Lucas 3, 15-16.21-22:
Bautizados: Hijos, Hermanos, Testigos

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

"En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: "Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. "En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto. Lucas 3, 15-16; 21-22

Es más que elevado el porcentaje de españoles que se bautizan, mejor dicho, que son bautizados. A pesar de ello, los sociólogos religiosos andan diciendo que España tiene que ser re-evangelizada, “re-bautizada”. Porque no es la cantidad, dicen, sino la calidad bautismal la que hace cristiana a una sociedad “cristianada”. Esto explica que, a la hora de una presencia activa y transformadora de los “cristianos” en la sociedad, deje mucho que desear el testimonio de nuestros bautizados, y mucho que lamentar el antisigno que muchos de nosotros somos.

¿No tendríamos, en consecuencia, que diferir para años más altos el bautismo infantil, dada la cantidad de “embriones” cristianos abortados, especialmente en una sociedad secularista poco propicia para la maduración cristiana... ? Tacharíamos, sin duda, de imprudencia eclesial ordenar curas a aquellos jovencitos que acaban de ingresar en el seminario, o casar a aquellos adolescentes nada más experimentado el vértigo amoroso. ¿Qué identidad y oficio sacerdotales y matrimoniales ejercitarían tan inmaduros candidatos, máxime si su denuncia y anuncio proféticos, su si testimonio y compromiso sociales requieren un grado considerable de credibilidad y prestigio ?

Y es que, de no mediar un clima familiar testimonial, un ambiente social favorable y una actitud personal esforzada, condenamos prácticamente el sacramento del Bautismo a una vergonzosa pérdida de credibilidad, a un irreligioso deterioro y a una engañosa inflación sacramental. Algo parecido, pero de mayores dimensiones, al doctorado conferido a un parvulito escolar que acaba de matricularse, y para el que no hubiera garantías, o las hubiera muy débiles, de poder proseguir los estudios ni relacionarse con instituciones docentes en donde dar contenido real a tan formal y prematuro doctorado.

¿Será que nuestro tiempo no es tiempo de cielos abiertos, a pesar de que en Cristo ha terminado el tiempo de los cielos cerrados tras el silencio insondable de Dios? ¿Será que nos falta rebautizarnos permanentemente, hundiendo nuestra persona en Cristo-agua viva, ahogando en él nuestro hombre pecador y empapándonos de él para así florecer y fructificar? ¿Será que nos falta desierto y silencio, para poder escuchar la Voz paternal de Dios que nos identifica como hijos predilectos y hermanos universales? ¿Será que nuestros hedonismos anti-cruz nos están impidiendo la bebida del cáliz sacrificial de Cristo y el bautismo mortal con que él fue bautizado? ¿Será que hemos perdido la conciencia de estar poseídos por el Espíritu de Cristo, tomados por Dios a su servicio, equipados y autorizados para combatir el mal y promover el bien? ¿Será que no fue nuestro bautismo, como el de Cristo, una hora alta en la historia del mundo y de nuestro mundo? ¿Será que tendremos que volver al “jordán” de nuevo, y hacer frutos de conversión y penitencia...?

.