XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 22, 15-21:
Jesús y la mujer

Autor: Mons. Miguel Esteban Hesayne

 

 

          En este domingo,  festejamos el Día de la Madre. En una sociedad consumista,  hasta la “madre” se la ha “cosificado”… Es “objeto” directa o indirectamente en la propaganda comercial. A tal punto desvalorizada… que en el inconsciente de la gente pobre se crea un sentimiento de tristeza porque no se la puede honrar “regalando cosas” y en los pudientes hay el engaño que la honran tanto cuanto “consumen”…

            Con ocasión del Día de la Madre comencemos a preguntarnos qué piensa Dios de la mujer. Para acercarnos al pensamiento divino, lo venimos diciendo…, lo más

acertado  es aproximarnos a la historia de Jesús. En este caso, a Jesús y su relación con la mujer. ¿Cómo las ve y las siente, Jesús?

            En una primera observación, comprobamos a Jesús rodeado de mujeres. Algunas amigas, entrañables, como María Magdalena; en trato hogareño con Marta y María de Betania; rompiendo prejuicios sociales al aceptar el trato con prostitutas; en actitud servicial atendiendo a enfermas como a la pagana sirio-fenicia y a no pocas seguidoras fieles aceptando el servicio doméstico durante sus correrías de pueblo a pueblo, de aldeas a aldeas, anunciando el Reino. Con su actitud ante la mujer por ser mujer, en las más diversas condiciones, fue revelando la mirada de Dios sobre el ser mujer. Las amó como las ama Dios. Las respetó en su dignidad de persona. No declamó sus “derechos”. Los vivió en su relación para con cada una, en fidelidad al proyecto creacional.

            Si nos ubicamos en la sociedad que vivió Jesús, no terminamos de sorprendernos del  trato que dispensó Jesús a cada mujer y por ser tal... Seguramente con escándalo de muchos -bien pensantes de la época. Hasta de los mismos discípulos al sentir que  las mujeres, culturalmente relegadas como seres inferiores,  eran llamadas al mismo rango de discípulas del Maestro. Para aproximarnos al sorprendente giro cultural de ciento ochenta grados que dio Jesús en su relación con el mundo femenino, nos tenemos que ubicar en su tiempo.- Por lo que se sabe, según la literatura rabínica e historiadores profanos, Jesús vivió en una sociedad cuya visión negativa de la mujer la reducía simplemente a una “ayuda del varón”. Era impensable una mujer con autonomía. En todo momento  “propiedad del varón”. Pertenecía a su padre o a su esposo. Su función social estaba definida: tener hijos y servir fielmente al varón… No tenía sitio en la vida social. Recluida en el hogar y retirada de la esfera pública,  su influencia no salía  de la  propia familia y no podían hablar en público con ningún varón.

            El cambio con Jesús causó tal impacto que los comentaristas no pudieron ocultar la presencia de la mujer-discípula en torno a Jesús, no obstante su formación  masculina con tendencia a ocultar, hasta en el lenguaje, la presencia femenina. Con el factor agravante que ninguna mujer escribió esa nueva experiencia relacional que Jesús instauró en la sociedad. Los escritores del Evangelio fueron todos varones.

Una vez más, hemos de ponderar la novedad y originalidad de la presencia de Jesús en la historia del género humano. La Iglesia de hoy volviendo a las fuentes para lograr una real renovación, que por momentos padece un notable relentando, ha de ajustar mentalidad y hasta normas jurídicas y pastorales a las actitudes de Jesús con relación a la mujer, como así también a la convivencia de las comunidades de los orígenes cristianos. La figura de la mujer tan destacada en las primeras comunidades cristianas en rigurosa fidelidad a la actuación de Jesús, ha sido opacada como si no hubiera llegado la vigencia del Reino de Dios al mundo femenino.

En la Iglesia de hoy, como lo fue en la de los orígenes, hay que retomar conciencia activa que la grandeza y dignidad de la mujer, lo mismo que la del varón, arranca de la opción de aceptar a Jesús y entrar a vivir el reinado de Dios en lo cotidiano de la existencia humana.