IV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C.
San Lucas 4, 21-30:
La Fe, compromiso de vida

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

"En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. Y todos expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: ¿No es este el hijo de José? Y añadió: Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra." (Lc 4,21-30)

Somos realmente contradictorios. Y ponemos en tela de juicio tanto lo hecho hacia un lado como lo hecho hacia otro. Lo deja muy claro el Evangelio de este domingo. Los que llenan la sinagoga están deseando que Jesús realice ante ellos los milagros y curaciones que conocían había hecho en otros lugares ("haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm"). Pero, a la misma vez, se muestran reticentes y críticos ante un Jesús que conoce las Escrituras y que habla con autoridad ("¿No es este el hijo de José?").

Nos pasa con los que tenemos más cerca. Criticamos la falta de testimonio y de compromiso por parte de los cristianos. Echamos en cara que algunos se las den de ser creyentes y que no lo manifiesten ni se manifiesten como tales. Pero, cuando alguien se complica en un compromiso comunitario, y, con su vida, nos proclama los valores religiosos en los que cree, se lo echamos en cara. Y, a veces, le hacemos la vida imposible. ¡Cuánto se sabe de esto en nuestras comunidades! ¡Cuántos han llegado a abandonar tareas y compromisos, por esa oposición y falta de comprensión, cuando no incluso por malas interpretaciones!

Además de ilógicos, somos injustos. Y yo me pregunto, a menudo, por qué. Y la conclusión a la que llego de modo más frecuente es esta: lo hacemos por justificarnos y por comodidad. Es decir, el testimonio de los otros nos echa en cara nuestra rutina. Descubrimos que deberíamos hacer lo que otros hacen... y no estamos dispuestos a cambiar. Por eso, lo más fácil es quitarnos de enfrente al que, con su vida, afea nuestra conducta.

¿Estamos convencidos de que el cristiano tiene que profesar su fe y asumir compromisos consecuentes? Pues, en primer lugar, dejemos a los que llevan a la práctica este modo de comportarse. Agradezcamos su testimonio, que no deja de ser una ayuda y un estímulo para todos. Y pensemos que esa debería ser también nuestra actitud y comportamiento, si nos consideramos verdaderos creyentes.

Si descubriéramos esto, tan fundamental, se notaría en nuestros hogares (donde se vivirían y transmitirían abiertamente los valores del Evangelio). Se notaría en nuestra profesión (donde pondríamos en juego comportamientos propios de creyentes y no comulgaríamos con determinadas ruedas de molino). Se notaría en nuestras comunidades (donde civil y religiosamente contaríamos con personas comprometidas y colaboradoras en proyectos necesarios para la comunidad). Se notaría, en definitiva, en saber que las mediaciones son necesarias, y en sabernos mediación para los demás.

Que a través de nuestra vida, se pueda decir con verdad que "hoy" la gracia del Señor sigue actuando entre nosotros.


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