V Domingo de Cuaresma, Ciclo C.

San Juan 8,1-11: ¿Y…los pobres?

Autor: Mons. Miguel Esteban Hesayne

           

Y en la Argentina actual…los pobres siguen olvidados, postergados, excluidos… Y la exclusión es más que el olvido y la postergación porque la exclusión es el “agujero negro” de la sociedad, del cual no se sale. El “excluido social” padece la misma violencia que los NN de las tumbas del horror, donde terminaban los “desaparecidos” en décadas de violencia de Estado. Y no es ninguna exageración y si se quiere, la violencia que sufren los excluidos de la sociedad, es más cruel porque viven su propia exclusión proyectándola a sus familias. Los padres y madres sin trabajo arrastran a la exclusión a sus hijos con la desnutrición, con falta de salud, educación y la tentación de la droga.  

            En la Argentina actual, empecatada, con la enorme deuda social de las familias que han caído en el “agujero negro” de la sociedad argentina no faltan respuestas solidarias de diversos sectores e ideologías. Como lo es el reciente reclamo de la Comisión Permanente del Episcopado Argentino, que transcribo textualmente, (Nº 3):

 “Si toda la Nación sufre, más duramente sufren los pobres. Este es un reclamo del cual nos volvemos a hacer eco, porque se trata de una deuda que sigue vigente, y que se lee “en los rostros de miles de hermanos que no llegan a vivir conforme a su dignidad de hijos de Dios”2. Por ello, es el momento de privilegiar la sanción de leyes que respondan a las necesidades reales de nuestro pueblo, y no de detenerse en opciones fijadas por intereses que no tienen en cuenta la naturaleza de la persona humana, de la familia y de la sociedad”.  No faltan programas de ayuda social a nivel gubernamental y de diversos movimientos solidarios sensibles a la pobreza que padecen millones de familias argentinas o radicadas en territorio argentino.  Tampoco faltan inquietudes y programas para erradicar la pobreza. En este caso se teme a la pobreza y se olvida al pobre. Por lo contrario el Evangelio de Jesús promueve la virtud de la pobreza para que al pobre le llegue la buena noticia de ser capaz de vivir en dignidad de hijas e hijos de Dios. Si todos los ricos católicos argentinos vivieran la pobreza evangélica se viviría lo acontecido en los orígenes cristianos.[1] En la Argentina no falta la riqueza. Repito una vez, estamos regalados con un potencial de materia prima para alimentar a 300 millones de personas. En la Argentina actual hay desnutridos porque faltan cristianos que vivan la felicidad de pobreza del corazón. (Mateo 5-Lucas 6)

Si en las comunidades llamadas católicas llenas del Espíritu del Resucitado, se reunieran ricos y pobres asiduamente pidiendo a Jesús que les enseñe a vivir la fraternidad en forma real y concreta, se entraría en un proceso de recuperación de los “excluidos” cambiando la exclusión por la inclusión. Es el milagro corriente que acontece en  la comunidad cristiana que vive el Evangelio. Es lo que necesita la Iglesia para convertirse en servidora de la humanidad. Es lo que necesita la Argentina para salir de la postración social y desorientación política. La Argentina necesita una Iglesia samaritana que muestre a Jesús a través de una dirigencia con mentalidad cristiana.

            En la Iglesia-comunidad discípula de Jesús, al sentarse a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía (Misa) con el corazón abierto a la Fe en Jesús muerto y resucitado, se va aceptando que el que se tiene al lado es el mismísimo Jesús presente en cada ser humano; se va entendiendo que esa fraternidad se extiende a todo ser humano, se va comprendiendo que no se puede salir indiferente a la más mínima necesidad de quienes  se va encontrando en la calle, en la familia, en el trabajo, en la vecindad, en la TV, Radio o Diario. Al volver a la próxima reunión de Iglesia-comunidad los participantes  vendrán con la inquietud de qué hacer para cambiar en forma efectiva  tremendas injusticias y desigualdades. La reunión orante se va transformando también en reunión de acción samaritana a la luz del Magisterio social de la Iglesia como eco fiel del Evangelio de Jesús. Es la Iglesia que anuncia, denuncia y construye una nueva sociedad formando conciencia social y  dirigentes políticos con mentalidad cristiana. Es el camino hacia una nueva sociedad en la que se comparte la Fe y una igualdad fraterna.                                                                                  


[1] Hechos 2,40-47.