III Domingo de Cuaresma, Ciclo C
San Lucas 13, 1-9: Invitados a la conversión

Autor: Padre Miguel Esparza Fernández

 

 

"En aquel tiempo, Jesús les dijo esta parábola: Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo, entonces, al viñador: Ya ves, tres años lleva viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás.. Jesús dijo: Si no os convertís, todos pereceréis" (Lc 13,6-9)

U
na vez más, la parábola de Jesús nos resulta muy fácil de comprender. Y, sobre todo, muy apropiada a nuestra vida. Cada uno de nosotros puede decir: Parece que está hablando de mí.

Es verdad, porque el no complicarnos más allá de la cuenta, es algo que se da en todas nuestras vidas. El contentarnos con alguna práctica que no supera el cumplimiento y el acallar nuestra conciencia, es algo que hacemos todos. El procurar nuestra propia salvación sin salir y encontrarnos con los demás, es el comportamiento diario de todos nosotros. El tener un comportamiento que en nada se diferencia de los que no son creyentes, es lo propio de la mayoría de los creyentes. El pasar días, meses y años sin que nuestra vida cambie y mejore, es la rutina que nos acompaña a todos.

Hoy se nos invita a la conversión. Es decir, se nos hace ver que el Evangelio es una fuerza que, si se acepta con verdad, renueva continuamente nuestra vida. Ser creyente no consiste sólo ni principalmente en haber nacido en una familia o en un ambiente creyente. Ser creyente no consiste sólo en aceptar unas verdades con nuestra cabeza. Ser creyente supone dejarse cambiar por los valores que nos aporta Jesús de Nazaret, y que se contienen en su Evangelio. Ser creyente es aportar esos valores a nuestro mundo, para que se transforme según la voluntad de Dios.

La conversión:

Es gracia de Dios, que me llama a la santidad, porque quiere que participe de su misma vida.

Es respuesta del hombre, que debe aceptar libremente esa invitación de Dios.

Es un proceso que nunca está concluido, y que se va completando día a día.

Es reconocimiento del propio pecado, y, a la vez, experiencia de la ayuda del Dios que perdona.

Es un camino hecho en comunidad, que no debemos recorrer a solas, sino en comunidad: dejándonos ayudar por los otros y ayudando a los otros.

Es comprensión para con los demás: sin desesperar de nadie, descubriendo lo mucho de positivo que, a pesar de todo, existe en todos.

Ojalá y, en este tiempo de Cuaresma, tomemos más en serio la gracia y la tarea de la conversión, y mejore nuestra vida como creyentes.
 
 


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