XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Juan 6, 60-69: ¿Combatir la pobreza o servir al “pobre”?

Autor: Mons. Miguel Esteban Hesayne

           

Las ideologías de cualquier signo usan al pobre bajo el manto de combatir la pobreza. Acontece que quienes acumulan dinero temen a la pobreza porque se sienten inseguros en sus riquezas. Por otro lado cuando se llega al poder con afán de poder y no de servir se usa la pobreza para conquistar adeptos incondicionales con “dádivas” a los necesitados. En cambio, cuando la pobreza es asumida como virtud dispone al corazón humano para la generosidad del amor solidario. Esto es verdad; pero corre el riesgo de quedarse en una simple abstracción sobre la pobreza. Jesús nunca habló de la “pobreza” pero, sí de los pobres como personas humanas con nombre y apellido. Los pobres ocuparon el centro de su preocupación por el Reinado de Dios en el pueblo.

            Para ser cristiano-cristiano, fiel discípulo de Jesús hay que vivir con suma atención a lo que Jesús dijo e hizo. Es preciso, tomar el Evangelio como manual permanente de nuestra vida diaria en todas las dimensiones de la cotidianidad de nuestra existencia. “Creer en Jesús y convertirnos a su Evangelio” no es una frase para oírla en una ceremonia cuaresmal. Es como una consigna que  moviliza, instante a instante, al que quiera considerarse “cristiano”, es decir, seguidor de Jesús en todos los “rincones” de la propia persona y en todas las estructuras de la sociedad.  Tanto más en  la Argentina post-cristiana que estamos viviendo, en la que  reina una gran confusión sobre el tema de la “pobreza”, es necesario clarificarlo con el Evangelio en la mano para encarar la situación de marginación y exclusión de millones de argentinos.

Entonces, todos en la Iglesia como pueblo de Dios que peregrina un país que transita una de sus mayores contradicciones de su historia porque siendo sumamente rico lo disfrutan unos pocos a costa de la indigencia de muchos, hemos de abrir los ojos para abrir el corazón. No es exageración retórica ni slogan político o ideológico ni un programa televisivo. Se trata de bajarse de autos y tanto más de aviones… y fijarse en rostros tristes y demacrados… al borde de muerte prematura debilitados por falta de alimento en  un País que puede satisfacer, hay que repetirlo una y mil veces- 350.000.000 de estómagos humanos…

¿Cómo no va a ser un “escándalo”  social y político? Y hasta “religioso” si  seguimos no escuchando el clamor de hambrientos argentinos y peor aún si tranquilizamos   nuestra conciencia  aceptando promesas, vengan de donde vengan, esperando que otros calmen alguna tempestad social  que perturbe nuestro buen pasar…

Por eso, los obispos argentinos venimos levantando la voz, para alertar a la Iglesia–Comunidad de seguidores de Jesús, en primer lugar y a quienes tengan buena voluntad -sean gobernantes o no– para que cada uno, desde sus posibilidades, reparemos el “pecado social” que atenta contra el amor de Dios en una gravísima indiferencia a hermanos y hermanas carenciados. Y en esta situación límite que nos urge a un  compromiso pastoral  heroico se hace incomprensible que  haya miembros de la Iglesia Católica que piensen en intenciones de política partidista la voz evangelizadora del Papa y los Obispos  cuando intercedemos por los pobres en la Argentina. No, esto es un infundio. Hace décadas y de diversas formas, venimos bregando  por una justicia social largamente esperada. Porque queremos ser fieles a Jesús y su Evangelio y dar la buena noticia a los pobres  conforme  a las mismísimas palabras programáticas de Jesús al comienzo de su vida pública: “El Espíritu del Señor está sobre mi, porque él me ha ungido  para que dé la buena noticia a los pobres…”[1] Que otra buena noticia se puede dar al pobre sino pan, techo, salud, educación, trabajo, recreación, y DIOS… Es decir, hacerlos pasar de una simple ayuda a que sean capaces de construir  su propia  historia. Por esto, clamamos por políticas desde los pobres a todos, no en contra de nadie sino a favor de todos…


[1] Lucas 4,18