VI Domingo de Pascua o Misericordia, Ciclo C
Juan 14, 23-29: Dios-La Iglesia y el MundoAutor: Mons. Miguel Esteban Hesayne
Si existe una
sociedad con mayoría de cristianas/os en la que reina la corrupción
de la violencia y la injusticia, hay que preguntarse dónde están los llamados
cristianas/os… ¿A quién siguen? ¿Quién o quiénes son
el modelo de vivir lo
humano? ¿Han caído en la cuenta que la muerte de
Jesús es el acto supremo del Amor de Dios hacia la
humanidad entera para liberarla de todo mal que le aqueja?
La Liturgia
católica de las cinco semanas siguientes a la festividad de la Pascua es una
sabia pedagogía para despertar más y más la conciencia de los bautizados en el
poder pascual para
hacer realidad, en el trecho de su propia existencia, un Nuevo Mundo:
una convivencia humana justa-solidaria-fraternal.
Así, de discípulos
de Jesús de Nazaret han de pasar a ser testigos
de Jesús Resucitado cuya misión
es renovar la sociedad con el proyecto de Jesús, animados por el Espíritu Santo,
fruto de la Pascua. Es la Iglesia, pensada por el Padre Dios al enviar a su Hijo
al mundo para liberarlo de todo mal (Jn.3, 16) Es la Iglesia-comunidad de los
creyentes en Jesús -muerto y resucitado- el nuevo pueblo de Dios, levadura de
valores plenamente humanos. Es la semilla del Reino que Jesús anunció en su
Evangelio: su Palabra,
Palabra de Dios para la Vida del mundo.
Si el mundo argentino anda como todos se quejan, busquemos la causa más profunda
en el hecho de que los cristianas/os no creen con
Fe madura en
el poder de la Palabra de Dios,
que escuchan o leen en sus Templos. A lo sumo escuchan reverentes las
lecturas de la Liturgia como un montón de verdades o nociones “religiosas”
cristalizadas en un recuerdo de cosas pasadas que nada les dice para su
existencia actual. De ahí el aburrimiento, el cansancio y al fin la deserción y
negación práctica de un proyecto cristiano sobre realidades fundamentales de la
vida humana: matrimonio, familia, relación social y política. El bautizado,
joven o adulto, se desentiende de su “bautismo” y construye “su” mundo con
criterios tomados de lo que escucha por Radio, de lo que lee en los Periódicos,
de lo que ve en Televisión. Los Medios son “su maestro” ó en lo mejor de los
casos, algunos “pensadores” interesantes; pero, al margen del Evangelio.
En ambientes
eclesiásticos se sufre buscando las causas sociológicas de los embates de la
“secularización” contra la Iglesia. Se quedan a mitad de camino y sin solución.-
En primera instancia, hay que reconocer que el proceso de secularización no es
absolutamente “malo”. Rescata valores humanos que un espiritualismo pseudo
cristiano niega o deja en la penumbra de la ambigüedad. Y por cierto la Iglesia
-pueblo de Dios- pastores y fieles- ha de ser honesta consigo misma
interpelándose sobre la responsabilidad pastoral
ante el hecho de que se haya desarrollado un mundo sin Dios.
Es responsable en la medida que
festeje Pascua y no
celebre Pascua los 365 días
del año. Es responsable de la descristianización actual en tanto los
cristianos no tomen la Palabra de Dios
como la fuerza dinámica
que va revelando criterios y actitudes para discernir en la vida ciudadana,
grávida, entonces, de compromisos y logros en una existencia distinta pero
no distante de la sociedad en que se actúa.
Frente al temido “secularismo”[1] y lamento de la descristianización, la Iglesia de hoy ha de mirar a la Iglesia que nace en Pentecostés (Hch. 2,42) y en sus parroquias, colegios y universidades ha de recuperar el “poder de Dios” agrupando a bautizados en torno al Evangelio, descubriendo con el Espíritu Santo el sentido cristiano de lo que ven, oyen, sienten, padecen o gozan.- Así la Fe Cristiana pasa de estática a dinámica. De inoperante a estímulo para vivir la aventura de la construcción del Mundo Nuevo Pascual. El mundo concreto de sexo-familia, poder-política, dinero-economía, inteligencia-educación. Mundo terrenal transformado en civilización humana y humanizante. Es el Proyecto de Jesús que se va logrando a medida que el ser humano en todas sus dimensiones, se impregne de la energía de la Palabra de Dios.
[1]
Es la mentalidad que pretende promover valores
humanos al margen de la Religión.